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En Europa somos la leche

Fuentes: El periódico de Catalunya

finales de julio, en la capital de la República Dominicana, Santo Domingo, se reunieron los descendientes de los masacrados indígenas americanos tainos, arawak y otros; los esclavos y esclavas haitianos que trabajan en los bateyes de las parcelas de los terratenientes de la caña; los pequeños productores y productoras de yuca, café, cacao, banano, plátano, […]

finales de julio, en la capital de la República Dominicana, Santo Domingo, se reunieron los descendientes de los masacrados indígenas americanos tainos, arawak y otros; los esclavos y esclavas haitianos que trabajan en los bateyes de las parcelas de los terratenientes de la caña; los pequeños productores y productoras de yuca, café, cacao, banano, plátano, arroz, frijoles, leche, carne y otros productos con los que alimentan a sus familias; líderes sindicales que han sufrido la represión de diferentes dictaduras; jornaleros sin tierra, etcétera. Se reunieron pues, los campesinos y campesinas de la República Dominicana, de Haití, Martinica, Barbados y resto de países caribeños, para organizarse -de nuevo- frente a agresiones contra sus posibilidades de vivir del medio rural.

En los últimos años las amenazas les llegan con la expansión de la globalización capitalista y neoliberal. Como una ameba que se propaga absorbiendo todo lo que encuentra en su camino, creciendo con cada bocado que engulle, la liberalización de los mercados internacionales y la desregulación del comercio va fagocitando a las familias agrícolas de los países empobrecidos del Sur. Si inicialmente el avance neoliberal caminaba por los raíles de acuerdos multinacionales establecidos bajo el patrón de la Organización Mundial del Comercio (OMC), tras los fracasos de ésta en Seattle, Cancún y últimamente en Hong Kong, la colosal ameba busca nuevas sendas a partir de tratados bilaterales de libre comercio.

Con esta renovada estrategia, ahora la Unión Europea quiere echar el lazo a las islas caribeñas (como, por cierto, ya ha hecho Estados Unidos) y se propone modificar los sistemas de relación comercial. Mientras que las relaciones comerciales actuales se basan en el Acuerdo de Cotonú del 23 de junio del año 2000 (que tiene una vigencia de 40 años) mediante el cual todos los países ACP (África, Caribe y Pacífico) pueden vender sin barreras los productos agrícolas propios de sus tierras (café, cacao, azúcar, frutas tropicales, etcétera) en los que Europa es deficiente, la nueva propuesta de Acuerdos de Asociación Económica (AAE), son pactos bilaterales basados en la ‘reciprocidad’. Es decir, que de la misma forma que Europa no pone barreras a la importación de los productos del Caribe, los países que firmen los AEE deben abrir por completo sus mercados a los productos europeos. El resultado de esta propuesta, si llega a implementarse, ya nos lo podemos imaginar. Provocará la entrada masiva de los productos europeos que aún se benefician de ayudas a la exportación y que se producen con unos sistemas agroindustriales con los que las economías campesinas locales no pueden competir. Por ejemplo, inundaremos estas islas con leche y productos lácteos transformados, hundiendo a todas las familias, que son muchas, que viven de la producción y comercialización de la leche en su territorio. Somos la leche.

 

 

 

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