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Entrevista a Javier Mestre sobre "Made in Spain"

«En la novela afloran ideas sobre el declive de la industria en España, muy relacionado a su vez con la acelerada pérdida de derechos laborales»

Fuentes: Rebelión

Made in Spain es la segunda novela del escritor, activista y profesor Javier Mestre. En ella hemos centrado nuestra conversación. *** Felicidades por tu nuevo libro. ¿Sigue por la misma senda que aquel magnífico Komatsu PC340? ¿Escribes novela social, como se suele decir ahora? «Novela social» es una etiqueta ya antigua, aunque ni mucho menos […]


Made in Spain es la segunda novela del escritor, activista y profesor Javier Mestre. En ella hemos centrado nuestra conversación.

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Felicidades por tu nuevo libro. ¿Sigue por la misma senda que aquel magnífico Komatsu PC340? ¿Escribes novela social, como se suele decir ahora?

«Novela social» es una etiqueta ya antigua, aunque ni mucho menos anticuada, como más de uno se esfuerza en demostrar constantemente. Todas las novelas son siempre mucho más sociales de lo que aparentan a primera vista, porque por muy fantásticas que sean, de un modo u otro están inscritas en su momento social y transmiten unos valores que forman parte, lo quieran o no, del conflicto social contemporáneo. El problema es de qué lado están. Y se suele poner la etiqueta de social a la literatura que está de parte de la clase trabajadora, que no se centra en la vida soñada de la clase media, que no presenta la normalidad convencional de la sociedad capitalista como algo incuestionable.

Dicen Lluís Llach y Feliu Ventura, en su disco conjunto en directo, que algunos los acusan de hacer «canción denuncia»; «entonces, vosotros hacéis canción renuncia», contestan los dos músicos geniales. Yo entiendo que, en los tiempos que corren, no conducir el esfuerzo que implica la literatura -que, por cierto, no es solo del escritor- hacia la denuncia y la iluminación de los cimientos de caca de la realidad, es hacer literatura renuncia, cómplice con la política cultural de adormecimiento y desactivación del descontento social que imponen los que controlan el mercado.

En la contraportada, se lee: esta novela habla de lo que hablan las verdaderas novelas sociales: de la lucha ente el capital y el trabajo. ¿De eso habla, de la lucha de clases?

Por supuesto, pero completamente fuera de estereotipos y en una realidad en la que el movimiento obrero está desactivado casi por completo. La tensión de clase que atraviesa Made in Spain es lo que con otra terminología se expresa apelando a la contradicción entre las necesidades de la Economía y la dignidad de las personas. En esta novela afloran ideas relacionadas con el declive de la industria en España, muy relacionado a su vez con la acelerada pérdida de derechos de los trabajadores y trabajadoras. La novela trata de mostrar también las consecuencias culturales e ideológicas de la desmovilización obrera, del declive sindical en un mundo de extrema precariedad… que evidentemente están vinculadas con el auge del racismo como respuesta inmediata en un escenario de derrota permanente y completamente asumida de los trabajadores.

Se lee también: «Y en directo, con las plusvalías al aire y sin paños ni apaños sentimentales.» Pero, en principio, uno de los protagonistas, el hijo del empresario muerto en accidente convertido en empresario a su pesar, es, cuanto menos, un empresario atípico: tiene en cuenta a los trabajadores, no va de empresario déspota, cumple con sus obligaciones legales, piensa en las difíciles circunstancias de los obreros. No parece estar envuelto en una búsqueda despiadada de la plusvalía. Parece un empresario honesto, una figura casi imposible.

No es casualidad que el protagonista sea un personaje tan extraño como Fernando «El Búho». Su psicología da mucho juego literario, pero tiene además la función imprescindible de justificar sus extrañas decisiones en un contexto en el que todas las personas normales entienden que el imperio de la Ley es de filfa. Las plusvalías de las que habla Constantino Bértolo, el autor del aviso de lectura que citas, están siempre presentes, son como una obsesión permanente, porque es así en la realidad de la industria… Y hay que estar un poco pallá, como el protagonista, para dejarlas en un segundo plano con todas las consecuencias que tal cosa implica.

El tema va de zapatos. ¿Por qué te has inspirado en ese mundo y en la industria del País Valencià?

La cosa viene de Sócrates, que tenía la manía de ir preguntando a todo quisque qué es un zapato. Era el modo de decir que hay que empezar preguntándose por lo más bajo, lo más elemental, lo que parece más obvio, supongo… Luego está ese cuento de H. G. Wells, «La miseria de los zapatos», que es una de las defensas del socialismo más bonitas que he leído nunca. Así que tenía una simpatía especial por estas prendas de vestir que se juntó con la proximidad de la comarca del calzado al lugar donde viven mis padres. Yo soy valenciano y regreso por allá siempre que puedo en vacaciones.

Una vez en el ajo, pasó lo que pasa siempre: la realidad desbordaba la ficción, y puedo decir que buena parte de la novela se escribió sola, con los relatos de las gentes del lugar, que a veces son escalofriantes, y a veces muy divertidos o hasta enternecedores. Y descubrimos que la industria del calzado es particularmente representativa de alguna de las peores dinámicas del capitalismo en su versión actual librecambista, ya que no es verdaderamente una industria en sentido estricto, sino una manufactura. Es imposible mecanizar por completo prácticamente ningún proceso y las máquinas son más bien herramientas auxiliares, porque la centralidad del trabajo sigue estando en manos humanas. Si en algún lugar interaccionan humanidad y capital, en un campo de juego particularmente proclive a la literatura, es en una fábrica de zapatos.

Se te ve muy cañero y director en los títulos de los capítulos: plusvalía relativa, plusvalía absoluta, acumulación originaria… ¿Es una novela marxista? Citas de Marx abren de hecho dos de los capítulos.

Ya sabes que Marx era el primero en decir que él no era marxista. Más que ponerme yo una etiqueta, o ponérsela a la novela, lo que me ha interesado es hacer en cierta manera lo que se viene en llamar, a veces despectivamente, una novela de tesis. Y los conceptos más elementales de El capital, de Karl Marx, resultan de lo más útil y vigente. No se trataba de ser o dejar de ser marxista, sino de ayudarse del trabajo increíble que hizo el cerebrín de Treveris… y resultó que no sólo me facilitó iluminaciones teóricas muy sencillas y necesarias, sino que, por una especie de milagro sobre la marcha, me regaló también una estructura literaria, un argumento que va mucho más allá de los conceptos elementales que se intentan transmitir en la novela.

Rosana, ¿qué representa? ¿El trabajador/a sin consciencia de clase trabajadora pero con algún instinto momentáneo, no duradero?

Hombre, Salvador, afortunadamente puedo decir que Rosana es Rosana… Es un personaje muy suyo, como casi todos en Made in Spain; creo que adquiere vida propia y es, por tanto, única. Es una persona, como tantas otras, que tiene un objetivo muy claro, que es algo así como progresar en la vida, ascender de posición social, escapar definitivamente de las miserias a las que estaba acostumbrada en su entorno familiar. Y tiene algunas armas para ello, pero también se encuentra con que tiene que luchar contra sí misma, porque le afloran valores, tendencias de muy adentro, que acaban siendo un obstáculo para sus propósitos conscientes.

La descripción que haces de los trabajadores marroquíes; ¿está documentada? ¿Las cosas están así?

Claro, como prácticamente todo en mis novelas. Para asegurarse de que lo que se dice sobre las trabajadoras del calzado tiene mucho que ver con lo que pasa realmente, basta con leer los documentos de la campaña Ropa Limpia o informes como «Moda que aprieta». Y sobre el mundo espantoso de la producción de pieles para el calzado en Bangladesh o La India hay mucha información en la red, pero se puede destacar el documental «Bangladesh, cuero tóxico», que pusieron hace algún tiempo en el programa Documentos TV, de TVE.

Además, tuve la suerte de poder hablar con personas del sector que han trabajado desde diversos puntos de vista en procesos de deslocalización, y reciclé literariamente alguna de las anécdotas que me contaron.

¿Por qué crees que en España se cultiva tan poco la novela social, la novela política?

Bueno, quizás se cultiva bastante más de lo que nos pensamos. Más bien habría que preguntarse por qué se publica tan poca novela crítica sobre la realidad social, y por qué se promociona tan poquito la que sale a la luz, como es el caso de mis dos novelas. Yo creo que esto es parte de una suerte de consenso de las elites perfectamente coherente con el resto de los que fraguaron la famosa transición al postfranquismo. Ya lo decía Senabre en El Mundo, al hablar sobre Komatsu PC-340: la novela social justificaba «sus notorias insuficiencias» por las urgencias del momento, el franquismo, el subdesarrollo, los años cincuenta y sesenta… Claro que hoy en día ya no hay justificación para hacer un relato crítico de la realidad que no sea ambiguo e inaccesible a los lectores normales, que no sea críptico a través de la experimentación con los descubrimientos de la revolución novelística del siglo XX. Para buena parte de la crítica es poco tolerable una novela de denuncia que sea a la vez fácil de leer, accesible, entretenida… y rigurosa en la verosimilitud. Si es una novela del statu quo, la cosa es muy distinta, surgen todo tipo de justificaciones para los convencionalismos literarios que facilitan la lectura a la gente «a la que no le gusta leer», según definió un crítico en su momento al público de los best sellers. Al fin y al cabo, vender mucho es legítimo, ¿no? Otra cosa es buscar el gran público tocándole las pelotillas al monstruo.

¿Cómo ves la situación de la clase obrera en nuestro país? ¿Tal como la pintas?

O peor. De mal en peor. Pregúntale a cualquier persona que tenga que vender su fuerza de trabajo en el mercado privado. Lo que sigo sin explicarme es cómo sigue habiendo tantos trabajadores y trabajadoras que siguen votando PSOE y PP… O absteniéndose. Porque si algo es evidente es que necesitamos leyes que nos defiendan de la voracidad de la Economía, y que lo hagan de verdad, que no pase lo que se ve en Made in Spain, la impotencia absoluta de las leyes ante la supremacía del capital y el mercado.

La sindicalista que aparece en la novela es una persona honesta, luchadora. ¿Es una vindicación del papel de los sindicatos, más allá de las criticas que podamos realizar en algún o en muchos casos?

Sin dejar de ser muy crítico con las líneas de actuación de Comisiones y UGT en los últimos veinte años por lo menos, lo que sí que te puedo decir es que en ese páramo de la conciencia de clase que es la comarca del calzado, Comisiones Obreras hace una labor imprescindible. Son un último asidero de los derechos laborales al que acceden los trabajadores en ultimísima instancia, cuando ya prácticamente se ven en la calle, a menudo tras haber comulgado con tremendas ruedas de molino a cuenta de las presiones de una patronal que, con demasiada frecuencia, es tramposa y explotadora hasta la médula.

Ahora se están encontrando con una caída de afiliaciones. Con el aumento del paro y el descenso de los salarios, lo primero que cae es la cuota sindical. Es un círculo vicioso interminable: a mayor precariedad, mayor desmovilización. No deja de crecer el sálvese quien pueda y el resultado es un desastre humano y social. Cuesta abajo hacia Bangladesh pasando por Marruecos, algo así.

Al protagonista le gusta fumar hierba. ¿Has querido vindicar alguna legalización, el elogio de alguna pereza razonable?

La verdad es que no. He querido dibujar un personaje que sea a la vez peculiar y creíble, y su vinculación con el mundo del hachís facilita las cosas… Me he inspirado, entre otros, en el Nazario perdido y desmemoriado de la versión cinematográfica de Bajarse al moro, de Alonso de Santos. Marruecos es uno de los lugares donde las empresas del calzado españolas han organizado parte de la deslocalización industrial, y he podido acceder a mucha información acerca de cómo les van las cosas a las trabajadoras de la industria de por allí.

En cualquier caso, sí que me reivindico como partidario de Paul Lafargue, el yerno de Marx que escribió El derecho a la pereza, la cual no tiene por qué estar asociada al uso de ninguna droga. Y podría añadir que también soy partidario de la libertad individual, y considero que el Estado no debería promocionar mercados negros a base de meterse en donde no le llaman. Menos meterse en mi intimidad y más en la intimidad de las cuentas corrientes de los paraísos fiscales, ¿no te parece? Considero muy interesante la iniciativa uruguaya de legalización del cáñamo, magistralmente defendida por el presidente Múgica como medida para paliar los funestos efectos del narcotráfico. Creo que marca la línea a seguir. Me consta que algo así figura en el programa electoral de Izquierda Unida y está empezando a ser defendido por figuras políticas de todos los colores en una corriente que viene Latinoamérica. 

La fábrica, por lo que cuentas, tiene un funcionamiento en el que el papel del empresario, más allá de su papel financiero, no parece nuclear. ¿Crees, sigues creyendo posible eso que en tiempos llamábamos autogestión obrera?

Bueno, supongo que es de sentido común suponer que una cooperativa bien gestionada puede funcionar bien y ser más favorable a los intereses de los trabajadores que un empresario de carácter tiránico. Pero si algo muestra Made in Spain es que, por el momento, la cuestión central no es la gestión interna de las empresas, que evidentemente a mi juicio debería poderse democratizar, sino la estructura económica que las obliga a producir a costes espantosamente bajos. La novela muestra que los trabajadores pueden llegar a ser más duros consigo mismos, en pos de la viabilidad de la empresa, que un empresario humanitario como Fernando «El Búho». 

¿Quieres añadir algo más?

Agradecerte el interés por Made in Spain, a ver si conseguimos sacar la novelita de las catacumbas del mercado literario, que la sepulta bajo toneladas de volúmenes, muchos de ellos pura paja… y agradecer a Rebelión su labor cotidiana de estímulo de la información en profundidad y el pensamiento crítico.

Gracias a ti, gracias por tus amables palabras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.