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Un comentario no político a las elecciones legislativas palestinas de 2006

Enhorabuena, Palestina. Bienvenido, Hamas.

Fuentes: Rebelión

La victoria de Hamas en las legislativas de 2006 es motivo de alegría no sólo para los palestinos, los musulmanes y los árabes. Aquí, a cinco mil kilómetros de Palestina, en una sociedad de cultura y religión diferentes, por no mencionar la situación política y económica, también se celebra esta victoria.   A esta hora, […]

La victoria de Hamas en las legislativas de 2006 es motivo de alegría no sólo para los palestinos, los musulmanes y los árabes. Aquí, a cinco mil kilómetros de Palestina, en una sociedad de cultura y religión diferentes, por no mencionar la situación política y económica, también se celebra esta victoria.

 

A esta hora, los habituales comentaristas anti-árabes y pro-israelíes, presentados como analistas y periodistas, intentan predecir el futuro, que vaticinan muy negro, mientras que los políticos sinvergüenzas de siempre, presentados como impulsores del «proceso de paz» amenazan sin recato una vez más al pueblo palestino.

 

A decir verdad claro que hay algún que otro analista decente y conocedor de verdad del asunto que ha escrito en tono positivo sobre el resultado electoral -políticos al parecer no hay-, pero lamentablemente esas aportaciones se quedan para una minoría de especialistas, mientras que el común de los mortales se ve abocado a sucumbir bajo la marea de tonterías y falsedades que se propaga por los medios de comunicación como si tal cosa, sin prestar atención al hecho de que la vida de millones de personas en Palestina- en general en Oriente medio- está en juego.

 

Por ello, si está usted satisfecho con lo que lee en los periódicos, escucha en la radio y ve en la televisión, no pierda el tiempo con lo que sigue a continuación. Pero si sospecha que algo huele a engaño entre tanta insistencia occidental sobre que los palestinos han de abandonar la violencia, han de reconocer a Israel, han de entregar sus armas, cuando precisamente sus hijos resultan muertos por soldados israelíes, cuando sus cultivos -su medio de vida- son arrancados y arruinados por los colonos israelíes, cuando sus tierras disminuyen día y día porque Israel las ocupa y las entrega a colonos judíos llegados de cualquier parte del mundo y cuando se les confina tras un muro que ha sido declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia, entonces puede seguir leyendo, quizás le sea útil.

 

Lo primero que hay que hacer es recapacitar sobre el fondo del problema palestino. Una y otra vez se hace ver que éste es culpa de los palestinos. Ahora toca acusar a Hamas, hace un año era Arafat, hace cinco era la Intifada, hace unos cuantos más era la intransigencia árabe y su negativa a dialogar con Israel, hace muchos más era que los palestinos no aceptaban la partición de la tierra entre ellos y los judíos, y al comienzo de todo era que, en palabras de los primeros sionistas, «Palestina es una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra».

 

Quiere decirse, como enseña el chiste, que no hay que dejar que la realidad te estropee una bonita historia. Si los colonialistas occidentales han hecho en Palestina lo que hacen en los demás lugares del mundo que conquistan, esto es, imponerse, robar y disponer de lo que les place, los palestinos tienen que tragar e incluso estar agradecidos. Punto final.

 

En los primeros años del siglo pasado Palestina estaba bajo mandato británico. La Reina de Inglaterra dio a los judíos de todo el mundo permiso para instalarse en una tierra que no era suya y con ello se malogró la aspiración de sus habitantes, los palestinos, a contar con un Estado en su tierra. Algo tan sencillo de entender, un robo colonialista sin más y la consiguiente represión para mantenerlo, como muchos otros robos en la historia de la humanidad, se ha transformado a los ojos de una gran parte del mundo, aunque no a los de los palestinos -ni árabes ni musulmanes- en un problema de violencia e intransigencia palestina. Los palestinos son culpables de no acceder al robo de su tierra, a la expulsión de sus habitantes y a la represión salvaje de los que se resisten.

 

La ocupación de países, la agresión a sus poblaciones, el expolio de las riquezas de los débiles no puede hacerse sin violencia ni sangre. La historia de la acción colonial europea en el mundo así lo prueba. Al tiempo, la independencia y la lucha por la liberación de la opresión y por el logro de los derechos nacionales no puede hacerse sin violencia ni sangre. Ocurre que hay que notar que es muy diferente la violencia del opresor que la del oprimido, que no es lo mismo atacar que defenderse, que no es lo mismo ser el agresor que el agredido.

 

La historia bonita es que los judíos tenían en Palestina en los años cuarenta del siglo pasado un lugar donde vivir por fin a cubierto de la persecución de los gentiles. La realidad es que los palestinos no eran culpables de nada porque no habían perseguido a los judíos; si los europeos y los estadounidenses pensaban que darles tierras era lo que había que hacer para compensarles por las persecuciones a las que ellos mismos les habían sometido, lo que debían de haber hecho es darles tierras en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania. El problema es darles una tierra que no pertenece a los europeos, habitada por personas ajenas a los crímenes de aquellos, a costa de sus legítimos dueños y encima echar a éstos de sus casas mediante una guerra primero y a sus descendientes después poco a poco mediante una violentísima ocupación que dura hasta ahora.

De todo el territorio palestino anterior al establecimiento del Estado de Israel, los palestinos solamente están autorizados a (mal) vivir en un mínimo porcentaje, que disminuye día a día. Esa vida que se les permite ni siquiera incluye derechos humanos, políticos, económicos, sociales ni culturales. Lleva consigo principalmente represión, pobreza y humillación, todo ello combinado para empujarles, mediante genocidio, fuera de su tierra hasta que ésta quede libre, como en la leyenda de la tierra prometida, para los judíos y solamente los judíos. Este cuento, al parecer de inspiración bíblica, no hace caer en la cuenta a la gente de que son el judaísmo y el cristianismo solidario con éste las religiones terroristas y fundamentalistas, al contrario de lo que afirma la propaganda occidental sobre la islámica.

 

El problema, con el paso de los años, se ha complicado por la intervención de las circunstancias y los factores propios de cada época, ya tiene más de cien años el sionismo y más de cincuenta Israel. Cualquiera que vea lo que ocurre hoy, especialmente bajo la distorsión de los medios de comunicación, tiene el peligro de perder de vista lo fundamental. Hay lucha de liberación palestina antes de la aparición del islam político, antes de la guerra fría, antes del comunismo, antes de los movimientos pan-arabistas y nacionalistas. Sencillamente porque nadie quiere que le roben su tierra y le echen de ella a punta de pistola ahora y hace cien años.

 

Por eso existe la resistencia, que además de tener una lógica impecable y ser moralmente legítima, es un derecho político de los pueblos bajo ocupación, reconocido por la legislación internacional. Sin embargo, es una historia más bonita sentirse miembro de una civilización moderna, democrática y tolerante que siente aversión por los barbudos anclados en la edad media y pena por las mujeres con velo y que por tanto lucha contra el terrorismo y el fundamentalismo religioso de los musulmanes.

 

Nuestra moral occidental no admite bajo ningún concepto que se obligue a las mujeres a llevar el velo, faltaría más, aunque admite sin problemas de conciencia, sin embargo, que se asesine con sanciones y bombas a miles de mujeres y niñas que viven en Irak, Afganistán y Palestina, tolera muy bien que se mate de hambre a millones que han nacido en países empobrecidos y acepta sin reparos que se explote con fruición a otros millones que pertenecen a su propia cultura pero que carecen de recursos.

 

Por contagio, muchos que se consideran de izquierdas no se sienten contentos con el resultado de las elecciones y tienen vergüenza de manifestar no ya su alegría sino siquiera su apoyo a los representantes políticos elegidos por una mayoría de votantes, aunque cabe pensar que saben mucho mejor que aquellos lo que les conviene tras más de 40 años de ocupación israelí. En estos años ni el comunismo, ni el nacionalismo, ni la social democracia, ni el socialismo europeo, ni los verdes ni de otros colores, han conseguido parar las masacres israelíes en Jenín, Rafah, Hebrón, Yabalia… ¿qué tiene de raro que las víctimas busquen otra protección?

 

Desde luego que la izquierda oficial puede ser tan prepotente y criminal en sus juicios como la derecha más fascista, ¿no somos testigos de las amenazas de esa izquierda liberal europea a los palestinos? Me refiero, sin embargo, a la izquierda ideológica. Pobre izquierda, está tan aturullada que ya no sabe a quién tiene que apoyar. Por si no lo sabe, conviene que lea el programa político de Hamas y observe sus actuaciones y las compare con las de la Autoridad Palestina de la OLP con su hoja de ruta, sus negociaciones, su paz de los valientes y toda la corrupción aneja que no han servido más que para ayudar a los ocupantes a robar y oprimir más a su gusto a los palestinos.

 

Además, ¡qué demonios!, si Abu Mazen, Erekat y el resto de la pandilla tienen el apoyo del Cuarteto, no hace falta ser un lince para sospechar que algo va mal en la dirección de la lucha palestina por sus derechos. Como enseña la Santa Madre Iglesia, no se puede servir a dos señores a la vez: si la descabalgada Autoridad Palestina hubiese servido a los intereses de los palestinos no sería la elegida de los opresores y sus compinches. Israel quiere echar a los palestinos de su tierra sea como sea, mediante el genocidio si hace falta, los palestinos se resisten a abandonarla ¿sobre qué quiere dialogar Mazen? Éste y la Autoridad han jugado muy mal sus cartas, en la línea de su antecesor, y los palestinos no han hecho más que lo que haría cualquier otro electorado: mandarlos a la p… calle. Demasiado tarde, a todas luces, pero es difícil sobrevivir bajo ocupación, es difícil ver la luz al final del túnel, es difícil luchar contra dos enemigos: el sionista y el interior.

 

¡Dadme albricias¡ Parece que se ha acabado con el enemigo interior. Hace falta dar todo el apoyo a Hamas, que no es sino la representación legítima de los palestinos. Hay que alegrarse del fin del proceso de paz, que ha sido una procesión de la muerte que ha durado trece años. Las mentiras han sido expuestas y se ha acabado el engaño. Hay que felicitarse de que el dinero de los donantes se acabe si es que iba a valer como hasta ahora para pagar la renuncia de los líderes palestinos al logro de los derechos de su pueblo y para financiar las decenas de miles de puestos de trabajo ficticios pero dañinos de los mal llamados miembros de la seguridad palestina.

 

Se abre un tiempo de esperanza para los presos, los refugiados, los huérfanos, las viudas, los oprimidos y los damnificados por Israel con la ayuda y el consentimiento de la comunidad internacional. Llega la hora de completar la tarea de los mártires, de reconocer sus sacrificios, de recoger sus frutos. Es, realmente, un tiempo de alegría para todos en Palestina y en cualquier lugar.

 

Se abre también un tiempo de lucha que puede ser más dura y más mortífera que la anterior. Las amenazas ya dejan entrever el dolor que van a padecer y el precio que van a pagar los palestinos para alcanzar sus objetivos. Tienen todo en contra, pero como dice Jaled Mashal, «son inútiles vuestros intentos de obligarnos a renunciar a nuestros principios y a nuestra lucha». Por sus actos les han votado. Por estas palabras han ganado las elecciones. Por estas palabras hay que apoyarles, son las del pueblo palestino.