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Las mujeres de Egipto

Entre la revolución, la contrarrevolución, el orientalismo y la «autenticidad»

Fuentes: Jadaliyya.org

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

La revolución egipcia parece presentar una «paradoja de género». Desde la caída de Hosni Mubarak, por un lado, a las mujeres se las ha marginado de muchas de las instituciones políticas formales. Por otro, las representaciones e imágenes de las mujeres y de los cuerpos de las mujeres aparecen por todas partes. Las representaciones de las mujeres a través de los medios de comunicación y del arte, así como la regulación de la sexualidad femenina a través de leyes estatales y constituciones, son una parte esencial a la hora de definir las identidades y las diferencias nacionales, marcando los límites entre «ellos» y «nosotros» y conformando el sistema de gobierno nacional. Las representaciones de las mujeres y las leyes especiales de género se utilizan también como marcadores simbólicos para diferenciar el pasado del presente. Sin embargo, cuando consideremos las imágenes y representaciones no sólo tenemos que fijarnos en los mecanismos de gobernabilidad sino que tendremos que volver a centrar nuestra atención en su capacidad para la acción y en la importancia de los cuerpos en la revolución. Las representaciones de género y la sexualidad no deberían reducirse al binario resistencia/dominación. Al contrario, las diferentes representaciones ilustran cómo los cuerpos se (re) negocian, se (vuelven a) representar y se (re) definen en respuesta a -y en la lucha por- las transformaciones políticas. Las representaciones en conflicto de la feminidad egipcia en el actual período son intrínsecas a las luchas por los derechos de la ciudadanía, a los límites de la nación egipcia y al futuro del sistema de gobierno en Egipto en el actual proceso revolucionario.

De la «mujer revolucionaria empoderada» a la «víctima de la violencia»

La «mujer revolucionaria empoderada», protestando en la Plaza Tahrir, fue uno de los distintivos habituales de las imágenes del levantamiento del 25 de enero. En los medios de comunicación occidentales, la presencia de las mujeres llegó a significar la progresividad de la revolución (i.e., debe ser democrática porque hay mujeres participando), desplazando en potencia los estereotipos orientalistas de la «oprimida mujer musulmana». Muchos observadores occidentales han mezclado la capacidad para actuar de las mujeres en la revolución con los deseos feministas, ocultando o eliminando los múltiples objetivos y motivaciones para la acción de las mujeres. Muchas mujeres egipcias estaban horrorizadas ante las asunciones hechas por los medios occidentales de que habían sido «liberadas» por la Revolución del 25 de enero. Esas representaciones ocultan o ignoran la larga historia de desafío y resistencia de las mujeres egipcias, que tuvo una continuidad reciente durante la década anterior a la revolución de 2011. Muchas de las manifestantes egipcias tenían también mucho interés en poner de relieve que «las mujeres y los hombres habían luchado codo con codo en la revolución» exigiendo la caída de Mubarak. Sus objetivos no eran los de liberar de inmediato a las mujeres o los derechos de las mujeres. Sin embargo, en el Día Internacional de la Mujer, menos de un mes después de la caída de Mubarak, bandas de hombres acosaron a las mujeres que se manifestaban en la Plaza Tahrir por los derechos de la mujer y les gritaron que «se volvieran a casa».

La legitimidad de la mujer egipcia revolucionaria se ha visto cada vez más contestada en el período post-Mubarak a través del uso de la violencia sexual contra las mujeres que se manifestaban. Bajo el gobierno del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), el ejército llevó a cabo «pruebas de virginidad» contra las mujeres revolucionarias, algo que fue ampliamente condenado por las organizaciones de derechos humanos internacionales y egipcias. La «mujer del sujetador azul» (el video de una mujer arrastrada por la calle Qasr al-Einy y golpeada por las fuerzas de la policía militar en diciembre de 2011) se ha convertido en una imagen icónica de la violencia patrocinada por el CSFA. El impacto de la violencia se intensifica por el hecho de que la mujer lleva velo, que le es arrancado del cuerpo. Más recientemente, se ha producido un alarmante incremento de los ataques sexuales contra las mujeres en la Plaza Tahrir y sus alrededores durante las manifestaciones que marcaban el segundo aniversario de la Revolución del 25 de enero. Las mujeres han llegado a ofrecer testimonios públicos que describen cómo bandas amplias de hombres rodeaban a las mujeres, les arrancaban las ropas y manoseaban y violaban sus cuerpos. La violencia y acoso sufridos por las mujeres manifestantes en la Plaza Tahrir y sus alrededores es toda una ironía trágica dada la representación de la Plaza como «una zona libre de acoso sexual» durante el levantamiento de dieciocho días.

[Redefiniendo las normas de género -foto de Nicola Pratt-]

Género, sexo, nación, contrarrevolución y geopolítica

Muchos activistas afirman que la violencia contra las mujeres está organizada y políticamente motivada, incluida la de los Hermanos Musulmanes, para intimidar a las mujeres y hacer que se queden en casa y no participen en las protestas. Atacar a las mujeres de esta forma no sólo consigue sacarlas de la esfera pública sino también deslegitimar a las que se manifiestan. Los islamistas del Consejo de la Shura han culpado a las manifestantes «que insisten en manifestarse junto a los hombres en zonas inseguras» de la violencia que experimentan. La violencia pública contra la mujer disciplina a la «auténtica» mujer egipcia como mujer obediente, en vez de una mujer que desafía las existentes normas sexuales y de género. La conducta modesta de la mujer es, para ciertas tendencias políticas, un símbolo de la nación egipcia y quienes transgreden esas normas deben ser castigadas. Un general egipcio de alto rango justificaba la necesidad de las pruebas de virginidad para impedir que las manifestantes acusaran al ejército de violación y declaró ante la CNN que las mujeres arrestadas «no eran como su hija o la mía. Eran chicas que habían acampado en las tiendas con los manifestantes». Además, el uso de la violencia contra las mujeres se justificaba en términos de mantener los valores «nacionales», que están entrelazados con los «valores islámicos». La oposición del gobierno egipcio a una declaración de las Naciones Unidas en Nueva York, en marzo de 2013, en contra de la violencia contra la mujer se basó en que su contenido entraba en contradicción con los «principios establecidos del Islam», socavando la «ética islámica», «destruyendo la familia» y llevando a la «completa desintegración de la sociedad, lo que sería realmente la fase final de la invasión intelectual y cultural de los países musulmanes».

La violencia pública contra la mujer juega también un importante papel contrarrevolucionario. Ciertas tendencias políticas consideraron la glorificación de la participación de la mujer en la Revolución del 25 de enero, vista en retrospectiva, como algo excepcional en vez de representar una redefinición de las normas de género existentes. Esa excepcionalidad fue considerada necesaria a fin de rectificar la preeminencia de sexos, invertida bajo el régimen de Mubarak como consecuencia de décadas de dictadura y empobrecimiento. La necesitad de restaurar un orden de género perdido aparece implícita en la apasionada súplica de Asma Mahfuz, difundida por Youtube a principios de 2011. En el video, ella dice: «Si te crees muy hombre, ven conmigo el 25 de enero. Quien diga que las mujeres no deberían ir a las protestas porque van a golpearlas, que tenga honor y hombría y venga conmigo el 25 de enero».

Al desafiar a los hombres de Egipto a unirse a ella en las manifestaciones, Mahfuz presentó una crítica implícita a la situación de género bajo el régimen de Mubarak, sugiriendo que los hombres se habían convertido en mujeres, mientras que las mujeres como Mahfuz habían llegado a ser como hombres, enfrentándose animosamente a la brutalidad de la policía para defender su honor. Si las palabras de Mahfuz tuvieron o no amplio impacto, al menos constituyen un giro estratégico del discurso de la «masculinidad en crisis» que llegó a ser fundamental para la política de seguridad global y local bajo Mubarak. La recuperación de la dignidad masculina fue uno de los temas de muchas de las pancartas desplegadas en la Plaza Tahrir (como ilustran las fotografías de Karima Jalil). Y la recuperación de la dignidad masculina se hizo depender del reestablecimiento de una jerarquía de género más que de su desmantelamiento. La exclusión forzosa de las mujeres de las manifestaciones a través de la violencia sexual pretende marcar el fin del «proceso revolucionario» (y, con él, las demandas de justicia social y responsabilidad por los crímenes del régimen en el pasado) y la vuelta a la «normalidad», incluyendo las relaciones normativas de género.

Las narrativas de los medios de comunicación occidentales que equipararon las acciones de las mujeres en la revolución con la liberación de la mujer han dado paso a la narrativa de que «la revolución está amenazando lo conseguido anteriormente por las mujeres», no sólo porque las mujeres están siendo cada vez más víctimas de la violencia pública, sino también porque los derechos logrados bajo el régimen de Mubarak están ahora bajo amenaza. Por ejemplo, la muy ambigua cuota femenina introducida en 2005 (bajo Mubarak) ha sido cancelada, la muy debatida ley khula de 2000 se está reconsiderando, y el Consejo Nacional para la Mujer, dirigido antes por la ex Primera Dama Suzanne Mubarak, está siendo marginado por el Presidente Mursi. La revocación del nuevo régimen de lo que muchos egipcios llaman las «leyes de Suzanne» marca en parte la transición del anterior régimen, laico de nombre, apoyado por Occidente, al nuevo gobierno islamista. Sin embargo, para los medios occidentales, la transición marca la vuelta al imaginario orientalista de la victimizada mujer árabe/musulmana como el tropo principal a través del cual Occidente entiende el mundo árabe.

[Sit Al-Banat. Foto Nicola Pratt]

Política sexual, revolución, resistencia y Occidente

En respuesta a la violencia contra las mujeres y a los esfuerzos para excluirlas de la esfera pública, las revolucionarias han promovido sus propias contra-narrativas y autorepresentaciones de las mujeres. El caso de Samira Ibrahim, que hizo que se abriera un caso judicial contra los militares por haber sido sometida por orden del CSFA a las llamadas pruebas de virginidad, contó con el apoyo de los revolucionarios y su valentía se celebró en las imágenes de los grafiti. Otra ubicua imagen de los grafiti es la de «Sit al-Banat», en representación de la «muchacha del sujetador azul». A través de estas y otras representaciones, las mujeres están reinscribiendo su victimización como resistencia contra la dictadura y se hallan inmersas en el proceso de redefinir la «auténtica» feminidad egipcia.

Una imagen en particular de una mujer egipcia que ha provocado muchas discusiones entre los egipcios y a nivel internacional es la de Alia El-Mahdi, la «bloguera desnuda», respecto a si el hecho de mostrarse desnuda en su blog era un acto adecuado de protesta. En Egipto, esa acción de mostrarse desnuda ha provocado muchos debates y condenas desde muchos sectores, incluidos algunos revolucionarios. El Movimiento del 6 de abril negó públicamente que fuera miembro de su organización. La desnudez de El-Mahdi fue condenada por muchos, incluso por los que resisten al viejo orden, por ser demasiado transgresivo de las normas sexuales existentes. Se la compara negativamente con Samira Ibrahim (véase el grafiti de abajo). La resistencia de Ibrahim ante la a que la sometió el CSFA es una lucha que no se produce en el terreno de la política sexual sino en el «terreno político«. Al actuar así, está desafiando las normas de género sin transgredir las normas sexuales, definiendo asimismo el «significado de la revolución«.

[Samira Ibrahim versus Alia El-Mahdi. Foto de Suzeeinthecity]

En Occidente se ha recibido bien la actitud de El-Mahdi, como puso de relieve su más reciente protesta desnuda en Suecia con el grupo «sextremista» Femen contra la nueva constitución egipcia y el Presidente Mursi. Como Sara Murad escribe en el video de la protesta de Femen: «Alia ya no es un cuerpo femenino egipcio desnudo; es el cuerpo desnudo de una mujer musulmana árabe, representado con un mensaje antiislámico en inglés, en una Europa islamófoba». La acción de El-Mahdi se vuelve legible para los medios occidentales porque se re-presentó como una resistencia ante los «bárbaros hombres musulmanes».

Samira Ibrahim representa el caso opuesto. El gobierno estadounidense la invitó en marzo a EEUU para darle un premio por su valentía (El Premio Internacional a la Mujer Coraje). Este premio le fue después retirado debido a sus supuestos tweets antiestadounidenses y antiisraelíes. Este episodio ilustra cómo el reconocimiento occidental de la capacidad de acción de las mujeres musulmanas depende de la representación de su resistencia ante el bárbaro hombre musulmán y no ante la barbarie de Occidente y sus aliados. De forma simultánea, la incapacidad de Occidente para apropiarse de la acción de Samira Ibrahim para sus narrativas orientalistas refuerza potencialmente su representación de la feminidad dentro del contexto egipcio.

Género, revolución y sacrificio

Miles de mártires se han convertido en víctimas de la violencia perpetrada contra los manifestantes, tanto durante los dieciocho días de levantamiento como, y con mayor dureza aún, durante las manifestaciones posteriores. Las imágenes predominantes de los mártires en los murales callejeros y grafitis y en los memoriales populares son de hombres jóvenes (a pesar del hecho de que hay mártires femeninas). En la imagen de la madre del mártir, contemplada en un grafiti en los alrededores de El Cairo, la acción femenina se reduce a la de una madre afligida por su hijo muerto. Sus lágrimas son un símbolo de los sacrificios que se han hecho por la revolución y al mismo tiempo incita a los espectadores a continuar la revolución para vengar a los mártires. Su imagen se ajusta a las normas de género existentes de las mujeres como madres, sacrificadas por sus familias, por sus comunidades y, en último término, por su nación. Esta imagen puede contrastarse con la de la «revolucionaria empoderada», que se representa desafiando las normas de género mediante su participación en las protestas y su resistencia ante la dictadura. Sin embargo, al ver la imagen de la revolucionaria empoderada junto con la de la madre del mártir es posible interpretarlas ambas como símbolos de los sacrificios hechos por la revolución: una sacrifica su cuerpo y la otra a su hijo. Podría decirse que ambas imágenes están circulando como ejemplo para animar a los otros a sacrificarse y continuar la revolución. Ver esas dos imágenes juntas plantea preguntas acerca del grado en el que las representaciones de las mujeres que circulan por los espacios públicos egipcios desafían las normas de género-sexuales existentes o si están redefiniéndose de forma revolucionaria las normas de género-sexuales existentes, o quizá se trate de ambas posibilidades al mismo tiempo.

[La madre del mártir. Foto de Nicola Pratt]

Feminidad egipcia, ciudadanía y el sistema de gobierno futuro

Las representaciones de la feminidad egipcia en pugna en el período post-Mubarak reinscriben y/o reafirman las nociones de sexualidad, género y nación, y, al hacerlo así, están reflejando los contornos de la competición por el poder entre los diferentes actores sociales y políticos. Aunque la captura de las instituciones estatales por los Hermanos Musulmanes les permite definir la «auténtica» feminidad egipcia en las leyes estatales, sin embargo, esos esfuerzos están siendo continuamente desafiados por los nuevos significados de la condición de la mujer en las plazas y calles de Egipto, así como en los medios sociales. Si prestamos atención a las representaciones y actuaciones enfrentadas alrededor de la «auténtica» feminidad egipcia, podremos observar un terreno en constante cambio, donde aún queda espacio para volver a imaginar y volver a crear la identidad, la ciudadanía y el sistema de gobierno (en oposición a las conclusiones más pesimistas que se están trazando acerca de la transición y el desarrollo de los derechos de las mujeres en Egipto).

(Con todo mi agradecimiento a las participantes en el «Taller sobre Mujer, Cultura y la Revolución del 25 de enero de 2011«, por sus comentarios y sugerencias a anteriores versiones de este ensayo -Universidad Ayn Shams, marzo de 2013.)

Nicola Pratt es Profesora Adjunta de Política Internacional de Oriente Medio en la Universidad de Warwick (Reino Unido). Es autora, junto con Nadje Al-Ali, de » What Kind of Liberation? Women and the Occupation of Iraq» (University of California Press, 2009) y coeditora, también with Nadje Al-Ali, de «Women and War in the Middle East» (Zed Press, 2009). Forma parte de Stop the War UK, Palestine Solidarity Campaign y de Women’s International League for Peace and Freedom.

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/11559/egyptian-women_between-revolution-counter-revoluti