«La gente tiene derecho a odiar y tenemos la bendición del libre albedrío, la posibilidad de elegir no odiar. Realmente, yo tengo mucha rabia, un enojo terrible, pero no odio. ¿Por qué? Porque el odio es ceguera y nos destruye como seres humanos. Cuando uno repite conductas de odio, se liquida así mismo. Lo que […]
«La gente tiene derecho a odiar y tenemos la bendición del libre albedrío, la posibilidad de elegir no odiar. Realmente, yo tengo mucha rabia, un enojo terrible, pero no odio. ¿Por qué? Porque el odio es ceguera y nos destruye como seres humanos. Cuando uno repite conductas de odio, se liquida así mismo. Lo que odio es la acción cometida por odio. Estoy furioso, pero no odiaré. Tengo que tener la fortaleza necesaria para darles justicia a mis hijas. Si odio, malgasto mis energías. Tenemos demasiado qué hacer por Palestina como para sumergirnos en el odio. En este momento estamos siendo asesinados por la artillería israelí. La manera de asumir la responsabilidad con mi pueblo es comunicarle al mundo lo que nos ocurre. Si odiara, ahora mismo no podría hablar.»
De este modo, el doctor Izzeldin Abuelaish contesta una consulta del público asistente a su encuentro en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales en la Ciudad de Buenos Aires. Dos horas antes ha recibido la mención de ‘Huésped de Honor’ de la metrópolis en el salón Evita Perón de la Legislatura porteña. También el gobierno capital ha firmado un convenio de reconocimiento con la asamblea de Ramala, Jericó y Belén, a través del embajador de la Misión Diplomática de Palestina en ese país latinoamericano, Walid Muaqqat.
¿Por qué? Izzeldin Abuelaish es un médico que nació y creció en el campo de refugiados de Jabalia. Por sus méritos académicos obtuvo una beca para estudiar medicina en El Cairo, Egipto. Entre 1997 a 2002 Izzeldin completó su residencia médica en las especialidades de Obstetricia y Ginecología en el hospital Soroka University en Beer Sheva, Israel. Trabajó como investigador en el Gertner Institute en el Sheva Hospital en Tel Aviv.
En eso andaba el doctor palestino, atendiendo sin distinciones a palestinos e israelíes cuando cayó como maldición la Operación Plomo Fundido en enero de 2009. Israel cuenta con uno de los 5 ejércitos más poderosos del planeta, avalado y alimentado militar y económicamente por el Imperio norteamericano (que por sí solo es productor de la mitad de la tecnología bélica existente en el mundo, soporte de su hegemonía). Entonces se abalanzó sobre Palestina, en Gaza, como relámpago de muerte contra un pueblo de pastores y campesinos. Pocas veces en los registros de la historia humana la violencia colonial se desplegó con peor saña y en condiciones de absoluta disparidad de fuerzas. En el episodio inefable, fueron asesinadas tres hijas del doctor Abuelaish, en su casa, frente a sus ojos. Dos de ellas fueron literalmente decapitadas. La materia encefálica de las muchachas estalló contra el techo de la vivienda. Un rastro espantoso de la ignomia. Las huellas imborrables del oprobio y la brutalidad sin nombre.
Otro padre, simplemente convierte su propio cuerpo en un explosivo y se arroja contra los cañones, como una mota azul frente a todos los poderes de la Tierra.
Sin embargo, Izzeldin, médico y hombre, salvador de vidas y palestino, amante de la paz y reparador de dolores y palestino siempre, escogió otra manera de luchar por sus hijas muertas y su pueblo castigado.
«Después del asesinato de mis hijas, hablamos de justicia. Yo vi cómo las asesinaron, pero en vez de tener la valentía de admitir lo que había pasado y asumir la responsabilidad, el gobierno israelí comenzó a falsificar la situación con una sarta de mentiras hasta hoy, donde ni siquiera han reconocido los crímenes. Situaron francotiradores alrededor de mi casa incluso después de haberlas matado. La primera bomba ya había caído. ¿Por qué lanzaron una segunda bomba? Siempre el blanco militar fue el mismo dormitorio. Unas semana después -y eso es lo que queremos que sepa todo el pueblo, para que no sea engañado por la propaganda mediática de Israel- dijeron que mis hijas estaban armadas. Sin embargo, sus únicas armas eran la educación y la humanidad. Hasta luego de una semana nos seguían dando tiros desde la zona aledaña a la casa. La justicia. La justicia. Mi sobrina recibió heridas gravísimas. Ellos dijeron que los fragmentos de las bombas fueron examinadas y habrían sido de misiles de Hamas, no de Israel. ¡Eso fue inmoral! Por un mes entero siguieron las mentiras y yo continué luchando por sacar a luz la verdad. Finalmente admitieron su responsabilidad de haber bombardeado la casa, pero con el argumento de que había armas de Hamas en ella. Ellos sabían que yo era el doctor de Palestina desempeñándome en un hospital de Israel desde 1999 hasta el 2009, a 20 metros de líderes y ministros de su Estado. Pero nadie se acercó. Nadie caminó esos 20 metros, nadie me preguntó por mis otras hijas o mi sobrina», relata Izzeldin y agrega que «Hay una ley en Israel que se llama ‘la prescripción’ y se aplica a los palestinos luego de dos años de supuesta investigación sobre crímenes como el cometido. ¡Dos años para olvidar a los que uno ama! Algunos se atrevieron a decir que la muerte de mis niñas fue ‘daño colateral’. ¡La vida humana un ‘daño colateral! Ni siquiera les pedí una compensación para la entidad humanitaria que fundé -Daughters for Life Foudation- o para educación.»
«Los palestinos tenemos nuestras raíces en esas tierras y, por fortuna, carecemos de otro lugar donde ir»
Como Izzeldin Abuelaish ha cobrado una estatura ética mundial, refrendada en su último libro…, ha ofrecido su testimonio en un sinnúmero de auditorios de relevancia internacional (Parlamento Europeo, Parlamento belga, Cámara de los Comunes del Reino Unido, Congreso estadounidense; en Praga, Canadá y recientemente en la Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela), entonces no sólo se le han concedido valiosos reconocimientos en Europa y Estados Unidos, sino que ha sido nominado estos últimos años como candidato al Premio Nobel de la Paz.
En su presentación en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales el pasado 18 de mayo, el embajador palestino Walid Muaqqat, en el territorio de Adolfo Pérez Esquivel y Osvaldo Bayer; cuna de Ernesto de Guevara de la Serna y Jorge Luis Borges, declaró que «Izzeldin es un verdadero paradigma de humanidad y amor, y un ejemplo vivo de los hijos e hijas de Palestina. Su lucha sintetiza la lucha de todo un pueblo y representa los objetivos que hemos acariciado históricamente ante la ocupación feroz del Estado de Israel en nuestros territorios ancestrales.»
– Izzeldin, ¿y la justicia para sus hijas y los palestinos que corrieron la misma suerte?
«El 2011, como todos los años después del aniversario de los asesinatos, la situación continúa igual. Y según me señaló mi abogado, no llevarán el caso a los tribunales. Sólo para abrir el caso habría que pagar 80 mil shekel (21 mil dólares) que no tengo. ¿Qué harán todos los otros palestinos que están peleando por sobrevivir, por obtener un solo shekel después de un día de trabajo? Yo jamás me rendiré. No abandonaré a mis hijas ni la lucha hasta lograr la justicia. ¿Cómo podemos hablar de un tribunal penal internacional, si todavía esa misma comunidad internacional no entiende ni práctica la justicia para Palestina? La gente debe levantarse, debe alzar la voz.»
Alguien del público pregunta al médico que rezuma humanidad y convicción pacifista, qué alternativas advierte para la construcción de dos Estados ante las actuales relaciones de fuerzas mundiales. Izzeldin Abuelaish responde sin vacilaciones que «Para fortalecer la esperanza hay que actuar. No nos podemos sentar cómodamente a que el tiempo pase. La solución de los dos Estados independientes, a la cual yo aspiro, sobre la base de la colaboración entre israelíes y palestinos, es una cuestión que, por el momento, hay que considerar. Toda vez que a los palestinos aún no se les permite conmemorar el Nakba (la catástrofe o éxodo masivo de beduinos por la ocupación israelí de 1948), o ni siquiera me han pedido disculpas por el asesinato de mis hijas. Es difícil esperar en lo inmediato algo positivo. Piensen. Las mujeres palestinas dan a luz en medio de las bombas. Además del sufrimiento del parto, tienen el sufrimiento de la guerra. Entonces, lo primero es congelar los asentamientos israelíes en territorio palestino. Para llegar a eso debemos ser muy realistas y tomar estas medidas. Es muy doloroso. Pero esto no será así para siempre. Los palestinos tenemos nuestras raíces en esas tierras y, por fortuna, no tenemos ningún otro lugar donde ir.»
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