Había el sábado pasado [25 de noviembre] una larga cola frente a la Biblioteca de la Universidad de Génova: cientos de personas esperaban para asistir a una charla con el historiador israelí Ilan Pappè, organizada por BDS Génova, Assopace y Tamu Edizioni. Pudieron entrar setecientas; el resto tuvo que quedarse fuera. Se trataba de un acto muy esperado con uno de los principales exponentes del mundo académico israelí y de un contrarrelato basado en investigaciones históricas irrefutables.
«La historia enseña que la descolonización no es un proceso fácil para el colonizador», afirmó Pappé al término del largo debate. «Pierde sus privilegios, tiene que devolver las tierras ocupadas, tiene que renunciar a la idea de un Estado nacional monoétnico. Los pacifistas israelíes creen que un día se despertarán en un país igualitario y democrático. No será tan sencillo, los procesos de descolonización son dolorosos: la paz comienza cuando el colonizador acepta desbaratar sus propias instituciones, constitución, leyes, distribución de recursos. El día que termine la colonización de Palestina, algunos israelíes preferirán irse, otros se quedarán en un territorio libre en el que ya no serán carceleros de nadie. Cuanto antes se den cuenta los israelíes de esto, menos sangriento será este proceso. En cualquier caso, la historia siempre está del lado de los oprimidos, todo colonialismo está destinado a terminar».
Chiara Cruciati, periodista de il manifesto, entrevistó al profesor Pappé al margen del acto.
Durante años se ha hablado de la «gazificación» de Cisjordania: el asedio de Gaza como modelo para gestionar las islas palestinas en que Israel ha dividido Cisjordania. ¿Sucederá ahora lo contrario? ¿Se convertirá Gaza en Cisjordania?
No creo que Israel tenga un plan en este momento. Hay varias opciones. Una es la creación en Gaza de una especie de Área A- o B+: la idea de los «moderados», como Gantz y Gallant, es confiar un trozo de la Franja a la Autoridad Nacional Palestina y crear una zona tampón de 5-7 kilómetros. Es una idea ridícula: Gaza apenas tiene 12 kilómetros de ancho en su parte más ancha. La otra opción, la de la ultraderecha gobernante, es una limpieza étnica lo más amplia posible, expulsando a los palestinos a Egipto, o como mínimo al sur de Gaza, y llevando a los colonos al norte. Es demasiado pronto para saber qué ocurrirá, al igual que es demasiado pronto para saber cómo reaccionará el mundo, si habrá una guerra en el norte con el Líbano, o si esto provocará una intifada en Cisjordania.
Tras negar la Nakba durante 75 años, hoy el gobierno israelí la menciona abiertamente, habla de una Nakba 2023, de la necesidad histórica de la expulsión. Este abandono de toda moderación, incluso verbal, al plantear la limpieza étnica como solución, ¿de dónde procede?
Los que negaban la Nakba eran el centro y la izquierda. La derecha nunca la negó, sino todo lo contrario: estaban orgullosos de ella. Así que no es sorprendente que utilice este término. La otra razón es que Israel trata el 7 de octubre como un acontecimiento que lo ha cambiado todo; ya no siente que tenga que ser cauto en su discurso racista, al hablar de genocidio y limpieza étnica. Percibe el 7 de octubre como una luz verde para actuar.
El crecimiento gradual pero inexorable de la ultraderecha israelí en los últimos treinta años nos lleva a observar una evolución del sionismo de tendencia religiosa. Las declaraciones de miembros del gobierno, empezando por Netanyahu, que invocan la Torá para justificar las barbaridades y las políticas de Ben Gvir y Smotrich, son un ejemplo de ello. ¿Qué es hoy el sionismo? ¿Se puede ver un proceso de implosión en esta evolución?
Antes incluso del 7 de octubre, no se trataba ya de sionismo. Iba más allá, hacia un judaísmo mesiánico. Esta gente, como los fanáticos islamistas, cree que tiene a Dios de su parte. Se trata de una evolución ideológica que ha dominado al sionismo pragmático y liberal, arrastrándolo consigo. Hoy nos enfrentamos a una ideología judía mesiánica, racista y fundamentalista que no sólo cree que Palestina pertenece sólo al pueblo judío (como afirmó Netanyahu con la Ley del Estado-Nación de 2018), sino que piensa que tiene licencia moral para matar y expulsar a todos los palestinos. Se trata de una evolución ideológica extremadamente peligrosa. Antes del 7 de octubre, la sociedad israelí ya experimentaba un choque abierto entre el sionismo secular y el sionismo religioso. Ese enfrentamiento resurgirá y demostrará que lo único que mantiene unidos a los israelíes es el rechazo a los palestinos. Para el sionismo, éste es el principio del fin: un proceso de veinte o treinta años en términos históricos. Ocurrirá porque se trata de una ideología colonialista en un mundo que va hoy en otra dirección. Si el sionismo hubiera surgido hace dos o tres siglos, probablemente habría logrado el objetivo de eliminar a la población indígena, como ocurrió en Australia y los Estados Unidos. Pero apareció en un momento en que el mundo ya había rechazado el concepto de colonialismo y los palestinos ya habían desarrollado su identidad nacional.
¿A qué se debe el giro a la derecha de la sociedad israelí tras el asesinato de Rabin y el impulso pacifista que anima a un amplio sector de la población?
Ser sionista liberal siempre ha sido problemático. Tienes que mentirte a ti mismo todo el tiempo, porque no se puede ser socialista y colonizador a la vez. La sociedad se cansó de ello, se dio cuenta de que tenía que elegir entre ser democrática y ser judía. Eligió la naturaleza judía. Decidió que la prioridad era establecer un Estado racista, en lugar de compartirlo con los palestinos. Era inevitable, una consecuencia lógica del proyecto sionista. El Israel de hoy es mucho más auténtico que el Israel de los años 90.
El 7 de octubre representó una ruptura traumática para la sociedad israelí. La cuestión palestina había quedado relegada a un segundo plano, «gestionada», como suele decir Netanyahu. ¿Podría esta conmoción dar lugar a una toma de conciencia de la necesidad de una solución política?
Llevará tiempo. El futuro inmediato estará marcado por el odio y el impulso de venganza. Será difícil hablar de una solución de dos o un Estado. A largo plazo, sin embargo, es posible que Israel comprenda que los palestinos no van a ir a ninguna parte y no se van a quedar callados, haga lo que haga Tel Aviv. Mucho dependerá de Europa y los Estados Unidos: si siguen sin ejercer ninguna presión, será difícil que se oigan las voces más razonables de Israel. La sociedad civil no es suficiente; necesitamos que cambien los responsables políticos. Este tipo de procesos llevan tiempo, pero es posible que de esta horrenda tragedia salga algo positivo. También dependerá de los palestinos, de si pueden unirse, de si se restablecerá la OLP. También hay diferencias entre ellos: los que viven en Cisjordania quieren el fin de la ocupación y la opresión, no están a favor de un Estado. Pero los que viven dentro de Israel lo quieren, al igual que los refugiados de la diáspora, para quienes un Estado significaría que podrían regresar.
La durísima campaña contra Gaza y el deseo declarado de expulsar a los palestinos ha provocado una reacción masiva de protestas públicas en todo el mundo y en los países del Sur global, en contraste con las posiciones de los Estados occidentales. ¿Estamos asistiendo a un cambio de paradigma a nivel mundial que tendrá efectos a medio y largo plazo?
Estamos asistiendo a un proceso de globalización de Palestina: una Palestina global que está formada por la sociedad civil, por ciudadanos, por movimientos tan diversos como los movimientos indígenas, Black Lives Matter, los feminismos: en otras palabras, todos los movimientos anticoloniales que puede que sepan poco sobre la cuestión palestina, pero saben lo que significa la opresión. Esta Palestina global debe ser capaz de enfrentarse al Israel global, formado por los gobiernos occidentales y la industria militar. ¿Cómo hacerlo? Conectando las luchas contra las injusticias de todo el mundo en una única red. Aquí en Italia, significa luchar contra el racismo.
Ilan Pappé es un destacado representante del movimiento de la nueva historiografía israelí. Entre sus obras más recientes, pueden leerse en castellano Historia de la Palestina moderna (Akal, 2007) y La limpieza étnica de Palestina (Crítica, 2006). Artículo original Il manifesto global, 1 de diciembre de 2023.