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Erdogan y su triángulo con Riad y Tel Aviv

Fuentes: Rebelión

La Turquía dominada por el régimen de Recep Tayyip Erdogan con un noviazgo en dificultades con Estados Unidos, busca relaciones más beneficiosas con regímenes tan totalitarios como el suyo, en este caso con la entidad sionista y la Casa al Saud conformando una triada enormemente peligrosa para el futuro de Oriente Medio. Israel y Turquía: […]

La Turquía dominada por el régimen de Recep Tayyip Erdogan con un noviazgo en dificultades con Estados Unidos, busca relaciones más beneficiosas con regímenes tan totalitarios como el suyo, en este caso con la entidad sionista y la Casa al Saud conformando una triada enormemente peligrosa para el futuro de Oriente Medio.

Israel y Turquía: Tan amigos como siempre

Prueba de ello es la firma de un acuerdo de entendimiento entre el presidente turco Recep Tayyip Erdogan y el premier israelí Benjamin Netanyahu en la ciudad de Roma, el pasado lunes 27 de junio. Alianza que se encauza en la idea de normalizar las relaciones entre ambos gobiernos, con dificultades tras los hechos del año 2010 relacionadas con el asalto israelí a una flotilla de barcos -entre ellos el navío insignia barco Mavi Marmara- en apoyo de la bloqueada Franja de Gaza y que significó la muerte de una decena de ciudadanos turcos. Tras un lustro de tensiones, Ankara y Tel Aviv decidieron que era hora de poner fin a esa enemistad y restablecer relaciones plenas, en momentos en que ambos regímenes se encuentran en un inicial proceso de aislamiento y donde la exitosa presencia de la Federación Rusa y la República islámica de Irán en apoyo al gobierno sirio y su sociedad contra el terrorismo takfirí amenaza sus intereses regionales.

La rúbrica amistosa entre Ankara y Tel Aviv consolida así un eje geopolítico de indudable peligro para la región del Levante Mediterráneo. Idea que les permite mostrar cierta cohesión frente a Estados Unidos, con cuyo gobierno han enfrentado, tanto Erdogan como Netanyahu, momentos de zozobra e impasse, pero que en modo alguno han limitado el enorme flujo de dinero que ambos regímenes reciben de Washington y sus aliados occidentales, pues ambos gobiernos son herramientas fundamentales para Occidente en su juego hegemónico en la región.

Netanyahu y su alianza con Turquía genera, indudablemente, un marco de impunidad a los crímenes cometidos en el asalto al Mavi Marmara, al sostener que «el acuerdo protege a los comandantes y soldados del Ejército Israelí de los procesos civiles y penales iniciados por Ankara». Igualmente destacó que se preserva el bloqueo marítimo sobre la Franja de Gaza, pues obliga a cualquier barco que se dirija al bloqueado territorio palestino a atracar en el puerto israelí de Ashdod, desde donde se transferirán los productos a Gaza.

Netanyahu, satisfecho del arreglo alcanzado con Turquía, afirmó que este acuerdo también compromete a Turquía en el sentido de ayudar a Israel en los procesos de incorporación en todas las organizaciones internacionales a las que pertenece Ankara. Esto incluye, en forma crucial, el apoyo de Turquía a la apertura de una misión israelí en la sede de la OTAN en Bruselas. Para el Primer Ministro Turco Binali Yildirim, «La normalización de relaciones cubre un buen número de asuntos. Pero las relaciones económicas y la cooperación regional tendrán prioridad»; prioridades donde el sector turístico espera que Israel vaya en su auxilio, tras la retirada de 4 millones de turistas rusos, tras la decisión de Moscú de aconsejar que sus ciudadanos no visitar territorio turco. Tensiones entre Ankara y Moscú donde la economía turca ha sentido los efectos.

Como una manera de limpiar la imagen de violación constante a los derechos humanos de la población gazetí, parte de los acuerdos tienen un componente relacionada con ese territorio palestino al «autorizar» Israel, como potencia ocupante la entrada de ayuda humanitaria y cooperación turca, muy lejos de las demandas de la sociedad palestina que se levante definitivamente el bloqueo criminal contra este territorio. El funcionario turco anunció que el viernes 1 de julio zarpará de la localidad de Mersin, en Turquía, al puerto de Ashdod, 10 mil toneladas de esta definida como ayuda humanitaria, para ser revisada y trasladada a Gaza.

Un acercamiento que busca mostrar una cara de amistad y alianza amplia, en momentos que el apoyo de ambos gobiernos a las bandas terroristas que atacan a las sociedades siria e Iraquí no pueden evitar las críticas de sus propios aliados y el llamado que cese una conducta que ha llevado a Oriente Medio a un conflicto del cual no se vislumbra un cese a corto plazo. Críticas que, sin embargo, no han implicado sanciones, resoluciones u otro tipo de acciones que obliguen a los gobiernos de Turquía, Israel y Arabia Saudita a detener su política de agresión. Es la política del doble rasero.

El análisis inmediato de este acuerdo entre Tel Aviv y Ankara vislumbra, además de los intereses políticos imbricados en el, los económicos vinculados a los inmensos yacimientos de gas natural ubicados en el Mediterráneo Oriental, parte de ellos en la Franja de Gaza. Territorio palestino que está sometido a un férreo bloqueo por parte de la entidad sionista. Gas que Israel con el aval de Estados Unidos y su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, desea explotar a contrapelo de la legislación internacional, que prohíbe usufructuar de las riquezas naturales de un territorio bajo ocupación. Es lógico vislumbrar que Tel Aviv busca que la hipotética salida de ese gas sea a través de los puertos turcos que tiene la infraestructura de gasoductos ya sea para la exportación a Europa, como para el propio mercado interno. Ello, en el marco de tensión que se vive con la Federación Rusa en el concierto de la guerra de agresión contra Siria donde Moscú, junto a Teherán, Hezbolá y el gobierno sirio combaten a los grupos takfirí apoyados precisamente por Israel y Turquía.

Medios sionistas dan pruebas de esta alianza al sostener que «La cooperación entre las fuerzas israelíes y turcas no carece de precedentes. De hecho, tuvieron acuerdos de seguridad bastante fuertes en la década de 1990 y principios de 2000; la fuerza aérea israelí ayudó a Turquía a modernizar su equipo y compartieron información de la inteligencia….hay tensiones entre ambos gobiernos, por ejemplo, necesidad de Turquía de presentarse como un defensor de la causa palestina podría complicar los esfuerzos de Israel para proteger su seguridad nacional ya que está impulsando la negociación por el fin del bloqueo de Gaza. En términos más generales, el tabú regional en contra de trabajar con Israel podría limitar la capacidad de Turquía para cooperar con Israel en su intento de convertirse en una fuerza importante en el Medio Oriente. Pero cada una de estas cosas sólo retrasa lo inevitable. Los intereses turcos e israelíes se están alineando rápidamente, y ya que la región continúa ajustándose a una presencia disminuida de EE.UU., será sólo cuestión de tiempo antes de que los dos revivan su larga y latente alianza»; a confesión de parte relevo de prueba suelen sostener los juristas.

Neo otomanismo, sionismo y wahabismo: El Auténtico Eje del Mal

Con Arabia Saudita, el gobierno de Erdogan ha ido consolidando una relación bajo el amparo de un objetivo común en el plano político: oponerse a la creciente influencia de la república islámica de Irán en la región. El pasado mes de abril el presidente turco, en visita oficial efectuada por el rey saudí Salman Bin Abdelaziz a Ankara, otorgó al monarca wahabita la más alta distinción que otorga Turquía: La Orden del Estado de la República bajo palabras que muestran el horizonte de intereses: «La consolidación de las relaciones entre Turquía y Arabia Saudita en todos los ámbitos, con vuestro apoyo, presenta una oportunidad para la paz regional y mundial«. Pueblos como el yemeni, Bahréin, Siria e Irak son la prueba concreta que las palabras del gobierno turco y la distinción otorgada al representante de uno de los regímenes más opresivos del mundo está cargada de hipocresía.

En aquel encuentro, el tema central – previo a las conversaciones que se llevarían pocos días después en Ginebra – fue Siria y la forma de seguir afianzando el apoyo a los grupos terroristas usados como herramientas para derrocar al gobierno de Bashar al Assad. A comienzos del mes de marzo se llevaron a cabo reuniones de gran importancia política y estratégica en Riad, la capital de Arabia Saudí. Reuniones que han tenido otros actores, como es el caso del gobierno egipcio, cuyo presidente, Abdelfatah al-Sisi, llevó a cabo una visita oficial a Riad el 1 de marzo, que al día siguiente reunión también al presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogán a la capital saudí. Los jefes de estado egipcio y turco entablaron cada uno aparte conversaciones con el Rey saudí Salman bin Abdelaziz. Las visitas simultáneas de Al Sisi y Erdogán a Riad fueron llamadas una «coincidencia» por el presidente egipcio, debido a las tensas relaciones entre los gobiernos egipcio y turco. Se especuló en aquella ocasión que la presencia de Al Sisi y Erdogán tenía como propósito la intención del monarca wahabita de promover un acercamiento entre Turquía y Egipto y de esa forma ir sumando nuevos actores a esta nueva cartografía de intereses neo otomanistas, sionistas y Wahabitas cuya digitación proyecta sus sombras desde Washington y Bruselas.

Turquía está decidida a avanzar en la consolidación de un papel más relevante en el concierto de oriente medio. Las conversaciones a dos bandas del gobierno turco – con Israel y la Casa al Saud – han ido apuntalando lo que efectivamente podríamos denominar como el auténtico «Eje del Mal». Concepto que tanto gusta a los politólogos y analistas occidentales cuando se trata de definir a los otros, pero perdiendo la necesaria introspección a sus conductas en materia de política internacional.

En enero del año 2002 los escritores de discursos para el ex Presidente estadounidense George W. Bush, Michael Gerson y David Frum, desarrollaron la peregrina idea denominada The Axis of Evil – Eje del mal – que incluía a Irán, Libia, Irak y Corea del Norte. Clasificación no sólo contradictoria sino que claramente antojadiza, pues no abundaban elementos comunes entre ellos, excepto en lo que se refiere a la fabricación y transferencia tecnológica en materia de misiles de mediano y largo alcance -en el marco del legítimo derecho que les asiste como naciones soberanas- y en sus difíciles relaciones con Estados Unidos. Lo claro es que con esta idea, Washington encontró una rebuscada justificación para continuar con el proyecto Rumsfeld del denominado escudo de defensa antimisiles y con ello favorecer la solicitud de un incremento substancial de gastos militares, reflejando así, una de las características más criticadas de la política exterior estadounidense: el manejo de visiones estereotipadas.

Ese «Axis of Evil» reactivó la visión surgida bajo Clinton respecto a los Rogue States – Estados Villanos – que vista las críticas generadas, dio paso a los States Concern – Estados preocupantes. Valoración aparentemente más reflexiva, asumida por Clinton en medio del debate sobre estrategia exterior, y que involucraba aplicación de bloqueos y embargos, posibles de sustituir por políticas de «compromiso constructivo». Y sostengo que es aparentemente más reflexiva pues la división unilateral implicaba dejar fuera a Estados claramente violatorios de todo marco democrático bajo la forma y contenido visualizado por Estados Unidos, como son, justamente regímenes como los que hoy conforman una triada que con toda justicia pueden ser denominados como un Eje del Mal, Regímenes villanos o también Gobiernos Preocupantes para la seguridad internacional.

Este acercamiento de los gobiernos de Turquía, Arabia Saudita e Israel representa el legítimo Eje del mal, que se ha ido consolidando, día a día, en materias diplomáticas, políticas y militares, compartiendo objetivos estratégicos vinculados a establecer hegemonías, áreas de influencia y enemigos comunes. Entre esos blancos de las acciones de esta triada se encuentra el gobierno Sirio, Hezbolá y la República islámica de Irán, que ha consolidado un Frente de Resistencia, no sólo contra potencias allende oriente medio como es el caso de Estados Unidos y la Unión Europea, sino también una oposición franca y decidida contra el aval, apoyo financiero y militar que el eje Riad-Tel Aviv-Ankara entrega a los grupos terroristas takfirí en sus acciones contra las sociedades de Siria e Irak.

Hay que sumar en los objetivos de este grupo de legítimos gobiernos «canallas» las guerras de agresión llevadas a cabo contra Yemen, donde las acciones criminales encabezadas por la Casa al Saud han contado con la complacencia, el apoyo político y diplomático de Erdogan y Netanyahu, al igual cuando la conducta invasiva se refiere a la sociedad bahreiní en su lucha contra el régimen de los Jalifa. Igualmente en lo que dice relación al pueblo palestino, abandonado por la Monarquía wahabita y fuera del foco de preocupación de Ankara después de los sucesos de la denominada Flotilla de La Libertad, que intentó llevar ayuda a la Franja de Gaza.

Para Turquía resulta primordial el profundizar estas relaciones con Arabia Saudita e Israel toda vez que cada vez con más frecuencia ha ido perdiendo la incondicionalidad de Washington a sus pretensiones de hegemonía regional. Esto, fundamentalmente, dice la relación con el tema kurdo que para Ankara constituye un dolor d cabeza, no sólo al interior del país donde la minoría de este pueblo representa el 20% de su población, con fuerte arraigo político y militar en las zonas donde actúa el partido de los Trabajadores del Kurdistán – PKK – sino también en el norte sirio donde este pueblo libra una sostenida batalla contra las bandas takfirí – mismas que son apoyadas por Erdogan – generando el control de una zona que para Turquía representa difícil de aceptar. Las Milicias o Unidades de protección del Pueblo – YPG – han estrechado relaciones con la Coalición Internacional liderada por Estados Unidos obligando a Ankara a exigir a Washington que opte por los kurdos o por Turquía.

La opción, según el análisis fino de lo que ha venido aconteciendo, desde el inicio de la agresión contra Siria en marzo del año 2011, indica que Washington se inclinará por avanzar en la consolidación de un Estado Kurdo, no sólo en el norte Sirio, sino también en el noreste iraquí. Esto, bajo la premisa que para mantener el dominio occidental de Oriente Medio, cercar a la República Islámica de Irán e impedir el avance de la Federación Rusa hacia el oeste; es necesario fragmentar, balcanizar a Siria e Irak, prometer una falsa independencia a los kurdos de ambos países y propiciando una especie de modelo yugoeslavo con soberanía coartada, bajo la tutela de la Coalición de países liderado por Washington. Y, para esto, la creación y consolidación de un eje entre Riad-Tel Aviv y Ankara sirve enteramente a estos propósitos, aunque la prensa afín a los gobiernos occidentales presente este panorama como un aparente alejamiento de Washington. Es, simplemente una escena más de la política del Leading From Behind al que nos tiene acostumbrado Washington. 

 

 Articulo del Autor Cedido por Hispantv

http://www.hispantv.com/noticias/opinion/280090/erdogan-israel-arabia-saudi-apoyo-terroristas-siria

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.