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Es bronce, no oro

Fuentes: Rebelión

El periodista Victor Joaquín Ortega publicó en el periódico «Tribuna de la Habana» ( http://www.tribuna.co.cu/opinion/2013-08-31/contra-poesia-falsa ) el artículo «Contra la poesía falsa» . Un artículo breve y concreto donde se refiere a un mal que no es nuevo en Cuba y, como bien señala Ortega, alcanza a casi todas las esferas de nuestro país: la […]

El periodista Victor Joaquín Ortega publicó en el periódico «Tribuna de la Habana» ( http://www.tribuna.co.cu/opinion/2013-08-31/contra-poesia-falsa ) el artículo «Contra la poesía falsa» . Un artículo breve y concreto donde se refiere a un mal que no es nuevo en Cuba y, como bien señala Ortega, alcanza a casi todas las esferas de nuestro país: la justificación.

Comparto lo expresado por Ortega. Por la amplitud del asunto solo me referiré a una pequeña parte del asunto, lo que no disminuye su importancia.

Muchas pueden ser las «justificaciones» para que, con muy ligera mejoría, aún la prensa cubana (escrita, radial y televisiva) no cumpla cabalmente el papel que le está dado a desempeñar en nuestra sociedad, a pesar de los llamados de la más alta dirección del país y los reclamos de la población para que realicen un periodismo crítico, objetivo, que no se quede en las ramas, sin verborrea «poética», sin tantos adjetivos benevolentes que hagan el juego a esos que desde un cargo en una entidad pública, incluyendo ministerios, acuden a la justificación para explicar «las causas» de los incumplimientos de planes o medidas dictadas por el gobierno. Quienes actúan de esa manera deben ser emplazados y denunciados públicamente, en reportajes y entrevistas, pues dañan a todos, tratan de mantenerse en sus puestos mediante el engaño y no están actos ni aptos para desempeñarlos.

Frecuentemente la noticia, esa que nos debe decir lo que ocurrió, donde ocurrió y cuando ocurrió, no existe: son reportajes o comentarios. En los que, si se trata de la construcción de una obra hidráulica, la «lírica» nos hace mal recordar la poesía que José María Heredia escribiera a la catarata del Niagara. El ejemplo se extiende a la mayoría de los temas publicados en la TV.

Hemos tenido y tenemos excelentes periodistas, pero la verborrea parece ser en muchos de ellos, jóvenes y viejos, un estilo o una «nueva escuela».

En el deporte son muchas las insatisfacciones de la población aficionada, que es casi toda Cuba, y ha ido quedando atrás el orgullo que sentíamos por los éxitos y las posiciones internacionales alcanzadas en años anteriores. Hoy estamos en franco retroceso. Sobran las justificaciones de sus directivos y faltan las soluciones, sin embargo, siguen en sus puestos o se reciclan, y se llega hasta el colmo de decirse públicamente que una medalla de bronce alcanzada por un deportista o equipo en un evento «sabe» a oro. No, es bronce. El «sabor» es justificativo y conformista. El bronce y el lugar que ocupemos en uno u otro «ranking» es lo que realmente somos. El análisis de las deficiencias, de errores y darle la solución adecuada es lo que puede cambiar el color a la medalla y recuperar el orgullo nacional.

Las justificaciones tienen un acompañante: las loas públicas. En lenguaje de la calle pudiéramos decir el dar bombo y el autobombo. En el sector de la cultura todos son «maestros», solo es necesario salir unas cuantas veces por la TV o adquirir renombre o popularidad por cualquier vía. Eso es irrespetuoso e injusto con los que realmente lo son, y afortunadamente no son pocos. Además, todos los programas, especialmente las telenovelas, son un «éxito» y sus escritores, directores y actores son patrones de talento y profesionalidad, y en las ya habituales entrevistas la saliva escurre por la pantalla del televisor.

Pocas cosas dañan más que los elogios. Los excesos de elogios y más si son inmerecidos, alimentan la vanidad y el conformismo e impiden superar los defectos, y ser realmente mejores.

En el marco de las modificaciones a nuestro sistema económico-político y social es necesario y más democrático que el pueblo tenga mayor conocimiento y participación en el control del presupuesto que se otorga a los organismos gubernamentales. Que se haga público, y todos sepamos la racionalidad de su uso, es decir, en qué y cómo se emplea el dinero que aportamos todos al presupuesto de cada entidad.