Recomiendo:
0

¿Es posible el diálogo desde la derecha?

Fuentes: Rebelión

Hace unos días Ángel Acebes, fiel a su siempre impoluta lógica argumentativa, pedía al PSOE que no dialogara con ETA hasta que ésta se hubiera disuelto. Algo, según él, muy sencillo y que acabaría con la ruptura actual que hay entre los dos partidos mayoritarios respecto al proceso de paz en el País Vasco. La […]

Hace unos días Ángel Acebes, fiel a su siempre impoluta lógica argumentativa, pedía al PSOE que no dialogara con ETA hasta que ésta se hubiera disuelto. Algo, según él, muy sencillo y que acabaría con la ruptura actual que hay entre los dos partidos mayoritarios respecto al proceso de paz en el País Vasco. La manera en la que se puede establecer un diálogo con una organización desaparecida fue algo que dejó a la imaginación de cada cual; y es que esa incoherencia lógica asociada a la supuesta política dialogante que lleva a cabo el PP, puede ser consecuencia de una incompatibilidad más profunda en su discurso ideológico.

El concepto de «diálogo» aparece en la escena filosófica occidental de manera decisiva ya en nuestro siglo. Su impulsor, Jürgen Habermas, elabora su pensamiento desde la tradición marxista, y es por tanto solidario con una filosofía que busca la emancipación del individuo respecto de los poderes económicos y políticos (otra cosa es la suerte histórica que hayan tenido las aplicaciones interesadas de sus ideas en determinados modelos políticos). Desde este punto de vista, elabora nuestro autor una ética y una política que entienden el diálogo como el instrumento de construcción de la verdad. La verdad no es algo estático que hay que descubrir y acatar, sino invención social resultado del consenso entre los individuos. Es, por tanto, condición de posibilidad del diálogo, la creencia en que la Verdad no existe, sino sólo la verdad humana, de carácter histórico, construida con ayuda de todos y todas.

Esta concepción de la verdad y de la propia condición humana se opone radicalmente a la que, inaugurada por Platón, defiende la existencia de una Verdad Suprema que gobierna el mundo y que Nietzsche identificó metafóricamente con Dios. Para el platonismo, la ética y la política deben regirse por esa Verdad preexistente y supraindividual, eterna e imperecedera: una Verdad, por tanto, Universal, y que dada su condición debe imponerse a todo ser humano desde el poder que deben ejercer aquellos que la conocen. Curiosamente, Platón llama «dialéctica» al proceso por medio del cual el ser humano llega a aprehender esa Verdad, y escenifica parte de ese proceso en sus obras, llamadas Diálogos dada su estructura. Sin embargo, si nos adentramos en las páginas de alguno de ellos, no nos encontraremos a dos interlocutores hablando de igual a igual en busca de la Verdad, sino con un protagonista (generalmente Sócrates) que representa la posición platónica y que enseña el camino a su contertulio, cuyo papel pasa a ser el de mera comparsa. ¿Para qué se necesita más si solo existe una Verdad y el propio Platón ya la conoce?

El pensamiento de derechas ancla sus raíces ideológicas en esta tradición que afirma la existencia de verdades absolutas, impertérritas ante el transcurrir de la Historia; válidas en el momento de su descubrimiento y por los siglos de los siglos. Pero por otro lado se ve en la obligación de «tender la mano al diálogo» (es curioso que usen esta expresión: me recuerdan al Plácido de Berlanga y a su «ponga un pobre en su mesa») debido a su pretensión de demostrar a los votantes su mentalidad aperturista y tolerante, su capacidad para reconocer las limitaciones de sus propias posturas y su predisposición hacia una manera constructiva de hacer política, alejada de la prepotencia y de la tendencia a la descalificación. Encontramos por tanto que afirmaciones como con la que comenzábamos no son más que consecuencia de la incompatibilidad existente entre su concepción metafísica y política profundas, y aquella que han de aparentar en un sistema en el que, supuestamente, los ciudadanos deciden libremente. La propia estructura del pensamiento conservador (los valores hay que conservarlos, ya que son los verdaderos) es incompatible lógicamente con la propuesta de un diálogo conciliador y constructivo. Es imposible que el PP ofrezca en alguna ocasión un diálogo que no sea un monólogo autoritario, porque la Verdad que buscan ya existe, no es producto de ese diálogo y, casualmente, son ellos los que la poseen.