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¿Es un dislate irresponsable exigir el cierre de las centrales nucleares?

Fuentes: Rebelión

Tanquem les Nuclears – Nova Cultura de l’Energia –http://www.tanquemlesnuclears.org- no sólo es un documentado espacio web, en catalán y castellano, para el cierre de la industria nuclear, sino también y, consistentemente, para el ahorro y la eficiencia energéticas y para la difusión de una magnífica idea y un hermoso y realista programa: «el 100% de […]

Tanquem les Nuclears – Nova Cultura de l’Energia –http://www.tanquemlesnuclears.org- no sólo es un documentado espacio web, en catalán y castellano, para el cierre de la industria nuclear, sino también y, consistentemente, para el ahorro y la eficiencia energéticas y para la difusión de una magnífica idea y un hermoso y realista programa: «el 100% de energías renovables».

Las personas que han dado su apoyo a «Tanquem les Nuclears – 100% RENOVABLES» han explicitado su apoyo a un Manifiesto contra la energía nuclear que puede leerse aquí: http://www.tanquemlesnuclears.org/nosaltres/manifiesto.htm. Háganlo, no les defraudará.

Los gastos de la coordinadora se autofinancian por contribución solidaria de las personas que disponen de recursos económicos para ello. No hay ayudas privadas ni institucionales. Mejor imposible.

Para adherirse al colectivo no hay que pagar cuota alguna. Basta con estar de acuerdo con la necesidad de proceder a un cierre ordenado y, desde luego, urgente de las centrales nucleares y con los principios que forman la NUEVA CULTURA de la ENERGÍA. ¿Qué principios son esos? El ahorro y la eficiencia energéticas y un sistema de generación basado al 100% en energías renovables.

Si se quiere formar parte de la coordinadora, las razones se acumulan para ello, hay que enviar un mensaje a [email protected]. Vale la pena. ¿Se animan? ¿No quieren combatir contra una industria que dice ser barata, limpia, segura y pacífica y no sólo miente una, dos o tres veces sino en cuatro ocasiones? Un mensaje, sólo un mensaje.

Por si les queda alguna duda, por si piensan que «Vivir sin nucleares» es una hermosa ensoñación sin suelo, por si piensan que tocar realidad exige la aceptación a regañadientes, y con ácido en la entrada del estómago, de una industria que puede conducirnos a la barbarie (in)civilizatoria, que «vivir sin» es simple y pueril pensamiento desiderativo, reproducimos este paso del capítulo XV de nuestro libro sobre los efectos de la energía nuclear en el medio ambiente y en la salud humana [1]. Cerramos, de hecho, una buena decsiión, con estas reflexiones.

[…] Desde el punto de vista del medio, desde la perspectiva de la contaminación.

Desde ese punto de vista, si consideramos el ciclo completo de tecnologías de generación eléctrica como la nuclear o las renovables, podemos observar como por cada kilowatio/hora producido, la industria nuclear emite más CO2 que cualquiera de las energías renovables. ¿Por qué? Por la gran cantidad de combustibles fósiles que es preciso consumir en todas estas etapas del ciclo.

En cuanto a la incorporación de los radionúclidos.

Desde los focos de emisión, los radionúclidos contaminantes se incorporan en el ecosistema a través de las cadenas tróficas por el medio acuático, por el terrestre o por el aire. En el organismo humano, las fuentes de radiación pueden ser internas o externas: en el primer caso, la principal puerta de entrada es la vía digestiva, los efectos patológicos a largo plazo más frecuentes debidos a la exposición a radiaciones ionizantes, incluso a dosis bajas, son las enfermedades neoplásicas.

En cuanto a los umbrales.

No se puede determinar ningún umbral de seguridad por debajo del cual no se lleguen a desencadenar riesgos de padecer cánceres. Existen, además, diversos efectos biológicos que explican el cáncer inducido por radiaciones. Así, por ejemplo, alteraciones de los mecanismos de protección y reparación, del sistema inmune y la presencia de efectos «clastogénicos» que afectan a células circundantes no afectadas directamente por la exposición. La leucemia fue el primer tipo de cáncer que se asoció con la exposición a diversas dosis de radiación -Hiroshima y Nagasaki-, aunque también se evidenció un riesgo elevado de padecer cáncer de estómago, colon, hígado, pulmón, mama en las mujeres y tiroides, entre los más frecuentes. Ya antes se habían observado casos de leucemia en personas que trabajaban con agentes radiactivos, pero no existía una adecuada dosimetría; el caso más conocido fue el de la dos veces Nóbel Dra. Marya Skłodowska Boguska, más conocida, por el uso patriarcal, como Mme Curie.

Así, pues, en definitiva…

En definitiva, considerando el impacto que puede llegar a tener la energía nuclear en la salud y el medio ambiente, aunque los escasos estudios epidemiológicos sobre dosis bajas no puedan demostrar la asociación entre riesgo y exposición más que en ciertos casos, es preciso aplicar el principio de precaución -sobre el que tanto insisten con razón nuestros amigos Jorge Riechmann y Joaquim Sempere- que puede invocarse cuando es urgente intervenir ante un posible peligro para la salud humana, animal, vegetal o biológica en general, o cuando se requiere proteger el medio ambiente en caso de que los datos que poseamos, si bien concluyentes experimentalmente, no permitan una determinación completa y definitiva del riesgo.

[…] Porque estaría además el tema de la evaluación de riesgos.

Para hacer frente a los agentes de riesgo y con la finalidad de que permanezcan por debajo de un nivel, digamos, aceptable ¾criterio, por otra parte, de índole subjetiva¾, se ha planteado el enfoque de gestión de riesgos. La Unión Europea introdujo en 2000 el concepto de «ciclo del riesgo» como estrategia dirigida al análisis de riesgos a través de la interacción de tres componentes básicos: la evaluación, la gestión y la comunicación del riesgo. Un riesgo no es aceptable si hay alternativas. E incluso para ciertos riesgos aunque no las haya; en estos casos, rige el viejo principio hipocrático: en la duda, abstenerse Los problemas ecológicos y sanitarios hay que preverlos de antemano e impedir que lleguen a producirse, ya que muchos de ellos pueden ser irreparables a posteriori. Frente a la gran cantidad de catástrofes ecológicas de las últimas décadas, este principio debería ser contemplado con el fin de evitar más víctimas derivadas de la contaminación por radiaciones ionizantes a título personal y medio-ambiental.

Hay otras fuentes de energía renovables y limpias que están siendo o pueden ser tecnológicamente mejoradas, o investigadas. Los intereses económicos y políticos no deberían prevalecer una vez más.

En cuanto a la relación entre los usos civil y militar de la energía nuclear

La primera fuente de contaminación radiactiva de la biosfera han sido, hasta ahora, las explosiones realizadas por las potencias atómicas. Más de 1.000. Estas explosiones, además de contaminar la biosfera con un variado repertorio de radionúclidos artificiales, particularmente cesio 137 y estroncio 90, han creado enormes cantidades de núclidos radiactivos «naturales» -en especial tritio, el hidrógeno 3, y carbono 14- que existían en cantidades ínfimas. El incremento de la fracción radiactiva de estos elementos constituyentes de la vida ha quedado reflejado en todos los medios naturales y en la biomasa. Así, en las aguas superficiales marinas, donde la concentración de tritio natural era en 1950 de 0,01-0,03 Bq/l, alcanzó en 1964, tras las continuas explosiones atómicas en la atmósfera, cifras superiores a los 2 Bq/l en el hemisferio norte, unas 200 veces superiores a las preatómicas. Dado que este emisor beta débil tiene una vida media de 12,3 años, tras el cese de pruebas en la atmósfera la concentración de tritio ha ido disminuyendo, detectándose a finales de los 90, en el Atlántico Norte, entre 0,3 y 0,6 Bq/l. Es ilustrativo al respecto ponderar que la cantidad total de tritio natural en el planeta era de 1,3 EBq (EBq: exabecquerelio = 1018 becquerelios), o dicho de otra forma, que por cada 1018 átomos de hidrógeno, un trillón de átomos. existía uno de tritio. Las pruebas atómicas y luego las plantas nucleares añadieron 186 Ebq de tritio al planeta en los años 60 ¾un incremento de 143 veces¾, del cual quedaban todavía unos 50 Ebq en 2001. Hoy en día se detectan en el canal de la Mancha y Mar del Norte, en el mar de Irlanda o en el Báltico, concentraciones entre 2 y 20 Bq/l, en contraste con las más de 10 veces inferiores del océano Atlántico. Son el aporte de las plantas ya antes mencionadas de La Hague en Francia, de Sellafield en Gran Bretaña o de vertidos de centrales de la cuenca báltica. Consideraciones similares pueden hacerse respecto al carbono 14. El radiocarbono formado por las explosiones atómicas ha doblado la cantidad existente en el planeta, con el agravante de que con una vida media de 5.730 años hoy en día seguimos expuestos a prácticamente las mismas cantidades que hace cuarenta años, cantidades que se incorporan a la biosfera de forma importante.

Concluyamos si te parece. ¿Es una quimera pretender vivir sin nucleares?

Tal como se señalaba en el informe CiMA (Científicos por el Medio Ambiente), documento que hemos elaborado Anna Cirera, Joan Benach y yo mismo con la inestimable ayuda de Jorge Riechmann [2], los efectos sobre la salud y el medio ambiente producidos por las radiaciones ionizantes de las centrales y el conjunto de la actividad industrial nuclear son de muy compleja evaluación debido, entre otras razones, a la dificultad de estudiar su incorporación en la cadenas tróficas, la reconstrucción de las dosis de exposición de las poblaciones objeto de estudio, así como por la variedad de las respuestas biológicas que se producen. No obstante, existe una notable evidencia científica de los múltiples riesgos para la salud y el medio ambiente asociados a la exposición a radiaciones ionizantes como resultado de los centenares de accidentes e incidentes nucleares producidos en todo el mundo durante más de cincuenta años, que han ocasionado miles de víctimas y afectados.

Desde el punto de vista científico, no es posible en la actualidad estimar una dosis por debajo de la cual las radiaciones ionizantes no produzcan efectos patológicos. Es importante señalar que, en este caso, la relación causa-efecto no es de tipo lineal, sino que depende de múltiples factores: la intensidad y la naturaleza de la fuente de radiación, la dosis total recibida, la duración temporal de la exposición, la edad de la población expuesta o la susceptibilidad individual. Etc. Puede decirse, por tanto, que no existe una dosis de radiación que sea segura.

En definitiva, ante la evidencia científica que señala claramente que las actividades derivadas del ciclo conjunto de la actividad industrial nuclear pueden perjudicar seriamente la salud pública y el medio ambiente, incluso en condiciones normales de utilización y funcionamiento, mi posición es que no deben y no pueden prevalecer los intereses políticos o la búsqueda de los beneficios económicos. El conocimiento disponible lleva a considerar, con más vigencia que nunca, como antes decía, un antiguo y sabio criterio médico: cuando hay dudas razonables, lo mejor es abstenerse. Por ello, para prevenir las peligrosas consecuencias que hemos descrito, para evitar que éstas se produzcan, se impone aplicar el «principio de precaución» y evitar la utilización de la energía nuclear. Podemos vivir sin nucleares y podemos vivir mejor. Y todos además.

Existe, además, el argumento de la imposibilidad que algunas veces se esgrime pragmáticamente.

Sí, en efecto. Por una parte, no se ve cómo la energía nuclear pueda sustituir a los combustibles fósiles en la actividad que actualmente más CO2 genera, el transporte; por otra parte, un plan de construcciones nucleares que tuviera como objetivo sustituir los combustibles fósiles es totalmente inviable: requeriría construir, como hemos dicho y se ha señalado por otros, una nueva central cada dos días durante 25 años. No habría, además, uranio suficiente para ello y, desde luego, tampoco sabríamos dónde almacenar las miles de toneladas de residuos que se generarían en todo el mundo.

Queda, pues, intervenir socialmente. Mejor activos hoy que mañana radiactivos.

Efectivamente. No sé si en el principio fue la acción o la palabra, pero creo que es posible hoy, para bien de toda la Humanidad, hermanarlas fructíferamente.

Gracias Eduard No es todo pero es casi todo lo que deseaba saber y preguntarte sobre lo nuclear, la salud humana y el medio ambiente..

Gracias a ti y, sobre todo, a los lectores. Deseo que no les hayamos aburrido y espero que la información y los argumentos esgrimidos les sean útiles y les hagan ponerse en marcha, en el supuesto, improbable por lo demás, que mantengan alguna indecisión al respecto. Como hace 25 años y tan razonable como entonces: ¡mejor activos hoy, que mañana radiactivos!

Notas:

[1] ERF y SLA, Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y en el medio ambiente, El Viejo Topo, Barcelona, 2008.

[2] Editado por los Libros de la Catarata.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.