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Entrevista con Helen Lackne

Escasez de agua, cambio climático y COVID-19 en Yemen

Fuentes: Jadaliyya.com

 Foto: Crisis del agua causada por la guerra en la ciudad de Taiz, Yemen del Sur, noviembre de 2018.   (Foto de Anasalhajj vía Shutterstock)

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Cinco años después del inicio de una guerra civil devastadora y de la intervención militar liderada por Arabia Saudí, Yemen está siendo devastado por lo que se considera la mayor crisis humanitaria del mundo. Según las Naciones Unidas, 24,1 millones de personas, el 80% de la población, necesitan ayuda humanitaria y protección. El Programa Mundial de Alimentos informa que veinte millones de personas padecen inseguridad alimentaria, la mitad de las cuales en situación de inseguridad alimentaria aguda y en riesgo de hambruna. Los yemeníes han estado teniendo que enfrentar bombardeos, desplazamientos, un sistema de salud disfuncional, escasez de agua, hambre generalizada, un brote de cólera y ahora la pandemia de la COVID-19.

Carly A. Krakow, coeditora de la página de Medio Ambiente de Jadaliyya, habló recientemente por teléfono con Helen Lackner, una analista e investigadora que ha pasado quince años de su carrera en Yemen. Lackner es autora y editora de numerosos artículos y libros sobre el país, entre ellos Yemen in Crisis: The Road to War and Why Yemen Matters: A Society in Transition. En esta entrevista, Lackner ofrece información sobre los impactos de las crisis ambientales y los problemas sanitarios en Yemen en el contexto de las tensiones motivadas por la escasez de agua, el cambio climático y la pandemia de la COVID-19. 

Carly A. Krakow (CAK): En tus escritos has señalado el agua como un problema fundamental que pone en peligro el futuro del Yemen y has indicado que muchos yemeníes dependen de fuentes privadas de agua. ¿Podrías hablarnos sobre la tensión que esta dependencia ejerce económicamente sobre las personas teniendo en cuenta la necesidad fundamental de acceder a un agua segura, confiable y sostenible?

Helen Lackner (HL): Creo que lo primero que hay que tener en cuenta al hablar del agua doméstica en Yemen es que estamos hablando de una gran cantidad de tipos de suministro totalmente diferentes. La mayoría de ellos son muy locales. Cuando se habla de “privatización” o del “sector privado”, ¿cómo defines un manantial que está en una montaña? ¿Llamas a eso “sector privado”? ¿Cómo se llama a las personas que hacen cola en el pozo de riego para obtener parte del agua para uso doméstico? No estoy segura de que utilizando la terminología del sector privado se expliquen adecuadamente las circunstancias que se dan en Yemen. En Occidente tendemos a interpretar que esto significa algo muy diferente en comparación con lo que estamos hablando de Yemen.

Es solo en las ciudades donde un porcentaje de hogares está conectado al suministro de agua del gobierno oficial, que puede o no estar privatizado. En una ciudad como Sana’a, solo entre el 40 y el 60% de los hogares están realmente conectados a la red de distribución de agua de la ciudad. En Taiz, solo el 40%. Si estabas en Taiz en 1996, estar conectado significaba que llegaba agua, como promedio, una vez cada treinta días. A principios de la década de 2010 recibías agua una vez cada 45 o 50 días. Es una cantidad muy limitada. El resto del suministro doméstico de agua en las ciudades proviene de camiones cisterna privados: microempresarios que llenan sus camiones cisterna en pozos fuera de la ciudad y los llevan hasta tu casa. Todo esto a pequeña escala. Repito que no es agua del grifo ni agua de grandes compañías.

Recuerda que, en las zonas rurales, la mayoría de las personas recogen agua de las bombas de riego, de pozos, manantiales y ocasionalmente de cisternas de agua de lluvia. O la recoges tú misma; esto lo hacen por lo general las mujeres y los niños, que luego lo llevan en contenedores de veinte litros sobre sus cabezas, o le pagas a alguien para que lo haga por ti. Para distancias más largas, muchas personas tienen burros que pueden transportar hasta seis contenedores cada uno. Una vez más, es un sector privado, pero no es el sector privado que la gente en Occidente reconoce normalmente como tal.

Lo importante es admitir que los tipos de suministro de agua varían de un área a otra a cinco kilómetros de distancia. No sucede como en Jordania, por ejemplo. En Jordania, puedes tener una grave escasez de agua, pero cuentas con una red nacional por todas las aldeas con un sistema de agua canalizada y la distribución está programada y organizada a nivel nacional. En Yemen, no tienes esto y no tendría sentido tenerlo cuando miras la geografía del país. Sería una locura intentar hacer eso. Los problemas de suministro pueden ser increíblemente diferentes de un lugar a otro, con mecanismos operativos muy diferentes.

CAK: En tus trabajos has escrito sobre la migración forzada interna debido a la escasez de agua en Yemen en la medida en que pueblos enteros han sido abandonados. ¿Cómo dirías que está afectando esto a los civiles yemeníes, y cómo afecta a las ciudades de destino a medida que las personas se mudan de un lugar a otro dentro del país?

HL: Creo que lo primero que debemos comprender es que el colapso del agua en un lugar en particular no es algo que ocurra de la noche a la mañana. No es que tengan agua hoy y mañana no, es un proceso gradual. Lo que sucede normalmente es que los pozos y manantiales se secan, pero luego llueve y se reponen. Las personas tienden a irse inicialmente y quedarse en otro lugar, generalmente con sus parientes, y luego, cuando vuelve el agua, regresan. Al principio también compran agua que les llega de pozos distantes. Si transcurre un período de años en esas condiciones, finalmente se rinden y se quedan en otro lugar.

La mayoría de estos movimientos tienen lugar hacia ciudades y pueblos más grandes y eso también depende de la migración familiar existente. Por ejemplo, la gente de Al Bayda durante mucho, mucho tiempo, tuvo muchos miembros de su familia en Hudaydah. La gente de otros lugares se marcharía a otro lugar. Lo que implica esto es una mayor presión sobre los mismos recursos hídricos y todos los demás recursos en las ubicaciones de destino que tienden a ser ciudades más grandes. Eso acontece en Hudaydah, Sana’a, Taiz, Aden y lugares como Mukalla.

Hasta ahora, los movimientos provocados por la escasez de agua no han alcanzado una escala que tenga un gran impacto en la vida en las ciudades, pero a la larga afectará, obviamente, a la disponibilidad de agua allí, así como las crecientes presiones sobre otros servicios y demandas de empleo.

CAK: ¿Cómo crees que afectará el cambio climático a la migración forzosa tanto dentro de Yemen como desde Yemen a los países vecinos?

HL: Hay varias cuestiones. Tenemos el problema de la escasez de agua en ciertos lugares del interior, que no es igual en todas partes. Hay diferentes fuentes y cantidades de agua subterránea y potencial de reposición, así como acuíferos fósiles en distintas zonas. No hay un sistema único para todos. Es muy diferente según las diferentes áreas.

Hay tres aspectos del cambio climático que deben tenerse en cuenta. Primero, da la casualidad que las zonas con mayor densidad de población también son las áreas donde las capas freáticas y los acuíferos son mínimos por razones geológicas variadas. Ese es un aspecto que provoca traslados desde ciertas ubicaciones en las tierras altas a las ciudades y ubicaciones en las tierras bajas.

En segundo lugar, tenemos el aumento del nivel del mar, lo cual es extremadamente importante porque hay al menos dos ciudades yemeníes principales que se encuentran en la costa (tres ciudades importantes si consideramos Mukalla como tal). Estas ciudades se verán bastante afectadas por el aumento del nivel del mar. Todas las comunidades pesqueras a lo largo de la costa quedarán también afectadas por el aumento del nivel del mar.

El tercer elemento es el problema de la degradación del suelo y la desertificación, que reduce la cantidad de tierra disponible para la agricultura, que, para empezar, ya es muy pequeña en Yemen. Esto también está directamente relacionado con los patrones cambiantes de lluvia, con sequías más largas y aguaceros más violentos y grandes tormentas. Todo eso supone una presión adicional, sobre todo porque estamos hablando de un país donde el 70% de la población vive en áreas rurales, dependiendo en gran medida de la agricultura y la ganadería. Todos estos aspectos se combinan para crear más problemas.

CAK: A lo largo de tu carrera has pasado una gran cantidad de tiempo viviendo en Yemen. ¿Cómo dirías que la prestación de los servicios sanitarios ha cambiado en las últimas décadas? Obviamente, la provisión de estos servicios se ha visto extremadamente dañada durante los últimos períodos de bombardeos y guerra. ¿Cómo ha evolucionado y se ha visto afectada la infraestructura de servicios y atención médica?

HL: Si nos ceñimos a los últimos diez o quince años, observando el sistema actual, lo que ha sucedido básicamente es que la forma en que el sistema sanitario ha estado funcionando ha quedado profundamente afectada por el enfoque de recuperación de costes del Banco Mundial. Tras la aceptación por parte del Estado del ajuste estructural, a partir de la década de 1990, las políticas gubernamentales han incluido la “recuperación de costes” para muchos servicios sociales, lo que significa que los usuarios deben pagar por los servicios prestados.

El nuevo sistema de recuperación de costes ha debilitado y reducido la oferta y cobertura estatal de los servicios sociales. En otras palabras, a las personas se les cobra por el tratamiento médico y la atención médica. En teoría, todavía hay atención gratuita en los hospitales, pero ahora solo hay hospitales en los pueblos y ciudades más grandes. Los hospitales gubernamentales también se complementan con hospitales privados.

El fomento del sector privado desde la unificación (de Yemen del Norte y Yemen del Sur) en 1990 ha incluido servicios médicos, tanto a través del personal del hospital que trabaja en sus propias clínicas privadas personales como con la apertura de hospitales privados. Básicamente, cualquiera puede abrir un hospital en Yemen; no hay ninguna normativa que lo impida. He visto edificios originalmente construidos como bloques de pisos que luego se convirtieron en hoteles. Posteriormente, un par de años después, se transformaron en hospitales. Se trata esencialmente de una estructura muy orientada a la obtención de beneficios.

En el campo de la medicina, las últimas décadas han estado marcadas por una afluencia muy considerable tanto de pequeñas empresas privadas con fines de lucro como de ONG, particularmente ONG financiadas internacionalmente, estas últimas han estado operando en establecimientos del sector público. En total, Yemen cuenta actualmente con unos cinco mil centros médicos en el país, de los cuales solo la mitad están operativos o parcialmente operativos. La otra mitad está cerrada o mínimamente operativa.

En los tres últimos años, a causa de la guerra, se han extendido las crisis médicas y sanitarias, comenzando con la epidemia de cólera. Después, la de malaria. Cuando fui a Yemen por primera vez hace décadas, apenas había malaria allí. A medida que se construyeron esquemas de suministro de agua en pueblos más grandes y ciudades pequeñas sin drenaje y sin saneamiento, los estanques de agua estancada se multiplicaron y los mosquitos, encantados. Ha habido un aumento de malaria y un aumento muy considerable en la fiebre del dengue y todas las demás enfermedades transmitidas por mosquitos. Estamos hablando de un sistema médico que, para empezar, era bastante inadecuado, y la mayor incidencia de enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades lo han llevado al colapso, así como a causa de la ausencia de salarios para el personal y la destrucción militar de las instalaciones. La crisis de la COVID-19 ha empeorado mucho todo.

CAK: ¿Puedes contarnos algo más sobre cómo la pandemia de la COVID-19 está afectando al país?

HL: Un problema importante es la falta de fondos para la respuesta a la COVID-19 y, de hecho, también para el agua y el saneamiento. La financiación para la COVID-19 era del 27% de la cifra requerida a finales de junio, y no era una cifra tan alta. Se pidieron 180 millones de dólares, cantidad que no creo que sea suficiente. Todas las agencias de las Naciones Unidas y las grandes ONG involucradas con los temas de agua y el saneamiento han remitido otro llamamiento desesperado a las agencias de financiación, señalando que (a partir de junio) solo disponían del 4% de los fondos que necesitan para el agua y el saneamiento, recordándoles a todos que la gente no puede lavarse las manos si no tiene agua y jabón. Manifestaron que el sector del agua (que en sus términos se refiere principalmente al sector urbano del agua) se encuentra en una situación bastante desesperada. No creo que hubieran escrito una carta tan desesperada si las cosas no fueran realmente mal.

El siguiente elemento es, por supuesto, la COVID-19. Hay veinticinco unidades de aislamiento operacional y seis laboratorios en el país con instalaciones para pruebas de COVID-19. Pero no ha habido un progreso significativo en los últimos meses. Prácticamente no se han hecho pruebas. Lo que ha ocurrido es que los médicos y el resto del personal sanitario han tenido que dejar de actuar y trabajar. Se han cerrado hospitales en Adén.

La situación de la COVID-19 es extremadamente grave, pero no hay cifras confiables disponibles para Yemen en su conjunto. Las cifras que aparecen en las estadísticas internacionales son ridículas. Hoy vi una sobre algo así como 600 casos. Es una cifra sencillamente ridícula, son muchos más.

CAK: Son aún necesarios 2.410 millones de dólares en ayuda para Yemen para poder continuar con la asistencia indispensable hasta fin de año. Si estos fondos no se recaudan, la ONU teme que esto tenga un efecto devastador en las personas que dependen de esta ayuda para servicios esenciales en el próximo período. Por supuesto que sería algo largo de explicar, pero ¿puedes compartir tu perspectiva sobre el contexto más amplio de este problema? En tu opinión, ¿qué ha llevado a este déficit?

HL: En 2019, el requerimiento del Plan de Respuesta Humanitaria de la ONU (PRH) fue de casi 4.200 millones de dólares, que creo que es el más alto de cualquier parte del mundo. Fue financiado al 86%, un récord increíblemente bueno para la financiación de la ONU. En varios países con grandes problemas humanitarios, la ONU emite anualmente un Plan de Respuesta Humanitaria basado en su evaluación de las necesidades, que se utiliza para solicitar fondos de la comunidad internacional. La apelación se presenta a la conferencia de donantes patrocinada por la ONU, generalmente celebrada en Ginebra, donde los diferentes Estados hacen sus promesas de contribuciones, que luego desembolsan a las diferentes agencias de la ONU y otras agencias involucradas en el Plan. Por lo general, se financia, de promedio, alrededor del 60%.

Sería factible todo tipo de debates sobre cómo trabaja la ONU con la distribución del dinero, en el sentido de que el sistema de contratación de ayuda humanitaria tiene tantos subcontratos que el porcentaje de dinero y apoyo que realmente llega a Yemen es mucho, mucho más pequeño, de lo que debería ser. El sistema de la ONU contratará a UNICEF, que a su vez contratará a su ONG internacional, que contratará a sus siguientes ONG internacionales, que después contratarán a nivel nacional, para después contratar a las ONG locales. Todos estos grupos cobran de esos fondos la parte correspondiente para sus gastos generales. (En el sistema del Reino Unido, por ejemplo, los gastos generales estándar para las empresas de consultoría de una organización superan ampliamente el 30%).

Tenemos una situación en 2020 en la que el monto comprometido (y eso significa comprometido, ni siquiera recibido) es sustancialmente menor de lo solicitado. La apelación fue un 25% menor que el año pasado, y cuando se celebró la conferencia en junio, la ONU pedía 2.400 millones de dólares. Las promesas recibidas en la conferencia fueron de 1.350 millones de dólares estadounidenses, mucho menos de lo requerido, en un momento en que la solicitud en sí era insuficiente dado el empeoramiento de la crisis humanitaria en general y la llegada de la COVID-19. Aunque, ciertamente, hay motivos para cuestionar la precisión de las evaluaciones en años anteriores, esto no resta valor a la desastrosa situación actual.

La OMS, UNICEF y otros han estado diciendo durante los últimos dos meses que, a menos que recibieran más dinero a finales de junio, comenzarían a clausurar sus operaciones. Ya han comenzado a hacerlo, y se teme que cerca de treinta, de cuarenta y uno, cierren.

Lo primero que se han visto forzados a hacer ha sido dejar de pagar al personal. En la actualidad, el personal de la mayoría de estas organizaciones era oficialmente personal sanitario del gobierno. Desde 2016 no se les ha pagado su salario debido a los efectos económicos de la guerra. Muchos miembros del personal médico recibieron “incentivos” gracias a los fondos internacionales, y eso es lo que ahora se ha agotado. Los médicos, las enfermeras y el personal médico de primera línea no disponen del equipo adecuado. La “Instantánea de Preparación y Respuesta” de la COVID-19 del 4 de julio de 2020 informaba  de que había 227.500 “artículos” de equipos de protección personal. (En Gran Bretaña, cuentan los artículos individuales, por ejemplo, un guante cuenta como un artículo, o un hisopo, a pesar de que se necesitan dos para hacer la prueba. Por eso, al ver 227.000 artículos, pongo la palabra artículos entre comillas).

¿Qué significa eso en términos de protección real? Pues que se espera que las personas trabajen sin que les paguen, sin protección, sin equipo, sin medicamentos. No puedo decir que culpe a las personas por limitarse a quedarse en casa, no salir fuera y no intentar hacerlo. Pero todavía hay mucho personal médico que está asumiendo estos riesgos y trabajando. Si consideramos la situación de la COVID-19, están arriesgando sus vidas, muriendo y a cambio de ningún salario. Creo realmente que es preciso abordar todo esto. Estamos hablando de una tasa de mortalidad extremadamente alta. Para cuando la gente llega a los hospitales, ya es demasiado tarde.

CAK: Yemen importa más del 90% de los alimentos básicos, y la seguridad alimentaria es un problema terrible. Hay tantas historias desgarradoras sobre familias que se ven obligadas a elegir a cuál de sus hijos alimentar en función de quién tiene más probabilidades de sobrevivir. Sencillamente, no hay suficiente para todos. ¿Ves algún camino a corto o largo plazo para una mayor independencia y sostenibilidad alimentaria? Obviamente, las cosas están empeorando mucho en lugar de mejorar en el término inmediato, pero ¿cómo crees que puede ser el próximo período desde una perspectiva alimentaria?

HL: Como has señalado, alrededor del 90% de los productos básicos son importados. Los alimentos básicos, que son el trigo y el arroz, se importan total o casi totalmente. Esto ha sido así durante décadas. Este no es un tema relacionado con la guerra, ya era así antes, aunque la guerra ha empeorado las cosas considerablemente. Hay muchos factores involucrados: uno, el rápido aumento de la población; dos, la extrema presión adicional del cambio climático; tres, el deterioro de las terrazas y otras zonas donde se cultivaban las cosechas.

Básicamente, creo que Yemen no puede volverse autosuficiente en el futuro. Sin embargo, las cosas pueden mejorar. Políticas agrícolas totalmente diferentes serían de ayuda, en particular un enfoque serio en el desarrollo de cultivos de secano de alto valor, así como variedades resistentes a la sequía para los cultivos básicos locales.

La guerra ha empeorado las cosas por dos razones: una, como cabía esperar, que la gente no puede permitirse comprar alimentos disponibles debido al colapso de la economía, el impago de los salarios del gobierno desde hace más de tres años, el cierre de la mayoría de las pequeñas empresas, el coste vertiginoso del combustible (para el transporte de alimentos y agua) y el aumento del coste de los alimentos disponibles. La segunda es el bloqueo de guerra en los puertos del Mar Rojo, que ha restringido la importación de productos básicos, incluidos los suministros comerciales y humanitarios.

La gente está siempre hablando de ayuda humanitaria, pero es el sector privado, y de forma comercial, el que realiza la mayoría de las importaciones de alimentos básicos. Una vez más, los problemas financieros son extremadamente importantes y el bloqueo es extremadamente importante para determinar qué llega y qué no llega a Yemen. Si estás analizando el impacto de la reducción de la ayuda, otra cuestión a tener en cuenta este año, como resultado de COVID-19 y otros factores, es una reducción significativa en las remesas. Las remesas podrían caer alrededor del 70%. Las remesas han sido previamente al menos tan importantes como todas las demás fuentes de ayuda.

En cuanto a las perspectivas a largo plazo, una de las cosas que ha sucedido, y nuevamente tenemos que volver a la cuestión del agua, es que el área irrigada ha crecido, lo que significa que ha habido mucha más presión sobre el agua, lo que implica eventualmente que muchas partes del Yemen ya no será aptas para la habitación humana. Esto obligará a la gente a trasladarse, probablemente a Arabia Saudí, Omán y los EAU, en un caso claro de migración forzada. Cuando se acaba el agua, la gente no tiene otra opción.

Carly A. Krakow es escritora, investigadora y activista, y actualmente es candidata a un doctorado en Derecho Internacional en la London School of Economics and Political Science. Sus escritos han aparecido en publicaciones como Al Jazeera, openDemocracy, Truthout y la revista académica Water. La investigación de Carly se centra en la injusticia ambiental y los derechos humanos en contextos de apatridia y desplazamiento.

Helen Lackner es becaria visitante en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y asociada de investigación en SOAS, Universidad de Londres. Fue becaria Sir William Luce 2016 en la Universidad de Durham. Su último libro es “Yemen in Crisis: The Road to War”, publicado en Estados Unidos por Verso en 2019 y por Al Maraya en árabe en enero de 2020.

Fuente: https://www.jadaliyya.com/Details/41491

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a las autoras, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.