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Esperando un respiro

Fuentes: Rebelión

A estas alturas de la película no debería sorprender a nadie el patético espectáculo que están dando las señorías del PP. No debería sorprendernos, digo, porque la clase social a la que representan (digámoslo sin ambages: la clase adinerada, los del pisazo en Serrano y la casona en Santander para el veranito, los del confesionario […]

A estas alturas de la película no debería sorprender a nadie el patético espectáculo que están dando las señorías del PP. No debería sorprendernos, digo, porque la clase social a la que representan (digámoslo sin ambages: la clase adinerada, los del pisazo en Serrano y la casona en Santander para el veranito, los del confesionario y la faltriquera de 21 gramos, pero de oro, los de la oscuridad de semen retenido y sacristanes), esa clase social, sí, tiene a sus espaldas un amplio historial de comportamientos ejemplares en democracia. Desde el sutil episodio del Dragon Rapide de no hace tanto hasta el reciente affaire de la Comunidad de Madrid, la burguesía acomodada, los militares de las jerarquías y los altos cargos de la iglesia se han venido caracterizando por un rechazo visceral a todo lo que huela a popular.

Pero resulta que ahora se lleva ser demócrata, ya ves tú, y a estos señoritos se les llena la boca hablando de democracia en Cuba, en Venezuela, y en todos los lugares en los que su doctrina neoconservadora del capitalismo salvaje no ha terminado de cuajar. Ahora lo que se lleva es el voto, porque los tiempos han cambiado, hay que renovarse o morir, así que, por favor, no me hables más de mi pasado oscuro, no me recuerdes a Franco, a Mussolini, a Hitler o a Tejero, no me arrojes a la cara los viejos fantasmas, que para eso hemos pasado una transición ejemplar, y nuestro reyecito hace el esfuerzo de pasearse en yate y de veranear en palacios de invierno sólo por nuestro bien.

Ahora hay que ser demócrata, ahora hay que respetar, aunque por detrás de esos hermosos mascarones de proa del «moderado» Rajoy, y de los suyos, continúen aullando los dobermans de la discriminación y del agravio comparativo, porque siempre ha habido clases, por favor, sobre todo cuando se pertenece a una clase tan cool como la que juega al pádel en el Palestra de Pradillo, en Madrid. Ahora hay que votar, y rasgarse las vestiduras ante los comportamientos poco democráticos de quienes no entran en el juego, ahora hay que meterla en las urnas, la papeleta, quiero decir, y si los resultados no nos favorecen, siempre nos quedará el dinero, los 1500 millones por cabeza que pagaron a Sáez y Tamayo por ausentarse de la Asamblea de la Comunidad de Madrid en la sesión de investidura. La democracia es la clave, la palabra mágica, el alojomora de esta historia de Harry Potter en la Cámara Secreta, sólo que la Cámara Secreta es la del Congreso y el basilisco que aguarda dentro se ha dividido en un montón de diputados que arrojan fuego por los ojos y mierda por la boca.

El espectáculo está servido, la bronca se institucionaliza en el parlamento, y las razones, y las palabras, y los argumentos, se van sustituyendo de forma nada sutil por los gritos, las patadas, los insultos y los salivazos, pero luego, de cara al exterior, mantengamos las formas, que ya decía ese viejo refrán franquista (que igual hasta era del Opus Dei) lo de virtudes públicas y vicios privados. La corbata bien atada, el traje impecable, las uñas con manicura y los zapatos, ah, los zapatos, relucientes y embetunados, que no hay nada que te levante más la conciencia de clase superior que sentarte en uno de esos sillones carpetovetónicos que todavía hoy se mantienen en algunos hoteles, como el Palace, y permitir que un proletario domado te saque brillo al tafilete mientras lees las cotizaciones de bolsa en el Wall Street Journal. Hay que mantener la compostura, hay que tratar a los criados con educación, pero con firmeza y distancias, no dejemos que se quiten el uniforme y, por supuesto, que pidan permiso antes de dirigirse a nosotros, no vayan a pensar que somos iguales, siempre ha habido clases, por favor.

La bronca, la bronca del parlamento, los gritos y ladridos de los dobermans, las invectivas y los desplantes, ahora me cabreo y me marcho, y te dejo con la palabra en la boca, y no te ajunto, porque no piensas como yo, porque no acatas lo que digo, porque lo que estás planteando, aunque sea de una forma muy difusa, es cambiar el estado de cosas, y de eso nada, a ver si resulta que ahora me va a tocar a mí limpiarle los zapatos a un proleta. Así que de cambios nada, de leyes igualitarias nasti de plasti, las parejas homosexuales que se vayan a tomar por retambufa (como dice ese insigne «progresista» y por otra parte gran escritor, Jaime Campmany), las mujeres que se aguanten y no pidan más, que ya tienen bastante con que las dejemos salir de casa a currar por menos dinero, ¿y qué es eso de educación laica, condones, sexo seguro y parejas de hecho? Basta ya de tonterías, de talante y de diálogo, a partir de ahora establecemos la bronca, el hooliganismo parlamentario, los gritos, las patadas, los insultos, porque de lo único que se trata es de que el PSOE no termine la legislatura, lo único que queremos es echarles, al precio que sea.

La bronca, sí, la mierda vomitada, porque el PP insulta, cuestiona, se ríe del otro (como el tal Moragas, nuestro hombre en La Habana, que se reúne con conspiradores y luego se sorprende de que no le dejen entrar, pobrecillo), la estrategia del acoso y derribo, la ausencia de razones y la superabundancia de vituperios, el ataque permanente como mejor defensa, porque para que no me echen en cara mis miserias, nada mejor que poner sobre el tapete las de los demás. La estrategia de la cortina de humo, o la de la tierra quemada en tiempos de guerra, porque estos tipejos siempre están en guerra de uno u otro modo. Así que arremeten contra todo el mundo, acusan de terroristas a partidos elegidos democráticamente, tachan de asesinos a políticos, a periodistas, y a cualquiera que se atreva a discrepar de su doctrina oficial, de su pensamiento único, de esa Biblia que no es la del Opus, pero que también, coño, también. Y luego se echan las manos a la cabeza cuando les acusan a ellos de haber apoyado un golpe de Estado, tiene narices.

Por supuesto que Aznar apoyó el golpe contra Chávez, al igual que su antepasado y mentor espiritual, o sea, Franco, apoyó en su día el golpe de Chile y el asesinato de Allende, igual que el presidente de honor de su partido, un dinosaurio llamado Fraga, apoyó durante su reinado en el Jurásico superior de la España invertebrada las dictaduras de los sucesivos oligarcas sudamericanos, como Perón, como Videla, como Batista. Otra cosa es que no sea políticamente correcto contarlo de sopetón en un programa de la tele, otra cosa es que no sea prudente que un ministro de Exteriores lo suelte, así, sin anestesia, otra cosa es que el momento no sea el adecuado. Pero teniendo en cuenta la que están organizando los peperos en todos los ámbitos de la vida política, considerando el grado no ya de crispación, sino de «tombolización», que están propiciando en la sociedad española, creo que más que seguir hablando de «defectos de forma», lo que conviene es pedirles que se tranquilicen, que se lo tomen con calma, que nos están estresaaando, hombre. Que se dediquen a sus cositas, al pádel, a las cacerías, a los yates, a los restaurantes caros y a los trajes a medida, y que dejen ya de una vez de gritar, que luego, cuando les gritan a ellos, cuando la gente se levanta, y se manifiesta frente a sus sedes, se ponen nerviosos, y dicen que hay una campaña orquestada, una conjura judeomasónica, o salen con lo de que estamos todos manipulados. Un poquito de por favor.