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Violación masculina y tortura sexual en la guerra siria

«Está en todas partes»

Fuentes: The Guardian

Cuando se le pidió a Sarah Chynoweth que informara sobre la violencia sexual contra hombres y niños en la crisis de Siria, no tenía idea de la magnitud del problema. Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El precio de la guerra en Siria ha sido inconmensurable. La Ciudad Vieja de Homs ha sido destruida por años de conflicto. Fotografía: Andrew McConnell / ACNUR

EL año pasado acordé llevar a cabo una misión de investigación para la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, sobre la violencia sexual contra hombres y niños en la crisis siria. Sabíamos que muchas mujeres y niñas estaban siendo blanco de violaciones y otros actos de violencia sexual, pero no sabíamos mucho sobre lo que les estaba sucediendo a hombres y niños. Basándome en algunos informes existentes, asumí que algunos niños estaban siendo víctimas, así como algunos hombres en centros de detención, pero que la violencia sexual contra hombres no era común. Me preocupaba que algunos refugiados hubiesen oído algunos reportes y que de todos modos no me hablaran sobre un tema tan tabú. No podría haber estado más equivocada.

En octubre de 2016 aterricé en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, adonde habían huido más de 200,000 refugiados sirios. ACNUR me procuró un traductor y mantuve conversaciones con los refugiados en un campamento cercano. Me reuní con el primer grupo, ocho hombres sirios que habían huido de la guerra. Les pregunté sobre sus vidas en el campamento, cómo estaban viviendo y cuáles eran sus principales preocupaciones. Una vez que establecimos cierta relación tanteé si habían oído hablar de informes de violencia sexual contra hombres o niños en Siria. Me miraron con incredulidad, como si no pudieran creer que estaba haciendo una pregunta tan básica, diciendo: «Sí, por supuesto. Está en todas partes. Está sucediendo [desde] todos los lados».

Me sorprendieron su respuesta y su franqueza. Yo también era escéptica: los rumores son desenfrenados en las zonas de guerra. ¿Han escuchado algún reporte de alguien que conocían personalmente? De nuevo rotundos «síes» de los hombres como respuestas. A medida que me reunía con más y más refugiados, casi 200 en el Kurdistán iraquí, Jordania y el Líbano, recibí respuestas similares y me inundaban de historias desgarradoras.

En Líbano un palestino que había vivido toda su vida en Siria solicitó hablar conmigo después de una discusión grupal. Me contó que los hombres armados habían entrado en su aldea y lo habían violado. La experiencia lo había dejado devastado y estaba demasiado angustiado emocionalmente para trabajar, a pesar de que tenía que ocuparse de su hermana menor.

En Jordania un joven sirio me contó sobre su tío, que había sido detenido al azar. Mientras estaba detenido sus captores lo torturaron sexualmente. Después de su liberación dejó de comer y se convirtió en alcohólico, muriendo poco después por insuficiencia hepática.

Varias mujeres describieron que los hombres cambiaron después de estas experiencias: se aislaron, dejaron de interesarse por el sexo y a veces se volvieron violentos. Algunos no pudieron trabajar debido al impacto físico y mental de la violencia, poniendo a sus familias en riesgo de pobreza.

Conocí a un hombre que sufría lesiones dolorosas y debilitantes como resultado de la tortura sexual y algunos trabajadores humanitarios dijeron que las lesiones anales no eran infrecuentes entre los hombres que habían sido detenidos.

Los relatos fueron desgarradores y horrorosos. También fueron abundantes. En un gran campamento de refugiados en Jordania, conocí a un grupo de mujeres ansiosas por hablar sobre el tema. Según ellas los hombres y los niños son objeto de abusos sexuales sistemáticos durante su detención en Siria, un comentario del que se hicieron eco otros refugiados, y decenas de hombres fueron detenidos por diferentes grupos armados. Les pedí que estimaran cuántos hombres en el campamento habían sufrido violencia sexual mientras estaban detenidos. Dijeron: «Entre el 30 % y 40 %. No podemos pensar en alguna familia que no tenga a alguien [que fue detenido y sufrió abusos sexuales]».

Otros refugiados me contaron que los grupos armados llevaban a cabo redadas en los hogares, durante las cuales «violaban a todos», tanto mujeres como hombres. Escuché esa frase varias veces de los refugiados en los tres países.

La gente dijo que después de haber huido a los países vecinos algunos jóvenes estaban siendo víctimas de la violencia sexual por parte de otros jóvenes u hombres mayores, que los atraían con promesas de comida o dinero. Algunas mujeres dijeron que sus hijos estaban demasiado asustados para ir a la escuela, temerosos de ser atacados sexualmente en el camino o en la escuela por sus compañeros.

Lo que más me sorprendió fueron los relatos de la explotación sexual en el trabajo. Un hombre sirio de 18 años que estaba trabajando en dos empleos fue la primera persona que me contó sobre ello. Contó que su jefe exigió favores sexuales antes de pagar su salario. Sintió que no podía negarse porque tenía que ocuparse de su madre y sus dos hermanas; su desesperación y vergüenza eran palpables. Era una historia que escucharía de otros hombres y niños refugiados, muchos de los cuales trabajaban sin permiso legal. Enfrentados a la pobreza extrema, la disminución de la ayuda y las intensas presiones para mantener a sus familias, dijeron que no tuvieran más remedio que someterse.

También me reuní con un grupo de refugiados homosexuales y transexuales que enfrentaron el doble estigma de ser tanto refugiados como minorías sexuales y de género. Un homosexual me dijo que, en Siria, había estado detenido cuatro meses, durante los cuales él y otros detenidos fueron violados analmente con palos y botellas. Aún siente dolor cuando está sentado. Había huido a un país vecino, pero no encontró seguridad allí. Allí también fue atacado sexualmente por una pandilla local y por un guardia de seguridad. Sabía que todavía estaba en riesgo.

Otros miembros del grupo compartieron relatos perturbadores de agresiones sexuales por parte de taxistas, vecinos, propietarios y personal militar. Tenían mucho miedo de informar de esto a la policía, que podría atacarlos de nuevo o incluso arrestarlos bajo las leyes que se refieren a la «moral pública» o las «prácticas antinaturales».

En Jordania conocí a un grupo de psicoterapeutas especializados en el tratamiento de sobrevivientes de tortura y les pregunté por qué se estaba utilizando la tortura sexual en este conflicto. Dijeron que la tortura fue diseñada para infligir un profundo dolor psicológico que distorsiona la percepción de uno mismo. En lugares como Siria, donde la actividad sexual entre personas del mismo sexo está estrictamente prohibida y los roles de género tradicionales están arraigados, el uso de la tortura sexual a hombres y niños no es sorprendente.

Estudios de otras guerras donde se documentó la violencia sexual -como en Liberia, el norte de Uganda y la antigua Yugoslavia- también muestran que los hombres y niños son blancos de una variedad de violencia sexual. La violencia sexual en tiempo de guerra es un tema complejo, pero también puede ser una forma muy efectiva de humillar, aterrorizar y subyugar a mujeres y hombres.

Y aunque las mujeres y las niñas son las principales víctimas durante el conflicto y el desplazamiento -con una estimación de que una de cada cinco mujeres desplazadas por la fuerza ha sufrido violencia sexual, y esto probablemente sea una subestimación- no significa que el número de hombres supervivientes sea pequeño. Por ejemplo, un estudio de 2010 en el este de la República Democrática del Congo reveló que casi una cuarta parte de los hombres -se estima que 760.000 hombres- en determinados territorios afectados por el conflicto habían sufrido violencia sexual. Las personas LGBTI corren un riesgo particular de sufrir violencia sexual bajo custodia y como refugiados.

La buena noticia es que algunas organizaciones humanitarias están comenzando a reconocer el problema y brindan servicios básicos para hombres sobrevivientes. Pero se necesita mucho más para prevenir esta violencia y ofrecer apoyo y cuidado a los hombres y niños que han sido víctimas sexuales. Este trabajo debería complementar y cuando sea posible reforzar los programas para mujeres y niñas, que son las más afectadas por la violencia sexual y enfrentan una miríada de formas de violencia, discriminación y subyugación.

En nuestro informe solicitamos mejorar la defensa y las dotaciones del personal, amén de más información. Pero también pedimos a los donantes que financien programas desesperadamente necesarios en esta área. La clave para prevenir y responder a la violencia sexual contra hombres y niños es crear conciencia, sensibilizar al personal de ayuda y trabajar con las comunidades para establecer programas específicos. Esto no se puede lograr sin financiación. El dinero para los programas que abordan la violencia sobre las mujeres y las niñas ya es escaso, y se necesitan fondos específicos adicionales para hombres, niños y minorías sexuales y de género. Estados Unidos es uno de los pocos gobiernos donantes que ha proporcionado fondos para abordar la violencia sexual contra hombres y niños en contextos humanitarios.

La administración de Trump ha propuesto fuertes recortes al presupuesto de asuntos internacionales para 2018, lo que impactaría en la ayuda al desarrollo en el extranjero y el apoyo a las agencias de la ONU. Esto sería devastador no solo para los sirios, sino para los 65 millones de personas en todo el mundo que luchan contra los horrores de la guerra, los desastres y el desplazamiento, y en algunos casos, la violencia sexual.

Los recortes serían catastróficos para las organizaciones más pequeñas, y a menudo locales, que brindan servicios que salvan vidas en entornos peligrosos donde operan pocas o ninguna agencia humanitaria internacional. La mayoría de las organizaciones que ofrecen atención a sobrevivientes de violencia sexual masculina en las áreas que visité eran mujeres locales, LGBTI y grupos de derechos humanos, muchos de los cuales dependían de fondos de la ONU y otras agencias internacionales respaldadas por el gobierno de los EE.UU.

Las historias de los refugiados que conocí nos recuerdan que los recortes propuestos afectarían las posibilidades de vida de algunas de las personas más vulnerables del mundo. Estos hombres y niños, como todos los sobrevivientes de guerras y desastres, merecen y tienen derecho a protección, apoyo y atención de buena calidad. 

Sarah Chynoweth escribió el informe encargado por ACNUR We Keep It in Our Hearts: Sexual Violence Against Men and Boys in the Syria Crisis.

Fuente: https://www.theguardian.com/working-in-development/2017/nov/21/male-sexual-torture-in-the-syrian-war-it-is-everywhere

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.