Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
La decisión de acusar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu de tres cargos criminales separados empuja el estancamiento electoral ya sin precedentes en el país y al territorio completamente desconocido de una crisis constitucional.
No existe un precedente legal de un primer ministro en funciones que enfrenta un juicio, en el caso de Netanyahu por soborno, fraude y abuso de confianza. El exprimer ministro israelí Ehud Olmert fue acusado de corrupción en 2009, pero después de haber renunciado a su cargo.
Los comentaristas israelíes ya están advirtiendo de la posibilidad de una guerra civil si, como parece probable, Netanyahu decide castigar a sus partidarios de extrema derecha en un frenesí de indignación. Después de una década en el poder, ha desarrollado un estado casi de culto entre los perfiles del público.
El martes por la noche convocóa sus partidarios a protestas masivas en Tel Aviv con la consigna «alto al golpe».
Lo honorable sería que Netanyahu renunciara rápidamente, dado que las dos elecciones que peleó este año terminaron en un punto muerto. Ambas fueron vistas principalmente como plebiscitos sobre la continuidad de su Gobierno.
Ahora es el primer ministro interino del país, hasta que se forme un nuevo gobierno o se celebre -sin precedentes- una tercera elección.
Su alejamiento terminaría con meses de una cuasi parálisis gubernamental, se abriría el camino para que un sucesor de su partido Likud pueda negociar un acuerdo para un gobierno de unidad de derecha con el rival Benny Gantz, un exgeneral del ejército.
El partido Azul y Blanco de Gantz ha hecho de esto un punto de principio para no forjar una alianza con Netanyahu.
Sin embargo, la experiencia previa sugiere que Netanyahu podría preferir tirar la casa abajo en lugar de irse en silencio. Si se le permite seguir adelante con otras elecciones en marzo, es probable que alimente nuevos niveles de incitación contra sus supuestos enemigos.
Hasta ahora el objetivo principal de su veneno ha sido predecible. Durante las campañas de abril y septiembre criticó sin descanso a la quinta parte de la ciudadanía israelí que es palestina, así como a sus representantes electos en la Lista Conjunta, la tercera facción más grande de la Knéset.
Poco antes de que se anunciara la acusación del jueves pasado, Netanyahu volvió a hacerlo, celebrando una «conferencia de emergencia». Dijo a sus partidarios que un gobierno minoritario dirigido por Gantz y respaldado desde afuera por la Lista Conjunta sería un «ataque nacional histórico contra Israel». Los parlamentarios de la minoría palestina, dijo, «quieren destruir el país».
Tal gobierno, agregó, resultaría en una «celebración en Teherán, en Ramallah y en Gaza, como lo hacen después de cada ataque terrorista».
Este alarmismo repetido tenía un objetivo obvio: unir al público judío para votar por su coalición de extrema derecha, ahora abiertamente antiárabe. La esperanza era que ganaría una mayoría absoluta y luego podría forzar a través de la legislación el otorgamiento de inmunidad de enjuiciamiento.
Ahora parece haberse quedado sin tiempo. Finalmente, después de tres años de investigaciones y mucho esfuerzo, el fiscal general, Avichai Mandelblit, lo acusó.
Según los medios israelíes, Netanyahu rechazó las oportunidades de un acuerdo de culpabilidad que lo habría hecho renunciar a cambio de evitar la cárcel.
Según la acusación más grave, se le acusa de otorgar beneficios al magnate de los medios Shaul Elovich por un valor de 500 millones de dólares a cambio de una cobertura favorable.
Asediados por los crímenes que él y otros líderes israelíes han perpetrado durante muchas décadas contra los palestinos en los territorios ocupados, los delitos por los que es acusado parecen relativamente menores. Sin embargo, si se lo encuentra culpable, Netanyahu enfrenta una sentencia de prisión sustancial de hasta 10 años. Eso hace que las apuestas sean altas.
Todas las señales ahora son que virará su blanco principal de la minoría palestina de Israel a las autoridades legales que lo persiguen.
Su primera respuesta a la acusación fue acusar a la policía y los fiscales estatales de un «intento de golpe», alegando que habían fabricado la evidencia para «cercarlo». «Ha llegado el momento de investigar a los investigadores», instó.
Como un dirigente de Azul y Blanco dijo al veterano reportero israelí Ben Caspit: «Netanyahu no dudará en enfrentar a sus seguidores con las instituciones de Gobierno que representan el Estado de derecho. No tiene inhibiciones».
Técnicamente la ley permite que un primer ministro continúe sirviendo mientras está bajo acusación y antes de un juicio, que todavía está a muchos meses de distancia. Suponiendo que Netanyahu se niegue a renunciar, los tribunales tendrán que decidir si este privilegio se extiende a un líder interino que no puede formar un nuevo gobierno.
Por lo tanto, es probable que Netanyahu centre su atención en intimidar a la Corte Suprema, ya intimidada por una década de latigazos de la derecha israelí. Los críticos acusan injustamente a la Corte de bastión del liberalismo.
Pero pueden presentarse peligros mayores. Netanyahu necesita mantener a su propio partido del Likud a raya. Si sus miembros sienten que ha terminado, su apoyo podría sufrir un rápido colapso y avanzar hacia un intento de derrocarlo.
Los primeros indicios de problemas surgieron el sábado cuando Gideon Saar, el más probable rival de Netanyahu en el Likud, lo acusó de «crear una atmósfera de caos» denigrando a las autoridades legales. El martes fue más allá pidiendo a Netanyahu que renunciara.
Después de que Gantz y Netanyahu no lograran formar una coalición, la tarea fue pasada la semana pasada al Parlamento. Sus miembros tienen poco más de quince días para ver si uno de ellos puede reunir a la mayoría de los parlamentarios.
Este breve lapso podría proporcionar una oportunidad para que Saar se mueva contra Netanyahu. El domingo presentó una solicitud oficial para que el partido Likud celebre una rápida elección de liderazgo.
Los observadores temen que, para mitigar este peligro, Netanyahu podría considerar no solo inflamar a su base, sino también incendiar la región con un conflicto para reunir al resto del público a su lado y hacer imposible su remoción.
De hecho los medios de comunicación israelíes informaron de que, poco antes de las elecciones de septiembre, había tratado de hacer precisamente ese truco, preparando una guerra en Gaza para justificar el aplazamiento de la votación.
Fue detenido en el último momento por Mandelblit, quien se dio cuenta de que el Gabinete había sido engañado para aprobar una acción militar. Según los informes, Netanyahu les había ocultado el hecho de que el comando militar se oponía.
En las últimas semanas Netanyahu ha avivado las graves tensiones con Gaza asesinando al líder de la Jihad Islámica Palestina Baha Abu Al Atta. La semana pasada lanzó ataques aéreos contra posiciones iraníes en Siria.
Cuando Olmert estaba siendo investigado por corrupción en 2008, Netanyahu advirtió sabiamente de la peligrosa confusión de intereses que podría resultar. «Tomará decisiones basadas en sus propios intereses de supervivencia política en lugar de los intereses nacionales», dijo.
Y esa es precisamente la razón por la cual muchos en Israel desean ver la despedida de Netanyahu, en caso de que su instinto de supervivencia política supere los intereses de la estabilidad en la región.
Una versión de este artículo apareció por primera vez en National de Abu Dhabi.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus libros incluyen «Israel y el choque de civilizaciones: Irak, Irán y el plan para reconstruir el Medio Oriente» (Plutón Press) y «Desaparecer Palestina: Experimentos de Israel en la desesperación humana» (ZedBooks). Su sitio web es www.jonathan-cook.net
Fuente: http://www.unz.com/jcook/is-netanyahu-ready-to-inflame-war-to-escape-his-legal-troubles/
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