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¿Está realizando Israel un nuevo «experimento» con seres humanos en Gaza?

Fuentes: Público

Imagínense un campo de concentración con dos millones de personas, sin posibilidad de salir. Piensen en unos carceleros que entre otros objetivos estudian el comportamiento humano en situaciones al límite y para ello recurren al uso cotidiano del terror, la tortura y aislamientos durante un largo periodo de tiempo; privación de alimentos y medicamentos; derruir […]

Imagínense un campo de concentración con dos millones de personas, sin posibilidad de salir. Piensen en unos carceleros que entre otros objetivos estudian el comportamiento humano en situaciones al límite y para ello recurren al uso cotidiano del terror, la tortura y aislamientos durante un largo periodo de tiempo; privación de alimentos y medicamentos; derruir las viviendas (teniendo en cuenta que el ser humano es madriguera), destruir el resultado de su durísimo trabajo (aplicando una ‘Ecocidia’ sistemática y arrancando unos 2.000.000 de árboles frutales después de golpear y asesinar a decenas de mujeres y hombres campesinos); impedir que reciban agua y luz suficientes, que trabajen, que tengan ocio, que se relajen sometiéndoles a diferentes grados de estrés; lanzarles toneladas de bombas, misiles y sustancias químicas como el fósforo blanco, no sólo para eliminar la población sobrante del campo, sino también para analizar el estado de shock y el complejo sentimiento de dolor y sufrimiento de los supervivientes al ver con impotencia el cuerpo destrozado de sus hijos, de sus seres queridos delante de sus ojos.

A estos experimentos iniciados hace 10 años en Gaza, como en un macabro Reality Show, los israelíes han añadido uno nueva prueba: simular la Edad de Piedra, cortándoles las horas de electricidad de 7 a 2,5 horas al día, para ver cómo conservarán los bancos de sangre o como se mantendrán con vida los recién nacidos en las incubadoras, los enfermos de cáncer o los pacientes en diálisis; cómo aguantarán el calor asfixiantes de este verano sin ventiladores o conservarán los alimentos sin nevera, o cómo depurarán el agua para lavarse, cocinar, regar sus cultivos, etc.

Los destartalados generadores de los hospitales no han podido salvar la vida de una veintena de pacientes, entre ellos Yara, una bebé de tres años. La única planta de energía de Gaza cerró en abril por falta de combustible, y desde entonces, Israel se ha convertido en su proveedor de electricidad.

Pero, Tel Aviv aunque es el principal responsable de esta tragedia, no es el único. La nueva medida ha sido solicitada por la Autoridad Palestina (AP) que así pretende castigar a Hamas por el impago de las facturas de luz de Gaza. El castigo colectivo está a la orden del día… Aquí hay un pulso entre la burguesía palestina por el poder a expensas de millones de compatriotas desharrapados: se trata de la lucha de clase en el medio de un movimiento nacional de liberación contra el colonialismo israelí.

Para no olvidar los orígenes de la crisis

El bloqueo significa que los soldados de ocupación impidieran a Rula Ashtiya, a punto de dar a luz, y su marido el paso para llegar a un ambulatorio. Dio a luz tirada en el suelo y ante las miradas indecentes de aquellos hombres armados. El bebé murió y sólo entonces le dejaron ir a pie al hospital en Nablus, con su hijo muerto en los brazos. Esta es la punta de Iceberg de la brutalidad del bloque, de los inhumanos métodos utilizados por el régimen israelí, que al puro estilo del Estado Islámico, lava el cerebro de sus soldaditos de 18 años, convirtiéndolos en monstruos.

Los objetivos de Israel

Israel, un pequeño punto en el mapa para ser una potencia regional hegemónica, además de las armas y el dinero que recibe de los aliados occidentales, necesita territorio, petróleo y agua, y estos elementos están en las tierras vecinas. De hecho, Israel ha sido el principal ganador de las guerras de EEUU contra Irak, Libia y Siria y las sanciones y amenazas que sufre Irán. Ahora pretende matar lentamente a los olvidados palestinos de Gaza, para quienes el debate ha dejado de ser «un estado o dos», sino cómo conseguir agua y pan.

El proyecto de Gran Israel pretende «fabricar» palestinos enfermos, mutilados, analfabetos, incapaces en el presente y futuro a proteger sus derechos sobre su tierra. Acosando a la población, Israel pretende forzar a los líderes palestinos a la rendición total por las buenas, si no, provocar una Intifada, y conseguirla por la guerra. La tentación de quedarse con el gas de Gaza en el Mediterráneo y trazar el gaseoducto para el 2025 es irresistible: de allí, en parte, el silencio cómplice de Bruselas.

Aunque sea un Estado de Apartheid, ninguna potencia le trata a Israel como a una «paria». ¡Hasta se le considera un estado democrático a pesar de ser regido por los intereses de un grupo religioso-étnico con una ideología arcaica! Si a veces Occidente le critica por los asentamientos, se debe a una estrategia de distracción con el fin de no exigirle la desocupación o el levantamiento del bloqueo. Es lo que Obama hizo antes de marcharse, mientras se negaba a exigir a Israel a cumplir la legalidad internacional y le asignaba una ayuda militar valorada por 38.000 millones de dólares. Tiempos atrás, los presidentes de EEUU que temían un acercamiento de los árabes a la Unión Soviética se imponían a un Israel desbocado: en 1956 después de la crisis de Suez, Dwight Eisenhower amenazó a su pequeño aliado con castigos económicos si no se retiraba del Sinaí; Gerard Ford en 1975 se negó a proporcionar más armas al Estado judío hasta completar su salida del territorio egipcio; Carter en 1977 le exigió evacuar El Líbano, y acudir a Camp David, si quería más bombas y misiles.

Hoy Israel no está bajo ninguna presión, y salvo que las estrellas se alinearan para que se formara a nivel internacional un movimiento progresista que pare los pies a los pequeños y grandes países imperialistas, poco se puede hacer, incluso para salvarle de sí mismo y hacerle entender la lógica de los vasos comunicantes. Para Netanyahu el costo de un acuerdo de paz es mucho mayor que mantener la situación actual, debido a la oposición de los ultra ortodoxos y colonos judíos y una creciente presencia de la extrema derecha religiosa en el seno del ejército.

Matar por el bloqueo no escandaliza a la opinión pública mundial, todo lo contrario: puede presionar a los regímenes árabes, incluyendo Arabia Saudí, para un acercamiento a Israel para ‘solucionar el conflicto’.

En las próximas semanas la tensión puede convertirse en conflicto, cuando Israel empiece las excavaciones alrededor de la Franja de Gaza para crear una barrera subterránea y evitar que Hamas construya túneles transfronterizos. Obviamente, Israel está provocando una nueva Intifada, mientras Hamas espera un milagro que rehabilite su legitimidad.

No hay un conflicto israelo-palestino, sino una política sionista diseñada para acabar con una población desarmada y secuestrada. Los partidos políticos y movimiento sociales progresistas deben incluir en su agenda política el objetivo de poner fin al bloqueo a Gaza.

Propuso Ayelet Shaked, la diputada israelí, «matar a todas las madres palestinas para que dejen de parir ‘pequeñas serpientes'», ignorando que las ‘soluciones finales’ finalmente estallan en la cara de sus ideólogos.

Fuente original: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/