Nuestras sociedades han sido testigos, estas últimas semanas, de situaciones que ejemplifican la complicidad entre el Imperialismo y el sionismo cuando se trata de violar el derecho, los acuerdos y las relaciones internacionales. Esa complicidad entre el régimen de Estados Unidos y la entidad israelí, complicidad definida como la relación que se establece entre personas […]
Nuestras sociedades han sido testigos, estas últimas semanas, de situaciones que ejemplifican la complicidad entre el Imperialismo y el sionismo cuando se trata de violar el derecho, los acuerdos y las relaciones internacionales.
Esa complicidad entre el régimen de Estados Unidos y la entidad israelí, complicidad definida como la relación que se establece entre personas o regímenes que participan en profundidad y/o coincidencia en una acción determinada, ha tenido últimamente un ejemplo ilustrativo con el traslado de la Embajada de Estados Unidos en Tel Aviv a Al Quds, Jerusalén, violando con ello todas las resoluciones que establecen la necesidad de no alterar el estatus definido para esta ciudad Palestina. Así establecido por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y su Asamblea General en diversas resoluciones. La jurisprudencia respecto a la necesidad de conservar el estatus legal, religioso y cultural de Jerusalén se remonta a la Resolución N°181 de noviembre del año 1947 y la última de las cuales ha sido establecida por la Resolución N° 2334 de diciembre del año 2016.Por ello, todas las embajadas se encuentran radicadas en Tel Aviv y tal conducta se había mantenido inalterable, a pesar de las amenazas que Washington venía haciendo permanentemente.
Sumemos la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia establecida en julio del año 2004, al igual que todas las resoluciones relativas a Al Quds, coinciden que Al Quds Este, es territorio palestino bajo ocupación militar y que cualquier decisión, práctica e intensificación de esa ocupación mediante construcción de muros, asentamientos, instalación de colonos judíos destinadas a cambiar la composición demográfica de la ciudad, son de ilegalidad absoluta. La CIJ señaló que «esos asentamientos establecidos por Israel en la Palestina ocupada contravienen el derecho internacional. La construcción del muro y su régimen conexo crean un hecho consumado, que puede pasar a ser permanente. Riesgo que la situación resulte equivalente a una anexión de facto. La construcción del muro es un grave obstáculo para el ejercicio por el pueblo palestino de su derecho a la libre determinación»
El hijo criminal y su padre putativo
Esa confabulación, el aval estadounidense al atropello de los derechos humanos de los palestinos a manos del sionismo. La conducta complotadora por sostener, contra viento y marea, al régimen criminal israelí, es parte indisoluble de las relaciones entre Washington y Tel Aviv, desde el surgimiento artificial de Israel el año 1948. Relación, que bajo el mandato de Donald Trump alcanza ribetes de escándalo e inmoralidad, situando a ambos gobiernos en las antípodas del mundo y arrastrando en ello a países satélites, postrados en su genuflexión, como el de Guatemala y Honduras. Violadores de los derechos humanos del pueblo palestino y de la legislación internacional.
La última de las acciones, muestra de la hipocresía de Estados Unidos y su protección del sionismo se expresó el martes 19 de junio. Ese día, la Embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Halley, anunció que el gobierno de Trump abandonaba el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas – CDHNU. La excusa ofrecida en Suiza, donde este Consejo ofrecía la segunda de sus tres reuniones anuales, con ribetes de comedia política mostró a Halley afirmando que «tomamos este paso, porque nuestro compromiso no nos permite seguir siendo parte de una Organización hipócrita y centrada en sí misma, que hace una burla de los derechos humanos. Una Organización que es un nido de motivaciones políticas. Este año 2018, al igual que en años previos, el CDHNU ha aprobado cinco resoluciones contra Israel, más que las aprobadas contra corea del norte, Irán y Siria en conjunto».
Excusa que Washington hizo coincidir con la oposición mundial respecto a la política migratoria racista por parte del gobierno de Trump, que causa indignación mundial con miles de inmigrantes retenidos en jaulas y separados de sus hijos. La concretada amenaza estadounidense respecto al CDHNU se remonta al momento mismo de su nacimiento el año 2006, cuando el gobierno del ex presidente George W. Bush, quien se opuso a su creación y se mantuvo al margen de este Consejo conformado por 47 miembros, elegidos por la Asamblea General sirviendo un período de tres años, no elegibles para relección inmediata después de servir dos mandatos consecutivos. Miembros responsables de la promoción y protección de todos los derechos humanos en todo el mundo. Sólo el año 2009 y bajo la Administración de Barack Obama Estados Unidos se integra en plenitud, pero siempre a regañadientes.
Esta nueva decisión de mantenerse al margen de acuerdos internacionales se suma al retiro de Washington de la UNESCO, el abandono del pacto mundial por el cambio Climático, el Tratado Comercial del Transpacífico, violar el pacto integral de Acción Conjunta entre el G5+ 1 e irán, tensionar sus relaciones con el G7 y solo consolidar su relación con quien es su punta de lanza en Oriente medio: Israel. Alianza y complicidad que incluso dirige la política exterior de Estados Unidos bajo el influjo del lobby sionista y a contrapelo de aliados como Francia, Gran Bretaña y Alemania, que en el caso específico del acuerdo nuclear con Irán se oponen a la acción estadounidense pero, no son capaces de enfrentarlo con decisión.
El amplio apoyo que otorga el gobierno estadounidense a Israel se enmarca en la política de tratar de recuperar la hegemonía perdida por Washington en Oriente Medio, el avance indiscutible del Eje de la Resistencia – que lo ha llevado a las fronteras de la Palestina ocupada – la presencia de la Federación rusa en áreas de interés de la alianza occidental y sobre todo, la inevitable condición de paria de la entidad sionista en el concierto internacional, que obliga a Washington a intensificar esa complicidad bajo las exigencias del lobby sionista, los grupos evangelistas en Estados Unidos y medios de comunicación signados por la Hasbara y cuyos propietarios, son mayoritariamente judíos sionistas con amplia influencia en agencias, televisoras, radioemisoras y medios gráficos en gran parte del mundo occidental. Cuestión que en modo alguno podemos menospreciar a la hora de la lucha política, ideológica y comunicacional contra el sionismo.
Las excusas respecto a la hostilidad permanente contra Israel resultan una burla a la inteligencia. Son un pretexto cínico, embustero, que refleja este doble rasero estadounidense de defender causas perdidas. De entregar su apoyo incondicional a quien ha sido sindicado como un régimen que ha cometido crímenes de lesa humanidad. Gobiernos sionistas que han violado decenas de resoluciones y dictámenes de organismos internacionales, que han apelado a cesar el asesinato del pueblo palestino. A desmantelar los asentamientos en la ribera occidental, a no seguir construyendo el muro de apartheid, a no continuar con su política de expolio, usurpación y robo de tierras palestinas, de destrucción de sus cultivos. Cesar la judaización de ciudades como Al Quds y Al Jalil.
Esta política de aislamiento, que pretende llevar a cabo Estados Unidos, bajo la guía de Trump, responde a una profunda crisis que está sufriendo en materia de sus relaciones internacionales, en la idea de mostrarse soberbio, arrogante, como si tuviera la llave de las decisiones del mundo todavía en sus manos. Es una puesta en escena peligrosa, pero falsa, pues sólo demuestra el profundo aislamiento que está viviendo y para ello debe apoyarse en aquellos regímenes, más que amigos, incondicionales, dispuestos a seguir la ruta que marque, así sea la más errada y peligrosa.
Irán y su clara crítica a la política exterior de Washington
Una política exterior que, al entender del canciller iraní, Mohamad Yavad Zarif, en un interesante documento titulado «La política exterior de Estados Unidos en crisis» afirma que esa política exterior se ha visto guiada por una serie de aspectos, que son perjudiciales, para toda la comunidad internacional. Entre esos aspectos, el Canciller Zarif destaca, en primer lugar, «las decisiones impulsivas e irracionales del presidente de EE.UU. por un lado y el esfuerzo de sus subordinados por justificar y persuadir a una audiencia reacia nacional y extranjera, por otro lado, y que han sido las características principales que han determinado el proceso de adopción de decisiones de Estados Unidos en los últimos 17 meses. Este proceso, junto a explicaciones mal concebidas y apresuradas para justificar, generalmente conducen a declaraciones y actos contradictorios» como han sido las afirmaciones del Secretario de Estado Mike Pompeo que siendo director de la CIA señaló que Irán, con relación al tema nuclear, no había violado sus compromisos pero…siendo ya Secretario de Estado y ante el retiro de Washington del Plan Integral de Acción Conjunta señaló que «Irán, sí ha violado sus compromiso».
En segundo lugar y en una clara indicación de la importancia que tiene el complejo militar industrial en el manejo de la política exterior estadounidense, Zarif consigna que «No sería una exageración afirmar que parte de la política exterior de Estados Unidos se ha subastado, mucho más allá de las prácticas habituales de los grupos de presión. No tiene precedente alguno el hecho de que un presidente de Estados Unidos eligiera un país como destino de su primera visita – en referencia a Arabia saudí – al cual, en muchas ocasiones durante la campaña electoral, calificó de fanática y partidaria del terrorismo» O que en público condicionara su política externa a la compra de armas y otros artículos estadounidenses. A lo que habría que sumar informes que sugieren, en el caso de Qatar, que fueron intereses económicos particulares del yerno de Trump – el sionista Jared Kushner – el que sentó las bases para intensificar las malas relaciones con Qatar e impulsar una campaña de sanciones y presiones como represalia al no haber conseguido los resultados económicos ansiados en la reunión con Ministro de Economía Qatarí en julio del año 2017, tal como lo señala.
En tercer lugar, Zarif indica, que ha sido el desprecio por el derecho internacional y los intentos de socavar el estado de derecho en las relaciones internacionales, las principales características de la política exterior de Trump, que ignora un principio fundamental como es el de pacta sunt servanda – lo pactado obliga, por su definición en latín – como ha sido el caso de su violación del Plan Integral de Acción Conjunta firmado entre el G5+1 y la República islámica de Irán. «La retirada de Estados Unidos de algunos acuerdos internacionales y el hecho de socavar otros, junto a los esfuerzos por debilitar a las organizaciones internacionales, son ejemplos de las actuaciones destructivas adoptadas hasta ahora por el Gobierno de Estados Unidos, que desafortunadamente han oscurecido las perspectivas para un orden internacional. Obviamente, la continuación de tales políticas puede poner en peligro la estabilidad de la comunidad internacional» posibilidad que podría llevar a Estados Unidos a convertirse en un Estado más vil de lo que hoy expresa.
Por último, el canciller persa afirma, en forma muy acertada, que la conducta estadounidense de tomar decisiones en base a ilusiones es otro aspecto de la política exterior de EE. UU., que se ha visto mejor representado en la región de Asia Occidental. La decisión ilegal y provocadora respecto a Al-Quds al-Sharif, el apoyo ciego a las crueles atrocidades cometidas por el régimen sionista contra los habitantes de Gaza y los ataques aéreos y de misiles contra Siria, son algunos de los aspectos más descarados de esa política exterior sin principios. Este último punto es el que expresa en forma más notoria la alianza criminal e hipócrita entre el imperialismo y el sionismo, convertidos ambos en los principales enemigos de la humanidad.
No podemos, en general, como sociedades que sufren esta política de doble rasero pensar en la creación de un clima de confianza con Estados Unidos mientras mantenga como estandarte la necesidad de dominar, el tener como norte la hegemonía mundial y no la cooperación. Y no podrá el mundo islámico, las sociedades de Oriente Medio y el pueblo palestino en específico pensar en un Estados Unidos garante o mediador de un conflicto que se arrastra ya por 70 años, mientras siga teniendo como eje principal de su alianza internacional al sionismo y su política colonialista, racista y criminal contra Palestina y sus habitantes. No se puede confiar en Estados Unidos.
No se puede pretender ser juez y parte cuando se actúa permanentemente como aliado de Israel. No es posible concebir a quien hipócritamente critica a las naciones Unidas y sus organismos asesores de ser parciales y tener a Israel en el centro de los cuestionamientos por sus constantes violaciones al derecho internacional y a los derechos humanos del pueblo palestino, cuando efectivamente es el sionismo el factor desestabilizador para Oriente Medio, el Magreb y Asia Central, además de toda la influencia malsana que el lobby sionista ejerce sobre Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
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