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Etanol, de héroe a villano

Fuentes: Alai-amlatina

A pesar del esfuerzo del gobierno brasileño para convencer a la comunidad internacional de que el etanol brasileño es «renovable», entre 2007 y 2008 hubo un cambio significativo en relación a esa imagen. Recientemente, denuncias de problemas sociales y ambientales gravitaron para que la Unión Europea reduzca su meta de uso de agrocombustibles, fijada inicialmente […]

A pesar del esfuerzo del gobierno brasileño para convencer a la comunidad internacional de que el etanol brasileño es «renovable», entre 2007 y 2008 hubo un cambio significativo en relación a esa imagen. Recientemente, denuncias de problemas sociales y ambientales gravitaron para que la Unión Europea reduzca su meta de uso de agrocombustibles, fijada inicialmente en 10% hasta 2020.

El 7 de julio de 2008, el Comité de MedioAmbiente del Parlamento Europeo aprobó la reducción de esa meta a 4% hasta 2015, cuando una nueva resolución será adoptada a partir de estudios más a profundidad sobre sus impactos. La meta del 4% incluye el uso de hidrógeno y energía eléctrica en los transportes, lo que significa una reducción todavía mayor en la utilización de agrocombustibles.

Dos días entes de la votación, la agencia de noticias France Presse había registrado una reunión informal de ministros de energía de la Unión Europea y describió que «lo que parecía ser un impresionante engaño por parte de políticos en Bruselas llega a tal punto que la imagen de los biocombustibles cambió en un periodo de meses, de salvadores del clima a forajidos del clima» (EU ministers ‘discover’ biofuels not an obligation after all, 5/7/2008).

Según nota de la organización Amigos de Terra, «miembros del Parlamento Europeo votaron para reducir de forma significativa las metas de promoción de biocombustibles ante evidencias crecientes de sus impactos en el precio de los alimentos, en los pueblos y en la biodiversidad, y de su incapacidad para combatir el cambio climático».

El propio Comité Científico de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA – European Environment Agency) había recomendado la suspensión de la meta de 10% en la utilización de agrocombustibles y evaluado la necesidad de realizar de estudios más amplios sobre sus riesgos.

El problema de muchas investigaciones realizadas anteriormente fue excluir los impactos ambientales del modelo de producción, de utilización de recursos naturales (como tierra y agua) y de la presión sobre áreas de preservación o de producción de alimentos. Un reportaje de la revista Time observa que la mayoría de los estudios ha calculado el potencial de retención de carbono de los agrocombustibles sin tomar en cuenta el impacto de la implantación de monocultivos en áreas donde la vegetación y el suelo acumulan una cantidad mayor de carbono. «Es como si esos científicos imaginasen que los biocombustibles fuesen cultivados en estacionamientos», comenta la nota (O mito da energia limpa, 14/4/08).

Uno de los estudios más importantes sobre el cambio en las formas de utilización de la tierra y su relación con el aumento en las emisiones de carbono fue publicado por la revista Science (28/2/2008). Los autores afirman que «La mayoría de los estudios anteriores descubrió que sustituir gasolina por biocombustibles podría reducir la emisión de carbono. Esos análisis no consideraron las emisiones de carbono que se producen cuando agricultores, en todo el mundo, responden al incremento de precios y convierten bosques y pastos en nuevas plantaciones, para sustituir cultivos de granos que fueron utilizados para los biocombustibles».

El artículo cita el aumento del precio de la soja como factor de influencia para acelerar la deforestación en la Amazonia y estima que su cultivo para la producción de diesel produce una «deuda de carbono» que llevaría 319 años para ser compensada. De acuerdo con el investigador Timothy Searchinger, de la Universidad de Princeton, «Bosques y pastos guardan mucho carbono, por lo tanto no hay como conseguir beneficios al transformar esas tierras en cultivos para biocombustibles».

Esa investigación demuestra que los efectos de la producción de agrocombustibles deben ser evaluados a partir de todo el ciclo de la expansión de monocultivos. En Brasil, sabemos que las plantaciones de caña avanzan rápidamente, al tiempo que «empujan» la frontera agrícola de las haciendas de ganado y soja. Ante esto, un estudio fiable de impacto ambiental tendría que incluir todo el sector agrícola.

En enero de 2008, el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian constató que el etanol producido a partir de la caña de azúcar y el biodiesel hecho a partir de la soja causan más daños al medioambiente que los combustibles fósiles. La investigación alerta sobre la destrucción ambiental en Brasil, causada por el avance de las plantaciones de caña y soja en la Amazonia, en la Mata Atlántica y en el Cerrado. Según el investigador William Laurance, «la producción de combustible, sea de soja o de caña, también causa un aumento en el coste de los alimentos, tanto de forma directa como indirecta» (Agencia Lusa, 9/1/2008).

Un informe de la entidad The Rights and Resources Initiative (RRI) reveló que la actual demanda de alimentos, nuevas fuentes de energía y fibras de madera para fabricación de papel debe causar «más deforestación, más conflicto, más emisiones de carbono, más cambios climáticos y menos prosperidad para todos» (BBC News, 14/7/2008, Forests to fall for food and fuel).

La divulgación de esos estudios confirma las denuncias de organizaciones sociales y demuestra el cambio de tono en el debate internacional. Como observó el periódico El País «diversos centros de investigación y la mayor parte de los grupos ecológicos y de derechos humanos emiten a diario declaraciones, afirmando que los biocombustibles no contribuyen a combatir los cambios climáticos, que provocan graves impactos ambientales en regiones de alto valor ecológico, alteran el precio de los alimentos y que consolidan un modelo agrícola de explotación laboral y alta dependencia de grandes multinacionales» (Biocombustíveis perdem o rótulo ecológico, 31/3/2008). En Brasil, hay evidencias de sobra para comprobar estos impactos. Como recuerda la sabiduría popular, la peor ceguera es de aquellos que no quieren ver. (Traducción ALAI)

– Maria Luisa Mendonça es periodista y coordinadora de la Red Social de Justicia y Derechos Humanos.