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«Euskal Herria», label de calidad

Fuentes: Rebelión/Maverick Ink Press

Gol, gol, gol, goool de Joseba Etxeberria, que ha vuelto utilizar la cabeza, la de dentro, para marcar. Pocas personas, ha dicho, se han leído el folio y medio del manifiesto que jugadores de la Selección vasca y otros colectivos del ramo han redactado. Lo aconseja. Concierne el texto a su denominación de origen, a […]

Gol, gol, gol, goool de Joseba Etxeberria, que ha vuelto utilizar la cabeza, la de dentro, para marcar. Pocas personas, ha dicho, se han leído el folio y medio del manifiesto que jugadores de la Selección vasca y otros colectivos del ramo han redactado. Lo aconseja. Concierne el texto a su denominación de origen, a una reivindicación lógica de que el colectivo de deportistas profesionales, personas humanas, pueda opinar, y a una pragmática más que a una ideología. Se ha acostumbrado el vulgo a funcionar por titulares que tiran a amarillos y ya está armada. No es eso.

Lo malo de la peña abertzale de boquilla es que rara vez conoce su lengua, aunque la hable como cacatúa. Lo peor, que no están al tanto, pese a tanta memoria prehistórica, de los inmarcesibles libros de estilo del Movimiento, cuando toda la prensa pertenecía a éste. Luego volvemos a ello. Lo dicho, no se puede uno enrocar en consignas sin la debida reflexión. Ello conduce al aborregamiento dogmático. Cierto, luego sale diciendo ordinarieces Basagoiti, olvidando a la par la corrección que como político debe exigirse y las esencias patrias del destino en lo universal del grupo GU, y hace bueno a cualquiera. Es el sino del PP, mande quien mande en él. Del Ebro para abajo, muchos optarían por que la selección vasca se llamara «Selección del Norte». Y aun así.

No se puede confundir, etimológicamente, territorio con población. Últimamente mola como de lo más borroka preferir la toponimia «Euskal Herria» a «Euskadi», y acabo de escuchar a una matrona sentenciar por la pantalla que «Euskal Herria» es «Pueblo Vasco». No, no. La venenosa sacralización de ese pueblo la confunde, señora. El pueblo abstracto y, además, heteróclito. Mire, Euskal Herria se refiere al lugar o continente. Mientras que Euskadi, sabinismo abundancial de ‘habitantes vascos’ -como ‘gorostidi’ es abundancial de acebos, etc.- es el contenido/continente y se refiere, en un sólo concepto, a las gentes vascas y al territorio concreto al que conceden, por ocuparlo, el topónimo. En el pedestal del monumento a Sabino Arana en Bilbao bien claro lo pone. Acuda y empápese.

«Euskalerría» y «Euskadi»

Nos hallamos de nuevo debatiendo el sexo de los ángeles en el estadio de Bizancio. Nacido bizkaitarra, debemos recordar que Sabino Arana Goiri diseñó su ikurriña en un café de Iruña (Pamplona); que en ese territorio foral la estrenó y que siempre mantuvo que Nabarra era una más, si no la más destacada, de las siete comunidades. Pero no nos propasemos más allá del Árbol Malato. Sigamos con la Prensa del Movimiento.

Cuando un gremio periodístico hoy de cierta edad tuvo que adaptarse a las exigencias de la censura franquista, en esta zona del mapa que llamaremos de forma neutral Vasconia -la de Sarrailh de Yarza- se tenía muy claro que al referirse al País Vasco en idioma vernáculo debía escribirse Euskalerría, así, con esta grafía concreta. Si, en cambio, te atrevías a redactar «Euskadi» — o «Euzkadi», otra polémica – no sólo te lo tachaban con la parte roja del lápiz bicolor, sino que te llamaban a capítulo en el despacho del dire. «No me comprometas, ¿vale?».

En cientos de títulos y artículos falangistas se puede hallar, con esa ortografía anticuada, Euskalerría, la forma de referirse al País Vasco o Vasconavarro, otra de las querencias de los camisas viejas. Consulten a Antonio Tovar, que la vistió. Recuerden que el «Cara al Sol» se compuso en un restaurante vasco de Madrid: «Or Konpon», («Allá tú»). En él se reunían habitualmente Sánchez Mazas, Tellería, Agustín de Foxá, etc.

No estoy tomando partido en una cuestión que se ha desmesurado. Trato de encauzarla. Con la unificación del euskara se pasó a la corrección léxica de «Euskal Herria», que en castellano es «País Vasco» (no ‘pueblo vasco’, usted, señora, se refiere a sus feligreses, no a su parroquia cuando en misa de doce está muy concurrida). Por la radio, Euskalerría sonaba igual, aunque en Ultrapuertos lo pronuncien, es onomatopeya, ‘Esküal Jerria’.

Deslindes culturales

Cierto que suena más jatorra esa acepción para una selección de balompié cuyo manifiesto, conjunto con otros grupos del corpore sano, es de lo más sensato. La nunca bien ponderada transición decidió que el Euskadi global (que Sabino había concebido como Euzkadi) se limitase a las tres provincias irredentas vascónicas, palabra que derivó en Vascongadas. Se dejaba fuera de juego a las cuatro restantes. No es que Navarra sea Euskadi, como se coreó en 1977, sino que Euskadi es la prolongación de Navarra.

¿Lo práctico? Que una selección vasca, como otra escocesa, checa, ucraniana o irlandesa, requiere para su desarrollo óptimo que en ella participen cracks -preferentemente- de todo su territorio, «Euskal Herria». Veamos. Si se recorta el mapa y menguan los 21.000 kilómetros cuadrados que estos deportistas de ambos sexos concretan en su comunicado, no es la selección vasca ni la selección, sigamos neutrales, de Vasconia la que juega; sino la selección vascónica. Osasuna, por ejemplo, y equipos de Behenabarre, Lapurdi y Zuberoa, no pueden otorgar deportistas al deporte vasco por razones puramente administrativas. Llegados a este punto, nadie puede negar, ni el PSE-PSOE, que las fronteras oficiales jamás coinciden con los deslindes culturales. Si se divide la heredad, es ley tradicional del caserío, hay menos cosecha. Si se limita la superficie, hay menos cantera donde pillar diamantes en bruto. Pura aritmética.

Asimismo, si se toman al pie de la letra las citadas fronteras, o arbitrios, entramos de lleno en el lamentable desbarajuste que formaron en África quienes, en su tareas de expolio y triangulación topográfica, superpusieron el Estado a los clanes, los presidentes al hechicero sabio y la política instantánea a la negociación.

«Donostia Futbol Taldea»

Por otra parte, se debería reclamar de la Real Sociedad, ya puestos, que recupere su denominación de origen de «Donostia Futbol Taldea». Lo mismo que el heroico y tras vencer al Madrid elevado a los altares «Real Unión» de Irun. Una localidad que, con un pie en el Otrolao, alosanfán, debería pensar en un logotipo más adecuado. Por aquí no pasan ya más reyes que los del Mus, y eso cuando no se juega con treses.

No se puede aplaudir -difícil en los últimos tiempos- a la Real con la mano derecha y exigir «selección de Euskal Herria» con la izquierda. La última vez que intentamos unos cuantos reporteros localizar al Rey de Euskadi o Euskal Herria, éste resultó ser un señor de Niza que descendía de la rama borbónica de Enrique IV de Francia y de Navarra y que se dedicaba a la compraventa de coches de lujo. No parecía interesarle el trono, aunque por ley heráldica pudiese aspirar a él.

Estirada de Iribar

Es contradictorio, pues, clamar por ese label de origen y calidad, «Euskal Herria», encogerse de hombros ante un callejero que rebosa de Reinarregentes, Maríacristinas y otros residuos y rótulos reñidos con el republicanismo inercial de esta comunidad. Ah, y con un Carlismo más propio de estas latitudes que la restauración de Alfonso XII, triste de él.

Así, «Herria» como selección, vale. Pero entonces, «Donostia Futbol Taldea» también. Escuchemos, pues, sin arrebatos ni prejuicios a los futbolistas y releamos en calma su manifiesto, como recomienda Joseba, elgoibartarra y capitán del Athletic. Un anglicismo más, mira, e Inglaterra sin Monarca no se concibe. Aunque resaltemos que a Buckingham se le da una higa que surjan selecciones-secesiones como las antes citadas de Escocia, Irlanda o Gales, ya sea para fúbol o ‘full contact’.

Sobre todo, subrayo, quedémonos con ese dato: que durante el franquismo publicar en los periódicos ‘Euskalerría’ era legal y ‘Euskadi’, delito. No tarjeta roja, pero sí offside. O ‘jokoz kanpo’.  

Todo esto me recuerda a la metralla verbal que hubo de sufrir, qué calvario, el irrepetible Iribar. Es «El Chopo», otro ilustrado del balón a quien se le percibían, cuando estaba en activo como guardameta, ciertas querencias abertzales. Igual que Telmo Zarraonaindia, alias Zarra, por cierto, que pasó más inadvertido.

Cuando se colocó a Iribar bajo los palos de la Selección española durante años, invariablemente, la primera pregunta de los tribuletes, antes y después del encuentro, era en principio imparable y de penalti injusto: «Usted ¿qué se siente? ¿Vasco o español?». E Iribar, en impecable estirada hasta la escuadra contraria: «Yo soy de Zarautz».