Estos días se hizo pública la noticia de la entrada de capital qatarí en El Corte Inglés. Los datos anunciados señalan que Sheikh Hamad, ex Primer Ministro de Qatar y ex Presidente de QIA (Qatar Investment Authority) ha protagonizado la compra del 10% de la empresa especializada en el sector de grandes almacenes y servicios […]
Estos días se hizo pública la noticia de la entrada de capital qatarí en El Corte Inglés. Los datos anunciados señalan que Sheikh Hamad, ex Primer Ministro de Qatar y ex Presidente de QIA (Qatar Investment Authority) ha protagonizado la compra del 10% de la empresa especializada en el sector de grandes almacenes y servicios por un valor de mil millones de euros. Esta decisión permite a la empresa española afrontar parte de sus problemas relacionados con una deuda que asciende a 3.500 millones, al tiempo que impulsa la estrategia del grupo para extender su influencia en el exterior. La contrapartida es que el nuevo inversor se ha hecho con un puesto en el Consejo de Administración de la empresa.
Con esta noticia han vuelto a la actualidad informativa las actividades de los emiratos del Golfo, esos pequeños países, famosos por sus elevadas rentas petrolíferas, que combinan de forma contradictoria elementos sociales y políticos que oscilan entre lo más conservador y reaccionario (monarquías absolutas) con signos de modernidad, ostentación y glamour.
Los emiratos del Golfo
El Golfo Pérsico o Arábigo separa a la península Arábiga de la masa continental asiática y -pese a la modestia de su nombre: golfo- es una gran masa marítima de mil kilómetros de profundidad desde el estrecho de Ormuz hasta la línea costera de Mesopotamia. Tiene una anchura media de 300 kilómetros aunque se reduce a unos 30 en Ormuz, su entrada. En las riberas del Golfo se encuentran dos potencias regionales, Arabia Saudí e Irán, históricamente enfrentadas por aspectos políticos y religiosos. Entre ambos estados se encuentran una serie de pequeños reinos, los emiratos, que son el resultado de la conquista de esos territorios por parte de tribus beduinas de la península y de la presencia del colonialismo británico desde finales del siglo XVIII que fue poniendo esos estados bajo su protección con el objeto de consolidar puntos de apoyo para sus actividades comerciales. La retirada británica en la segunda mitad del siglo XX dio paso a la independencia de los actuales Kuwait, Bahrein, Qatar y Emiratos Árabes Unidos (EAU) que es a su vez una federación de siete pequeños reinos.
Los que en su origen eran pequeños y pobres estados se convirtieron a lo largo del pasado siglo en poderosos países que cuentan con ingentes recursos económicos gracias a la explotación de sus grandes reservas de petróleo y gas. Durante décadas obtuvieron importantes ingresos que les han permitido iniciar un proceso de modernización acelerada. Para rentabilizar esos recursos los emiratos se han ido planteando la creación de entidades estatales que permitan el tránsito de la renta petrolera a la renta financiera. En el caso de Qatar se trata de la QIA, organismo estatal encargado de diseñar las operaciones financieras, como la antes comentada que afecta a El Corte Inglés. Creado en el año 2005, QIA dispone de un fondo soberano que se calcula en 58 000 millones de dólares. Hay que señalar que Qatar es la tercera potencia mundial en producción de gas detrás de Rusia e Irán con unas reservas calculadas del 14% del total mundial al tiempo que mantiene recursos petrolíferos que suponen 2% de las reservas mundiales.
Las operaciones financieras de Qatar
El caso de El Corte Inglés no es único. En los últimos años Qatar se ha hecho presente en la escena española con importantes inversiones. Así QIA controla el 9.7% de la compañía Iberdrola con una inversión de 3 700 millones, contrala también acciones de la inmobiliaria Colonial, patrocina al Barcelona F.C., es propietaria de grandes hoteles como el Intercontinental Madrid, el emblemático hotel Vela y Renaissance de Barcelona, controla el 5% del Santander-Brasil y el 11% de la constructora ACS… Todas estas actividades han generado cierto interés por comprender cuáles pueden ser los intereses de QIA a partir de sus inversiones.
Mención especial requiere su entrada en el grupo Prisa, empresa editora de El País, donde el sultán Ghanim Aljodaili Al Kuwari, magnate cercano al emir de Qatar, se hizo con el control del 10% de la entidad a través de Media Group International. La operación supuso una ampliación de capital de 75 millones de euros en un momento en el que Prisa tiene que hacer frente a importantes pérdidas producidas por la crisis económica. El éxito de la misma ha permitido abrir una vía de promoción de Qatar a través de las páginas del diario. Así han aparecido entrevistas con el ministro de Juventud y Deportes, Salah ben Ghanem ben Nasser al Alí o la aparición del suplemento ¡A Catar, de perlas!, informes sobre turismo de lujo, etc, a través de la revista económica 5 días. En todos estos casos se presenta una imagen dulce. «Somos un país optimista en el que la mayor parte de la población ha venido de fuera para construir esta nación» decía el ministro.
Algunas voces han señalado la voracidad y agresividad con la que se mueve el capital qatarí a la vista de su actividad no solo en el Estado Español sino también en otros países europeos.
Fue el mismo Sheikh Hamad quien protagonizó la entrada de QIA en el Deutsche Bank con una inyección de 1 750 millones de euros. Pero si en algún lugar ha levantado suspicacias la actividad de QIA ha sido en Inglaterra tras la serie de compras en el distrito financiero de Canary Wharf, de los almacenes Harrods -símbolo del consumismo británico-, del edificio Shard, el más alto de Europa. A esto hay que añadir el control del 20% del aeropuerto de Heathrow, el 10% de la compañía AIG que incluye a British Airways e Iberia, el 7% de Barclays Bank, el 26% de la cadena de supermercados Sainsbury’s y de buena parte de las instalaciones de la villa Olímpica.
Pero frente a quienes se felicitan por este importante volumen de negocios han surgido otras voces que denuncian el lado oscuro de Qatar país que ha sido acusado de flagrantes violaciones de los derechos laborales, de importantes restricciones políticas etc. Estas denuncias no solo han surgido de organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rigths Watch. En agosto de 2014 el ministro alemán de Cooperación Económica, Gerd Mueller, acusó directamente a Qatar de canalizar los fondos para financiar al Estado Islámico (ISIS) y de servir de país de refugio para significados políticos islamistas como Khaled Meshaal, dirigente de Hamas, que se trasladó al iniciarse el conflicto actual en Siria. Tratándose de un estado tan pequeño llama la atención la agresividad y ambición de la actuación política qatarí en el escenario internacional.
La dinastía Al Thani
La familia Al Thani se hizo con el poder en Qatar en 1867 tras impulsar una revuelta contra los gobernantes de la época, los Al Khalifa que siguen gobernando en el vecino emirato de Bahrein. El actual estado es una monarquía no hereditaria en la que el sucesor es elegido por el monarca entre sus descendientes. Este sistema ha generado una serie de sobresaltos ya que es frecuente el acceso al poder mediante golpes palaciegos. Por señalar algún ejemplo se podría recordar que el emir Khalifa ben Hamad Al Thani llegó al poder en 1972, tras la independencia, mediante el derrocamiento de su primo para ser destituido por su parte en 1995 por uno de sus hijos, Hamad ben Khalifa Al Thani, aprovechando uno de sus viajes por Europa. Ha sido este último y actual emir quien ha venido impulsando una política de reformas que hacen de Qatar un país singular en el ya peculiar contexto de los emiratos del Golfo.
El emir se rodeó pronto de un grupo de tecnócratas que se planteó la aplicación de reformas con el objetivo de modernizar el país en un contexto marcado por la entonces reciente guerra de Kuwait. Saddam Hussein justificó la invasión por el arcaísmo de la estructura política de los emiratos. Buena parte de la opinión pública internacional cuestionó la intervención en el conflicto señalando la contradicción de liberar a un estado invadido, Kuwait, para restablecer un sistema absolutista y obsoleto. Para resolver la contradicción se abrió un período marcado por los intentos de abrir procesos de democratización entre los países del Golfo con resultados muy limitados.
En el caso de Qatar se han iniciado una serie de cambios significativos. En 1999 se celebraron por primera vez elecciones a los Consejos municipales en las que se reconoció el derecho al sufragio de las mujeres. En el año 2003 se estableció un Consejo consultivo (Mahlis el Shura) formado por 30 miembros electos y 15 por designación del emir. Poco después se creó el QIA y se inició un proceso de modernización económica que tiene como objetivo sustituir la actual dependencia de los hidrocarburos en la economía nacional, por el desarrollo de instrumentos financieros como el QIA o el impulso de nuevos sectores productivos, básicamente industria pesada como el complejo industrial de Umm Said o la empresa nacional de aluminio Qatalum. A esto habría que añadir los esfuerzos desplegados en el sector turístico con la creación de complejos que aspiran a atraer un turismo de lujo con alto poder adquisitivo que llegue a suponer entre el 20-25% del PIB. Para ello se puso en marcha el proyecto La Perla de Qatar (The Pearl Qatar, TPQ) consistente en un complejo turístico formado por un archipiélago de islas artificiales situado 350 metros mar adentro a la altura de Doha, la capital del país. Elemento novedoso, se reserva una parte de la nueva superficie artificial para que pueda convertirse en propiedad de extranjeros. La producción agrícola es testimonial en un país desértico como Qatar, desarrollándose en el 5% de su superficie y aportando un 0,1% al PIB careciendo así de soberanía alimentaria.
Todos estos cambios han dado como consecuencia un larvado enfrentamiento con Arabia Saudí que se mantiene en una posición de inmovilismo frente al cual el dinamismo qatarí se convierte en una molesta referencia. Esta creciente hostilidad se ha desarrollado en varios campos. Por un lado, Qatar se ha convertido en un estado de referencia para las fuerzas islamistas reformistas, vinculadas a la corriente de los Hermanos Musulmanes. Este aspecto irrita especialmente en Arabia Saudí donde se considera que la esencia del islam es la que ofrece la interpretación rigorista wahabita frente al reformismo de la Hermandad. Cuestionar este aspecto es inadmisible para una Arabia Saudí que busca su legitimidad ante la comunidad musulmana a través de su papel como guardián de los lugares sagrados del Islam, hecho que se produjo con la conquista de los mismos tras la I Guerra Mundial por el reino de los Saud.
Otro campo de enfrentamiento se ha producido en forma de un contencioso territorial tras la rectificación fronteriza entre los EAU y Arabia, que permitió a ésta obtener una salida a las aguas del Golfo desapareciendo así la anterior frontera existente entre Qatar y los EAU. Los incidentes armados dieron como resultado muertes por ambas partes, aunque desde el año 2002 se mantiene un precario acuerdo. Todas estas tensiones han repercutido en el bloqueo de buena parte de las perspectivas del Consejo de Cooperación del Golfo, organismo supranacional surgido tras la guerra de Kuwait, que había diseñado un proyecto de unión aduanera y una posible moneda común. En la actualidad solo el temor a la ampliación de la influencia de la Revolución Islámica de Irán en la zona (donde existen importantes minorías chiitas), así como la inquietud generada por las revueltas de la Primavera Árabe mantienen en funcionamiento la citada alianza.
Por último y no menos importante, está el lanzamiento del proyecto de televisión por satélite de Al Yazira que ha sido utilizado desde el inicio para poner en valor los logros y el dinamismo del emirato frente al inmovilismo de sus vecinos. Hasta ese momento el liderazgo en la comunicación desde el mundo árabe para el conjunto de la comunidad islámica mundial estaba en manos de Arabia Saudí. Sin embargo, el desarrollo de la televisión por satélite ha permitido a Qatar hacerse con ese puesto al ofertar una programación más abierta, de comunicación directa, que se atrevió a romper con una serie de temas que eran tabú para la opinión pública árabe. Las emisiones de Al Yazira, que comenzaron siendo en lengua árabe, se convirtieron en referencia internacional cuando lanzó su edición en lengua inglesa. De este modo la que ha sido denominada CNN árabe refleja las crecientes aspiraciones del emirato frente a su vecino saudí.
El mundial de futbol Qatar 2022
El año 2010 la FIFA (Federación Internacional de Futbol) eligió a Qatar como país organizador de la Copa Mundial de Futbol a celebrar el año 2022. Para llegar a este punto el emirato venía desarrollando una agresiva política de búsqueda de apoyos entre los países miembros de la FIFA hasta tal punto que se ha llegado a hablar de la existencia de sobornos en oscuros movimientos que no han sido totalmente esclarecidos. En los años anteriores Qatar había organizado la Copa del Mundo de fútbol juvenil en 1995 y Copa asiática en el año 2011. Estas maniobras hay que interpretarlas dentro del deseo de promoción del país a nivel internacional.
Tras la concesión se abrió un nuevo frente para la diplomacia del emirato. Además del turbio asunto de la corrupción y sobornos dentro de la FIFA surgieron diversas voces discrepantes que planteaban problemas dentro del ámbito estrictamente deportivo. Así la asociación internacional de futbolistas (FIFpro) ha llegado a cuestionar la idoneidad del país elegido alegando la dificultad que supone una competición en pleno verano con temperaturas en torno a los 45ºC. Pero las críticas más importantes han surgido en relación con las condiciones laborales que soportan los trabajadores encargados de la construcción de las infraestructuras para el Mundial. Otras objeciones surgieron al señalar las dificultades que para los aficionados y deportistas podría suponer la prohibición de bebidas alcohólicas o la persecución de la homosexualidad, el riesgo de atentados terroristas de repercusión mundial, etc.
En todo caso, se puso en marcha de inmediato un ambicioso proyecto para crear nuevas instalaciones: nueve grandes estadios, una línea de metro, tres nuevos barrios de viviendas con equipamiento para decenas de miles de personas, nuevos hoteles y un nuevo gran aeropuerto internacional. A todo esto habría que añadir el proyecto de crear tres nuevas zonas francas para el desarrollo del comercio con el exterior (actualmente solo hay una) con el objetivo de atraer el turismo y capitales extranjeros.
La Kalafa o sistema del tutelaje
Todos estos grandes proyectos hay que ponerlos en relación con las posibilidades de un pequeño país como Qatar que cuenta con una superficie de ocho mil kilómetros cuadrados y dos millones de habitantes (como referencia Asturies cuenta con diez mil kilómetros cuadrados y un millón de habitantes). Antes del boom del petróleo Qatar era un país pobre y con muy escasa población. El desarrollo de la explotación industrial obligó a buscar mano de obra encargada de asegurar la explotación de los nuevos recursos y la construcción de las infraestructuras. De este modo se produjo un verdadero boom demográfico que fue cubierto con gente procedente de los estados árabes pobres como Egipto, Yemen, Sudán o refugiados palestinos. Sin embargo, el activismo de estas poblaciones y la desconfianza que suscitaban sus orientaciones políticas radicalizadas hicieron que se planteara un proceso de sustitución de esa mano de obra por trabajadores procedentes de los países del Sur y Este de Asia. Tras la invasión de Kuwait se agudizó el temor ante estos huéspedes con dudosa lealtad política. Este proceso de sustitución se produjo en todos los emiratos y se calcula que hoy más del 75% de los trabajadores inmigrantes son de origen asiático.
Teniendo en cuenta que en el momento de la independencia Qatar contaba todavía con unos 150 000 habitantes es fácil hacerse una idea del impacto del petróleo y de los cambios producidos en las últimas décadas. Se calcula que en la actualidad el 80% de la población está formada por trabajadores de los cuales apenas un 8% son nativos qataríes. Organizaciones como Human Rights Watch (HRW, Observatorio de Derechos Humanos) aumentan esa cifra hasta el 94% del total. Se trata de aspectos complejos debido a la inexistencia de estadísticas oficiales fiables.
El crecimiento y enriquecimiento de la población nativa del emirato se ha logrado a partir de un original sistema de tutela y protección que ofrecen los qataríes a los trabajadores extranjeros. Se trata de la Kalafa que está vigente en todos los emiratos del Golfo excepto en Bahrein donde se inició hace pocos años un proceso de naturalización.
Con este sistema está prohibido para una persona extranjera abrir cualquier tipo de negocio o acceder a la propiedad de bienes inmuebles. Del mismo modo, no se puede obtener un permiso de trabajo y residencia si no es por medio de la Kalafa que está diseñada para permitir que los nativos se conviertan en intermediarios y protectores de la población de fuera. El kafil es el nativo qatarí que asume, en condiciones de socio, la apertura de un negocio diseñado por un extranjero. Para lograr el permiso oficial la iniciativa debe presentarse con el kafil como propietario que, a cambio, se queda con una parte de los beneficios obtenidos por el inversor extranjero. Este mismo sistema funciona a la hora de obtener un permiso de trabajo o de residencia. En ocasiones también para proceder al reagrupamiento familiar. En estos casos hay un acuerdo entre el kafil, convertidoen empleador, y el inmigrante que permite fijar el tipo y condiciones de trabajo, horario, salario, etc. Sin embargo, el sistema ha sido denunciado porque es utilizado en muchas ocasiones para reducir al trabajador a condiciones cercanas a la esclavitud ya que los protectores/empleadores se quedan con los pasaportes como forma de impedir que los trabajadores puedan abandonar el lugar de trabajo en busca de nuevas oportunidades antes de acabar con el compromiso contraído. Periódicos como The Guardian, confederaciones sindicales internacionales, organismos como Amnistía Internacional (AI) o HRW han coincidido en este tipo de denuncias.
Diversas denuncias internacionales y no solo de origen sindical han llegado a calificar de esclavista al sistema de kalafa y la utilización que algunos países hacen del mismo, en especial en el caso de Qatar. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se trata de un sistema de trabajo que roza la esclavitud. La ausencia de garantías permite que abunden las falsas promesas por parte de los empleadores, el incumplimiento de contratos pactados, el endeudamiento de los trabajadores lo que les impide liberarse de la tutela legal que ejercen los kafil. La Organización Mundial de Comercio (OMC) ha cuestionado también la idoneidad del sistema dentro del modelo de libre concurrencia ya que hace de los inversores extranjeros individuos dependientes de la buena o mala voluntad que puedan tener los nativos con el agravio añadido de que ante la Justicia de Qatar prevalece el testimonio del natural frente al del extranjero lo garantiza a los nativos grandes ganancias aseguradas.
Los informes presentados por AI o HRW hablan de duras condiciones de trabajo con jornadas laborales de 11 horas diarias durante seis días a la semana, salarios que oscilan entre los 180 y 250 euros al mes que no siempre se perciben en su totalidad, alojamientos donde los trabajadores se hacinan en viviendas precarias que no cuentan con agua potable o electricidad, etc. El resultado, denuncian, es la existencia de un alto riesgo para sus vidas. Se han hecho cálculos que hablan de una previsión de víctimas que puede rondar el número de 5000 durante la fase de construcción de las infraestructuras. Como oficialmente no existen estadísticas ni autopsias oficiales, en Qatar el número de muertes por accidente laboral se sitúa en tercer lugar, detrás de las víctimas de enfermedades cardiovasculares y accidentes de tráfico. Fuentes sindicales denuncian que las víctimas son en su gran mayoría población joven de origen asiático y que las autoridades encubren bajo ese eufemismo casos relacionados con golpes de calor, deshidratación o agotamiento. Todas estas denuncias han hecho que algunos países como la India o Nepal comiencen a interesarse oficialmente por la situación de sus ciudadanos en Qatar. Las gestiones emprendidas no han ofrecido, en todo caso, resultados significativos. En el caso español los informes presentados por Amnistía Internacional han puesto el foco sobre empresas españolas con intereses en Qatar como puede ser el caso de Obrascon Huarte Lain (OHL) para pedir que en sus relaciones con las subcontratas qataríes pongan atención a las condiciones laborales de los trabajadores de dichas subcontratas al tiempo que ha iniciado una serie de gestiones ante las autoridades oficiales vía ministerios de Trabajo, Asuntos Exteriores e Interior sin que, a la fecha, hayan presentado algún acuerdo significativo.
Fuente original: http://vientosur.info/spip.php?article10307