A Carmen Macías, mujer de Luís Otero, comandante de la UMD
Carmen, como sus compañeras, fue también activista de la Unión Militar Democrática
En la madrugada del lunes falleció Carmen Macías, una referencia de la Unión Militar Democrática. En realidad una militante de segunda o de primera línea, según las circunstancias.
Carmen, como militante de segunda línea aprendió a escuchar, retener y memorizar nombres y teléfonos de militantes, abogados, políticos de la oposición franquista, jurídicos militares próximos o miembros de la organización militar clandestina; en activo en la misma, o encubiertos. Sabía a quién llamar y qué hacer si Luis y los demás miembros de la UMD eran detenidos o descubiertos Consciente, como Luís y los demás militantes de la primera línea, de que eran vigilados, y escuchados, Carmen encabezó la segunda línea y organizó los encuentros desde teléfonos seguros hasta teléfonos también seguros, mientras que con una oreja escuchaba y con otra no quería saber. Los hombres hablaban casi con los labios, las mujeres se apartaban para respetar el secreto, pero miraban y sabían quiénes eran ellos y quienes eran ellas mismas: las componentes de esa discreta pero muy efectiva e indispensable segunda línea. Si las paredes podían oír organizaban los ruidos.
Carmen, además, educó a sus cinco hijos –pequeños o muy jóvenes- a salir a jugar o a mantenerse en silencio sobre las reuniones del padre “con sus amigos”. Con sus amigas y compañeras asumieron los compromisos, la fidelidad y la pasión política.
La incomodidad, la prudencia y el miedo cambiaron de repente una noche del mes de agosto de 1975, a las cuatro de la mañana. La puerta fue golpeada con brutalidad hasta que Luis la abrió para que no la rompieran a patadas. Se plantó ante la cuadrilla, se identificó como comandante del Ejército y exigió la presencia de un militar más antiguo que él, con orden de registro. Se presentó un teniente coronel tarjeta militar en mano. Entonces empezó una especie de “madrugada de los cristales rotos” en versión franquista.
Fue una noche en la que las botas los pasamontañas entraron en casa y lo más querido fue revuelto, despedazado, roto, saqueado y todo saltó por los aires. Los libros, papeles y revistas (cuya presencia en la vivienda de un militar constituía una prueba de cargo o un “indicio” de rebelión en los tribunales militares), fueron sacudidos y metidos en grandes bolsas.
Las carpetas abiertas y revisadas a toda prisa, descargaron sus papeles en los mismos contenedores. El trabajo de registro minucioso y ordenamiento de papeles sería cosa del instructor y las relaciones entre las pruebas y los indicios serían hechos más tarde para el trabajo final del fiscal. Los cajones, armarios y ropas del matrimonio fueron desalojados y sacudidos. Nada quedó fuera del minucioso registro.
Después de las detenciones Carmen y las compañeras de los procesados pasaron a primera línea. Buscaron defensores civiles que no fueron aceptados, eligieron abogados civiles. Movilizaron a los compañeros de la UMD. Antes de ello, aseguraron que el régimen franquista no optase por el simple asesinato. Dos compañeros juristas se encargaron de inventar una especie de habeas corpus asegurando la vida de los procesados durante la fase anterior del juicio. Se presentaron repetidamente en la prisión militar, y reclamaron la entrega de un documento fechado en él que el director de la prisión afirmase la buena salud de todos ellos. Carmen había asegurado las comunicaciones con del capitán de Aviación José Ignacio Domínguez que desde Francia movilizó la atención de los medios internacionales y a la opinión pública sobre el proceso.
La medida de protección era necesaria. Muchos años después, Fidel Gómez Rosa, miembro del Foro Milicia y Democracia, publicaría un libro sobre la historia de la UMD que documentaría la reunión de una junta de las más altas autoridades militares en la que se votó sobre la solución inmediata del problema mediante la ejecución de todos los detenidos. Felizmente la votación resultó negativa. Con un “Caudillo” feroz pero en suprema y terminal decadencia, no se atrevieron a hacerlo.
Carmen Macías se convirtió en una de las portavoces de la UMD y en la principal reorganizadora del grupo de militar y de su conexión permanente con el Movimiento de las Fuerzas Armadas. Consiguió que la inteligencia militar no supiese nunca cuál era el número de sus miembros y la capacidad de crecimiento.
El juicio fue sentencia definitiva del Régimen
Las sentencias fueron terribles a pesar del carácter democrático y no armado de La Unión Militar Democrática:
Ocho años de prisión para Luis Otero; siete años y seis meses para el Capitán Fermín Ibarra, Cinco años para los Capitanes Restituto Valero y Manuel Fernández Lago, cuatro años y seis meses para el también capitán Jesús Martín Consuegra, cuatro para los capitanes José Fortes y Fernando Reinlein años para el oficial del mismo rango, tres años para el capitán Antonio García Márquez y dos años y seis meses para el capitán Jesús Ruíz Cillero. Con excepción de García Márquez y Ruiz Cillero todos los procesados fueron condenados a las penas “accesorias” de separación del servicio y suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante la suspensión de la condena. La justificación de la sentencia era el de que los sentenciados habían sido autores de conspiración para una rebelión militar.
A siete años de prisión fue condenado el Capitán de Aviación José Ignacio Domínguez en 1977 a su regreso a España.
“Siete años de prisión, con las accesorias de separación del servicio y suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante este tiempo es la condena que por delito de conspiración para la rebelión ha sentenciado el consejo de guerra seguido ayer contra el capitán de Aviación José Ignacio Domínguez, acusado de pertenecer a la ya voluntariamente disuelta Unión Militar Democrática (UDM). El fiscal solicitaba quince años de reclusión; el abogado defensor, la libre absolución del acusado. El capitán Domínguez recurrirá contra la sentencia”. El País. Ismael Fuente Lafuente 18 diciembre de 1977.
Carmen Macías, continuaría acompañando a todos sus compañeros y compañeras en las siguientes fases de la llamada Transición democrática. Los condenados de la UMD fueron excluidos de la Ley de Amnistía con el retorcido argumento de que hacerlo rompería la unidad de las Fuerzas Armadas. Mucho más tarde fueron readmitidos pero se les impidió a ejercerlo en aquellos puestos en los que les correspondía. Es decir, fueron obligados a pasar a la reserva.
Durante la Transición sufrirían de nuevo el sobresalto de los sucesivos golpes militares: Operación Galaxia, Golpe del 23F, Golpe de los Coroneles, intento de voladura del palco durante el desfile militar en A Coruña, e intento de Golpe de la Marina de guerra que tuvo su origen en el Estado Mayor de la misma, en Cádiz. El objetivo de este golpe sería la ocupación militar del país vasco. La coartada, la realización de una encuesta entre mandos de la Armada (Jefes, Oficiales y Suboficiales). Los pormenores de este golpe los publicó el Diario 16 el lunes 7 de noviembre. Pocos días más tarde el rey Juan Carlos acudiría a un ejercicio anfibio en las playas de Huelva.
Los golpes armados de la Transición
Ninguno de sus mandos principales, salvo los más evidentes, sufrirían penas comparables a la de los miembros de la UMD.
Carmen Macías estudió la licenciatura de Sociología y la ejerció realizando trabajos de campo hasta su jubilación.
Por naturaleza, pensamiento y carácter, Carmen siempre fue y ejerció -con su modestia habitual y su sonrisa de siempre- como mujer feminista.
Gracias. Carmen por haber estado con nosotros.
Gracias por tu eterna sonrisa.