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Fantasía y realidad a los 65 años de sionismo liberal

Fuentes: 972mag.com

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El sionismo liberal ha tenido 65 años para demostrar si Israel puede, en efecto,  ser a la vez un Estado judío y una democracia liberal. Dado su historial,  ¿llegó el momento de poner la ideología a reposar?

Foto:Bandera israelí (wikimedia / public domain)

Imagínese que usted desea, por un minuto, que los sionistas liberales hayan demostrado que tienen razón: que es totalmente posible que un Estado que otorga privilegios sólo a los miembros de un determinado grupo étnico -en este caso los judíos- sea una democracia floreciente. Imagine que Israel es de hecho una luz para las naciones y que la gente de todas las naciones que ven la luz puede emigrar fácilmente, poner fecha de llegada, formar pareja y casarse con una persona local. Imagine que en la Tierra Santa a todos los seres humanos se les trata igual, vamos a suponer que vivimos en el «Estado liberal de Israel».

En el Estado de israel, las tres semanas que van desde finales de marzo hasta principios de mayo (dependiendo de la fecha en el calendario hebreo) son una época importante en el Estado de Israel liberal. En primer lugar se celebra la Pascua, la fiesta de la redención de la esclavitud. Luego viene el Día del Recuerdo del Holocausto, en el que nos acongojamos por las víctimas del genocidio. Una semana después se celebra el Día de la Conmemoración, en el que honramos a los que cayeron en las batalla cuando lucharon por nuestra patria. Y al día siguiente se celebra el Día de la Independencia, en el que celebramos que vivimos en la tierra como un pueblo libre.

En las últimas décadas, a medida que los refugiados regresaban y olas de inmigrantes ascendían a Sión, los pueblos de los cuatro rincones del mundo impregnaron estos días santos con un significado adicional. A medida que los acontecimientos destinados a recordarse comienzan a retroceder en la memoria, las personas para las que sus significados resuenan profundamente, en especial debido a su historia reciente, inyectan los jubileos con su energía renovada que se fusiona con las tradiciones culturales judías que crean una identidad nacional única de liberalidad israelí.

En cada Pascua, cuando marcamos el éxodo de Egipto, se unen a nosotros los hebreos africanos de Dimona. En el apogeo de la crisis de los derechos civiles de la década de 1960, miles de afroestadounidenses salieron de los Estados Unidos para abrazar una forma bíblica de vida en la tierra de Israel.  Estos hebreos nos recuerdan que durante la trata de esclavos, más de 50 millones de africanos fueron asesinados sólo en la travesía del Atlántico, y que aún en la actualidad el complejo carcelario industrial estadounidense mantiene más africanos tras las rejas que todos los esclavos en la centuria del 1800.

En el Día de Conmemoración del Holocausto recordamos a los seis millones de judíos que fueron asesinados por la maquinaria de exterminio nazi. Los filipinos israelíes que han inmigrado al país en las últimas décadas nos recuerdan que sus antepasados sufrieron el primer genocidio a nivel  industrial, más de un millón de civiles en el siglo XX.  Los israelíes de Darfur que han llegado en los últimos años comparten sus historias personales de horror ocurridas en Sudán. Muchos de ellos fueron testigos de las masacres de sus familias y de la limpieza étnica de aldeas enteras.

En el Día de los Caídos,  el ulular de las sirenas se oye en todo el país y nos paramos en posición de firmes y damos las gracias a los que dieron sus vidas a cambio de las nuestras. En todo el país, las familias de los caídos y los supervivientes traumatizados por la guerra, israelíes y palestinos, se reúnen en los sitios donde se libraron las batallas a llorar amargamente y consolarse unos a los otros. Juntos, sus descendientes demuestran con sus cuerpos y espíritus que sus sacrificios no fueron en vano, que no murieron en vano. Aquí no se derramará más sangre en nombre del nacionalismo.

Y el Día de la Independencia -o como algunos lo llaman Día de la Interdependencia- una vez que el reloj marca las 11 y termina oficialmente el Día de la Comemoración, las calles estallan en gritos de éxtasis. Todos los seres humanos -judíos, drusos, cristianos, musulmanes, ateos,  devotos de Ashrah, y todos los demás- toman las calles y se liberan, libres de la opresión, felices de estar vivos y coleando. Nueve meses después, en la primera quincena de febrero, en el período previo al Día de San Valentín, las salas de maternidad de los hospitales están siempre llenas de «bebés del Arco Iris».

Esta es la forma en que las tres semanas de abril  se entrelazan  en el Estado liberal de Israel. Pero este Estado liberal de Israel sólo existe en un mundo alternativo, en nuestra imaginación. Aquí, en la única tierra que conocemos, en real Estado de Israel, estas tres semanas no son un tiempo para reflexionar sobre las verdades universales de la atroz esclavitud, el  genocidio incalculable, los horrores de la guerra y la lucha por la libertad. Al contrario, son una época de construcción de consenso para un exacerbado nacionalismo, de agudizar las supuestas diferencias entre nosotros y ellos con una navaja afilada.

En las Pascuas judías, los israelíes recuerdan la esclavitud de sus míticos antepasados de hace miles de años, pero la mayoría no dedica un pensamiento a la esclavitud moderna que está entre ellos. Hace dos años, el Parlamento israelí modificó sus leyes para restringir los derechos de trabajadores inmigrantes no judíos (prncipalmente de Asia oriental), a elegir su lugar de trabajo y para quién trabajan. El mes pasado el Tribunal Supremo de Israel dictaminó que las leyes laborales del país no se aplican a estos mismos trabajadores, y que no es obligatorio pagarles las horas extras de trabajo.

En el Día de Conmemoración del Holocausto, los israelíes recuerdan a los seis millones de judíos asesinados por los nazis y muchos maldicen a los países que se negaron a abrir sus puertas a los judíos que intentaban huir de la carnicería. Pero los corazones de la mayoría de los israelíes se han endurecido ante los sobrevivientes africanos de campañas de limpieza étnica y campos de tortura. En su decisión de excluirlos de la sociedad israelí, Israel ha construido la mayor cárcel de refugiados del mundo occidental.  Un informe del gobierno publicado el mes pasado llamó a los solicitantes de asilo africanos a quedarse  «concentrados» allí. 

El Día de los Caídos, los israelíes ponderan a los mártires del ejército de Israel y a las milicias judías clandestinas pre-estatales que pagaron el precio más alto para establecer el Estado soberano de Israel. Pero cuando las personas palestinas pretenden lograr lo mismo para su propia gente -ya sea tomando las armas o simplemente agitando los brazos, ya sea tirando piedras o gritando consignas- no se les llama combatientes o activistas, sino terroristas. Los juzgan en tribunales militares móviles, los encierran durante años y los fusilan o los bombardean hasta hacerlos pedazos.

Y el Día de la Independencia, los israelíes se regocijan en las calles, celebrando su reñida libertad. Sin embargo, si usted cree que Israel debe ser un Estado de todos sus ciudadanos, que los no judíos no deberían haber sido expulsados y no se les debe negar el permiso de regresar después de la guerra de 1948 y que la gente no judía no debe ser expulsada aún hoy, en 2013, entonces su libertad de expresión y su libertad de movimiento quedará anulada. El último Día de la Independencia tuiteé en vivo mientras  un grupo de ciudadanos israelíes que tenían previsto hablar de esta simple verdad en las calles de Tel Aviv fueron acordonados por la policía y los que trataron de zafarse fueron arrestados inmediatamente.

Han pasado 65 años desde que se creó el Estado de Israel. Los sionistas liberales han tenido tiempo de sobra para demostrar que es posible que una etnocracia sea al mismo tiempo una democracia liberal. Han fallado miserablemente. Las encuestas demuestran lo que cualquier israelí que entiende hebreo y tiene un latido en el corazón puede decirle: que el racismo es rampante y que la juventud es aún peor que sus predecesores. El sionismo liberal parió un Estado que relega a los no judíos a un estatus de menos de segunda clase y a una generación de israelíes que creen que aquéllos deben sufrir su servidumbre en silencio o irse.

Con este tipo de trayectoria en 65 años, ¿no es hora de que el sionismo liberal se retire?

David Sheen es un escritor y cineasta nacido en Canadá y asentado en Israel. Su sitio web es  www.davidsheen.com  y su twiter @davidsheen.

Fuente: http://972mag.com/liberal-zionism-at-65-fantasy-and-reality/69008/

rCR