Traducido del inglés para Rebelión por J.M.
El líder de la AP Mahmoud Abbas obvió los desafíos a su liderazgo en el VII Congreso de su partido Fatah en Ramala el mes pasado, pero no ofreció respuestas a las crisis que ejercen presión sobre la población palestina. Shadi Hatem imágenes APA
Así que eso fue entonces.
Después de mucha fanfarria, mucha controversia, algo de violencia y un retraso de dos años, Fatah finalmente celebró su séptima conferencia general para resolver sus asuntos internos y por extensión -ya que todavía es, casi, la facción política palestina más importante- para establecer una dirección para los palestinos en los territorios ocupados y más allá.
Fue descrita como una reunión crucial, una oportunidad de cinco días para que el partido de Yasser Arafat finalmente haga una limpieza de la casa y empiece renovado, mientras asoman nuevos retos y viejos obstáculos que aún tienen que ser superados.
Y pasó sin incidentes y sin sorpresa, exactamente como el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, quien fue reelegido por unanimidad para otro mandato de cinco años como presidente de Fatah, lo hubiera querido.
Para casi todos los demás, esta no es una buena noticia.
Tiempo de crisis
Incluso para un pueblo en un estado de crisis crónica el futuro inmediato parece particularmente sombrío para los palestinos.
Las autoridades israelíes ya ni siquiera guardan las apariencias frente a un proceso de paz que ha estado largamente en agonía. De hecho los miembros del Gobierno están llamando abiertamente a abandonar una solución de dos estados.
Los políticos israelíes están envalentonados por un presidente estadounidense electo que ha dicho que moverá la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén y que ha nombrado a las personalidades adecuadas de la extrema derecha pro-Israel en las posiciones cruciales en su administración entrante.
Israel también puede sentirse reconfortado por una administración saliente que premia al país por su continua construcción de asentamientos con el mayor y más generoso paquete de ayuda militar que Estados Unidos haya entregado alguna vez, 38.000 millones de dólares a 10 años, que compromete directamente a la siguiente administración.
El Parlamento israelí está ahora ocupado con la legislación de «legalizar» los asentamientos de avanzada, mostrando una vez más el desdén que los legisladores israelíes tienen por el derecho internacional en virtud del cual todo asentamiento civil en territorio ocupado es ilegal.
Por su parte los palestinos están divididos en múltiples formas. Están divididos en banstustanes en Cisjordania, seccionados en áreas de control y separados por los asentamientos israelíes.
Están divididos entre la administración de Hamás en la Franja de Gaza y las zonas que administra la Autoridad Palestina en la Ribera Occidental.
Dentro de Cisjordania están divididos entre los que están fuera de Jerusalén y los de dentro de la ciudad, que está siendo rodeada por asentamientos y muros, con el agregado de que Israel diseña siempre formas nuevas y más innovadoras para dificultar la vida hasta el punto de lo imposible para los residentes palestinos .
Y los palestinos están divididos entre los que están en la Palestina histórica -incluyendo 1,5 millones de ciudadanos palestinos de Israel- y los que están fuera, donde reside ahora una mayoría.
Hacer como el avestruz
El proceso de paz de Oslo estaba destinado a desembocar en dos estados hace casi 20 años. Ha sido durante mucho tiempo el soporte vital y hay poco o ningún interés internacional –no obstante las proposiciones francesas– de revivirlo.
Todo esto constituye una crisis importante para un movimiento que en los últimos 23 años, desde que fueron firmados los acuerdos de Oslo, ha declarado una y otra vez en que una solución negociada de dos estados es la única manera para llegar y se ha dirigido a la comunidad internacional en busca de apoyo.
Pero no hubo ningún intento serio para hacer frente a cualquiera de estos temas en la conferencia de Fatah o de mirar el futuro incierto directamente a los ojos.
No hubo ni siquiera un intento de abordar las fisuras en el mismo Fatah, la brecha entre Abbas y el exiliado exjefe de los servicios de seguridad de Gaza, Muhammad Dahlan, que ahora vive en los Emiratos Árabes Unidos y al parecer cuenta con el apoyo del llamado Cuarteto Árabe: Emiratos Árabes, Arabia Saudí, Jordania y Egipto.
Por el contrario los disidentes de Fatah y los seguidores de Dahlan simplemente no fueron invitados a la conferencia (1.400 delegados fueron invitados en esta ocasión frente a 2.500 para la sexta conferencia de 2009).
Y los que asistieron simplemente pusieron la oreja para escuchar las mismas consignas y los mismos discursos de la misma gente y luego votaron a favor de mantener la mayor parte de ellos en las mismas posiciones de poder. De hecho 16 de los 18 escaños en juego en el gobernante Comité Central fueron a los leales a Abbas y 13 fueron ocupados por los operadores tradicionales (incluyendo a Abbas), poniendo fin a cualquier esperanza de ver inyectada nueva sangre significativa en el cuerpo político de Fatah.
La conferencia fue, en otras palabras, un ejercicio de esconder la cabeza en la arena, el equivalente político de meter los dedos en los oídos y cantar «la, la, la». Esto se ejemplifica con el discurso de tres horas que Abbas dio a el inicio de la conferencia donde insistió, una vez más, en que un camino negociado a una solución de dos estados era el único camino a seguir y que la comunidad internacional tendría que ayudar en esto, como si en las últimas dos décadas algo de esta ayuda hubiera llegado.
Callejón sin salida
Abbas logró algunos beneficios a corto plazo. Llevó a cabo la conferencia fuera del interés de los dirigentes de los países árabes que querían primero congraciarse con Dahlan.
Esquivó con eficacia cualquier disidencia interna a su gobierno. Y dejó a Dahlan -quien se ha comprometido a mantener su propia séptima conferencia, pero quien en ningún caso ofrece una nueva forma de pensar- el desafío de si se debe tratar de dividir formalmente al Fatah.
También ha eludido hablar de sucesores, por ahora. Ningún procedimiento se acordó ni se anunció una posición para aclarar la cuestión de la sucesión para Abbas, que cuenta con 81 años de edad.
Esto se adapta al cada vez más autoritario líder: la continua popularidad de Marwan Barghouti no es ninguna amenaza para él desde detrás de los barrotes de una prisión israelí, ya que Abbas ha evitado la creación de otro centro de poder en Cisjordania alrededor de alguien como el exjefe de seguridad en Cisjordania, Jibril Rajoub, ahora jefe de la Asociación de Fútbol de Palestina, quien obtuvo la segunda mayor cantidad de votos en las elecciones al comité Central después de Barghouti.
Pero sin nada resuelto la violencia intestina en Fatah en los campos de refugiados de las principales ciudades de Cisjordania que ha dejado al menos siete personas muertas desde agosto, es probable que continúe encendida.
Y sin nuevas ideas sobre la mesa, una incógnita a punto de asumir su lugar en la Casa Blanca y sin el coraje de responsabilizar a Israel internacionalmente, la conferencia general de Fatah fue inexcusablemente complaciente.
La dirección de Fatah, que domina tanto la Autoridad Palestina como la OLP, es el sonambulismo que lleva al desastre. No es de extrañar que sondeo tras sondeo en las ocupadas Cisjordania y la Franja de Gaza muestren que una mayoría significativa de los palestinos está desesperada por un cambio en la dirigencia.
Omar Karmi es excorresponsal en Jerusalén y Washington DC del periódico The National .
Fuente: https://electronicintifada.net/content/fatah-votes-keep-its-head-sand/18786
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.