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¡Felicidades, Yoani: Qué biYete!

Fuentes: Rebelión

Hay ciertas normas de manual que rara vez se violan, menos si se trata de calzar despliegues de guerra ideológica. Así, usando a Reuters como fuente primaria, numerosas agencias de Prensa internacional reprodujeron el día 25 de marzo la nota que denunciaba la censura del blogg «Generación Y», de la filóloga cubana Yoani Sánchez. Esta […]

Hay ciertas normas de manual que rara vez se violan, menos si se trata de calzar despliegues de guerra ideológica. Así, usando a Reuters como fuente primaria, numerosas agencias de Prensa internacional reprodujeron el día 25 de marzo la nota que denunciaba la censura del blogg «Generación Y», de la filóloga cubana Yoani Sánchez. Esta invasión de la libertad personal partía de autoridades cubanas que, al parecer por lo invisible que se advertían en la propia fuente, nadie se tomó el trabajo de encuestar. Un periodismo bastante complaciente al que le basta con que le cuente que estoy siendo asediado por misteriosas fuerzas extraterrestres cuyos verdes tentáculos se muestran a mi vista y al momento se esfuman, para que lo den por ciento y lo circulen por el mundo. Aunque tal vez me ayudaría un poco agregar que se advertían relacionadas con el comunismo internacional y el populismo, para que el tobogán quede engrasado. De ello se asombra el periodista Pascual Serrano al día siguiente, 26 de marzo, luego de comprobar que la noticia es falsa y además Iván Alonso, quien se toma el trabajo de recorrer las entradas del blogg y hasta de dar consejos a su creadora acerca de dónde puede encontrar problemas verdaderamente serios, todos los cuales superan el escozor y las preocupaciones de Yoani.[1]

La invasión de la Y en nuestro catálogo de nombres responde, justo, a una saturación de nombres y apellidos similares, o fácilmente asociables, en la sociedad cubana, precisamente cuando esa «generación Y» debe surgir a un mundo donde las personas se hacen profesionales, artistas, médicos, enfermeras, deportistas, profesores, filólogos, etcétera, y su identificación crea equivocaciones en efecto incómodas. Como autor, yo mismo se las hago padecer a mi casi parónimo Jorge Ángel Pérez, y también les sucede a los escritores Waldo Leyva con Waldo González, Rogelio Riverón con Ricardo Riverón, Ernesto Pérez Castillo con Ernesto Pérez Chang… y asimismo en todos los sectores de nuestra sociedad, de dominio público o de alcance local profesional. Visto el caso, la inventiva popular, luego de intentos no muy extendidos con el ruso y el inglés, se apoderó de letras que eran de escaso uso… ¡y allá fue eso! Cualquier filólogo con capacidad media de razón podría inteligirlo, o investigarlo profesionalmente al menos. Nombres como Yoani se graduaron, o pasaron a quitar el sueño de nuestros narradores deportivos o a hacernos pedir por favor que deletreen cuando tienen la amabilidad de venir para que estampemos una dedicatoria en el libro que han comprado.

La «generación Y» surge bajo la desgracia de venir a un socialismo que ve en peligro el equilibrio entre base y superestructura, una formación económico social que decide preparar la inmensa mayoría de sus habitantes (con menor grado de discriminaciones que nunca antes en nuestra historia, aun cuando se siga luchando contra la subsistencia de esas actitudes discriminatorias) y que no tiene, sin embargo, autopista para que plenamente se apliquen en sus profesiones. Y que ha de enfrentarse a un imparable síntoma de competencia, de los mayores y de los que les siguen. Añádase la caída estrepitosa del socialismo europeo, a la que caprichosamente no se sumó el proyecto cubano. La política en Cuba no respondió al colapso, como sería de esperar, con medidas «darwinistas», malthusianistas o de despido, ni aceptando el poema friedmanita de la libre empresa como fórmula ad hoc, sino aplicando medidas necesarias de resistencia que, dada su condición de retroceso, ahora comienzan a cobrar su precio. Así surge la fiebre del permiso DVD, del libre ingreso a los hoteles turísticos (yo abogaría por trabajar duro en los otros, de moneda nacional, que lo piden a gritos, pero en fin, muchas personas disfrutan con tal ostentación) y otras urgencias que nuestra sociedad ha reclamado en asambleas, con libertad, aunque sin descartar la presencia de censuras mecánicas cuya espontaneidad entusiasta es difícil contener.

Y aunque muchos lo dudan, los cambios se van instalando gradualmente, a veces con insuficiencias que en la práctica emergen, a veces con resultados que demuestran muy rápido hasta qué punto las sociedades necesitan ser reguladas para no perder el equilibrio en la distribución. El manual de enfrentamiento ideológico recomienda, ante el peligro de dejar sin crédito las predicciones fatalista, apurarse, atizar las hogueras, pues no sólo el cielo no se va a caer (¿no lo debe saber acaso el Rey?) sino que está reconciliándose con su capa de ozono. Las sesiones del séptimo congreso de la UNEAC han puesto en la televisión, para todo el país, una crítica abierta, proyectada desde el interior del sistema y en virtud de esa necesidad reguladora, que llama a nuestra prensa a despertar para beneficio de la propia nación (pues para lo extranjero parece mucho más despierta) y así también lo debe hacer para los ciudadanos, que suelen aceptar maltratos, malversaciones y hasta estafas con resignación. Hay que apurarse, no hay dudas.

Apenas diez días después de la noticia del misterioso bloqueo a «Generación Y», no comprobada, denunciada como falsa por otros periodistas, aparece el premio Ortega y Gasset de Periodismo[2], que en su veinticinco aniversario incluye en la nómina a Yoani Sánchez. Si Iván Alfonso le pedía a la joven cubana disimular un poco con sus vínculos y referentes, ¿qué pedirá de pronto al Jurado de El País? Tal vez investigar es algo más que repetir la complacencia del sonido, algo más que decir lo que cualquiera en Cuba dice, aunque en el caso de la filóloga premiada como periodista, con menos intento de profundizar y más tendencia a dejarse llevar por el esquema o por la charla entre amigos que ya doblan la segunda botella y no padecen desengaños amorosos que les ganen el tema. Es obvio que el Jurado quedó poco más que fascinado por el policíaco del día 25 de marzo y que tampoco les gusta cliquear sobre otros sitios, como el del intelectual venezolano Luis Britto García, para poner sólo un ejemplo, y analizar hasta qué punto se arriesgan (y en ese mismo caso desde cuándo ha venido arriesgándose).

Investigar, incluso, sería tirar de los hilos que han permitido sostener el blogg, de la conformación de las motivaciones, etcétera, etcétera. Y usar un nombre de tan profundo sentido como el de Ortega y Gasset para distinguir con un relajante biYete y una explosión propagandística a un grupo de ideas elementales, carentes de fundamentación y de equilibrio investigativo, deja al caso en un sopor de sospecha que por sí solo se disuelve. Que no le corten el blogg, es su derecho; que le endosen el prestigio del filósofo español, ya es encargarle a un delantero cubano que lleve a ganar el campeonato, pongamos, al Getafe.

Es parte del manual, de cualquier modo: por anodino que venga, quedará como un cuño. Coño, Yoani, qué biYete; ¡Felicidades! ¡Y a hablar de muñequitos rusos![3]



[1] Ambos comentarios, «El blog censurado en Cuba», de Serrano y «La persecución implacable», de Alonso, se reproducen en rebelión.org, del 26 de marzo.

[2] Por casualidad, el Premio Ortega y Gasset de Periodismo Yoani lo comparte, entre otros, con El Nuevo Herald a quien se le otorgó en el 2002 y con Raúl Rivero, premiado en el 2007.

[3] Alonso, al parecer español, no comprende que los cubanos llamamos muñequitos, en concepto genérico, al dibujo animado. A eso se refería Yoani quien, seguramente influenciada por tanto verlos en las tardes, divide al mundo en Mozna y Ñie ilziá (Se Puede y No se Puede) o se queda en el punto del Ñiu Moika (Tiznado), doblados para los niños anteriores a la generación Y por voces españolas.