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Fernado Martínez in memoriam

Fuentes: Rebelión

Estamos de malas; en pocos días hemos perdido para la cultura y el pensamiento social revolucionario a los buenos de Francois Houtart, Jorge Ibarra y ahora, a Fernando Martínez Heredia. Sobre la multifacética obra de Fernando otros harán el enorme inventario y sobre su contribución y trascendencia, todos la sentiremos con su ausencia. Esta vez, […]

Estamos de malas; en pocos días hemos perdido para la cultura y el pensamiento social revolucionario a los buenos de Francois Houtart, Jorge Ibarra y ahora, a Fernando Martínez Heredia. Sobre la multifacética obra de Fernando otros harán el enorme inventario y sobre su contribución y trascendencia, todos la sentiremos con su ausencia. Esta vez, solo quisiera hablar en voz alta de su larga compañía en mi vida.

Le conocí a mediados de los años sesenta como visitante asiduo del inolvidable Departamento de Filosofía; más tarde, mediando sus gestiones, pasé a formar parte del colectivo del Departamento y con ello me hice un compañero más cercano de Fernando. Desde entonces nos unió una estrecha y díscola amistad, compartimos espacios y cercanías, así como los avatares de la lucha política e ideológica que la revolución trae consigo, permanentemente.

Nuestra amistad me permitió testificar su lucidez, su invariable compromiso y su constante magisterio. Para ello se revistió de los más disimiles perfiles -jurista, filósofo, científico social, escritor, etc.- y se empeñó en los más disimiles ocupaciones -profesor universitario, investigador, director de revista, funcionario, diplomático, promotor cultural, etc.- siempre con la brillantez y la humildad de los sabios que se niegan a reconocerse como tales..

También testifiqué los difíciles momentos en que su trayectoria fue puesta en solfa, de su travesía del desierto en los setenta y los ochenta y finalmente,del tardío pero justo reconocimiento a su obra, su magisterio y su ejemplaridad. Para entonces, en los años noventa, vi con asombro como las nuevas generaciones de jóvenes estudiantes e intelectuales, encontraban en su obra y en su persona, el nexo necesario con un pensamiento revolucionario tan heterodoxo y autóctono como comprometido.

Desde entonces, ha sido un verdadero maestro de generaciones, un incansable difusor de ideas, un intelectual urgido de trasmitir su mensajes a los demás. Hasta su partida, un combatiente de y por la Revolución de «los humildes, por los humildes y para los humildes».

Recuerdo vívidamente nuestras inagotables discusiones, su casi inalterable tono frente a mi bullanguería, su despiadada memoria de datos y acontecimientos, su firmeza de convicciones y resistencia a las modas intelectuales, su apertura a todas las corrientes de ideas que supusiesen un mayor acervo revolucionario.

Nunca tenemos tiempo para decirle a nuestro amigos cuanto los admiramos; no lo hice a tiempo con Fernando pero quiero confesarlo ahora. Decir que le recordaré siempre, como los demás, y que tampoco me olvidaré de sus enseñanzas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.