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Fidel

Fuentes: La Isla desconocida

Si usted tuvo que salir unos minutos a la calle mientras Fidel en persona hablaba esta tarde por televisión, habrá sentido su voz multiplicada en los hogares. La expectación creada por el anuncio de su vuelta al ruedo -precedida unos días antes por su presencia física en un importante centro de investigaciones y por las […]


Si usted tuvo que salir unos minutos a la calle mientras Fidel en persona hablaba esta tarde por televisión, habrá sentido su voz multiplicada en los hogares. La expectación creada por el anuncio de su vuelta al ruedo -precedida unos días antes por su presencia física en un importante centro de investigaciones y por las fotos que rápidamente recorrieron el ciberespacio–, fue recompensada por la certeza de que el Comandante sigue siendo el temible (para el imperio) estadista y analista político que sorteó todas las variantes posibles de guerra y derrotó a 12 presidentes norteamericanos. Nada que ver con la idea, absolutamente ajena a la idiosincrasia cubana, de culto a la personalidad. Fidel no es un Dios, es un guerrero que no se deja vencer, ni siquiera por los años. Muchos lo escucharon hoy con ternura; ese hombre que condujo a los revolucionarios del Tercer Mundo durante décadas, aún escudriña en los ojos de su interlocutor con la misma fuerza que mira a los ojos del mundo. Por unos minutos todas las trasnacionales de prensa lo homenajearon sin pretenderlo: su sola presencia era noticia, era La Noticia. Tanto, que los tontos lacayos del patio gritaban que era una maniobra del Gobierno para hacerse de la atención: pero qué clase de hombre puede interrumpir el tráfico de noticias en el mundo -un tráfico corrupto, de intereses, que desprecia por inútiles a la verdad y el honor–, y acaparar la atención de amigos y enemigos. No basta con decir la verdad, es necesario que quien la diga sea profundamente respetado por todos. ¡Y qué verdades dijo! Tristes certezas que iluminan el oscuro sendero por el que transita de puntillas el imperialismo. Fidel nos ha llamado a unirnos, en todos los continentes, contra la locura de la avaricia que nos llevará al exterminio. Ese anciano es un joven rebelde que acaba de bajar de la Sierra. «Fidel, Fidel, qué tiene Fidel que los americanos no pueden con él», recordaba la frase que los latinoamericanos tararearon durante décadas, mientras lo escuchaba. La Revolución vive, vivirá siempre. Viva Fidel.

Fuente: http://la-isla-desconocida.blogspot.com/2010/07/fidel.html