«Maestro, lo digo sin complejos, tú eres padre de los revolucionarios de este Continente…y yo te digo a ti… Padre Nuestro que estás en la tierra, en el agua y en el aire»Palabras de Chávez a Fidel Quizás sea inevitable que con el paso de los años los hechos y las realidades circundantes vayan convirtiéndose […]
Palabras de Chávez a Fidel
Quizás sea inevitable que con el paso de los años los hechos y las realidades circundantes vayan convirtiéndose en historias contadas o interpretadas con los matices diferentes que les han ido incorporando los sucesivos coetáneos de las épocas venideras a pesar de los testimonios originales del instante en que ocurrieron. Por eso, todo lo que se pueda hacer para salvar a los acontecimientos de la desmemoria o la tergiversación será una contribución a la luz del futuro.
Los sesenta y dos y los 90 cumpleaños respectivos de Chávez y de Fidel han sido momentos propicios para que se cuenten hechos de uno y del otro y, especialmente, de los ligados a ambos, desde aquel primer encuentro en el aeropuerto de La Habana, más de veinte años atrás.
Y cuentan, a modo de especulación con posible certeza, que el invitado especial del Historiador de la Habana para una visita a la Casa de Bolívar en la ciudad vieja, pensaba y repensaba en qué le esperaría en aquel país tan amado por unos y tan aborrecido por otros. No tenía la menor posibilidad de imaginar las sorpresas que le esperaban a su arribo.
Cuentan que el invitado que arribaría ya era una figura conocida y vista en su país, Venezuela, con buenos ojos por unos y con ojerizas por otros. Despertaba confianzas en unos, y en otros el diapasón al respecto era grande: para la derecha era la peste que amenazaba a la Cuarta República; para las izquierdas radicales, era alguien que, por su origen militar y el intento de asaltar el poder por la vía armada, no merecía gran consideración ni la confianza como un revolucionario verdadero.
Pero en nada de eso pensaba el viajero que se disponía a bajar del avión con sus cuarenta años cumplidos, su juramento bajo el Samán de Güere y la fundación del MBR-200 de doce años atrás, su permanencia en la cárcel de Yare, su vestimenta modesta que arropaba su figura algo enflaquecida y su rostro amuchachado y noble de campesino. Pensaba en qué le esperaría en La Habana después de aquella inesperada y sorpresiva invitación un día en Caracas.
Y cuentan que su asombro fue descomunal cuando tuvo la certeza de que en ese preciso instante le recibía personalmente Fidel, el tan conocido Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, con sus sesenta y ocho años cumplidos, su uniforme verdeolivo de campaña, sus cientos de batallas libradas y con la gigantesca obra acumulada en su país y otras partes del mundo.
Cuentan que al fundirse ambos en un abrazo aquel diciembre de 1994, Chávez tuvo la sensación de un aliento protector y amoroso de padre, físicamente semejante a aquel espiritual que sintiera algún día, de parte de Bolívar. Y también cuentan que Fidel presintió aquella vez la presencia, y la sensación de cobijar en sus brazos la estirpe, arrojo y lealtad de Camilo y Ché, perdidos años atrás.
Y cuentan que fueron muchas las sorpresas y las incomprensiones en todas partes, con matices y explicaciones discordantes y contradictorias, por el hecho de que Fidel hubiera roto el protocolo y recibiera prácticamente con los honores de jefe de estado a aquel humilde combatiente venezolano cuya futura trayectoria era imprevisible entonces para muchos.
Cuentan que diez años después, en un discurso ante Chavez y la delegación venezolana, Fidel enfatizaba que «para saber quién es Hugo Chávez hay que recordar lo que dijo en el discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 14 de diciembre de 1994, hace hoy exactamente diez años… verán cuánta riqueza de contenido y sentido revolucionario encierran.»
Y cuentan que Fidel empezó a referir lo que Hugo Chávez expresara aquel día, que pudiera ser objeto de estudio para medir su consecuencia revolucionaria, pero solo algunas ideas bastarían para conformar esta historia:
«Al referirse al hecho de que yo lo esperase en el aeropuerto, expresó con increíble modestia: «Cuando recibí la inmensa y agradable sorpresa de ser esperado en el aeropuerto internacional «José Martí» por él mismo en persona, le dije: «Yo no merezco este honor, aspiro a merecerlo algún día en los meses y en los años por venir». Lo mismo les digo a todos ustedes, queridos compatriotas cubano-latinoamericanos: Algún día esperamos venir a Cuba en condiciones de extender los brazos y en condiciones de mutuamente alimentarnos en un proyecto revolucionario latinoamericano, imbuidos, como estamos, desde siglos hace, en la idea de un continente hispanoamericano, latinoamericano y caribeño, integrado como una sola nación que somos.»
«En ese camino andamos, y como Aquiles Nazoa dijo de José Martí, nos sentimos de todos los tiempos y de todos los lugares, y andamos como el viento tras esa semilla que aquí cayó un día y aquí, en terreno fértil, retoñó y se levanta como lo que siempre hemos dicho -y no lo digo ahora aquí en Cuba, porque esté en Cuba y porque, como dicen en mi tierra, en el llano venezolano, me sienta guapo y apoyado, sino que lo decíamos en el mismo ejército venezolano antes de ser soldados insurrectos; lo decíamos en los salones, en las escuelas militares de Venezuela-: Cuba es un bastión de la dignidad latinoamericana y como tal hay que verla.»
Y dijo más Chávez en su discurso: «En esa área o en esa tercera vertiente, en el proyecto político transformador de largo plazo, extendemos la mano a la experiencia, a los hombres y mujeres de Cuba que tienen años pensando y haciendo por ese proyecto continental.»
Cuentan que en todos los campos analizados hubo coincidencia entre Chávez y Fidel, que les permitió, una vez alcanzado el triunfo presidencial de Chávez, tejer la urdimbre de la alta y verdadera política, arte y ciencia a favor de sus respectivos pueblos y de los otros pueblos. Y soñaron y pensaron que eso era bueno y la solución definitiva a los problemas ancestrales. Y Fidel prometió y aseguró la forma de acabar de raíz el analfabetismo en Venezuela, y hacia allá fueron maestros, televisores, métodos pedagógicos y cartillas del Yo sí puedo, y Chávez y los venezolanos garantizaron e hicieron realidad aquella proeza del deber y el saber. Y ambos vieron que eso era bueno y posible, como previeron, y pensaron y desarrollaron la estrategia de combatir las enfermedades y el desamparo de la atención médica de las clases sufridas, y hacia allá se movilizaron miles de médicos cubanos para convivir con los pobladores en los más disímiles escenarios de Barrio Adentro para librar la lucha por la salud y la vida en su sentido integral.Y ambos vieron que eso era bueno y posible como soñaron, y aspiraron a más y decidieron extender la colaboración para prevenir o curar la ceguera a través de la Misión Milagro; para la formación de personal médico; para desarrollar los deportes y la cultura y otras muchas esferas sociales. Y sabía Chávez que Cuba requería de suministro seguro de combustible e hizo lo posible e imposible por brindar su ayuda solidaria.
Y cuentan que Fidel, aquel que había adivinado en Chávez las cualidades de un gran revolucionario desde los días de su prisión en la cárcel de Yare, le expresó en su discurso del 2004: «Prometiste volver un día con propósitos y sueños realizados. Volviste y volviste gigante, ya no solo como líder del proceso revolucionario victorioso de tu pueblo, sino también como una personalidad internacional relevante, querida, admirada y respetada por muchos millones de personas en el mundo, y de modo especial por nuestro pueblo».
Y cuentan además que existen otras muchas cosas conocidas y otras que quizás no se conozcan nunca,sobre este asunto de las relaciones entre estos grandes hombres, que trece años después, en noviembre de 2007, Chávez, las sintetizó cuando rezó a Fidel el Padre Nuestro, el poema de Neruda a Bolívar, y le expresó su convicción de ser a la vez alumno e hijo con estas palabras: «Maestro, lo digo sin complejos, tú eres padre de los revolucionarios de este Continente. Tú eres Padre Nuestro, le dijo Neruda a Bolívar, y yo te digo a ti… Padre Nuestro que estás en la tierra, en el agua y en el aire.» También llegó a calificarle como «ese gigante de todos los tiempos y todos los lugares».
Y cuentan que así pensaba quien fue indudablemente su mejor amigo en la liza política latinoamericana, y que caló muy hondo en lo personal e íntimo, de tal manera que nadie fue capaz como Chávez de bromear con Fidel o sobre él públicamente, con el desenfado característico del líder bolivariano. Una empatía particular y una audaz concepción de la vida y la política les permitían comportarse como almas gemelas, sentir y expresar la admiración recíproca del uno por el otro, y concebir los sueños y realidades para construir un mundo mejor mediante una lucha que tuviera como protagonistas esenciales a los pueblos.
Así que basta por ahora esta breve historia que constituye apenas unas líneas de una historia mayor que oficialmente se inició en 1994 y que perdurará por siempre.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.