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Dos años después (I)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanas y ciudadanos

Fuentes: Rebelión

Para Eloy Fernández Porta

Francisco Fernández Buey [FFB] fue profesor universitario desde principios de los años setenta. En situación inestable por supuesto. Fue un PNN, uno de los profesores no numerarios, como se llamaba entonces al precariado del profesorado universitario durante el franquismo, que combatió junto a sus compañeros y compañeras la más que injusta situación del grueso del profesorado, de los enseñantes, de aquellos años. La de ahora, como es sabido, no es muy diferente en muchos casos de la de entonces: el eterno retorno del maltrato y la explotación que no hemos transformado por el momento.

El combate antifranquista del autor de Leyendo a Gramsci tuvo consecuencias. Por ser uno de los profesores y activistas más reconocidos de la huelga del profesorado universitario en toda España del curso 1974-1975, fue expulsado de la Universidad barcelonesa (como se verá, no fue el primer acto de represión al que fue sometido). Como fue expulsado también Miguel Candel, un compañero en mil batallas y gran amigo suyo a lo largo de toda su vida. Seguían, siguieron durante años y décadas, la estela y la coherencia de un maestro de ambos, de Manuel Sacristán (1925-1985), expulsado de la universidad también por motivos políticos a mediados de los años sesenta.

FFB sólo pudo volver a la universidad tras la muerte del dictador y general golpista y criminal. Se reincorporó a la UB, a la Universidad de Barcelona, a la Facultad de Económicas, al lado de Sacristán. Con él había codirigido hacía pocos años una colección inolvidable: «Hipótesis» de Grijalbo. Ambos seguían militando en el PSUC y ambos estaban ya inmersos en las temáticas y organizaciones relacionadas con los nuevos movimientos sociales de aquellos años: ecologismo socialista, antimilitarismo, feminismo. Fundaron primero Materiales y algo más tarde mientras tanto.

Además de su faceta de profesor universitario, FFB fue un maestro de ciudadanos, de muchos de nosotros. Algunas de sus primeras clases fueron dictadas en unos cursos de alfabetización política y cultural organizadas por Jaume Botey en la parroquia -de admirables y comprometidos cristianos de base- de Can Serra, en L’Hospitalet de Llobregat, una ciudad obrera pegada a Barcelona. El compañero y profesor Botey es, precisamente, el autor de una de las últimas entrevistas que se le hicieron; corre por la red. No se la pierdan. Allí da cuenta el autor de Marx sin ismos de su comunismo democrático y de su admiración por Antonio Gramsci y Simone Weil.

Estuvo bien acompañado en aquella experiencia: intervino en aquellas clases al lado de Neus Porta, su esposa y compañera; del propio Manuel Sacristán, de Rafael Grasa (ahora en la Comisión de Transición Nacional del gobierno nacionalista catalán, junto a Pilar Rahola: ¡la vida nos da sorpresas a todos!) y junto a otros amigos y compañeros.

Fue una de sus actividades permanentes, ininterrumpidas. Era muy difícil que FFB respondiera con un NO a cualquier demanda ciudadana, de activistas y militantes de aquí o de allá, o de este o de aquel movimiento social, para impartir una «charla» (es decir, una conferencia trabajada y novedosa) sobre cualquiera de sus numerosas temas. Hablar de poliedro FFB no es un tópico desgastado, no es ningún lugar común.

Así lo hizo hasta el final de sus días. Una de sus últimas intervenciones fue en Madrid, en unas jornadas organizadas por la FIM sobre el eco-comunismo de Manuel Sacristán. Allí estuvo, al lado de Daniel Lacalle, otro de sus grandes amigos y compañeros. La intervención, transcrita por José Sarrión y a punto de ser publicada, es excelente, magnífica. De sus mejores cosas, no se la pierdan.

En la Universidad fue profesor, como decíamos, salvo error por mi parte, en la Facultad de Económicas de la UB, en la escuela de Sociología de la Diputación de Barcelona (yo fui alumno de él en esta escuela), en la Facultad de Económicas de la Universidad de Valladolid y en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Fue también profesor invitado en muchas universidades latinoamericanas y europeas.

La universidad fue, pues, una de sus grandes preocupaciones. Pensó y escribió mucho sobre ella. Pasó muchas, muchas horas allí. Por término medio, y con bromas de amigos (las mías incluidas) y bedeles, más, muchas más de las 40 horas semanales, ¡trasgrediendo conquistas obreras históricas! Con tiempo para todos y todas, dándonoslo generosamente a muchos que solíamos importunarlo. En mi caso, durante horas, fue la primera vez (pero no la única) cuando la invasión soviética de Afganistán.

En estas notas pretendemos dar cuenta de algunas de sus preocupaciones, tesis y argumentos. Basándonos fundamentalmente en uno de sus últimos libros: Por una Universidad democrática. Escritos sobre universidad y los movimientos universitarios. Publicado por el Viejo Topo, por su amigo y compañero, el editor Miguel Riera, en 2009.

Su título no lleva a engaño: es el nombre del manifiesto leído en la Asamblea fundacional del Sindicato Democrático de Estudiantes de Barcelona, la «Capuchinada», el 9 de marzo de 1966. FFB estuvo en la fundación transformada por presión policial en encierro (el torturador Creix se violentó contra él). El manifiesto fue escrito, previa discusión en grupos y círculos de activistas, por Manuel Sacristán. Se recoge en el volumen III, Intervenciones políticas, de sus Panfletos y Materiales (hablaremos de ello en su momento).

Entrevistado por mi mismo a finales de 2009, preguntado por los motivos que le habían empujado a regresar a uno de tus temas más recurrentes, señalaba:

«El motivo principal ha sido la movilización universitaria del último curso a propósito del llamado Proceso de Bolonia. Varios amigos me pidieron que recogiera en un libro los artículos y ensayos que había ido escribiendo sobre universidad y movimientos universitarios a lo largo de muchos años. Y así lo he hecho, pensando que podrían ser útiles también a los estudiantes de ahora.»

El proceso de Bolonia, el parcialmente exitoso intento de mercantilización y privatización de la Universidad europea, estaba en el fondo de su intervención. Nunca las luchas ciudadanas le fueron ajenas. Jordi Mir, el director del CEMS, el centro de estudios de los movimientos sociales que FFB presidió y fundó, lo explicó así en la presentación de su libro póstumo, Para la tercera cultura:

Después de cerrar Utopías e ilusiones naturales (El Viejo Topo, 2007) , un libro en el que FFB y Neus Porta Tallada pusieron todo su amor al conocimiento y demostraron su excelencia en disciplinas que siempre hicieron muy suyas («tomen el volumen entre las manos, ábranlo y podrán comprobarlo»), apuntaba su discípulo y amigo, el autor de La gran perturbación se centró en la elaboración de otro ensayo que hacía años que tenía en mente: Para la tercera cultura

La llegada a la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra en 1993 como profesor de historia de las ideas, ética y filosofía política e historia de la ciencia, junto con otras circunstancias favorables, ayudó a FFB «a poder disponer de tiempo para emprender tareas desde hacía tiempo pensadas. Fue así en el caso que comentábamos de Utopías e ilusiones naturales, un trabajo fruto de toda una vida, desde que siendo muy joven tradujo, presentó y estudió a Fourier para Hipótesis».

Lo era también en el caso del libro póstumo dedicado a la tercera cultura.

«Un ensayo que responde al interés de FFB durante décadas por la historia, la sociología, la política y la filosofía de las ciencias y de las técnicas, por la generación de un concepto integrador y no demediado de cultura, por las relaciones entre la ciencia y las humanidades, por la divulgación rigurosa del conocimiento en ámbitos ciudadanos, una obra que busca contribuir al necesario desarrollo de una ciencia con conciencia (crítica) que nos permita intervenir, individual y colectivamente, en los asuntos controvertidos en los que estamos inmersos, en los difíciles y complejos retos a los que nos enfrentamos. Una obra que escribió, como todas las que nos ha dejado, pensando en sus estudiantes y en el conjunto de la sociedad.»

Una parte de la investigación que el autor realizó durante el curso 2007-2008 estuvo dedicada a la arquitectura del ensayo, y a la elaboración y escritura del extenso primer capítulo del libro. El siguiente curso iba a ser probablemente el definitivo para la finalización del proyecto. Se interrumpió, tuvo que interrumpirse. Los acontecimientos de la vida universitaria, las movilizaciones en defensa de la universidad pública y el cuestionamiento del llamado proceso de Bolonia, y las respuestas que generaron, no ayudaron a ello o -girando la perspectiva como hace el doctor Jordi Mir- sí lo hicieron «mirado desde otro punto de vista, desde la atalaya teórico-práctica siempre tan presente en el pensar y filosofar del autor de Marx (sin ismos)».

En un determinado momento, FFB tuvo que decidir si continuaba con sus trabajos y lecturas sobre la tercera cultura o aparcaba provisionalmente esta tarea para reflexionar, escribir e intervenir sobre la situación en la universidad. La segunda opción, por supuesto, es la que se impuso. Era casi inevitable en su caso: la crónica previsible de una opción filosófica que siempre estuvo praxeológicamente comprometida.

La decisión nutrió numerosos resultados. Entre ellos, Por una universidad democrática (El Viejo Topo 2009), el último libro que publicó en vida, el decimoctavo de la densa y amplia obra del gran lector y estudioso de Platónov.

«Y también, otro vértice esencial de su hacer y estar en el mundo, la argumentada defensa de los estudiantes movilizados que puede observarse en los numerosos artículos aparecidos en la prensa de aquellos años, sus análisis sobre la situación de la universidad recogidos en diversas revistas y su actuación política -o poliética como a él mismo le gustaba decir- en su propia universidad y en los espacios a su alcance, de acuerdo con sus ideas y principios, aún a riesgo de estar en minoría de uno o de pocos como tantas veces le había ocurrido en su larga y arriesgada vida de luchador antifranquista y activista socialista en serio.»

Su deseo académico, apunta Jordi Mir, su pasión inagotable de conocimiento, «dejó espacio a lo que podemos llamar -con palabras algo gastadas pero más que verdaderas en su caso- su responsabilidad política, su conciencia cívica.»

En este libro nos centraremos, de él nos alimentaremos en gran medida a lo largo de estas entregas (antifranquistas y antiborbónicas) veraniegas. Que no serán extensas. ¡Palabra de discípulo de FFB!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.