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Fukushima 6 años. Manifiesto. reflexiones hacia el futuro

Fuentes: Rebelión

Después de seis años de catástrofe continuada, las informaciones sobre Fukushima se han estabilizado. De vez en cuando, como ha ocurrido con los últimos descubrimientos sobre el estado de uno de los reactores desde el robot «scorpion», aparece de forma secundaria en los titulares informativos; pero la mayor parte de la información se concentra en […]

Después de seis años de catástrofe continuada, las informaciones sobre Fukushima se han estabilizado. De vez en cuando, como ha ocurrido con los últimos descubrimientos sobre el estado de uno de los reactores desde el robot «scorpion», aparece de forma secundaria en los titulares informativos; pero la mayor parte de la información se concentra en el aniversario del inicio de la catástrofe y, como ya ocurrió con Chernóbil, se establecen pautas informativas e imágenes que se repiten cada año. Si en Chernóbil son ciudades abandonadas y bosques con vida salvaje, en Fukushima es la «normalidad» de miles de pilas de plástico con residuos ordenadamente almacenados, trabajadores con mono blanco, y algún técnico.

Tanto en Chernóbill como en Fukushima no se sabe qué pasa con la población. Únicamente nos llegan imágenes y relatos personales (mayoritariamente de personas viejas en Chernóbil, y de mediana edad en Fukushima), pero no hay informaciones sobre la salud de grupos sociales, estadísticas de incidencias de enfermedades, de cómo la catástrofe afecta a las diferentes franjas de edad, todo lo que serviría para formarse un criterio de lo que supone una catástrofe nuclear.

Entre Chernóbil y Fukushima transcurrieron 25 años. Repasando la historia de accidentes nucleares civiles con vertido importante de radiación al entorno, o fusión (o riesgo de fusión) del núcleo del reactor se obtiene una lista mínima de 34 sucesos graves que se remonta a 1952 . Dos de estos accidentes se han convertido en catástrofes globales reconocidas e irreversibles que han dispersado, y siguen dispersando, radiación por todo el mundo, marcando la vida de las personas durante décadas, de las que las vivieron, y de las que nacieron después.

Entre 2015 y 2016 se han puesto en funcionamiento 15 nuevos reactores nucleares en el mundo. La industria nuclear ha abandonado los delirios de un «paraíso» de abundancia y derroche energético, pero tiene planificado perdurar hasta que quede uranio aprovechable, para ello cualquier mentira es válida, desde presentarse como la «alternativa» al agotamiento de los combustibles fósiles, hasta adjudicarse la «mitigación» del cambio climático. En esta perspectiva los pro-nucleares tienen la voluntad de que accidentes y catástrofes periódicas sean una «normalidad» a la que hay que adaptarse. Y a seis años del inicio de Fukushima tenemos derecho a interrogarnos, a interpelar la sociedad, y exigir cuentas a los políticos que nos representan …

¿Queremos realmente vivir así? ¿Queremos dejar a nuestros descendientes este, digamos, «futuro»? ¿Unos vertidos radiactivos importantes cada 2 o 3 años y una catástrofe global e irreversible cada 25?

En la Península Ibérica funcionan hoy siete reactores nucleares, que cuando les llegue la renovación de licencias 2020 (Almaraz 1 y 2 y Vandellós 2), 2021 (Ascó 1 y 2 y Cofrentes) y 2024 (Trillo), habrán sobrepasado los 30 años de funcionamiento, de emisión de contaminación y de acumulación de accidentes. La voluntad de la industria nuclear, de los grupos que lo apoyan, y de una parte importante de los partidos con representación en el Congreso, es que puedan seguir funcionando hasta los 60 años. Lo ocurrido con Garoña lo demuestra. No es necesario entrar en detalles de lo que ello supone en términos de peligro, contaminación radiactiva, impactos para la salud, y generación de residuos peligrosos durante cientos y miles de años, es algo fácilmente imaginable.

En Cataluña, Catalunya Si Que Es Pot (CSQEP) presentó una propuesta de resolución el año 2015 pidiendo un pronunciamiento del Gobierno, dirigido al Gobierno del PP, reclamando la no renovación de los permisos de Ascó y Vandellòs en 2020 y 2021, en base a las declaraciones hechas por representantes de la industria nuclear para alargar su funcionamiento hasta los 60 años. Del resto de partidos sólo tenemos las manifestaciones genéricas del PSC y la CUP contra la energía nuclear. Los tres reactores de Ascó y Vandellòs son los que acumulan mayor cantidad de averías y accidentes de la Península Ibérica.

Todos los partidos del Parlamento, incluso los que se declaran contrarios a la energía nuclear, apoyan por activa o por pasiva la propuesta del gobierno del PDECAT y ERC de establecer los presupuestos de 2017, un «impuesto» que regulará y legitimará el carácter perjudicial para la salud de las emisiones de radiación que los reactores nucleares provocan en su funcionamiento cotidiano, algo que hasta ahora se ha negado desde todas las instancias oficiales.

Es imprescindible una movilización de las mayorías sociales contrarias a la energía nuclear. Si el año 2017 no marca un cambio desde el rechazo pasivo al activismo, las posibilidades de que muchas y muchos seamos radiactivos será una realidad mañana, y en el caso de Cataluña, radiactivos legalmente reconocidos. Recordemos Fukushima en su sexto aniversario desde la voluntad de movilizarnos para avanzar hacia el final de la era nuclear.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.