Traducido para Rebelión por J. M.
La furia por el reciente ataque con armas químicas en Siria ha eclipsado acontecimientos perturbadores en el sur, tales como la guerra silenciosa de desgaste que libran los generales de Egipto contra los líderes de Hamás en Gaza.
Hamás se ha visto cada vez más aislado, política y geográficamente desde que el ejército egipcio derrocó al primer presidente del país democráticamente elegido, Mohamed Morsi, a principios de julio.
Hamás está pagando el precio por sus estrechos vínculos con la Hermandad Musulmana de Egipto, el movimiento islámico que tomó el poder brevemente a través de las urnas tras las protestas revolucionarias que derrocaron al dictador Hosni Mubarak en 2011.
Desde que el ejército lanzó su golpe de Estado hace tres meses, encarcelando a dirigentes de la Hermandad y, la semana pasada, prohibiendo las actividades del movimiento y congelando sus activos, Hamás se ha convertido en un chivo expiatorio conveniente para todos los signos de malestar.
A Hamás se le responsabiliza del surgimiento de grupos militantes islámicos en el Sinaí. Muchos proceden de tribus beduinas locales descontentas que han estado atacando a los soldados, las instituciones gubernamentales y los barcos que atraviesan el canal de Suez. El ejército afirma que una tercera parte de los islamistas muertos en las últimas operaciones procedían de Gaza.
En una conferencia de prensa del ejército el mes pasado, varios palestinos «confesaron» el contrabando de armas procedente de Gaza e introducido en el Sinaí, mientras que un comandante egipcio, Ahmed Mohammed Ali, acusó a Hamás de «conducir a emboscadas al ejército egipcio».
Los medios de comunicación egipcios incluso han vinculado a Hamás con un atentado con coche bomba en El Cairo el mes pasado que casi se cobró la vida del nuevo ministro del Interior, Mohammed Ibrahim.
El ejército egipcio acecha en las sombras, y si la suprimida Hermandad Musulmana elige el camino de la violencia, puede encontrar un aliado útil en un Hamás fuerte.
Una ofensiva contra el movimiento islámico palestino ha sido casi inevitable, y tomando el asunto en perspectiva, incluso Mubarak habría retrocedido. El ejército egipcio ha intensificado el bloqueo a lo largo de la corta frontera de Gaza, reproduciendo el impuesto por Israel a lo largo de las otras tres entradas.
En las últimas semanas, el ejército ha destruido cientos de túneles a través de los cuales los palestinos pasaban clandestinamente combustible y otros suministros que escasean debido al asedio de Israel.
Egipto ha arrasado casas en su lado para establecer una «zona de amortiguación», como hizo Israel en Gaza hace una década, cuando todavía ocupaba el enclave directamente, para evitar más excavaciones de túneles.
Eso ha sumido la población de Gaza en dificultades y ha sestado un duro golpe a los ingresos fiscales que Hamás obtenía del comercio a través del túnel. El desempleo se dispara y la severa escasez de combustible significa cortes de energía aún más largos.
Del mismo modo, la frontera de Gaza con Egipto a través del cruce de Rafah -el único acceso al exterior para la mayoría de los estudiantes, pacientes médicos y hombres de negocios- rara vez ahora se encuentra abierto, incluso para los líderes de Hamás.
La flota egipcia estuvo acosando a los pescadores palestinos que trataban de pescar más allá de las costas de Gaza, en una zona ya estrictamente delimitada por Israel. Egipto ha estado disparando a los barcos y arrestando a las tripulaciones cerca de sus aguas territoriales, pretextando la seguridad.
Una caricatura reciente en un periódico de Hamás mostró oportunamente a Gaza estrujada entre pinzas, un brazo de Israel, el otro de Egipto. Sami Abu Zuhri, portavoz de Hamás, fue citado recientemente diciendo que Egipto estaba «tratando de superar a los israelíes en atormentar y hambrear a nuestro pueblo».
Hamás carece de aliados regionales. Su líder Jaled Meshal huyó de su base de Siria a principios de la guerra civil, alienando a Irán en el proceso. Otros partidarios recientes, como Turquía y Catar, también están poniendo distancia.
Hamás teme el creciente descontento en Gaza, y en particular una manifestación prevista para noviembre inspirada en las protestas masivas de este verano en Egipto que ayudaron a derribar a Morsi y a la Hermandad Musulmana.
El rival político de Hamás, Fatah -y la Autoridad Palestina, con sede en Cisjordania- está denunciado como soporte del nuevo movimiento de protesta.
Los esfuerzos prolongados entre Fatah y Hamás para llegar a un acuerdo de unidad es ahora un recuerdo lejano. A finales de agosto, la Autoridad Palestina anunció que pronto estará tomando «decisiones dolorosas» sobre Hamás. Se supone que es una referencia a declararlo una «entidad delincuente» e interrumpiría el financiamiento.
La Autoridad Palestina ve en el aislamiento de Hamás y en su propia renovación de las relaciones con los dirigentes egipcios la oportunidad de recuperar Gaza.
Como siempre, Israel está lejos de ser un espectador inocente.
Después del inquietante período de gobierno de los Hermanos Musulmanes, los ejércitos de Israel y Egipto -sus intereses estratégicos siempre estrechamente alineados- han reanudado la cooperación en seguridad. Según informes de prensa, Israel incluso presionó a Washington tras el golpe de julio para que garantice a Egipto la continuidad de las generosas dádivas de ayuda de los Estados Unidos así como hace con Israel, sobre todo en forma de ayuda militar.
Israel ha hecho la vista gorda ante la llegada de tropas de Egipto al Sinaí, así como tanques y helicópteros, en violación del tratado de paz de 1979. Para Israel sería más conveniente que Egipto limpie la amenaza islamista en su puerta compartida.
La destrucción de los túneles, por su parte, ha sellado el conducto principal mediante el cual Hamás se armó contra futuros ataques israelíes.
Israel también está encantado de ver a Fatah y Hamás minando sus energías en la maniobra de uno contra el otro. La unidad política habría reforzado la situación de los palestinos con la comunidad internacional. Divididos, pueden ser fácilmente manipulables contra el otro.
Ese juego cínico está en pleno apogeo. Hace una semana, Israel accedió por primera vez en seis años a permitir la entrada de materiales de construcción en Gaza para la construcción privada y la entrada de más combustible. Una tubería recién aprobada duplicará el suministro de agua a Gaza.
Estas medidas están destinadas a reforzar la imagen de la Autoridad Palestina en Gaza, como recompensa por regresar a las fútiles negociaciones actuales y socavar el apoyo a Hamás.
Con Egipto uniéndose al bloqueo, Israel tiene ahora un control mucho más firme sobre lo que sucede dentro y fuera, lo que le permite castigar a Hamás al tiempo que mejora su imagen en el extranjero por ser generoso con los temas «humanitarios» para la población en general.
Gaza depende de nuevo de la buena voluntad de Israel. Pero incluso los analistas israelíes admiten que la situación está lejos de ser estable. Tarde o temprano algo tiene que suceder. Y puede ser que Hamás no sea el único atrapado en la tormenta.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son « Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East» (Pluto Press) y « « Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair » (Zed Books) Su nueva página web es www.jonathan-cook.net
Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/10/02/gaza-crushed-between-israel-and-egypt/
rCR