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Gaza: Revolución y cambio en Rafah

Fuentes: Uruknet

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

El agente de seguridad palestino de la frontera de Rafah era demasiado educado.

Llevaba un uniforme negro y caminaba seguro de sí mismo mientras indicaba a los fatigados viajeros los siguientes pasos que tenían que dar antes de que se les permitiera volver a Gaza. En el otro lado de la frontera, en Egipto, había mucha ansiedad, miedo y expectación.

«Las cosas van a mejorar», dijo un ingeniero palestino de Gaza que había estudiado y trabaja ahora en una ciudad al sur de Estocolmo, en Suecia. Lo que quería decir era que las cosas van a mejorar en el cruce fronterizo en lo que respecta a la relación entre Gaza y Egipto. Sin una decisión firme por parte de Egipto de reabrir completamente el cruce, Gaza seguirá dando tumbos bajo el cerco israelí. Otros están de acuerdo, pero los habitantes de Gaza han aprendido a no confiar demasiado en las declaraciones de políticos que prometen cambios positivos.

Sin embargo, el Egipto de hoy en día pertenece a una categoría política totalmente diferente a la que había bajo la dirección de Hosni Mubarak. Los palestinos, especialmente los que están atrapados tras la frontera cerrada de Gaza, son muy conscientes de ello. Aún así son cautelosos. «Inshallah» -si Dios quiere- dicen, «que Dios nos traiga algo bueno».

Por ahora, las cosas siguen siendo difíciles en la frontera. Cuando los funcionarios de frontera egipcios recogen los pasaportes para revisarlos y los devuelven unas horas más tarde para leer en voz alta los nombres de aquellos a los que se les autoriza la entrada, una gran multitud se amontona a su alrededor. La tensión se transforma en gritos y a veces en lágrimas.

«Echaos para atrás o no os devolveré los pasaportes» gritaba un corpulento agente egipcio con cierto desdén. Las venas laterales de su rostro se hincharon de repente. La multitud se disolvió sólo para volver segundos después. El agente parecía agotado y estaba claramente harto. Los viajeros de Gaza ya se habían desplazado más allá del punto de la humillación. Simplemente querían ir de aquí a allí y volver.

Una joven con la espalda retorcida avanzaba detrás de su madre. Su dolor se reflejaba en el rostro. «Yallah yamma» -de prisa, hija- le insistía la madre. «Pueden cerrar la entrada en cualquier momento». La chica, de unos veinte años, se detuvo y cerró los ojos con fuerza como para reunir las escasas fuerzas que le quedaban para seguir durante unos segundos más.

La entrada de la frontera con Egipto era muy amplia pero sólo estaba abierta por un pequeño hueco de escasos metros. Cuando se abrió el jueves, 19 de mayo, centenares de personas intentaron traspasarla al mismo tiempo. Bolsas enormes se alzaban sobre las cabezas de la gente, los niños lloraban de pánico, los oficiales gritaban y unos pocos se atrevieron a contestarles. «No tenéis más que abrir la puerta, la grande», dijo alguien. Un hombre menudo, de pelo blanco, vestido con un traje viejo que le iba grande dio un paso atrás y sacudió la cabeza. «Es una tragedia», dijo. Muy pronto, también él se vio obligado a perder su civismo y a empujar contra la desesperada masa humana. Más tarde, lo vi dentro de la frontera, dando vueltas alrededor, inquieto y mirando atentamente mientras fumaba un cigarrillo.

Aquí en la frontera todo el mundo está nervioso, incluso los que no tienen por qué. Los oficiales egipcios están tensos, como si de algún modo también su destino fuera a determinarse aquí. Ambas partes saben que la frontera entre Gaza y Egipto está experimentando una importante transición. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores de Egipto, Nabil Al-Arabi ya había prometido una ruptura con el pasado abriendo con ello la frontera entre su país y Gaza. Hay mucha confianza entre los palestinos en que el nuevo Egipto es sincero pero también temor porque un Egipto políticamente vulnerable podría verse obligado a ceder en sus posiciones iniciales.

Pero el pueblo egipcio parece decidido a mantener al gobierno bajo control. Palestina es un tema importante ahora en las grandes protestas. Cientos de activistas egipcios fueron detenidos y muchos resultaron heridos cuando se congregaron cerca de la embajada de Israel en El Cairo, que estuvo cerrada durante algunos días antes de reabrir de nuevo. El llamamiento egipcio para avanzar hacia Gaza en conmemoración de la Nakba palestina de 1948 -el Día de la Catástrofe- fue abortado después de que el ejército egipcio cerrara gran parte de Sinaí. Los tanques todavía salpican la carretera que conduce desde El Cairo a Gaza a través del desierto del Sinaí. No obstante, los soldados son muy educados. El conductor egipcio que me llevó a Rafah a altas horas parecía más feliz con la revolución de su país simplemente porque ahora los uniformados le tratan con más respeto. «Los agentes solían tratarnos sin respeto», dijo con un sentimiento retrospectivo de dolor. «Ahora, somos como hermanos». El conductor tendió la mano a un soldado llamativamente bajo que calzaba zapatillas para darle un innecesario apretón de manos.

El sentido de la alegría, sin embargo, no ha llegado aún a la frontera de Gaza. La esperanza y la expectativa que sienten los gazíes hacia los cambios que se están sucediendo en Egipto sólo pueden comprenderse después de un cierto grado de investigación. La distancia entre El Cairo y Rafah es larga y ardua. Traducir la voluntad política de la primera en una política significativa para la segunda no será tarea fácil. Sin embargo, el pueblo egipcio mantiene la presión y los palestinos en Gaza siguen teniendo esperanza.

Al final, no se echó atrás a nadie. Todo el mundo consiguió entrar en Gaza. El hombre del traje viejo siguió fumando y maldiciendo sin motivo aparente. La chica con la espalda lastimada siguió aún con un dolor terrible pero también feliz de estar en casa. Al ingeniero gazí-sueco le estaba esperando una multitud de primos jóvenes. En Rafah me encontré con que muchos hombres que no conocía me habían invitado a comer y a tomar café árabe después, la mayoría se llamaban Muhammad. Todos parecían felices.

«Así que Egipto ha cambiado, ¿no?» -preguntó un Muhammad con una sonrisa de complicidad inclinando la cabeza. Todo el mundo parecía estar de acuerdo aunque nadie apuntaba exactamente en qué forma el cambio ha afectado a Gaza por el momento. Los palestinos de Gaza sobreviven en gran medida por los cerca de 500 túneles que conectan a la empobrecida y sitiada Franja con Egipto. Ahora se alimentan de esperanza y cigarrillos baratos, muchos, también, procedentes de Egipto.

«Ramzy Baroud», dijo en voz alto un viejo oficial. «Bienvenido a casa, hijo» -dijo, mientras me entregaba el pasaporte saludándome con la mano. En aquel momento no hubiera podido escuchar palabras más dulces.

Después de 17 años de constantes intentos de visitar Gaza de nuevo, al fin estoy aquí.

Estoy en Gaza. Estoy en casa.

Fuente: http://www.uruknet.de/?s1=1&p=78078&s2=27