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Gaza sangra, también hoy grito «¡No en mi nombre!»

Fuentes: Rebelión

Las comunidades judías, como la de Tucumán, de la que alguna vez fui parte, se están haciendo cómplices, una vez más, del prolongado y cada vez más feroz genocidio que Israel perpetra contra el pueblo palestino. Cuando algunos hombres y mujeres de orígen judío nos pronunciamos en contra de la opresión del pueblo palestino, no […]

Las comunidades judías, como la de Tucumán, de la que alguna vez fui parte, se están haciendo cómplices, una vez más, del prolongado y cada vez más feroz genocidio que Israel perpetra contra el pueblo palestino.

Cuando algunos hombres y mujeres de orígen judío nos pronunciamos en contra de la opresión del pueblo palestino, no lo hacemos por nuestro orígen, sino por una conciencia humanista que lleva a solidarizarnos contra todo tipo de injusticias, y el asesinato vil y cruel de niños, mujeres y hombres en la Franja de Gaza lo es. No sensibilizarse ante estos crímenes es simplemente un acto canalla y vergonzoso.

Sucede además que somos judíos y desde que el sionismo secuestró al judaísmo en su casi «totalidad», escaparnos de él es visto, por el establishment comunitario como un acto ominoso.

Si bien uno, a pesar del orígen judío y de haber sido parte de la comunidad judía de Argentina, se pronuncia a favor de la causa palestina, no lo hace por portación de origen, apellido y un pasado determinado. Lo hace, como al menos es mi caso, por la adhesión que me despierta cualquier causa en la que los oprimidos se enfrentan a los opresores. Sin embargo, en este terrible y mal llamado conflicto que enfrenta a opresores (Israel) y oprimidos que resisten (el pueblo palestino), sacar a relucir el carnet identitario judío resulta estratégico.

Comunmente citamos a «historiadores israelíes» que se oponen al genocidio o a la limpieza étnica de Palestina, o a intelectuales judíos que se autodenominan «antisionistas», o «internacionalistas» por una cuestión estratégica. Me da igual si Ilán Pappe es israelí, británico o hindú, el historiador investigó la limpieza énitca de Palestina y escribió un libro bien documentado rompiendo los mitos fundantes del sionismo y su relato nos sirve para aprender una historia acallada por la historiografía pro-sionista. Como todo relato, el de Pappe, amén de ser judío e israelí, se inscribe en el mismo campo de batalla en el que nos encontramos incertos todos, judíos o no, de la lucha a favor de la causa del oprimido.

Alguna vez alguien dijo: Rubén Kotler es judío y no está de acuerdo con lo que hace Israel. Yo no saco, por lo general, a relucir mi carnet identitario, salvo que lo considere estratégico, como lo hice cuando me pronuncié, al menos públicamente por vez primera, en 2006. En aquella oportunidad dije: no en mi nombre, pues anteponía mi origen a mis ideas que creía y aún creo, universales. Un amigo me corrigió que no puedo afirmar que mis ideas son universales si me paro desde un lugar particularista y hasta tribal, y razón no le faltaba. Desde el 2006 a la fecha maduré estas ideas gracias a diferentes lecturas en las que no me faltaron incluso, lecturas con las que filosóficamente no estaba al 100% de acuerdo.

Hoy vuelvo a decir «en mi nombre no», y vuelvo a sacar a relucir mi carnet identitario, carnet del que no reniego pero del cual estratégicamente me sirve para volver a posicionarme en contra del horror genocida de un Estado que se autotitula judío pero que sin embargo no me representa. Tampoco me representan los judíos ortodoxos que viven en Nueva York y que hoy levantan las banderas palestinas, pues para ellos, el «tercer templo» será levantado cuando aparezca el mesías. No aspiro a un Estado teocrático bajo ninguna de sus formas, entonces tampoco coincido con aquellos que desde un círculo tribal emergen de las periferias para decir que están en contra del Estado moderno de Israel simplemente porque aún no se cumplieron sus profesías.

Termina un domingo sangriento en Gaza, un nuevo capítulo del sistemático genocidio histórico y planificado, que sufre el pueblo Palestino y tengo la necesidad de explicar mi posición. Hoy levantamos en alto las banderas de la causa Palestina, mañana seguramente pondremos a hondear junto a esta bandera la causa del pueblo mapuche y tantítismas otras, todas unidas en lo que el gran Frantz Fanon denominó «los condenados de la tierra». Y no levantamos estas banderas por ser judíos, pero serlo hoy, y poder denunciarlo desde ese lugar, sirve, al menos en una pequeñísima escala, para hacer ruido en medio de unas sordas, cómplices y fascistizadas comunidades judías que sostienen el Genocidio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.