Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Con todo lo estremecedoras que puedan ser las estadísticas que detallan la destrucción de Gaza, no consiguen siquiera ofrecer un cuadro completo del escarnio y la tragedia padecidos por personas, familias, barriadas y pueblos durante el bestial ataque israelí de veintidós días de duración contra el diminuto enclave. Sin embargo, tenemos que tenerlas muy presentes y repetirlas. Desde el Buró Central Palestino de Estadísticas (www.pcbs.gov.ps) y desde varias ONG se contabilizan:
- 1.334 muertos, la tercera parte de ellos eran niños (murieron asesinados más niños que «combatientes»).
- 5.450 heridos, la tercera parte de ellos son niños.
- 100.000 desplazados, 50.000 personas sin hogar.
- 4.100 hogares y edificios destruidos, 17.000 dañados (en conjunto, el 14% de todos los edificios de Gaza).
- 29 instituciones educativas destruidas, incluido el American International School.
- 92 mezquitas destruidas o dañadas.
- 1.500 tiendas, fábricas y otras instalaciones comerciales destruidas.
- 20 ambulancias destruidas.
- Del 35 al 60% de la tierra agrícola arrasada.
- 1.900 millones de dólares en una primera estimación de los daños.
Frente a tanta devastación y espanto masivos -y todo ello después de un atroz asedio de dieciocho meses de duración que había reducido ya a Gaza a un estado de mera supervivencia-, la conducta y las acciones del régimen del Presidente egipcio Hosni Mubarak siguen siendo, tras la guerra, tan deleznables como lo eran antes.
El 25 de diciembre, tan sólo dos días antes del comienzo del despiadado bombardeo aéreo contra Gaza, la Ministra israelí de Asuntos Exteriores Tzipi Livni se reunió con Mubarak en El Cairo. El resultado de esa visita llevó a interpretar que Egipto, por su parte, había dado luz verde al ataque con la esperanza de que el grupo islamista gobernante de Hamas (democráticamente elegido) saliera derrocado y la facción más maleable de Fatah, dirigida por el Presidente palestino Mahmoud Abbas, tomara su lugar.
Se sella el cruce de Rafah
Las razones de la animosidad de Mubarak hacia Hamas y, por extensión, de su censurable decisión de mantener el vital cruce de frontera de Rafah cerrado a los suministros humanitarios es algo que ya se había explicado anteriormente.
Los apologistas del dictador dirán que el acuerdo de 2005 entre Israel, la Autoridad Palestina (AP) y la Unión Europa (UE), que regula los movimientos a través de la frontera, prohíbe que se abra ésta en ausencia de observadores de la AP y de la UE.
Sin embargo, en ese acuerdo no se hace referencia alguna a que se pueda prohibir que productos humanitarios vitales entren en el territorio, donde las condiciones son cada vez más desesperadas. Además, Egipto no era signatario del tratado, que había expirado ya una vez transcurrido un año y que no se había renovado.
Si mantener cerrado el cruce de Rafah -la única vía para salir de Gaza que no da al territorio israelí- antes y durante la guerra fue un acto criminal, seguir teniéndolo clausurado después es mucho más grave aún.
Impidiendo que se puedan prestar cuidados sanitarios a los niños de Gaza
En sus informes para The National, Jonathan Cook detalla los casos de cuatro niños de Gaza que necesitaban cirugía urgente en Francia para poder salvar la vida, pero a los que se les negó la entrada en Egipto a través del paso de Rafah. Como la tía de uno de los niños víctimas de la guerra subrayó: «Todas las mañanas llegábamos hasta el cruce y los soldados egipcios nos maldecían y nos gritaban que nos marcháramos».
Se permitió que los doctores que acompañaban a los niños pasaran a Egipto, pero no así a las ambulancias que les llevaban. Se atribuyó esta exclusión a que el Ministro palestino de Sanidad en Ramala no autorizó su salida, afirmando que «no había razones para trasladar a ningún niño más al extranjero para que le pudieran atenderle». Las autoridades egipcias acataron esta resolución, no queriendo crear problemas diplomáticos.
Pero esa excusa no sirve.
En primer lugar, Hamas, democráticamente elegido en las elecciones parlamentarias palestinas de enero de 2006, es la legítima autoridad gobernante. En segundo lugar, el mandato de Mahmoud Abbas como presidente de la AP expiró el 9 de enero. Finalmente, las situaciones de emergencias médicas siempre tienen precedencia sobre las (supuestas) consideraciones burocráticas. Quienes controlaban el cruce de Rafah son directamente responsables de los hechos.
Alimentando a los soldados israelíes pero no al pueblo de Gaza
En vista de las circunstancias catastróficas motivadas por la carencia de productos básicos (se cree que el 75% de los niños de Gaza están desnutridos y que el 30% presenta retrasos de crecimiento), un reciente informe [*] del popular semanario egipcio Al-Osboa fue aún más estremecedor. Se revelaba en él que una compañía egipcia había estado suministrando alimentos a los soldados israelíes durante la guerra mientras los gazatíes se morían de hambre.
Se prohíbe el desembarco de un buque del Creciente Rojo Iraní
Un buque iraní enviado por el Creciente Rojo de ese país, transportando 2.000 toneladas de suministros médicos y otra ayuda humanitaria para Gaza, continúa anclado a 15 millas de la costa de Gaza. Fue interceptado por un buque israelí que le impidió llegar. En estos momentos está a la espera del permiso para poder atracar y descargar su contenido en el puerto egipcio de Al-Arish. Hasta la fecha, no ha recibido aún ese permiso.
En vista de todo lo anterior, las críticas más devastadoras a la conducta del régimen egipcio surgieron del dirigente de Hizbollah Sayyid Hassan Nasrallah:
«Egipto declaró al mundo árabe e islámico que el cruce de Rafah estaba abierto y no es verdad… La apertura del cruce de Rafah es vital para el pueblo palestino, para la Resistencia y para las condiciones de vida allí… su cierre es uno de los mayores crímenes que pueden encontrarse en la historia».
La respuesta del gobierno egipcio fue demasiado predecible:
«Las críticas contra Egipto de Hassan Nasrallah confirman de nuevo que no es más que un agente del régimen iraní y que recibe órdenes de Teherán».
Independientemente de si Nasrallah recibe órdenes de Teherán o de Tokio, no hubo respuesta sustantiva alguna a sus acusaciones. En su lugar, Egipto volvió a echar mano de la agotada retórica anti-iraní que cada vez más va a parar a oídos sordos.
Amparar el asedio contra Gaza, consentir la masacre israelí y sus crímenes contra la humanidad y después impedir que la ayuda entre en el territorio y que se pueda trasladar a los heridos afuera, todas esas acciones representan delitos atroces.
Justo cuando desde muchos estamentos y países surgen llamamientos para que se juzgue a Olmert, Barak, Livni y los generales y soldados que participaron en esta guerra por violar el derecho internacional y cometer crímenes de guerra, la propia complicidad de Mubarak le hace igualmente merecedor de tales acusaciones.
Nota:
Rannie Amiri es un comentarista independiente en cuestiones sobre Oriente Medio. Puede contactarse con él en: [email protected]
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