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¿Por qué este empecinamiento es seguir construyendo líneas de Alta Velocidad?

Gobierno de Navarra: el empecinado

Fuentes: Rebelión

Suena a burla que a pesar de los graves recortes presupuestarios que se están llevando a cabo en numerosas áreas, algunas tan sensibles como la Renta Básica, el Gobierno de Navarra siga empecinado en la construcción de una línea de Alta Velocidad entre la «Y» vasca y Zaragoza. Como ya es habitual, los argumentos que […]

Suena a burla que a pesar de los graves recortes presupuestarios que se están llevando a cabo en numerosas áreas, algunas tan sensibles como la Renta Básica, el Gobierno de Navarra siga empecinado en la construcción de una línea de Alta Velocidad entre la «Y» vasca y Zaragoza.

Como ya es habitual, los argumentos que utilizan para justificar esta infraestructura no pasan de ser mera propaganda, sin el respaldo de ningún estudio mínimamente serio y, por supuesto, sin ningún tipo de debate real sobre su necesidad. Durante los últimos años hemos ido viendo como algunos de los argumentos esgrimidos se han ido cayendo por su propio peso. El ahorro de tiempo en el viaje se contempla ya como una excentricidad y el privilegio de unos pocos. La creación de puestos de trabajo (han llegado a hablar de 10.000) mueve a risa. En realidad, el Estado español es el país de Europa con más kilómetros de líneas de Alta Velocidad y de vías de alta capacidad a la vez que ostenta el triste rango de tener una de las mayores cifras de precariedad y desempleo.

Ante estas evidencias, el nuevo consejero de Transportes, Anai Astiz, está intentando justificar esta obra con el argumento de que esta nueva línea es imprescindible para tranportar mercancías.Y por eso, sin cambiar un ápice el proyecto anterior, lo recalifica como Tren de Altas Prestaciones. Lo avala diciendo que el tramo que transcurre por Navarra está dentro del corredor Cantábrico-Mediterráneo, recogido en la red básica transeuropea por la Comisión Europea y quizás subvencionable en un 10%. Un proyecto que se sitúa por encima de la estrecha mirada local para enmarcarse en una red europea. Y claro, esto traerá desarrollo económico y progreso. Pero es un hecho que las líneas de Alta Velocidad tienen serias dificultades económicas y técnicas para transportar mercancías (de hecho ninguna línea las transporta en el Estado español). Además, es una realidad que el volumen de mercancías transportadas está disminuyendo y lo hará más dado el estancamiento del comercio y el aumento de los precios del petróleo, que seguirán subiendo ya que, aparte de coyunturas geopoliticas, este tipo de energía ha entrado en lo que se denomina su cénit. Nos hayamos en el tope de su extracción mientras la demanda sigue aumentando. Y de todas maneras, si lo que se pretende es este trasvase de mercancías de la carretera al ferrocarril, bastaría con modernizar y desdoblar la línea actual que está completamente infrautilizada.

Pero el Gobierno de Navarra, ciego y sordo a cualquier realidad, sigue empeñado en su construcción y ya ha destinado 137 millones de los presupuestos generales a iniciar la obras. En los municipios de Cadreita y Villafranca ya se pueden ver los destrozos que están realizando la máquinas en un tramo de unos 8 kilómetros y continúan las expropiaciones. Todo ello cuando no existe ningún tipo de financiación para el resto de tramos, siendo muy posible que no se dé nunca, dados los recortes realizados en el Ministerio de Fomento, la gran deuda que tiene (al menos 40.000 millones de euros) y su compromiso en la construcción de un gran número de tramos en el resto del Estado.

Las razones de este empecinamiento pueden ser varias y así ha quedado en evidencia en otras obras. Trasvase de dinero público a las empresas de la construcción. Réditos políticos para los partidos impulsores del proyecto. Megalomanía personal de algunos miembros de la clase política. Sin descartar la pura ineptitud y estupidez.

Sin embargo, aquí quisiéramos resaltar un presupuesto que empapa la mentalidad de gran parte de la clase politica y de la propia población. Y es la beatífica adoración a cualquier tipo de desarrollo técnico, imprescindible, según dicen, para no quedar retrasados, cuando no excluidos del negocio del mundo y del número de los que cuentan, o sea, de los que son capaces de competir. El desarrollo técnico, en este caso en los transportes, se contempla como obligatorio. Es como una religión, con sus sacerdotes, su ritos y sus promesas. Aunque mediante la tecnología actual se está comiendo literalmente a la biosfera y creando gravísimos problemas de contaminación, la fe tecnológica nos obliga a aceptarla como un destino sin rechistar. «Es imparable», «no se puede evitar», «no te puedes oponer al progreso». La idea de que el desarrollo tecnológico nos salvará funciona como un dogma y como tal no ha de ponerse en cuestión. Sin embargo, una megamáquina (formada por autopistas, trenes de Alta Velocidad, pantanos y canales, cemento, fibras ópticas, pantallas, grúas, compuestos químicos, recombinaciones genéticas, etc.) crece y crece como producto de una maraña de tecnologías (aeroespacial, genética, informática, telecomunicaciones, química, espectáculo…) al servicio de la mercantilización de todo lo existente (conocimientos, recursos naturales, trabajo, deseos y sueños). Una megamáquina de la que somos cada dia más dependientes aún cuando intuimos sus devastadores efectos. Nos pone en manos de grandes empresas y especialistas de todo tipo por no hablar de la destrucción ya patente de la propia tierra. ¿No es ya palpable la sensación de que nos hemos convertido en piezas de esta maquinaria que parece avanzar impasible y autonomamente?

En general, las líneas de Alta Velocidad ni siquiera son rentables, necesitan de dinero público continuado para su construcción y funcionamiento. Ni siquiera cumplen las propias lógicas del mercado, tan sacrosanto él. Ni siquiera crean las condiciones para el desarrollo de otros sectores económicos. Son un mito, parte de una religión secularizada. Son el progreso, siempre por alcanzar.

Por eso, y por el despilfarro que suponen, su inutilidad, su derroche energético, su función clasista, su destrozo en el territorio, su impulso al modelo de grandes ciudades, creo que es importante acudir al llamado realizado por AHT Gelditu Elkarlana a la manifestación contra la construcción ya en marcha del corredor navarro del TAV. Con todo el ruido que seamos capaces de hacer. Que nos oigan. Aunque estén ciegos y sordos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.