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Guiteras «en la oposición y en el poder»

Fuentes: Sin Permiso

El debate ideológico cubano actual se ha reforzado en estos últimos tiempos. Decenas de artículos y entrevistas han circulado por nuestros medios de comunicación y las redes sociales. Es asombroso observar cómo cada participante, al hacer sus análisis utiliza los mismos sucesos y perspectivas históricas y, sin embargo, las conclusiones a que se arriban son […]

El debate ideológico cubano actual se ha reforzado en estos últimos tiempos. Decenas de artículos y entrevistas han circulado por nuestros medios de comunicación y las redes sociales. Es asombroso observar cómo cada participante, al hacer sus análisis utiliza los mismos sucesos y perspectivas históricas y, sin embargo, las conclusiones a que se arriban son las más diversas. Algunos de ellos extraen de ese examen solo las lecciones que consideran pueden apoyar a sus opiniones. Obvian aquellos asuntos que potencialmente podrían descalificarlas. Eso puede ser muy peligroso para un país como el nuestro, donde se requiere de una dialéctica complicada, en la cual crítica y consenso mantengan cierto equilibrio.

Siempre he dicho, que la historia en sí misma, como meta-relato, no es de mi interés. Opino como ciudadana que la historia debe contribuir inexorablemente a la comprensión del presente y la construcción de futuro. Es por eso que me acerco fundamentalmente a temas que nos digan algo en la actualidad, como es este al cual voy a referirme: el pensamiento y el accionar de Antonio Guiteras.

Y como me recomendaría mi maestro Fernando Martínez Heredia, para lograr un buen resultado hay que partir de hacerse las preguntas correctas:

¿Quién fue Antonio Guiteras? ¿Cómo fue su evolución política? ¿Cuál fue su trayectoria en la oposición y desde el poder? ¿Quiénes fueron sus aliados y enemigos en cada coyuntura? ¿Qué lugar ocupa su pensamiento en la cartografía de las corrientes de izquierda en Cuba?

En la oposición

Desde muy joven, Antonio Guiteras Holmes se enroló en las luchas contra la dictadura de Gerardo Machado y perteneció al Directorio Estudiantil Universitario que enfrentó los propósitos del presidente de prorrogar sus poderes violentando lo establecido por la Constitución de la República en 1927. Posteriormente se involucró con el Partido Unión Nacionalista que se encontraba conspirando contra el gobierno y se alzó en agosto de 1931 en la finca «La Gallinita» de Santiago de Cuba, donde cayó prisionero. A finales de año fue amnistiado y entonces comenzó a crear condiciones para fundar Unión Revolucionaria, con el objetivo de preparar un alzamiento armado en la provincia oriental y promover una revolución democrática y anti-imperialista. Esta organización quedó estructurada en el segundo semestre de 1932 y su plan de acción consistía en el asalto a varios cuarteles y poblados, la entrega de armas a la población, la creación de columnas guerrilleras y el inicio de una guerra civil, la cual comprendiera importantes ciudades de aquella región.

Guiteras redactó un borrador de un Manifiesto al Pueblo de Cuba a nombre de Unión Revolucionaria, en el cual dejaba establecido que teniendo en cuenta «las variadas ideologías profesadas por los distintos elementos que a esta lucha deben concurrir» y que «la destrucción de un régimen lleva implícita la creación de otro», esa organización se proponía formar un gobierno provisional con duración de dos años, cuyos miembros no podrían ocupar cargos en el que se instauraría posteriormente. El mismo llevaría adelante un grupo importantes de medidas políticas, económicas y sociales en las que incluía el procesamiento judicial de funcionarios machadistas que hubieran cometido delitos contra el Estado, la moratoria de la deuda externa, la convocación a una Asamblea Constituyente, la reorganización de partidos tradicionales y la formación de nuevas agrupaciones políticas con fuerzas pertenecientes a las tendencias de izquierda, incluidos, los comunistas.

En abril de 1933 Guiteras y sus hombres atacaron el cuartel de San Luis en Santiago de Cuba, pero no lograron salir exitosamente de la acción, uno de sus compañeros murió y deciden alzarse. Estos intentos insurreccionales alertaron a la dirigencia del Partido Comunista de Cuba que pretendía impulsar la Revolución en la Isla, sobre la necesidad de crear fracciones comunistas dentro de las guerrillas y pactar programas de lucha conjuntos. Según informes de mediados de junio redactados por el miembro de su Comité Central Rubén Martínez Villena, quien había regresado al país luego de una estancia de más de dos años y medio en la Unión Soviética, el Partido estaba preocupado por las operaciones de las bandas de alzados, pertrechadas con fusiles, machetes y pólvora y que mantenían en jaque al régimen en los campos, descarrilaban trenes, saboteaban inmuebles, quemaban sembradíos cañeros, ponían explosivos. Entre estas partidas estaban los guiteristas y las fuerzas del dirigente de origen campesino Blas Hernández. El Buró de Caribe de la Internacional Comunista que tenía su sede en Nueva York orientó al respecto que llamara a sus militantes a «participar activamente en el movimiento de las guerrillas armadas, impulsarlo y apoyarlo, ampliar su contenido revolucionario y elevar su nivel político», a imprimirle un contenido agrario y antimperialista al movimiento armado contra el gobierno, «susceptible de sufrir desviaciones contrarrevolucionarias bajo la influencia de los líderes de la política burguesa», era preciso garantizar la hegemonía del proletariado y la dirección revolucionaria del Partido. Desde 1929, esta organización había asumido la línea táctica cominternista de «clase contra clase», encaminada a desentenderse de cualquier tipo de acuerdo con los nacionalistas y pequeño-burgueses. Solo se podría coordinar un frente único con elementos de base, a los cuales había que convencer de que la revolución en Cuba debía transitar por dos etapas, la primera agraria y anti-imperialista y la segunda socialista.

Las recomendaciones del Buró del Caribe consignaban que la demanda de la toma de la tierra por parte de los campesinos a través de la fuerza de las armas era equivocada y «una grave desviación putchista», porque «no existía una situación revolucionaria». Sin embargo, días después, estalló una huelga que se fue extendiendo y generalizando, a la par que se ampliaba con otras manifestaciones de rebeldía entre diferentes sectores sociales, haciendo caer a la dictadura machadista el 12 de agosto de 1933.

El momento era confuso. ¿Qué hacer en tales condiciones? El Comité Central del Partido Comunista convocó a su V Pleno para fines de agosto, con la presencia de numerosos delegados de casi todas las provincias y varios invitados extranjeros. Estos últimos traían nuevas directrices. Una de ellas era que debían iniciar la revolución a través de la implantación de soviets en aquellos lugares donde fuera posible, preferiblemente en centrales azucareros que llevaban algunos meses en huelga. Martínez Villena manifestó estar en desacuerdo con la misma, esa proyección podía provocar el abandono de las luchas, perturbar el trabajo dentro de las fuerzas armadas y la incomprensión de la gente, para quien la palabra soviet tenía significados muy contradictorios. Sin embargo, la mayoría de los reunidos llegó al acuerdo de tratar de constituir estos organismos de poder local, para lo cual el delegado manzanillero Francisco Calderius (más conocido posteriormente por su seudónimo Blas Roca) estuvo dispuesto a regresar a su distrito donde se encontraba el central Mabay y comenzar a ejecutar la orientación.

A menos de una semana, el 4 de septiembre, un movimiento regenteado por sargentos y con respaldo del Directorio Estudiantil Universitario, destituyó al presidente Carlos Manuel Céspedes colocado a la huida del tirano. En su lugar asumió el poder la Pentarquía, una quinteta de personalidades políticas relevantes que trataron de regir de manera colegiada, sin embargo pasados varios días, decide nombrar al frente del país al profesor de fisiología Ramón Grau San Martín y conformar un gobierno provisional, dentro del cual otorgaron la cartera de Gobernación e interinamente de Obras Públicas al gobernador de Santiago en esos momentos, Antonio Guiteras. Más tarde, el joven asumiría la Secretaría de Guerra y Marina también.

En el poder

La nueva administración gubernamental escogida estuvo formada por políticos de diversas tendencias, quienes junto al Jefe del Ejército, Fulgencio Batista constituirían un poder muy heterogéneo y complejo. En esa amalgama se distinguían confusamente tres tendencias fundamentales: la derecha más reaccionaria con Batista y los militares al frente; el centro liderado por el nacional-reformista-populista Grau; y el ala de la izquierda revolucionaria conducida por Guiteras. Junto a Grau y por su derecha, en el departamento de Hacienda asumió el ex coronel del ejército mambí Manuel Despaigne muy ligado años atrás a la política intervencionista del embajador Enoch Crowder; el periodista camaleónico Manuel Márquez Sterling frente a la cancillería; en Obras Públicas, el mediacionista Gustavo Moreno; y el coronel Julio Aguado que sirvió algún tiempo en la Secretaría de Guerra y Marina. Los profesores universitarios Manuel Costales Latatu en Instrucción Pública; Carlos E. Finlay en la secretaría de Sanidad; Ramiro Capablanca, secretario de la Presidencia; el exjuez municipal de Santiago de Cuba, Joaquín del Río, secretario de Justicia y Carlos Hevia en la cartera de Agricultura y Comercio se ubicaban en una posición centrista moderada. En octubre, Guiteras logró fortalecer la tendencia de izquierda, al introducir en Comunicaciones a su colaborador Miguel Ángel Fernández de Velasco y en la recién creada secretaría del Trabajo a Ángel Alberto Giraudy.

Las corporaciones económicas utilizaron múltiples pretextos para pedir la conformación de un gabinete de «concentración nacional», ya que el régimen no respondía a sus exigencias. En Camagüey, Juan Blas Hernández se había vuelto a alzar con unos cien hombres y el gobierno le dio un plazo para conferenciar y llegar a acuerdos. Los trabajadores liderados por el PCC arreciaban sus movilizaciones, sus paros y exigieron una solución expedita de sus demandas. Guiteras, preocupado, les pidió tiempo y que recapacitaran, primero en declaraciones al periódico El País del 16 de septiembre de 1933, que luego el Diario de la Marina reprodujo parcialmente al día siguiente bajo el título «Se culpa a la Confederación Nacional Obrera»:

«Dentro del régimen capitalista -explicó el Secretario de Gobernación-, ningún gobierno ha estado tan dispuesto a defender los intereses del obrero y el campesino como el actual Gobierno Revolucionario. Sin embargo, los obreros, inducidos por las empresas americanas, se prestan inconscientemente al derrocamiento del gobierno. Las empresas extranjeras, enemigas del obrero, reducen sus jornales, despiden a sus empleados y a esta provocación, el obrero, sin darse cuenta de la verdadera realidad, se lanza a la huelga. Es necesario que el obrero se dé cuenta de la verdadera realidad que vivimos; le sería imposible a las masas apoderarse de los poderes; y en lugar de enfrentarse con este gobierno revolucionario, debían colaborar junto a él, para obtener las reivindicaciones inmediatas y necesarias a la clase obrera y no ser un obstáculo al servicio de las empresas imperialistas. La Confederación Nacional Obrera será responsable ante la Historia del «paso atrás» que darían las masas en sus luchas, si se da al americano el pretexto para decretar la intervención».

Dos días después al secretariado del PCC llegó con un cablegrama de la Comintern en el cual ratificaba la consigna de los soviets, se ordenaba que «no se debía conferenciar con los gobernantes» y que se evitara el enfrentamiento directo con los imperialistas yanquis. Entonces se citó a una reunión para discutir esas resoluciones el 18 de septiembre.

En el informe preliminar a la misma, presentado por el organizador José Chelala Aguilera Emiliano, se reportaba un creciente incremento de la actividad huelguística, a veces carente de una orientación precisa sobre la toma del poder, cuestión aprovechada por otras organizaciones como el ABC Radical para encabezar las acciones. Por otro lado, Villena intervino para referirse extensamente al mensaje de la IC. Comenzó destacando ampliamente el desarrollo de las huelgas, la mejoría de las condiciones de los obreros, el otorgamiento de empleos para unos mil desocupados al conseguir la CNOC la apertura de las puertas de los ómnibus que incluía el establecimiento de un conductor para cada vehículo, el atraso relativo a las luchas campesinas, los pasos emprendidos para la captación de simpatizantes dentro del ejército. En su criterio, la ocupación de algunos centrales azucareros no era una medida sobradamente eficaz si no se tenía el poder, por lo cual era mejor boicotear las compañías que tomarlas. Consideró asimismo equivocada la propuesta del documento donde se orientaba eludir un enfrentamiento abierto con las empresas monopolistas, si en Cuba «cada huelga era un movimiento contra el imperialismo» y el capital telefónico, textil, portuario, minero, etc. era mayoritariamente norteamericano. Sugirió no cumplimentar esa directiva, cuestionándose cómo podía la Comintern«considerar que puede ser establecido un gobierno obrero y campesino que al mismo tiempo oculte la lucha anti-imperialista», desconociendo que Cuba era un país colonial y se pregunta a quién atacar ¿a los comerciantes españoles o a los dueños de las industrias básicas? Finalmente concluyó: «Creo que desde Moscú no se puede preveer todo esto». Tales argumentos fueron rebatidos enfáticamente por el delegado del Buró del Caribe Alberto Moreau Mariano quien se adhirió completamente a la línea del cable. «Es preciso no retroceder, sino llevar dialécticamente la revolución agraria y antimperialista» -fueron sus palabras.

Con fecha 27 de septiembre, el CC recibió un nuevo documento que insistía en colocar a la militancia en el centro de las luchas huelguísticas, de los combates campesinos por la toma de la tierra, de la confraternización con los soldados y marineros, de las inquietudes de la pequeña burguesía; ya que consideraba que la curva ascendente del movimiento revolucionario establecía la pertinencia de la línea orientada por la IC.

Ese mismo día llegaron desde México las cenizas de Julio Antonio Mella, y trasladadas al local de la Liga Antimperialista fueron custodiadas hasta el momento en que serían depositadas en un monumento en el Parque de la Fraternidad. Cientos de simpatizantes de las luchas anti-machadistas se congregaron para rendirle tributo el 29 de septiembre. En un momento del acto, Villena y un grupo de comunistas trataron de conversar con representantes del Directorio Estudiantil en el poder para concertar un frente de lucha. Sin embargo cuando los delegados extranjeros que estaban presentes se dieron cuenta, los llamaron a contar y evitaron el encuentro. Con anterioridad, Guiteras le había enviado un mensaje a Isidro Figueroa (secretario general del PCC) para realizar una reunión en el hotel Saratoga, pero también se lo habían impedido. El desenvolvimiento de los sucesos de ese día, hicieron muy difíciles posteriores acercamientos.

El subsecretario de Gobernación, Enrique Fernández había expedido un permiso para erigir un monumento en el Parque de la Fraternidad, donde serían colocados los restos mortales de Mella. Guiteras lo había amonestado por esa autorización, presintiendo que no podía controlar las acciones del ejército, como justamente sucedió. Un grupo de soldados interrumpió los trabajos que se estaban realizando en el parque, unas horas antes de que saliera el cortejo fúnebre. Algunos miembros de la dirección del Partido trataron en vano de entrevistarse con Guiteras y el subsecretario les comunicó que él no tenía atribuciones para permitir el acto por lo cual debía quedar suspendido. Aún no habían terminado de congregarse las personas que saldrían al homenaje cuando se oyeron los primeros disparos. La sede de la Liga Antimperialista donde se rendía guardia de honor a Mella fue tomada brutalmente. El fuego contra los participantes en diferentes puntos de la capital produjo un saldo de 25 muertos (entre los cuales estaba el niño de unos catorce años Francisco González Cueto) y alrededor de 120 heridos.

La actuación del gobierno era contradictoria. Mientras, Guiteras se afanaba en la promulgación de leyes de contenido nacionalista y popular como la implantación de la jornada de 8 horas, el jornal mínimo y la disolución de los partidos machadistas, las huestes militares actuaban con arbitraria independencia. Batista aprovechaba el descontrol y las vacilaciones del ejecutivo para reprimir a los trabajadores y sus organizaciones.

Villena y sus compañeros pensaban que aquellas vandálicas faenas tenían por objetivo el reconocimiento de Estados Unidos. Lo que ocurría al interior de la nueva gubernatura era un enigma. Para los comunistas, las medidas tomadas eran actos de pura demagogia. En su elocuente artículo «Bandera Roja y el siete de agosto del Gobierno de Grau San Martín», Rubén denunciaba:

«La Matanza del día 29 no ha sido cosa accidental. Ha sido un salvaje acto de terror preparado de antemano, premeditado, planeado fríamente. Un acto tan brutal y feroz que fuera capaz de inaugurar, con un aterrorizamiento de las masas, el segundo período del gobierno de Grau San Martín, el período de terror blanco, del asesinato, del saqueo, del incendio».

(…)

«¡Obreros, campesinos, trabajadores todos, soldados y marinos, pueblo trabajador y oprimido de Cuba: en pie contra las fuerzas de la reacción desatadas por el gobierno de Grau San Martín, contra el terror y la demagogia patriotera».

«El gobierno de Grau San Martín, como los anteriores, no dará pan, tierra y libertad a las masas oprimidas y explotadas; está dando ya pródigamente atropellos, sable y balas. Sólo el gobierno de las masas podrá resolver el problema de las masas. ¡Todo el poder a los obreros y campesinos apoyados por comités de soldados y marinos!»

El PCC y la CNOC condenaron a Guiteras y Grau, sin embargo no mencionaban a Batista y sus secuaces en ese momento, muestra del desconocimiento existente. Guiteras y Grau tampoco hicieron declaraciones públicas, reprobando lo ocurrido.

Para paliar los resultados, el Secretario de Gobernación mandó a pagar los daños causados a los locales afectados por el tiroteo y tuvo que enfrentarse a las vacilaciones de Grau y sus seguidores, quienes efectivamente trataban de lograr la aceptación del gobierno norteamericano y mantener el programa dentro de los límites del régimen capitalista. El presidente esquivó todo el tiempo cualquier medida en contra de Batista y justificó sus brutalidades.

Mientras tanto, dentro de las fuerzas comunistas se producían intensos debates a raíz de las discrepancias que tenían lugar entre la dirección del Partido y la delegación internacional del Buró del Caribe, que orientaban en Cuba las decisiones a tomar.

Una reunión del Comité Central del 3 de octubre, cuyos propósitos fundamentales eran el análisis del estado de la nación, escuchó en sus comienzos el criterio de Simón (dirigente extranjero) acerca del gobierno, describiéndolo como una administración desesperada, dirigida por elementos de la pequeña burguesía con cierta reputación y sentenció que «la victoria del nacionalismo no se iba a traducir en mejoras entre el gobierno y la oposición».

Por eso en lo fundamental, la proyección aprobada estuvo dirigida a mantener la campaña huelguística y preparar condiciones para un paro general, así como al llamamiento a una conferencia nacional de emergencia del Partido en las semanas próximas. En esa reunión, Villena se refirió extensamente a aquello que denominó el «armamento político del proletariado»: el papel de la prensa, la radio y la propaganda, la lucha por la conservación de los sindicatos y los comités de fábricas, la reorganización de las células partidistas dentro de estos últimos, el mantenimiento de las huelgas parciales y su proceso de politización, el reforzamiento del trabajo de la Defensa Obrera Internacional y la Liga Antimperialista, entre otros aspectos.

El editorial del órgano oficial de los comunistas, Bandera Roja perteneciente al 20 de octubre, une protesta y desconfianza para definir la línea estratégico-táctica del Partido, proyectada en estas circunstancias:

«(..) Ni el Gobierno actual de Grau San Martín, ni un Gobierno de coalición, ni cualquier otro gobierno burgués-latifundista que sustituyera al de Grau, puede resolver las cuestiones más elementales que el país confronta en la actualidad. Ningún gobierno burgués-latifundista puede resolver la crisis económica (…), ni puede satisfacer las demandas más elementales de las masas, y sin resolver estas cuestiones, ningún gobierno puede consolidarse ni consolidar el régimen burgués-latifundista-imperialista en general.»

También nos llama la atención cómo en los manifiestos comunistas publicados por esos días se establecen comparaciones entre las actuaciones de los gobiernos machadista y grausista, al tiempo que definen las posiciones a asumir. Así dice uno de ellos:

1) Bajo Machado, la tarea principal del Partido consistió en despertar, llamar y organizar a la clase obrera, a la lucha por sus reivindicaciones económicas, tratando de convertirlas en luchas políticas de protesta contra el terror, contra Machado, etc., mientras que ahora, después de la caída de Machado y en las condiciones de un alza formidable del movimiento revolucionario, la tarea principal del Partido consiste en encaminar las luchas de las masas, hacia la toma del poder, hacia la revolución agraria y anti-imperialista.

2) Bajo Machado fue el terror casi el único método usado contra las huelgas y protestas; mientras que ahora, por la gran ola huelguística y combatividad de las masas, el terror es insuficiente y las clases dominantes tienen que aplicar un método más, que consiste en hacer promesas demagógicas.

3) Bajo Machado, las clases dominantes, aunque lo intentaron, no fueron capaces de desviar el descontento y la lucha del proletariado en una dirección patriotera y chauvinista; mientras que ahora, aureándose en la aureola de «revolución» y echando toda la culpa a la mala situación de las masas sobre Machado, trata de buscar una «solución cubana» alimentando el chauvinismo entre los obreros cubanos, extranjeros, blancos y negros, chauvinismo y patrioterismo, que tiene el fin de romper las fuerzas unidas del proletariado.

A pesar de toda esta confusión Guiteras, que mantuvo relaciones de amistad y simpatía con los marxistas Manuel Cotoño y Felipe Fuentes, hizo gestiones para nombrar al dirigente obrero Filomeno Rodríguez Abascal en la secretaría del Trabajo; e intervino varias veces a favor de los dirigentes y obreros tabaqueros que se mantenían en huelga contra los patronos. Luego que el ejército arremetiera contra el sindicato de Torcedores, apaleara a los obreros y encarcelara a trabajadores y líderes del ramo el día 20 de noviembre, Guiteras los puso en libertad, se excusó por los atropellos y amortizó los perjuicios ocasionados. Durante la etapa comprendida entre el 18 de octubre y el 18 de diciembre, él se encargaría de liberar a decenas de presos acusados de comunistas que se encontraban detenidos en diferentes cárceles por toda la Isla. Y tratando de detener la ola represiva y el poder que iba alcanzando el sargento devenido en coronel, el 3 de noviembre propuso a Grau hacer un juicio sumario a Batista; pero el presidente se negó. Como diría el entonces estudiante revolucionario Raúl Roa: «se perdió la oportunidad de segar la traición». Guiteras también comprendió la gravedad de la situación y señaló: «Batista, a partir de hoy, es doblemente peligroso, pues ha sido alertado y sabe que rebasó de milagro esta situación». Los miembros del Directorio Estudiantil Universitario convocaron a una reunión para forzar Grau a tomar medidas drásticas con el jefe castrense, y ante su negativa rotunda y luego de una prolongada discusión, el DEU acordó disolverse, dejando en la conciencia de Grau toda la responsabilidad por esa actuación.

El día 10 de noviembre Roa, que era miembro del Ala Izquierda Estudiantil, una organización fundada en 1931 a partir de un desgajamiento del DEU, describió el panorama de la siguiente manera en su trabajo «Mongonato, ebefocracia y mangoneo»:

«El gobierno apolítico, técnico y universitario, no sabía por dónde comenzar, ni qué hacer, ni a dónde ir. Desconcertado, se dio entonces a culebrear (…) De fisiólogo competente, Grau devino maravilloso equilibrista. Flirteaba graciosamente con las izquierdas y le hacía guiños de inteligencia a la burguesía amedrentada, profería denuestos de Welles y pagaba la deuda extranjera, estaba ansioso de ser reconocido por Washington y permitía mítines anti-imperialistas, lanzaba un virulento manifiesto contra las Corporaciones Económicas y mandaba, bajo cuerda, emisarios a recabar su apoyo (…)»

«Bajo el rótulo altisonante y pomposo de «revolución auténtica», se inició la desconflautación más formidable que Cuba recuerda. Gobernar adquirió categoría de suceso deportivo (…) Lo inefable es la atmósfera del mongonato (…) La efebocracia se siente responsable y adulta. No le importa que el pueblo se muera de hambre, ni le preocupa mucho la contingencia de una masacre (…)»

«(…) Los estudiantes, masa informe, cambiante y supeditada, no pueden por sí mismos, independientemente, hacer revoluciones. A lo sumo, asaltar el poder. La revolución es una obra multitudinaria, de profunda raigambre económica, dirigida por un partido representante de intereses reales en la producción, que se constituye en vanguardia dirigente, para la transformación sustantiva de la realidad histórica. En las actuales condiciones objetivas del mundo, sólo puede hacer una verdadera revolución el Partido Comunista, y los estudiantes revolucionarios, apoyarla. En Cuba, esta revolución, por razones consustanciales a su desarrollo histórico, de su posición semi-colonial en el mapa económico y político del capitalismo, no puede ser otra que la agraria y anti-imperialista. (…)».

Roa además acusó al gobierno de anarquía, descentralización, incapacidad, demagogia, falso izquierdismo, de balear a los oficiales en el Hotel Nacional, de masacrar a los manifestantes del 29 de septiembre, de reprimir al movimiento obrero. Sus palabras nos dicen mucho de las percepciones que tenían personas de otras ramas de la izquierda no pertenecientes al Partido Comunista.

Aunque en los últimos meses de 1933 y los primeros días de 1934 se pusieron en vigor las propuestas más avanzadas de Guiteras, como las leyes de accidentes del trabajo y contra la usura, disminuciones de las tarifas eléctricas, concesión de matrículas gratis, intervención de la Compañía Cubana de Electricidad (que era norteamericana), los comunistas y otras fuerzas políticas no percibieron el proceso de radicalización que acompañaba esas medidas y reforzaron sus labores movilizativas. Consideraban negativas y rechazaron las leyes que regulaban la intervención del Estado en los conflictos obreros y se opusieron especialmente a la del 50 por ciento, la cual pretendía que al menos la mitad de los trabajadores de cualquier empresa debían ser nacionales. Esa legislación iba contra los principios del internacionalismo proletario.

El clima de inestabilidad política y social generaba la necesidad del intercambio constante de opiniones dentro del Comité Central del PCC, es por ello que el trimestre final de 1933 estuvo marcado por innumerables concilios. En uno de ellos el miembro del Comité Central Fabio Grobart advirtió de la necesidad de avanzar con cuidado en el enfrentamiento a liberales, abecedarios, apristas y guiteristas. Su mayor preocupación era que el secretario de Gobernación había lanzado la consigna de crear cooperativas diciendo que ese programa había sido copiado de la URSS. «Debemos dirigir nuestro movimiento primero contra los terratenientes nativos -orientaba Fabio. Eso no quiere decir que rechacemos la lucha contra el imperialismo, sino que recomendamos a los campesinos que no tomen sus tierras, porque no tenemos suficiente fuerza para emprender esa batalla, pero si lo hacen nos pondremos a la cabeza del movimiento.»

Ciertamente el 7 de diciembre Guiteras había hecho públicas al periódico Ahora sus intenciones de repartir 10 mil caballerías de tierra a los campesinos, pero no en calidad de propietarios, sino como usufructo, «para evitar la formación de la pequeña burguesía rural, los «Kulaks», tan combatidos por la táctica soviética, que ensayarían granjas cooperativas, para poner los recursos de la maquinaria agrícola al servicio de las colectividades de campesinos».

Un documento elaborado por los representantes del Buró del Caribe con fecha de 19 de diciembre, en el que señalaba varias observaciones críticas a las resoluciones adoptadas por las Conferencias de Emergencia del PCC, efectuadas entre el 6 y el 7 de ese mismo mes, señalaba que se estaba desarrollando entre los dirigentes partidistas una línea errónea que «daba por resultado la persistencia de creer que el gobierno de Grau era revolucionario y anti-imperialista, y conducía a aceptar las treguas» del mismo. Como vemos en el seno de esa organización se debatieron dos posiciones con respecto a qué actitud debían tomar frente al Gobierno que después se llamaría «De los Cien Días»: los que estaban dispuestos a establecer intercambios, especialmente con Guiteras, y los que siguiendo la línea orientada por la Comintern creían negativo cualquier acercamiento.

La presencia de aquel grupo de delegados internacionales provenientes del Buró del Caribe desempeñó un rol muy importante en la construcción de los obstáculos que impidieron una concertación beneficiosa con los elementos de izquierda del gobierno y los comunistas, al impulsar la consigna «extrapolada» de la toma del poder a través de los soviets y, luego, al concluir que aquella era una administración burgués-terrateniente disfrazada de izquierdismo.

Según testimonios de la luchadora Charo Guillaume, Guiteras trató de contactar con los líderes de la CNOC César Vilar y Joaquín Ordoqui, pero ellos no asistieron a sus gestiones. Ramón Nicolau, el responsable del departamento militar del PCC, también testificó que Guiteras les ofreció cien plazas laborales dentro de la Policía Nacional y trató de crear una milicia armada obrera, cuestiones que no se llegaron a concretar en definitiva.

Del 12 al 15 de enero de 1934, plenamente autorizado por el gobierno, se efectuó el IV Congreso Obrero de Unidad Sindical. Sus consignas fundamentales reflejaron la política del Partido Comunista de ese momento: ¡Todo el poder para los soviets de obreros y campesinos, apoyados en comités de soldados y marineros! Cuando se estaban oyendo las últimas discusiones del evento, Batista en contubernio con la embajada americana, hacía renunciar a Grau, encargaba la presidencia al ingeniero Carlos Hevia y dispersaba a sangre y fuego la manifestación de miles de personas que protestaban por lo que estaba ocurriendo. Guiteras no estuvo dispuesto a acatar el golpe y pasa de inmediato a la oposición. Pocas horas después, Hevia era sustituido por el político nacionalista Carlos Mendieta, el escogido para llevar adelante la restauración de la oligarquía en el poder.

En la oposición nuevamente

Pocos días después, el 20 de enero de 1934, Guiteras, que sabía quiénes eran los verdaderos promotores del cambio, declaraba su posición ante el nuevo régimen:

«Me responsabilicé con el Ejército en el movimiento del 4 de septiembre por entender que había llegado el momento de imponer un programa mínimo que de un modo lento nos pusiese en condiciones de afrontar en un futuro no lejano la inmensa tarea de la Revolución Social, a pesar de todas las barreras que la burguesía ha levantado para impedir su paso.»

«Entiendo que el Gobierno cumplía, a pesar de todas las dificultades, este programa mínimum, lo defendí. Actualmente estoy en la oposición y lucharé por el restablecimiento de un Gobierno donde los derechos de los obreros y campesinos estén por encima de los deseos de lucro de los Capitalistas Nacionales y Extranjeros.»

El 1 de abril se publicaba en la revista Bohemia, su artículo «Septembrismo», una declaración de principios que explicaba su visión crítica de los acontecimientos ocurridos a partir de la caída de Machado, el desenvolvimiento de las fuerzas opositoras y su determinación de radicalizar el gobierno a partir de posiciones anti-injerencistas primero y anti-imperialistas posteriormente. En ese momento estaba convencido que no había revolución si no se actuaba contra el imperialismo y que el poder no era lo importante, sino las transformaciones revolucionarias a desarrollar una vez alcanzado este, transformaciones que producían terror en los elementos reaccionarios. Para él, el Gobierno de los Cien Días no había sido un proceso estéril, mostró un «mundo de posibilidades para el pueblo de Cuba», el camino a seguir para una profunda transformación de la estructura económica, política y social del país.

En cumplimiento de sus compromisos con la nación, Guiteras fundó en mayo de 1934 la organización Joven Cuba, cuyos objetivos centrales eran el derrocamiento de la tiranía instaurada en esos momentos y la creación de un gobierno transformador de la estructura semi-colonial de la Isla; la realización de una revolución de liberación nacional, agraria y democrática, para luego pasar a una etapa socialista. Guiteras era partidario de la tesis insurreccional: lucha armada por fases, con apoyo de un aparato clandestino y una retaguardia activada que empezaría sus acciones después del desembarco procedente de México.

El programa de lucha elaborado por Guiteras, José Miguel Irisarri, Juan Antiga y Antonio María Penichet salió a la luz pública en forma de folleto y en las páginas del periódico Ahora del día 24 de octubre de 1934. Por su contenido puede catalogarse como progresivo y anti-imperialista, cuya estrategia iba enfilada a desarrollar una revolución de liberación nacional, agraria y democrática, como antesala de una etapa superior. Se incorporaron a Joven Cuba, entre otros, José M. Irisarri, Pedro Torrado, Reinaldo Jordán y la organización llegó a tener 15 mil miembros, se extendió por todas las provincias, recaudó fondos, adquirió armas, entrenó hombres y hostigó a la nueva tiranía.

Paradójicamente, el Partido Comunista recibió un mensaje confidencial de la IC con fecha 22 de noviembre de 1934 criticando la postura que había mantenido con respecto a Guiteras. Alertó para que no subvaloraran los esfuerzos armados del líder nacionalista y estuvieran preparados a incorporarse a los mismos si llegaban a ocurrir. Les aconsejó que debían armarse para cualquier eventualidad y lo cual podría conducir a sus militantes a participar en un gobierno popular anti-imperialista dirigido por el partido pequeño-burgués de Guiteras, como un paso transicional hacia los soviets. Fatalmente las nuevas directivas llegaban bastante tarde.

Como ha señalado el dirigente partidista Carlos Rafael Rodríguez, aquel mensaje de Comintern recomendando a sus colegas cubanos que debían distinguir entre el «nacional-reformista» Grau San Martín y el «nacional-revolucionario» Guiteras, era razonable, pero al mismo tiempo una consecuencia del sectarismo originado por la propia política mantenida por Comintern hasta poco tiempo antes y que los había conducido a no apreciar las evidentes diferencias que existían entre ambas figuras públicas.

Los triunfos del fascismo a nivel mundial y especialmente de Adolfo Hitler en Alemania, requirieron un reajuste de la línea política del movimiento comunista internacional. La urgencia de unir a todas las fuerzas democráticas para detener sus avances se materializaron en la convocatoria a crear frentes populares antifascistas en todo el mundo. Sin una explicación autocrítica del cambio, la Comintern orientó la realización de amplias alianzas políticas.

En sus análisis a posteriori, Rodríguez explica que el núcleo de la estrategia leninista estaba en comprender que los agrupamientos de clase que se originan dentro de los movimientos nacional liberadores no pueden ser los mismos que en las revoluciones socialistas, por lo que es muy difícil que una revolución de ese tipo comience siendo socialista. En los países coloniales y neocoloniales, existe un escaso desarrollo de las relaciones de producción capitalistas, lo que provoca un débil o nulo crecimiento industrial y eso se manifiesta en la debilidad del proletariado, la dependencia económica con respecto a la agricultura, lo que impone la existencia de una gran población campesina y marginalmente una proliferación de la pequeña burguesía urbana. Esta cuestión llevó a Lenin a afirmar que «entre el proletariado y el socialismo se interpone una vasta masa que es necesario conquistar en parte, y neutralizar por otro lado»:

Para muchos, que ignoran su significado concreto, la sola mención de un proceso revolucionario «burgués» les parece, en nuestros días, un contrasentido histórico. Pero sucede que todas las medidas de una revolución anti-imperialista en los países coloniales y atrasados tienen un contenido burgués. En primer término, la nacionalización de las industrias extranjeras, aun cuando queden incluidas en un «sector público», estatal, no es de por sí ni siquiera anticapitalista. Llega a serlo cuando se utiliza en el camino hacia el socialismo, lo cual ya es otra cosa (…) Lo mismo ocurre con la reforma agraria (…)

Ocurre sin embargo que, por ignorancia precisamente del marxismo, son muchos los revolucionarios anti-imperialistas y honestamente socialistas de nuestros países atrasados que todavía piensan que si el contenido de la revolución es burgués, se deduce que en ella la burguesía desempeña el papel fundamental y es su principal beneficiaria. Asocian la «revolución democrático-burguesa» a la ideas de una etapa capitalista del desarrollo (…)

Con la muerte de Lenin, algunas de estas ideas fueron preteridas y a fines de 1934 e inicios de 1935 volvían a ser retomadas ante la fuerza alcanzada por el fascismo. La aplicación de la línea frente populista en Cuba requirió de tiempo y convencimiento por parte de una militancia ampliamente permeada por el sectarismo. En esas condiciones estalló la huelga general de marzo de 1935, la cual culminó en un total fracaso y permitió la revancha represiva de las huestes militares.

Guiteras ya se estaba preparando para llevar adelante el programa de la Joven Cuba cuando el Comité de Huelga Universitario hizo un llamamiento de unidad a diferentes sectores sociales a partir de un pliego de demandas políticas y sociales. Convencido de que era necesario prepararse para desatar la insurrección armada si estallaba un paro general, y en eso coincidía con los comunistas, pidió la postergación del mismo, sin embargo otras organizaciones como el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el ABC, el Partido Agrario Nacional y algunas agrupaciones sindicales apremiaron al Comité y el día 6 de marzo comenzó la huelga. Para no boicotear el movimiento desatado, guiteristas y comunistas participaron, a conciencia de que no estaban creadas las condiciones mínimas para una victoria.

Pablo de la Torriente Brau, joven perteneciente al Ala Izquierda Estudiantil y participante en la malograda huelga, creía que abecedarios, auténticos y guiteristas eran responsables del fracaso. En su Diario escribió por esos días:

Mientras tanto, dicen que Guiteras, que en lo absoluto ha dado muestras de su famosa acometividad, ha asumido tal actitud porque está preparando su revolución… ¿Qué capacidad de organización ha demostrado esta gente?… Ninguna. Ha habido momentos en que si cuarenta o cincuenta automóviles se hubieran lanzado a la calle a combatir, todo hubiera tomado un cariz distinto (…) Pero esta gente parece que espera organizar batallones, compañías, regimientos, cuerpos de ingenieros, aviación, etc., etc., para equipararse algún día con el ejército de Batista, (…) Ahora, volverán los atentados terroristas. Y, tal vez, una larga lucha de preparación, a base de mártires, de hombres asesinados. Y veremos a ver quiénes caen y quiénes pueden sobrevivir a todo esto. (….)

Muchas veces la muerte es más explícita que todas las palabras y las acciones. Puede ser un reflejo de la consecuencia y lealtad al pensamiento revolucionario. Por eso cuando Guiteras y su compañero Carlos Aponte fueron abatidos en desigual combate contra las fuerzas batistianas el 8 de mayo de 1935, muchos de sus detractores desde la izquierda, comenzaron a comprender su grandeza.

En resumen

Dos días antes de su caída, Pablo de la Torriente le escribió a su amigo y también militante de izquierda Ramiro Valdés Daussá:

(…) La huelga no fue un error, sino una necesidad; de lo contrario no hubiera sido posible movilizarla a lo largo de todo un mes que cubrió su ciclo (…) Tú no estuviste en La Habana en aquellos días inolvidables (…) Fueron imponentes. ¡Y nada se hizo! Ni siquiera se replicó al terror. Se dejó asesinar cobardemente a los hombres. Nadie tenía nada preparado. Todos, auténticos, guiteristas, abecedarios, fueron unos canallas o unos imbéciles. Y no admito términos medios. Con el ambiente revolucionario que el más topo hubiera comprendido que avanzaba con el ímpetu del mar, toda esa gente, o dijo que «era prematuro» o que había que esperar cuatro días , cinco horas y 23 minutos!…Y, a la hora decisiva, fueron incapaces de comprender que, prematuro o no, la batalla era a sangre y fuego, sin piedad ni cuartel y que había que quemar lo que hubiera (…) De toda la gente, la de Guiteras fue la que mejor quedó, porque se sabía su actitud contraria a la huelga; y los que están bien enterados de su actuación me han asegurado que hizo esfuerzos enormes para obtener lo necesario para alzarse. Todo ello, finalmente, no prueba sino su imprevisión imponderable; su falta de visión política (…)

Al conocer en su exilio de Nueva York los resultados del combate del Morrillo, Pablo se mostró conmovido profundamente. Pensó que la muerte de Guiteras ha sido un golpe muy rudo y que las posibilidades de la revolución se alejaban. Él representaba la oportunidad inmediata de la pelea y con Aponte al lado, cualquier temeridad hubiera sido posible. Por eso al cumplirse un año de aquellos acontecimientos publicó en el diario mexicano El Machete su artículo «Hombres de la Revolución» en el cual afirmaba:

«Nada importa que haya habido durante todo este año una pasividad incalificable de parte de algunos. No importa que haya quien se sienta pesimista o cansado. No importa que inclusive, en este primer aniversario de las muertes de dos héroes verdaderos, haya acaso voces de lamentación insincera e hipócritas alabanzas. Nada de eso importa. La revolución es parte de la vida y no puede sustraerse a las realidades de la vida. La revolución no es el sueño de un poeta solitario sino la canción imponente y sombría de la muchedumbre en marcha. Y porque así es la revolución, Antonio Guiteras y Carlos Aponte fueron hombres de ella (…)»

Con sacrificio, valor, desinterés y constancia se habían ganado la ciudadanía de la revolución. Esta seguiría adelante a pesar de todos los obstáculos y los pesimismos, de las maniobras de la politiquería criolla, de las astucias sangrientas del imperialismo, de la decepción de los pobres de espíritu, de la ceguera de los de visión estrecha, de la torpe ambición personal de algunos figurantes. Seguiría adelante, por encima de todo, de eso estaba seguro Pablo.

Doce años más tarde, al recapitular sobre la «Trayectoria y balance del ciclo revolucionario» de los años 30, Raúl Roa recuerda haber escrito «Mongonato, efebocracia y mangoneo» influido por la concepción extremista que dominaba las ideas de izquierda en esa época. Con espíritu autocrítico valora que, aunque de modo general sus apreciaciones fueron correctas, había sido injusto en cuanto falsifica el carácter del gobierno de Grau San Martín, mide por un mismo rasero a los intereses y grupos que lo sustentan y a los que se le oponen, no discierne el alcance popular de sus medidas, solo ve la incapacidad, la petulancia, la flaqueza, y la arrebatiña que lo mina, ignora la gallarda y trascendental postura de la delegación cubana en la Conferencia Panamericana de Montevideo, pasó por alto la ingente labor revolucionaria de Antonio Guiteras y del núcleo decidido que lo seguía y subestima el rol jacobino de las capas avanzadas de la pequeña burguesía en los pueblos política y económicamente enfeudados a la dominación extranjera (…)

A su modo de ver, el Gobierno de los Cien Días no «podía ser por su estructura, composición y objetivos, un gobierno revolucionario. Ni siquiera consigue expresar la relación de poder, la unidad de fines y la coherencia de métodos que dimanan de su propio carácter nacional-reformista», sin embargo había sido «el único gobierno cubano que intentó remover la estructura colonial de la República». Pero vivió acosado y combatido por la embajada norteamericana, los oficiales destituidos, el ABC, los viejos políticos, los ricos comerciantes españoles, las corporaciones económicas, las compañías extranjeras, los monopolios de servicios públicos, el Partido Comunista, la Confederación Nacional Obrera, los estudiantes de izquierda y la casi totalidad de la prensa. Solo los miembros del Directorio Estudiantil Universitario lo defendieron y sus propias obras le dieron prestigio ante el pueblo. También le faltó apoyo activo del ejército, en esos momentos dirigido por Batista. En síntesis, Roa reconoce que la responsabilidad del fracaso del gobierno no le corresponde, exclusivamente, a Grau San Martín, sino también a todos los que lo combatieron torpemente desde la izquierda, dentro de los cuales se incluye.

A la altura de los años 40, el Roa maduro y fogueado en múltiples batallas considera que el ascenso a la presidencia de Grau representó la primera fase de alza del ciclo revolucionario. Como nunca antes habían existido condiciones objetivas y espíritu público tan propenso a emprender grandes transformaciones sociales, ni un impulso revolucionario tan poderoso, sin embargo las fuerzas históricas que debían estar aptas para interpretar y dirigir ese impulso se mostraron incapaces, invertebradas y confundidas. «(…) No cabe ya duda de que una certera comprensión de la problemática planteada y de las tareas congruentes hubieran permitido transmutar el gobierno nacional reformista de Grau San Martín en un gobierno nacional revolucionario (…)

Hace ya algún tiempo, que la mayoría de los investigadores cubanos hemos desistido de tratar a la izquierda como una corriente en singular. La historia ha demostrado que las izquierdas son plurales y, como en el caso que nos ocupa, muchas veces contradictorias. Lo mismo ocurre con el socialismo como tendencia de pensamiento y acción. En Cuba, según criterio de Fernando Martínez Heredia, con el cual estoy de acuerdo, el socialismo como política revolucionaria tuvo dos líneas de proyección y desempeño: la representada por Mella y Guiteras, en esencia, anti-imperialista, de ideología comunista combinada con la tradición mambisa, inclinada a los métodos insurreccionales y frentistas; y la inscrita dentro de los cánones en el movimiento comunista internacional, a la cual pertenecieron institucionalmente Martínez Villena y Blas Roca. Dándose la contingencia de que algunos seguidores de esta última no pertenecieron directamente al Partido Comunista sino a algunas de sus organizaciones colaterales como fueron Pablo de la Torriente Brau y Raúl Roa, quienes sin renunciar a sus convicciones marxista-leninistas entraron en contradicción con las fallas e insuficiencias de las mismas, se opusieron a las metodologías del stalinismo y las trascendieron hasta donde les fue posible.

Como hemos visto a lo largo de este texto, fueron esas contradicciones entre las diversas tendencias factor fundamental que entorpeció la conformación de un poderoso frente anticapitalista que impulsara la revolución de liberación nacional en los primeros 40 años de la república burguesa neocolonial y el logro de la justicia social. Cada grupo desde un supuesto monopolio de la verdad descalificó y rechazó a los demás, o sencillamente no pudo llegar a establecer la comunicación más efectiva con otras asociaciones análogas. Revolucionarios honestos, decentes, patriotas como Guiteras, Villena, Roa o Pablo de la Torriente, verdaderos precursores del socialismo comunista en Cuba, se vieron alejados a partir de elementos y procesos ya analizados en los cuales primaron las diferencias metodológicas por encima de los intereses estratégicos esenciales. Miremos nuestras perspectivas de lucha a través del prisma de esta, nuestra historia. Busquemos sus significados para el día de hoy.

Caridad Massón Sena. Doctora en Ciencias Históricas e investigadora titular del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, desde 2003. Trabaja la línea investigativa de la historia del movimiento obrero y comunista cubano y latinoamericano y las relaciones Iglesias Evangélicas y Estado Cubano.

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/cuba-guiteras-en-la-oposicion-y-en-el-poder