«Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en el.»Mahatma Gandhi «Y cuando ya todos los demás aceptaban la mentira impuesta porel partido -cuando todos los informes decían lo mismo-, entoncesla mentira se introdujo en la historia y se hizo verdad.» «En una época de universal engaño, […]
«Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en el.»
Mahatma Gandhi
«Y cuando ya todos los demás aceptaban la mentira impuesta por
el partido -cuando todos los informes decían lo mismo-, entonces
la mentira se introdujo en la historia y se hizo verdad.»
«En una época de universal engaño, decir la verdad constituye un acto revolucionario.»
George Orwell
A partir de las revelaciones de los libros, artículos, editoriales, de tantos autores europeos, estadounidenses e israelíes judíos, de los cuales señalaremos a unos pocos, como Israel Finkelstein, Neil Silberman, Noam Chomsky, Uri Avnery, Benny Morris, Israel Shahak, Ilan Pappé, Baruch Kimmerling, Dan Bar-On, Benjamín Beit-Hallami, Norman Finkelstein, Uri Ben-Eliezer, Neve Gordon, Yoav Peled, Uri Ram, Gore Vidal, Avi Shlaim, Ilan Halevi, Ilan Gur-Zeev, Amnon Kapeliuk, Theodore Katz, Israel Shamir, Gideón Levy, y muchos otros, que han hecho aportes fundamentales para terminar con muchos de los mitos de la Tanaj, libros considerados como sagrados por la comunidad de confesión judía, y cuya veracidad ha sido puesta en duda, así como muchos de los mitos modernos, aquellos derivados de los acontecimientos acaecidos durante la llamada segunda guerra mundial, estamos convencidos, y dicho ello con la mayor humildad, que ha llegado la hora de analizar con seriedad y sin temores, como corresponde a un «intelectual sin miedos y compasivo» (Edward W. Said), el chantaje que en todos los países del mundo, los dirigentes judíos y los de los «cristianos sionistas», ejercen sobre cualquier persona que critique al Estado terrorista de Israel y al israelizado gobierno de los EE. UU. de América.
Las críticas que esos autores, investigadores y universitarios e intelectuales de reconocido prestigio internacional, han realizado sobre los mitos fundacionales del Estado de Israel, y el uso y abuso que se ha hecho de las palabras ‘antisemita’ y ‘holocausto’ para impedir que nadie pueda decir nada sobre las torturas, los crímenes, matanzas, asesinatos selectivos, y otras barbaridades que se están cometiendo dentro y fuera del Estado de Israel, escudándose y justificándose en una tradición europea de persecuciones y crímenes cometidos contra comunidades judías en el pasado, lejano y/o reciente, reitero: ¿no habrá llegado el momento de terminar con el chantaje que los dirigentes judíos tanto en Israel como en otras partes del mundo, ejercen sobre cualquier persona, judía, cristiana, musulmana, hindú, budista o taoísta, que denuncia semejantes atrocidades?
El ex primer ministro del Estado de Israel, Ariel Sharon, ha sido acusado y condenado por la violación de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, [1] así como de corrupción dentro del propio Estado y, sin embargo, permaneció en su cargo y prosiguió con su proyecto de eliminación física de todos los habitantes palestinos, de religión cristiana e islámica, hecho que admitió públicamente y sin que ningún gobernante, hombre público, el secretario general de las Naciones Unidas, la Comisión de los Derechos Humanos de la misma organización internacional que ha condenado no sólo a ese primer ministro sino al mismo Estado de Israel, desde el momento mismo de su creación, por la violación incesante y sin parangón en la historia de la humanidad de los derechos humanos, ejerza y ejecute las acciones necesarias para terminar con tantas atrocidades.
¿Cuánto tiempo podrá la humanidad asumir, soportar y callar ante semejante y tamaña hipocresía?
El presidente de la actual primera potencia mundial no sólo apoya y avala todos los actos ignominiosos y criminales, como jamás se vieran o de los que podamos tener conocimiento en la historia de la humanidad, y un pueblo ensoberbecido y asustado, temeroso de futuros acontecimientos ficticios que ese mismo presidente, en sus despertares etílicos, le anuncia que se producirán si él no es autorizado a continuar en su inventada «guerra contra el terrorismo», son el apoyo y soporte incondicional no sólo de tantos crímenes y asesinatos masivos, sino que esa misma potencia se ha israelizado y comete atrocidades iguales o mayores contra otros países indefensos del planeta ante la mirada impotente del resto del mundo.
Y se ha israelizado, esto es, actúa de la misma manera que lo ha venido haciendo el Estado terrorista de Israel, desde su creación hasta ahora, porque en cada ocasión en que el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y/o cualquier organismo de las Naciones Unidas que haya condenado las violaciones de los derechos humanos por parte del Estado terrorista de Israel, el gobierno de los EE.UU. de América, como potencia poseedora del derecho a veto, ha impuesto el mismo a los efectos de que los organismos denunciantes no puedan ejercer el derecho a ejecutar las sanciones correspondientes. Entonces, los propios EE.UU. de América, han resuelto hacer exactamente lo mismo que el Estado de Israel, violar todas las normas jurídicas internacionales sabiendo que puede ejercer el mismo veto cada vez que algún país solicite sanciones contra ellos.
¿Cuánto tiempo podrá la humanidad asumir, soportar y callar ante semejante y tamaña hipocresía?
Una pléyade de intelectuales israelíes judíos, europeos judíos, estadounidenses judíos, latinoamericanos judíos, asiáticos judíos y africanos judíos, además de todos los hombres dignos, denuncian diariamente, a través de libros, periódicos, revistas, páginas webs, toda la parafernalia de crímenes y asesinatos masivos de estos dos gobiernos terroristas, que están convirtiendo al planeta en un casi cementerio de pobres y angustiados habitantes que ya no saben cómo deben vivir y actuar para evitar que, en cualquier momento y por absurdas causas invocadas por los dos jefes de esos Estados terroristas, sientan caer sobre sus ciudades o aldeas las bombas que exterminarán sus vidas y la de sus familiares y conciudadanos inmisericordemente.
¿Cuánto tiempo podrá la humanidad asumir, soportar y callar ante semejante y tamaña hipocresía?
La pregunta que nadie se hace es ¿si a Sadam Hussein se le condenó a muerte por haber mandado matar 82 kurdos, y sin tener pruebas fehacientes? A George W. Bush y a Richard Cheney, que mandaron matar a más de 1.000.000 de iraquíes y expulsaron de Irak a 4.000.000 de iraquíes, ¿cuál es la condena que merecen?
Y a los gobernantes del Estado de Israel que desde su estableciendo han mandado matar miles y miles de palestinos y lo siguen haciendo ¿cuál es la condena que merecen?
Estas dos preguntas permanecerán en la memoria colectiva hasta el fin de la historia si no somos capaces de decir que merecen la misma condena que Sadam Hussein.
¿Cuánto tiempo podremos nosotros mismos, aquí en la Argentina, luego de haber padecido el terrorismo de Estado durante casi diez años, porque lo hemos denunciado todos, sin distinción alguna de etnia, religión, clase, partido político o grupo social, callarnos y aceptar tantas mentiras y falsedades con que nos saturan a través de diarios, revistas, programas de radio y televisión, inyectándonos hasta el cansancio los horrores de los crímenes nazis con el objeto de desviar nuestras miradas y nuestros corazones de las masacres actuales, las que cotidianamente sabemos que ocurren en Palestina, Afganistán, Irak, dirigidas contra palestinos, afganos e iraquíes?
El ex presidente de la República, el doctor Nestor Kirchner, ha hecho de la crítica al terrorismo de Estado su inclaudicable bandera en defensa de los derechos humanos y la enarbola en cada oportunidad que puede en nuestra Patria y en el exterior cuando le toca concurrir a acontecimientos importantes.
La entronización en la antigua ESMA de un necrofílico Museo de la Memoria quiere ser su logro más loable, más notable, y puso todo su empeño en lograrlo. Cuando su visita a la ESMA, rodeado de todos sus colaboradores, obligó al Jefe del Ejército a bajar el retrato de quien consideraba indigno de compartir con sus pares tan ilustre espacio.
Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo siguen recordando el daño que hizo en nuestra Patria el terrorismo de Estado, las desdichas que ocasionó a cientos de familias privadas de sus hijas e hijos, a los que aún siguen buscando en todos los rincones de la Patria, para recuperarles su identidad y dignidad y devolverlos al seno de quienes los aman y esperan ansiosos su reintegro al hogar verdadero, en vida o en el recuerdo amoroso de sus familiares vivos.
Un sector importante del pueblo argentino festeja cada reencuentro, cada vida recuperada a su historia familiar, porque con ello sienten que se hace justicia y se fortalecen los vínculos de la fraternidad nacional, se entroniza la verdad y el amor se reinstala en los hogares de la Patria, como creen que debe ser.
En tanto que otro sector, tan importante como aquel, tan dolido y conmovido como el otro, se siente marginado y excluido, porque piensa de otra manera y siente que no se toman en consideración ni son recuperados dignamente sus propios muertos. Y exigen, con justiciera razón desde su propia perspectiva, la reivindicación de esos muertos, muchos de ellos inocentes de los crímenes que se les adjudican. Y otra/os asesinados vilmente.
Ni las leyes del olvido y del perdón, ni los indultos, ni los necrofílicos museos de la memoria, impuestos desde la soberbia política, pretendidamente reinstaladora de la justicia, podrán recuperar la dignificación de los muertos, y sólo lograrán mantener los enconos y reinstalar, cada vez, una y otra vez, los enfrentamientos y la discordia entre hermanos.
¿Por qué exigir a cambio de los muertos una compensación monetaria? ¿Por qué seguir el mal ejemplo de los resentidos «buscadores de nazis», los Elie Wiesel, los Simón Wissental, tan dignamente denunciados por Norman Finkelstein en su libro La industria del holocausto y también en A Nation on Trial. The Goldhagen Thesis and Historical Truth, este último escrito conjuntamente con Ruth Bettina Birn, cuyo sólo objetivo es «canjear» la muerte de seres humanos por dinero, con el pretexto de que ese dinero irá a compensar la ausencia y apaciguar el dolor de los familiares que sobrevivieron la masacre nazi, y a quienes nunca les llegará ese dinero, porque quedará en las arcas de las organizaciones demandantes? Organizaciones que, además, contaron y siguen contando con la complicidad de los presidentes de los EE.UU. de América, como lo señalaran oportunamente en el propio EE.UU., dignísimos ciudadanos estadounidenses de confesión judía, y que una prensa mundial calla en complicidad con los financieros que la sostienen.
Ese hecho convierte a los muertos en mercancía, dejan de ser los héroes o los mártires y se los convierte, en virtud del afán de lucro de organizaciones pseudo justicieras, en mercancía que es canjeada por dinero. Sólo padres o hijos tienen el derecho de exigir, de reclamar una compensación monetaria, cualquier otro que lo hiciere, y mucho más una organización creada para que abogados y mercenarios del dinero, reclamen esa compensación por muertos que ni siquiera conocieron, es una blasfemia, una afrenta al buen nombre y honor de los muertos.
Y, en nuestro país, ya los señalamos en otras oportunidades, sólo convocando al pueblo en su conjunto, e invitándolo al amor y al perdón recíprocos, sublimando los odios y los rencores, podrá salvarnos para siempre, porque ya es hora de que los argentinos nos perdonemos los unos a los otros.
Y, ¿entonces? ¿Por qué extraño designio, por qué superficial temor, por qué compleja motivación, no podemos, no puede asumirse la misma actitud de rechazo absoluto al terrorismo de Estado de quienes hoy lo ejercen sin miramientos, Estados Unidos de América, convertido a través de su presidente, George W. Bush en un Estado de Israel mayor, el Estado de Israel, a través de una continuada dirigencia terrorista que, como lo señalara acertadamente en 1982, Bruno Kreisky, primer ministro austríaco, él mismo de confesión judía, [2] atacan pueblos indefensos que deben soportar las toneladas de bombas arrojadas desde miles de kilómetros de altura que arrasan poblaciones enteras, no dejando en pie aldeas o ciudades, y eliminando indiscriminadamente vidas inocentes de miles de niños, niñas, ancianas y ancianos, que nada hicieron para merecer semejante atrocidad?
Acaso la respuesta que se puede dar es que el señor presidente de EE.UU. de América, George W. Bush, y el señor primer ministro del Estado de Israel, Ehud Olmert, tienen el poder de las bombas, de los misiles, del dinero, de los bancos, y por ello no debemos levantar nuestras cabezas y decirles a ellos, lo mismo que se atreven a decirle a ancianos decrépitos y al borde de la muerte, como los Videla o los Pinochet. Tal como lo hace hoy desde España, un gran juez que se ha convertido en un pelele que sólo sigue persiguiendo y levantando su voz contra esos ancianos decrépitos y al borde de la muerte. Y que no tiene las agallas de condenar, como lo hizo con estos últimos, a los actuales terroristas de Estado, al presidente de EE.UU. de América, George W. Bush y al primer ministro del Estado de Israel, Ehud Olmert.
De qué les sirve ganar el mundo si pierden su alma. Recordaba el premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, aquellas palabras del Maestro de la verdad, el amor y la redención, al galileo que hace dos mil años caminó su patria cananea dulcificando corazones y pregonando el amor como único camino de la solidaridad entre los hombres, enfrentando al imperio y a los «sepulcros blanqueados por fuera y llenos de hez por dentro», cuando señaló:
«Tengo muchos amigos cuyas voces fuertes podrían escucharse en medio mundo, que hubieran querido y sin duda siguen queriendo expresar su indignación por este festival de sangre, pero algunos de ellos confiesan en voz baja que no se atreven por temor de ser señalados de antisemitas. No sé si sean conscientes de que están cediendo -al precio de su alma- ante un chantaje inadmisible.» [3]
Notas:
[1] Ariel Sharon ha sido condenado por la justicia de Bélgica por los crímenes de lesa humanidad, aquellos que se cometieran cuando siendo ministro de Guerra del Estado de Israel, invadiera el Líbano y que luego del retiro de los combatientes palestinos de la OLP de ese país, masacraran a las poblaciones palestinas indefensas en los barrios de Sabra y Chatila en Beirut.
[2] Saad Chedid. Palestina. El holocausto ignorado. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2004. pp. 237-238.
«Bruno Kreisky. El gobierno israelí actual no tiene el más mínimo derecho de hablar sobre el terrorismo, porque todos sus miembros fueron un día terroristas.
Uno de los terroristas judíos más destacados, Katz, que vive en Sudáfrica, contó esto en los su libro «Años de fuego».
…. El argumento del antisemitismo es un bumerang: porque declarar todos los actos contra el gobierno israelí como un signo de antisemitismo, equivale a diluir en la mentira los verdaderos criterios de ese racismo.
Es el gobierno israelí el que alienta el antisemitismo, el que echa sus bases, ya que este gobierno desea y alienta una ola de antisemitismo: los medios reaccionarios israelíes vieron siempre en ello una base esencial de la existencia de Israel.
Conocía desde hacía tiempo el plan israelí: se empieza por la guerra en el Líbano, se continúa por la paz separada con el Líbano, y después se fuerza a los palestinos a irse por métodos de terror: masacres, crueldades que los llevan a abandonar todo para huir hasta zonas controladas por sirios, o incluso fuera del Líbano.
Con respecto a los atentados en Europa, considero a los servicios secretos israelíes totalmente capaces de haberlos arreglado ellos mismos. Todos los servicios secretos del mundo son capaces de ello. Pero muy particularmente, los servicios israelíes.
El asunto del automóvil cargado con explosivos en París, en la calle Cardinet, me parece especialmente oscuro desde ese punto de vista.»
[3] Gabriel García Márquez. «Begin, Sharon, Premio Nobel de la muerte». En Saad Chedid (editor). Palestina. El holocausto ignorado. Editorial Canaán. Buenos Aires. 2004. p. 97-101.
Saad Chedid es profesor de filosofía, autor de varios libros sobre el conflicto palestino-israelí, ex presidente de la Fundación Argentino Árabe, director de la Editorial Canaan.