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Ha llegado nuestro momento sudafricano

Fuentes: The Palestine Chronicle

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

 

Introducción

Mientras Israel gira continuamente hacia una derecha fanática y racista, tal como han demostrado los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, los palestinos que están bajo su control son tratados cada vez peor por sus cada vez más dura políticas coloniales y de apartheid, diseñadas para echarlos de su patria con el objetivo de hacer una profecía de autocumplimiento a partir de la vieja mentira sionista de «una tierra sin pueblo». De forma paralela, según muchos indicadores la sociedad civil internacional está llegando a un momento decisivo en su percepción de Israel como un Estado paria que actúa por encima de la ley de las naciones y, en consecuencia, también en su acción efectiva para penalizarlo y aislarlo como hizo con el apartheid sudafricano.

Las comunidades palestinas de Jerusalén, Jaffa, Hebrón, el valle de Jordán y el Naqab (Negev), entre otras, han estado sometidas recientemente a algunas de las peores y continuas campañas israelíes de limpieza étnica con el objetivo de «judaizar» su espacio. Qalqilya está asfixiada por el Muro del apartheid que la rodea por todas partes, mientras que Nablus está sometida a un constante asedio. Hace unos meses la comunidad palestina de Acre fue brutalmente atacada por judíos fundamentalistas y xenófobos en uno de los peores pogromos de los que han sido testigo los palestinos de Israel. Gaza sigue destacando hoy como una prueba de nuestra humanidad común y nuestra indispensable moralidad. Un minucioso análisis del papel desempeñado por occidente y por algunos gobiernos árabes en relación a la criminal guerra de agresión de Israel contra Gaza demostrará un rotundo fracaso en ambos. Durante todo el atroz ataque, el occidente oficial junto con los gobiernos de Egipto, Arabia Saudí, la Autoridad Palestina de Ramala y los dirigentes de la ONU [1] fueron cómplices voluntarios de las graves violaciones por parte de Israel del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.

En unas palabras que pueden ser utilizadas con bastante corrección para describir a Israel, Robert Kagan, un destacado ideólogo neo-conservador, justifica las tendencias hegemónicas como una prerrogativa de los más poderosos [2]:

«Estados Unidos permanece envuelto en la historia y ejerce su poder en el anárquico mundo hobbesiano en el que no se puede contar con la legislación y las normas internacionales, y en el que la verdadera seguridad y la defensa y promoción de un orden liberal siguen dependiendo de la posesión y uso del poder militar».

Fiel a este paradigma, Israel ha mantenido durante décadas un régimen de ocupación, colonización y apartheid sobre la población originaria de Palestina por medio de la «posesión y uso del poder militar», junto con la indispensable connivencia de las potencias occidentales cuya generosidad incondicional ha permitido a Israel durante seis décadas mantener y desarrollar su polifacético sistema de opresión colonial contra el pueblo palestino.

Contribuyendo al bloqueo ilegal y a la criminal guerra contra Gaza, la Unión Europea y otros Estados occidentales han llegado a un estadio cualitativamente diferente de complicidad y se han convertido, de manera más flagrante que nunca, en cómplices totales de la política israelo-estadounidense de minar el imperio de la ley y de apoyar en su lugar la ley de la selva, promoviendo con ello la profecía de autocumplimiento de Bush-Bin Laden de un mundo dicotómico dividido quirúrgicamente entre el bien y el mal y en el que cada lado considera al otro el mal.

En respuesta a esta alianza fatal del capitalismo salvaje en occidente con el racismo, la exclusión y el sometimiento colonial israelíes, el movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) a Israel presenta no sólo una forma de resistencia civil no violenta progresista, antirracista [3], elaborada, sostenible, moral y eficaz, sino que es una oportunidad real de convertirse en la catálisis política y el ancla moral de un movimiento internacional fortalecido y vigorizado capaz de reafirmar los derechos de todos los seres humanos a la libertad, la igualdad y la dignidad, y el derecho de las naciones a la autodeterminación.

Gaza: la complicidad occidental en los crímenes de guerra

Ya en 2007, Richard Falk, un destacado experto en derecho internacional de la Universidad de Princeton y actual Relator Especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos Ocupados (TPO) calificó el asedio israelí a Gaza apoyado por occidente de «preludio al genocidio»[4] y, más adelante, de «Holocausto en gestación» [5]. Falk, que es judío, argumentó que el asedio es especialmente alarmante porque expresa de manera vívida «un intención deliberada por parte de Israel y sus aliados de someter a toda una comunidad humana a unas condiciones que ponen en peligro la vida humana y que son de una crueldad sin paliativos» [6].

Utilizando un lenguaje más diplomático, Sara Roy [7], una experta de la Universidad de Harvard en desarrollo en los TPO, acusa a la UE y a Estados Unidos de complicidad con una política deliberada israelí de «des-desarrollo» de los TPO que cercena toda posibilidad de crear una Estado palestino independiente y soberano. Roy argumenta que al proporcionar a los palestinos «unos beneficios tangibles, como ingresos más altos y una mejora de las infraestructuras» la UE esperaba comprar el apoyo palestino a unas concesiones fundamentales en las denominadas «negociaciones de paz». Y concluye: «se abandonó la lógica del derecho internacional en interés de mantener un fallido proceso político».

Un examen del asedio israelí a Gaza, la mayoría de cuya población son refugiados a los que los sionistas (y más tarde Israel) desplazaron por la fuerza durante la Nakba de 1948 [8], puede arrojar luz a esta política de «des-desarrollo» que, como lo consideran la mayoría de los expertos, equivale a un castigo colectivo. Durante este asedio que todavía continua (desde hace ya 21 meses), más del 80% del millón y medio de palestinos encerrados en la «mayor cárcel al aire libre» del mundo han sido castigados a la pobreza y a depender de la ayuda humanitaria internacional; toda la infraestructura económica ha sido diezmada sistemáticamente, más del 95% de sus fábricas han tenido que cerrar lo que ha provocado una pobreza y un paro que se sitúa en unos índices inferiores a los subsaharianos; la instituciones educativas no han podido funcionar debidamente a causa de la falta de combustible y de electricidad durante largos periodos; el sistema sanitario está a punto de colapsar y cientos de pacientes que necesita cuidados médicos críticos, especialmente los pacientes de cáncer y de enfermedades renales, han muerto después de que se les denegara el acceso a instalaciones médicas fuera de Gaza.

Los efectos a largo plazo del asedio son aún más sobrecogedores [9]. Según al Organización Mundial de la Salud, la desnutrición crónica y las enfermedades relacionadas con la dieta han aumentado de forma alarmante, lo que ha provocado que se dispare el número de bebés que nacen con bajo peso, la anemia en más de dos tercios de los niños de hasta un año y raquitismo en cerca del 13.2% de los niños menores de cinco años. Además, se han empezado a propagar desenfrenadamente enfermedades que son prevenibles. Miles de personas, la mayoría niños, han sufrido graves problemas auditivos debido al uso intenso y continuado de bombas sónicas durante semanas. Estudios sanitarios han demostrado que en el futuro toda una generación de niños palestinos de Gaza sufrirán graves problemas de desarrollo y mentales durante muchos años. También hay ya un significativo a aumento del índice de incidencia del cáncer y de otras enfermedades mortales relacionadas directamente con la contaminación provocada por Israel y con el hecho de que éste niegue la atención médica.

Karen Abu Zayd, Comisionada General de UNRWA, advirtió del devastador impacto del asedio israelí [10]:

«Gaza está al límite de convertirse en el primer territorio que es reducido intencionadamente a un estado de indigencia abyecta con el conocimiento y el consentimiento de la comunidad internacional y se podría decir que alentado por ella … El trabajo humanitario y de desarrollo humano nunca ha sido un trabajo que funcione en un medio carente de esfuerzos constructivos para resolver un conflicto o tratar sus causas subyacentes. Además, el trabajo humanitario está profundamente minado en un contexto en el que hay una complicidad implícita o activa para crear unas condiciones de sufrimiento generalizado».

Es este aspecto del asedio, el proceso que lleva a la muerte lenta de miles de personas y a inhibir el desarrollo de una generación de niños palestinos, lo que llevó a la reveladora descripción hecha por Falk del asedio de Israel como actos constitutivos de genocidio.

La ex-ministra de educación israelí y dirigente de izquierda, Shulamit Aloni, adoptó hace años esta denominación de las políticas de Israel respecto a los palestinos que están bajo su ocupación. Ya en 2003, ella condenó una atrocidad israelí que parece nimia en comparación con las masacres que Israel acaba de cometer en Gaza al afirmar [11]:

«Así que todavía no existe un genocidio del terrible y único estilo del que nosotros fuimos víctimas en el pasado. Y como me dijo uno de los inteligentes generales [israelíes], nosotros no tenemos crematorios ni cámaras de gas. ¿Es consecuente con la ética judía todo lo que no sea esto? ¿Oyó él alguna vez cómo todo un pueblo decía que no sabía lo que se estaba haciendo en su nombre?».

Y esto se dijo antes de la devastadora masacre en Gaza.

Según respetadas organizaciones de derechos humanos activas sobre el terreno, la ofensiva militar israelí de 23 días que empezó el 27 de diciembre de 2008 provocó la muerte de más de 1.400 palestinos, aproximadamente un 83% de los cuales son civiles [12] y la destrucción completa o parcial de miles de hogares, de la principal universidad, de 45 mezquitas, de varios ministerios incluyendo los de Educación y Justicia, de decenas de escuelas [13], de un hospital del Creciente Rojo y de decenas de ambulancias [14] y clínicas, así como de miles de fábricas y pequeñas empresas. Se cometieron varias masacres que están bien documentadas. En un tono inusualmente duro, el Comité Internacional de Cruz Roja (ICRC, en sus siglas en inglés, como todas las que vienen a continuación) [15] acusó a Israel de no haber proporcionado atención médica a los heridos y de haber impedido que la ayuda médica llegara hasta ellos, lo que provocó que se desangraran hasta morir. Ambas cosas son graves violaciones del derecho humanitario internacional. Más de 400 niños palestinos murieron durante las tres semanas de bombardeos, muchos de ellos a causa de las quemaduras provocadas por el uso ilegal por parte de Israel de bombas de fósforo blanco.

En el primer día de su ataque a Gaza el ejército israelí causó una destrucción generalizada de la infraestructura civil y mató a casi 200 civiles palestinos, muchos de ellos estudiantes de policía que no eran combatientes, mientras que no murió ningún civil israelí. Sin embargo, los dirigentes occidentales emitieron rápidamente declaraciones expresando su preocupación por la pérdida de vidas y por el sufrimiento de «ambos bandos», culparon a la resistencia palestina de haber provocado estas atrocidades y absolvieron a Israel de toda responsabilidad con el pretexto de su «derecho a defenderse».

Sin embargo, destacados juristas internacionales [16] rechazaron categóricamente el argumento de su auto-defensa esgrimido por Israel y le acusaron de cometer crímenes de guerra. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU y el Secretario General de ésta han pedido una investigación imparcial e independiente de los crímenes de guerra. Amnistía Internacional [17], Human Rights Watch [18], las principales organizaciones israelíes de derechos humanos, B’Tselem [19], la Federación Internacional para Derechos Humanos (FIDH) y la Red Euro-Mediterránea de Derechos Humanos [20], entre muchas otras organizaciones, han acusado igualmente a Israel de cometer crímenes de guerra y han rechazado tajantemente su afirmación de que ejercía su derecho a defenderse, particularmente puesto que Israel fue el primero en violar el acuerdo de alto el fuego con Hamás de junio de 2008 el día 4 de noviembre cuando atacó y mató a 6 resistentes sin que mediara provocación alguna.

Gerald Kaufman, un judío veterano diputado del Parlamento británico por el Partido Laborista comparó alguna de las acciones israelíes con las de los nazis [21]. Lo mismo hicieron Noam Chomsky [22] y el superviviente del Holocausto y académico, Hajo Meyer [23], del grupo A Different Jewish Voice de los Países Bajos. Haciéndose eco de Kaufman, Chomsky y Meyer, destacados intelectuales y académicos británicos judíos compararon Gaza con el Ghetto de Varsovia en una carta publicada en The Guardian [24] y lo mismo hizo la Red Internacional Judía Antisionista en el Día de Conmemoración de Holocausto de este año [25].

Otras políticas coloniales y de apartheid de Israel

Además de Gaza, la sociedad civil palestina y un número cada vez mayor de influyentes abogados de derechos humanos reconocen que el régimen de Israel sobre el pueblo originario de Palestina constituye ocupación, colonización y apartheid. Específicamente, la opresión desde hace décadas por parte de Israel adopta tres formas básicas que son el centro del llamamiento palestino al BDS [26]:

(1) La prolongada ocupación y colonización de Gaza y Cisjordania, incluyendo Jerusalén y otros territorios árabes,

(2) El sistema de discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel,

(3) La persistente negación de los derechos, sancionados por la ONU, de los refugiados palestinos, el principal de los cuales es su derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares originarios según la resolución 194 de la Asamblea General de la ONU.

Acabar con estas tres formas de opresión es el requisito mínimo para lograr una paz justa en nuestra región.

La más importante de estas tres injusticia es, sin lugar a dudas, la negativa por parte de Israel del derecho de los refugiados palestinos a retornar. El centro de la cuestión palestina siempre ha sido la difícil situación de los refugiados que fueron limpiados étnicamente durante la Nakba y continúan siéndolo desde entonces. El hecho de que los refugiados son la mayoría del pueblo palestino unido a sus sufrimientos en el exilio desde hace sesenta años supone el reconocimiento de sus derechos básicos, incluyendo el derecho a reparaciones y a retornar a sus hogares de origen, lo cual es la prueba decisiva de la moralidad de cualquiera que sugiera una solución justa y duradera para el conflicto palestino-israelí. Aparte de los derechos morales y legales, negar los derechos de los refugiados palestinos garantiza la perpetuación del conflicto [27].

Por lo que se refiere a la ocupación [28], nada expresa su profunda injusticia tanto como el colonial Muro de Israel. A pesar de las graves repercusiones que tiene el Muro sobre los medios de vida palestinos, su medio ambiente y los derechos políticos, prácticamente todos los judíos israelíes lo apoyan [29]. Sin embrago, el ex- ministro israelí de Medio Ambiente, Yehudit Naot, protestó por este aspecto específico (medioambiental) del Muro afirmando [30]:

«El muro de separación corta la continuidad de las zonas abiertas y es perjudicial para el paisaje, la flora y la fauna, los corredores ecológicos y el drenaje de los arroyos. Su sistema de protección afectará irreversiblemente a los recursos de la tierra y crea enclaves de comunidades a los que se corta de su entorno».

Incluso después de que se trasladaran los lirios y de que se crearan corredores para los animales pequeños, el portavoz de las Autoridades para la Protección de la Naturaleza y los parques Naturales de Israel seguía quejándose [31]:

«Los animales no saben que ahora hay una frontera. Están acostumbrados a determinado espacio vital y lo que nos preocupa es que su diversidad genética se vea afectada porque diferentes grupos de población no podrán aparearse y reproducirse. Aislar a las poblaciones a ambos lados del muro definitivamente crea un problema genético».

Mientras que estaba tan preocupado por el bienestar de las flores silvestres y de los conejos, Israel trataba a los niños palestinos como criaturas de las que se puede prescindir. Tiradores adiestrados profesionalmente disparaban contra ellos durante incidentes sin importancia de lanzamiento de piedras. Por ejemplo, fuentes médicas [32] y organizaciones de derechos humanos, incluyendo Médicos por los Derechos Humanos, han documentado en los primeros momentos de la actual Intifada una pauta en la que se dispara a los ojos [33] y a las rodillas de los niños palestinos con la «clara intención» de hacer daño [34].

Y cuando no había un incidente de lanzamiento de piedras tras el que esconderse, los soldados israelíes lo provocaban. El veterano periodista estadounidense Chris Hedges expuso [35] cómo antes de replegarse fuera de Gaza los soldados israelíes habían provocado sistemáticamente a los niños palestinos que jugaban en las dunas de la zona de Rafah para disparar contra ellos y concluía: «En otros conflictos que he cubierto se ha disparado a niños […] pero nunca había visto a soldados atraer a niños como se atrae a un ratón hacia una trampa y matarlos por deporte».

Gran cantidad de personalidades, como el arzobispo Desmond Tutu, el ex-presidente de Estados Unidos Jimmy Carter y el ex-Relator Especial de Derechos Humanos de la ONU John Dugard, entre otros, han considerado que las políticas represivas y racistas ejercidas por Israel en los territorios palestinos ocupados en 1967 constituyen apartheid. En la misma línea, el ex-fiscal general israelí, Michael Ben-Yair, escribió en 2002 un artículo en Ha’aretz en el que describía el régimen de Israel en los TPO: «Elegimos entusiasmados convertirnos en una sociedad colonial, que ignora los tratados internacionales, expropia tierras, transfiere colonos desde Israel a los territorios ocupados, está implicada en el robo y encuentra justificación para todas estas actividades … En efecto, establecimos un régimen de apartheid en los territorios ocupados….» [36].

Sin embargo, la aplicabilidad a Israel del crimen de apartheid tal como lo definen las convenciones de la ONU en general o bien se ha pasado por alto inadvertidamente o bien se ha ignorado intencionadamente al ser un tema delicado que tiene todas las posibilidades de suscitar la ira vengativa de los poderosos lobbies en favor de Israel. Con todo, no se puede menos que examinar los hechos y analizar en consecuencia el sistema de gobernanza de Israel.

El argumento más firme que dan (a veces bien intencionadamente) los expertos que rechazan aplicar el calificativo de apartheid a Israel es que la analogía entre éste y Sudáfrica no es exacta y que, en muchos aspectos, la represión de Israel es incluso más severa y requiere una definición totalmente diferente. El problema de este argumento es que asume, bastante incorrectamente, que el apartheid es un sello característico de Sudáfrica y, por consiguiente, se debe demostrar que todo régimen acusado de practicarlo es idéntico al régimen de apartheid sudafricano de antaño. Sin embargo, aunque el apartheid atrajo la atención del mundo entero y recibió su nombre del racista régimen de Sudáfrica, había sido reconocido por Naciones Unidas desde hacía décadas como un crimen generalizado con una definición universal.

La Convención para la Supresión y Castigo del Crimen del Apartheid de 1976 define apartheid [37] como «políticas y prácticas de segregación y discriminación racial similares a las que se practicaron en África del Sur» que tienen «el propósito de establecer y mantener la dominación de un grupo racial de personas sobre cualquier otro grupo racial de personas y de oprimirlas sistemáticamente, en particular por medios como la segregación, la expropiación de la tierra y la negación del derecho a salir y regresar a su país, el derecho a la nacionalidad y el derecho a la libertad de movimientos y de residencia» (Artículo II). La similitud con Sudáfrica se cita no como una condición sino en reconocimiento de su estatuto como un precedente histórico.

Como se afirma en un reciente y exhaustivo documento de toma de postura del Comité nacional de BDS Palestino [38], el origen de Israel, su legislación y sus políticas contra el pueblo palestino coinciden en buena medida con la definición de apartheid. Los orígenes conceptuales de esta forma única de apartheid de Israel se encuentran en el Sionismo, una ideología racista europea que fue adoptada por la corriente dominante del movimiento sionista (Organización Sionista Mundial, Agencia Judía, Fondo nacional Judío) para reclutar apoyo politico, y justificarlo, para su proyecto colonial de establecer un Estado exclusivamente judío en la Palestina histórica. Los sionistas políticos despreciaron a la población originaria de Palestina como no existente en la famosa consigna sionista de «una tierra sin pueblo». Al convertir a esta consigna en una profecía de autocumplimiento, las fuerzas sionistas desplazaron por la fuerza de su patria a entre 750.000 y 900.000 palestinos y destruyeron cientos de pueblos palestinos previamente despoblados por ellos en una operación calificada de «limpiar el paisaje» que duró hasta 1960 [39].

El régimen de Israel sobre el pueblo palestino equivale al apartheid precisamente porque presenta muchos de los principales características de este crimen tal como lo define el derecho internacional:

1. La discriminación racial contra los palestinos originarios que se convirtieron en ciudadanos del Estado de Israel se formalizó e institucionalizó por medio de la creación por ley de la «nacionalidad judía, que es distinta de la ciudadanía israelí. En Israel existe la nacionalidad no «israelí» y el Tribunal Supremo [de Israel] se ha negado una y otra vez a reconocer una [sola nacionalidad] ya que eso acabaría con el sistema de primacía judía en Israel. La Ley del Retorno de 1950 da derecho a todos los judíos (y sólo a los judíos) a los derechos de los nacionales, concretamente en derecho a entrar en «Eretz Yisrael» (Israel y los TPO) y a disfrutar inmediatamente de todos los derechos legales y políticos. La «nacionalidad judía» según la Ley del Retorno es extraterritorial lo que contraviene el derecho público internacional referente a la nacionalidad. Incluye a ciudadanos judíos de otros países, sin tener en cuenta si desean pertenecer al colectivo de los «judíos nacionales», y excluye a los «no judíos» (esto es, a los palestinos) de los derechos nacionales en Israel.

2. La Ley de Ciudadanía de 1952 [40] ha creado un discriminatorio sistema legal a dos niveles según el cual los judíos poseen la nacionalidad y la ciudadanía mientras que los ciudadanos palestinos originarios que permanecen [en Israel] sólo tienen la ciudadanía [41]. Según la legislación israelí, el estatuto de nacionalidad judía va acompañado de derechos y beneficios de primera clase que no se conceden a los ciudadanos palestinos.

3. La Ley del Estatuto Israelí de 1952 autoriza a la Organización Sionista Mundial/Agencia Judía y a sus filiales, incluyendo el Fondo Nacional Judío, a controlar la mayor parte de la tierra de Israel para beneficio exclusivo de los judíos. En 1998 El Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (CESCR) expresó [42] su grave preocupación por esta ley y afirmó que la confiscación sistemática y a gran escala de tierras y de propiedades palestinas por parte del Estado y la transferencia de estas propiedades a dichas agencias constituye una forma institucionalizada de discriminación, porque estas agencias deniegan por definición el uso de estas propiedades a los ciudadanos no judíos del Estado.

4. Basándose en motivos racistas se ha impedido por medio de la fuerza y de la legislación el retorno de los refugiados y de los desplazados internos palestinos, tal como exige el derecho internacional. Simplemente porque no son judíos, los refugiados palestinos están excluidos del derecho a la ciudadanía en el Estado de Israel según la Ley de la Ciudadanía de 1952. Fueron «desnacionalizados» y devueltos a la condición de refugiados sin Estado en violación de la ley de sucesión del Estado. Sus tierras y otras propiedades fueron confiscadas por el Estado. Los aproximadamente 150.000 palestinos que permanecieron en Israel tras la Nakba de 1948 quedaron bajo un régimen militar (1948 – 1966) similar al regimen actualmente en vigor en los TOP.

Durante décadas la norma ha sido la discriminación racial contra los ciudadanos palestinos de Israel en cada uno de los aspectos vitales de la vida. Desde al propiedad de la tierra hasta la educación parando por el trabajo y la vivienda, las leyes y las políticas del Estado ha negado la igualdad a los palestinos originarios. Por ejemplo, no se les permite comprar o alquilar tierra en aproximadamente el 93% del territorio del Estado de Israel [43]. Hasta la fecha las encuestas de opinión demuestran que una abrumadora mayoría de judíos israelíes se oponen a la total igualdad con los palestinos originarios del Estado [44]. El hecho de que, a diferencia de los negros africanos bajo el apartheid, los palestinos puedan votar es casi una formalidad, podríamos decir que un formulismo claramente diseñado para proyectar una imagen engañosa de democracia y eludir las bien justificadas acusaciones de apartheid [45].

El apartheid israelí está fuertemente presente incluso en la investigación del cáncer [46]. En junio de 2001 el ministerio de Sanidad publicó un mapa de la distribución geográfica de enfermedades malignas en Israel durante los años 1984-1999. El informe no incluía a una sola comunidad palestina en Israel, excepto Rahat, supuestamente debido a «problemas de presupuesto». Esta investigación es particularmente importante porque en Israel sólo cuando se demuestra una correlación entre la presencia de lugares contaminantes y la incidencia de enfermedades malignas es posible impedir la instalación de nuevos peligros o solicitar mayores controles medioambientales. Al omitir intencionadamente las ciudades palestinas en sus exhaustivos mapas del cáncer, el ministerio de Sanidad ha dado indirectamente luz verde a los contaminadores para que se trasladen a las ciudades palestinas dentro de Israel, por no hablar de los TPO. Los resultados de esta política sanitaria de apartheid no auguran nada bueno. En las últimas tres décadas el índice de enfermedades malignas entre la población palestina en Israel ha aumentado de 3 a 4 veces en relación a la población judía. Un portavoz del Centro Israelí contra el Racismo comentaba: «El informe ha producido dos grupos diferentes. Uno, un grupo sobreprivilegiado, cuyas vidas son preciosas para el Estado y el ministerio de Sanidad, y un segundo, cuyas vidas carecen de importancia para el Estado».

Hay que considerar esta discriminación en el más amplio contexto de la percepción que tienen en Israel de los palestinos los principales políticos, intelectuales, académicos y medios de comunicación israelíes como una «amenaza demográfica» que hay que tratar con resolución y de ahí el ascenso de los partidos políticos abiertamente fascistas en las recientes elecciones parlamentarias. Haciéndose eco de un punto de vista popular en Israel, un prominente académico, el general de división (de la reserva) Shlomo Gazit del Centro Jaffee de Estudios Estratégicos, preconiza: «La democracia tiene que estar subordinada a la demografía» [47]. Y ahora, el fanático dirigente de la derecha israelí Avigdor Lieberman y sus partidarios afirman que la democracia tiene que estar subordinada a la lealtad a la supremacía judía.

La complicidad de los gobiernos occidentales con toda esta abominable violación del derecho internacional y de los derechos humanos básicos ha llevado a muchos analistas a considerar el papel de Occidente como profundamente fallido, tanto moral como legalmente. La total impunidad de la que disfruta Israel le ha permitido presentarse y actuar como un incontrolable «perro rabioso» (una imagen evocada hace décadas por Moshe Dayan y refrendada más recientemente por el historiador militar israelí Martin Van Creveld [48]) en un intento de hacer que los palestinos se sometan a su deseo colonia, de que acepten la esclavitud como su destino.

Más que ninguna otra cosa, esta impunidad criminal y la categórica denegación de derechos es lo que fundamentalmente motivó la campaña palestina de BDS.

Desde el 9 de julio de 2005 prácticamente toda la sociedad civil palestina de todas partes ha estado defendiendo el boicot, la desinversión y las sanciones como una forma eficaz de solidaridad que tiene una posibilidad real de provocar el final de la complicidad occidental con Israel y, por consiguiente, de la ocupación, la colonización y el apartheid de Israel. Desde el mismo momento en que se inició el ataque criminal de Israel contra Gaza y durante este ataque la sociedad civil palestina ha permanecido más unida que nunca en urgir a las personas de conciencia de todo el mundo para que hagan que Israel asuma su responsabilidad por sus crímenes tratándolo como se trató a Sudáfrica durante el régimen de apartheid. En respuesta, sindicatos, grupos de académicos, organizaciones religiosas, partidos políticos, movimientos sociales y otros han adoptado campañas de BDS creativas, acordes con el contexto y sostenibles, desde Sudáfrica hasta Noruega, desde Australia a Canadá, desde Gran Bretaña a Venezuela, e incluso desde el estrado del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas [49].

El terrorismo de Estado de Israel en Gaza, permitido por el prácticamente ilimitado apoyo de Estados Unidos y de los gobiernos occidentales en general, fue un catalizador clave en la difusión y profundización de la campaña de BDS por todo el mundo que hizo que los defensores de los derechos palestinos sintieran que finalmente había llegado nuestro momento sudafricano. Ahora, a nivel de los movimientos de base, se considera a Israel un paria internacional que comete con impunidad crímenes de guerra y que tiene que ser considerado responsable según el derecho internacional y los principios básicos de los derechos humanos.

Sólo las últimas semanas han sido testigo de algunos de los indicios más significativos para datar este fenómeno. El Sindicato Canadiense de Funcionarios (CUPE)-Comité de Coordinación de los Trabajadores de la Universidad de Ontario (OUWCC) en su conferencia anual del pasado mes de febrero apoyó [50] el boicot a las instituciones académicas israelíes. Hace unos días la Fédération autonome du collégial (FAC) de Quebec también se unió a la campaña de BDS [51]. En Durban, Sudáfrica, el sindicato de estibadores afiliados a COSATU se negó a principios de febrero a descargar un bardo de carga israelí [52], lo que nos recordó acciones similares emprendidas contra los barcos sudafricanos durante la época del apartheid. Un grupo de estibadores australianos y un grupo de dirigentes sindicales progresistas estadounidenses suscribieron la acción de BDS sudafricana. En Estados Unidos el College de Hampshire estableció un precedente histórico [53] al anunciar que retiraba sus inversiones en seis compañías que se benefician de la ocupación israelí. De manera significativa, Hampshire fue también el primer college en Estados Unidos en retirar sus inversiones de la Sudáfrica del apartheid en los años setenta. En Gales la Universidad de Cardiff accedió [54] a las demandas de los estudiantes y decidió retirar sus inversiones de compañías que apoyaban la ocupación. Incluso en Francia, donde la campaña de BDS ha tenido que hacer frente a una dura batalla durante años, recientemente un grupo de destacados académicos emitió una declaración [55] apoyando explícitamente la campaña de BDS para acabar con la impunidad de Israel.

Este último fortalecimiento espectacular de la campaña de BDS, especialmente desde la agresión israelí contra Gaza, nos da esperanzas de que un día acabará la impunidad de Israel y la connivencia con él de Occidente, Naciones Unidas y [del mundo] árabe, lo que permitirá que en Palestina y en toda la región florezca una paz genuina. Sólo así la coexistencia étnica tiene una posibilidad real de realizarse.

El poeta alemán de la resistencia contra los nazis, Henk van Randwijk, escribió en su poema «Mensaje a los vivos»:

Un pueblo que cede ante los tiranos

pierde más que el cuerpo y sus bienes

se extinguirá la luz.

El sábado 24 de enero de 2009, dos días después de que cesaran las hostilidades israelíes y a pesar de todas las muertes, la devastación y del trauma, cientos de miles de niños palestinos surgieron casi literalmente de los escombros a los que había quedado reducida la mayor parte de Gaza y acudieron con entusiasmo a sus destrozadas escuelas llevando sus gastadas mochilas, sus maltrechos libros y sus almas heridas. Su agonía era profunda y su ira lo era aún más, pero sus ojos seguían brillando con rebeldía, ambición y esperanza de emancipación. No extingan su luz.

– Omar Barghouti es un analista politico y cultural palestino independiente y miembro fundador de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS).Este artículo se basa en una ponencia presentada recientemente en universidades canadienses como parte de la Semana del Apartheid Israelí.

Notas:

[1] http://electronicintifada.net/v2/article10089.shtml

[2] Robert Kagan, «Power and Weakness,» Policy Review, No. 113, junio de 2002.

[3] la campaña palestina de BDS ha rechazado sistemáticamente toda forma de racismo, incluyendo la islamofobia, el sionismo y el antisemitismo www.BDSmovement.net

[4] http://www.kibush.co.il/show_file.asp?num=22676 

[5] http://www.transnational.org/Area_MiddleEast/2007/Falk_PalestineGenocide.html

[6] Ibid.

[7] CIDSE Seminar Report, The EU’s Aid to the Occupied Palestinian Territory, Bruselas, 7 de noviembre de 2008.

[8] Para más información véase: Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina, Crítica, 2008

[9] http://www.countercurrents.org/audeh210108.htm

[10] http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2008/jan/23/israelandthepalestinians.world

[11] http://www.counterpunch.org/aloni03072003.html

[12] http://www.pchrgaza.org/files/W_report/English/2008/22-01-2009.htm

[13] http://right2edu.birzeit.edu/news/article706

[14] http://www.amnesty.org/en/news-and-updates/news/ambulance-20090128

[15] http://www.nytimes.com/2009/01/09/world/middleeast/09redcross.html?_r=1&em

[16] http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/letters/article5488380.ece

[17] http://www.amnesty.org/en/appeals-for-action/time-accountability-gaza-and-southern-israel

[18] http://www.hrw.org/en/news/2009/01/27/israelgaza-international-investigation-essential

[19] http://www.btselem.org/English/Gaza_Strip/20090112_Use_of_White_Phosphorus.asp

[20] http://www.euromedrights.net/pages/560/news/focus/68859

[21] http://jta.org/news/article/2009/01/16/1002308/mp-kaufman-likens-israelis-to-nazis

[22] http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20316

[23] http://alanhartdiary.blogspot.com/2009/01/new-nazis.html

[24] http://www.guardian.co.uk/world/2009/jan/10/letters-gaza-uk

[25] http://www.ijsn.net/home/

[26] http://www.bdsmovement.net/?q=node/52

[27] para más detalles, véase: Omar Barghouti, On Refugees, Creativity & Ethics, ZNet, 28 de septiembre de 2002.

[28] Cité por primera vez algunos de los siguientes ejemplos en: http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=124

[29] Editorial de Ha’aretz, A Fence Along the Settlers’ Lines, 3 de octubre de 2003.

[30] Mazal Mualem, Old Habitats Die Hard, Ha’aretz, 20 de junio de 2003.

[31] Ibid.

[32] El Dr. Aghlab Khouri del Hospital St. John Eye de Jerusalén explica en su declaración jurada a una organización de derechos humanos el efecto del impacto en el ojo de una bala de metal recubierta de caucho: «Los casos que he tratado durante los enfrentamientos fueron casos de tiros directos a los ojo con balas de metal recubiertas de caucho. Este tipo de bala no es afilada pero tiene un trozo de metal en su interior; golpea el ojo a gran velocidad y causa un impacto que destroza el ojo».

[33] Tanya Reinhart, Don’t Say You Didn’t Know, Indymedia, 6 de noviembre de 2000.

[34] Physicians for Human Rights, Evaluation of the Use of Force in Israel, Gaza and the West Bank, 3 de noviembre de 2000. http://www.phrusa.org/research/forensics/israel/Israel_force_2.html

[35] Chris Hedges, A Gaza Diary, Harper’s Magazine, octubre de 2001.

[36] http://www.haaretz.com/hasen/pages/ShArt.jhtml?itemNo=136433[37] http://www.anc.org.za/un/uncrime.htm

[38] http://bdsmovement.net/files/English-BNC_Position_Paper-Durban_Review.pdf

[39] Aron Shai, «The Fate of Abandoned Arab Villages in Israel, 1965 -1969» en: History and Memory, Vol. 18, número #2 (Fall 2006), University of Indiana Press. Véase también: Meron Benvenisti, Sacred Landscape: the Buried History of the Holy Land, Berkeley: The University of California Press, 2000; Walid Khalidi, «Why Did the Palestinians Leave, Revisited.» Journal of Palestine Studies, 134:2 (1995); Slaman Abu Sitta, Atlas of Palestine 1948, Palestine Land Society, December 2004; Ilan Pappe, La limpieza étnica de Palestina.

[40] En la traducción oficial israelí esta ley de 1952 fue titulada erróneamente «Ley de nacionalidad».

[41] Roselle Tekiner, «Race and the Issue of National Identity in Israel.»

[42] E/C.12/1/Add.27 del 4 de diciembre de 1998.

[43] http://weekly.ahram.org.eg/2007/855/re92.htm

[44] Ha’aretz, 22 de mayo de 2003.

[45] Ronnie Kasrils y Victoria Brittain, Both Palestinians and Israelis will benefit from a boycott, The Guardian, 25 de mayo de 2005. http://www.guardian.co.uk/education/2005/may/25/highereducation.uk1

[46] Eli Ashkenazi, Budget for Cancer Mapping doesn’t extend to Arab Sector, Ha’aretz, 28 de marzo de 2005.

[47] Lily Galili, A Jewish demographic state, Ha’aretz, lunes, 1 de julio de 2002.

[48] http://www.guardian.co.uk/world/2003/sep/21/israelandthepalestinians.bookextracts

[49] http://www.jpost.com/servlet/Satellite?pagename=JPost%2FJPArticle%2FShowFull&cid=1226404827209

[50] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=954

[51] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=971

[52] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=916

[53] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=930

[54] http://www.pacbi.org/etemplate.php?id=959

[55] http://www.pacbi.org/boycott_news_more.php?id=926_0_1_0_C

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Enlace con el original: http://www.palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=14921