Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Cuando un periodista trata de hacer el trabajo de un historiador, el resultado puede ser muy interesante. El uso de la historia como una nota al margen en un informe de noticias breves o análisis político, muchas veces hace más daño que bien. Ahora imagine que si el periodista no es de fiar, además de no resultar «interesante» el resultado incluso puede convertirse en una burla.
Considere los selectivos conceptos históricos ofrecidos por el escritor Thomas Friedman del New York Times expuestos en el libro «The Imperial Messenger» por Belén Fernández con sus engaños pseudointelectuales, sus contradicciones y la comercialización constante del estado imperante.
En un artículo titulado, La Tercera Intifada, publicado en febrero pasado, Friedman intenta explicar dos de los acontecimientos más trascendentales de la historia colectiva del pueblo palestino, si no de toda la región: «Desde hace un tiempo me he preguntado por qué no ha habido una tercera Intifada. Es decir, por qué no hay un tercer levantamiento palestino en Cisjordania, el primero de los cuales ayudó a impulsar el proceso de paz de Oslo y el segundo -con más munición real desde el lado israelí y atentados suicidas del lado palestino- llevó a la ruptura de Oslo».
Bingo, ahí está: la historia palestina para robots, contada por ya sabes… Friedman. No importa que las consecuencias que llevaron a la primera sublevación en 1987 incluyan el hecho de que los palestinos se rebelaron contra la muy distante cultura elitista, que operaba desde Túnez, y pretendía hablar en nombre del pueblo palestino. Era una pequeña camarilla de la dirección de la OLP y Fatah que ni siquiera vivía en Palestina en el momento en que firmó un ruinoso acuerdo secreto en Oslo en 1993. Y a expensas de las legítimas demandas de su pueblo por la libertad, este acuerdo les dio pocos beneficios. El levantamiento no ayudó «a impulsar el proceso de paz de Oslo», en cambio se estipuló el «proceso», con el apoyo y la financiación de los Estados Unidos y otros, para aplastar la intifada, tal como ocurrió.
Si bien hay algo de verdad en el hecho de que el segundo levantamiento llevó a la ruptura de Oslo, la lógica de Friedman indica un nivel de inconsistencia por parte del pueblo palestino y sus sublevaciones: asegura se rebelaron para traer la paz y luego armaron un levantamiento para destruirla. Por supuesto, su aclaración sobre el uso aparentemente inofensivo por parte de Israel de munición real durante el segundo levantamiento (como si miles de palestinos no hubieran caído muertos y heridos por munición real en el primero) mientras los palestinos utilizaban los atentados suicidas, para el lector no informado justifica a Israel en la elección de las armas.
Según la organización de derechos humanos israelí B’Tselem, 1.489 palestinos fueron asesinados en la primera Intifada (1987-1993), incluyendo 304 niños. Según los informes, 185 israelíes murieron incluyendo 91 soldados.
Más de 4.000 palestinos fueron asesinados durante la segunda Intifada y más de 1.000 israelíes. Sin embargo, según B’Tselem, el alto precio de la muerte y las lesiones apenas cesó cuando la segunda Intifada se iba apagando, a finales de 2005. En los siguientes «10 años que separaban de la segunda Intifada», la mencionada organización israelí informó de que:» Las fuerzas de seguridad israelíes asesinaron a 6.371 palestinos, de los cuales 1.317 eran menores de edad. Al menos 2.996 de las víctimas mortales no participaban en las hostilidades cuando las asesinaron. 248 eran policías palestinos muertos en Gaza durante la operación Plomo Fundido y 240 fueron víctimas de asesinatos».
Hay otro probable desglose de estos números, lo que sería esencial para la comprensión de la naturaleza de las revueltas populares palestinas. Las víctimas provienen de diversos orígenes: los campos de refugiados, aldeas, pueblos pequeños y ciudades. Hasta la devastadora guerra de Israel contra Gaza en 2008-2009, la cantidad de víctimas estaba casi igualmente dividida entre Gaza y Cisjordania. Algunas víctimas eran palestinas con ciudadanía israelí. Las balas y proyectiles israelíes atacaron una amplia gama de personas, empezando por los transeúntes, los manifestantes desarmados, lanzadores de piedras, combatientes armados, activistas comunitarios, líderes políticos, líderes militantes, hombres, mujeres, niños, y así sucesivamente.
De alguna manera trágica, las respuestas israelíes a los levantamientos palestinos es la mejor validación de la naturaleza popular de la Intifada, que va contra todas las reclamaciones de los líderes israelíes que dicen que las intifadas se organizan y manipulan con fines políticos específicos.
Durante años, muchos periodistas han se ocupado preguntándose o tratando de responder a las preguntas con respecto a la esperada tercera Intifada. Algunos lo hicieron seriamente, otros engañosamente, como en el informe de NBC News: La violencia palestina toma como objetivo a los israelíes: ¿ha comenzado tercera Intifada? Pocos infligireron una puñalada igual a la objetividad con resultados diversos como en el programa de CNN: En Jerusalén, la ‘autointifada’ está lejos de un levantamiento.
Pero la mayoría de esos análisis, utilizando un enfoque arrogante para entender el colectivo palestino, no pudieron entender lo que es el principio de un levantamiento.
Aún el enfoque algo sensato que explica la intifada como la indignación popular que resulta de la falta de horizonte político puede, aunque a veces sin darse cuenta, parecer falso.
Es interesante ver que casi ninguno tuvo la astucia de predecir los levantamientos anteriores. Es cierto que la violencia puede preverse hasta cierto grado, pero el curso de la acción colectiva de toda una nación que está separada por insoportables divisiones geográficas, políticas, de facciones y demás, no es tan fácil de analizar simplemente en un par de frases, y mucho menos predecir.
Hubo numerosos incidentes en el pasado que nunca culminaron en una «intifada», a pesar de que parecen unir a diversos sectores de la sociedad palestina, y donde el grado de violencia fue también una característica destacada. Fracasaron porque las intifadas no son un llamado a la violencia acordado por un número de personas que constituyan una masa crítica. Las intifadas, aunque a menudo articuladas con un conjunto claro de las demandas, tampoco son impulsadas por una agenda política clara.
Los palestinos generaron un levantamiento en 1936 contra el gobierno del Mandato Británico en Palestina, cuando el imperio hacía sus mayores esfuerzos para empoderar a los sionistas en su objetivo de establecer un «Estado judío» y negaban a los palestinos cualquier aspiración política por la independencia, anulando el espíritu mismo del mandato de las Naciones Unidas. El levantamiento se convirtió en una revuelta, cuyo resultado fue el aumento de la conciencia política en todos los segmentos de la sociedad palestina. Una identidad palestina, que existió durante generaciones, se cristalizó en una cohesión significativa y mucho mayor que nunca.
Si examinamos a través de una ecuación política rígida, la Intifada ocurrida entre 1936-39 fracasó, pero su éxito fue la unificación de una identidad que se había fragmentado deliberadamente o por las circunstancias. Las intifadas posteriores lograron resultados similares. La Intifada de 1987 reclamo de la lucha palestina generada por una joven y vibrante generación enraizada en la propia Palestina, más que la identidad del pueblo, unificó también su narrativa. La Intifada del año 2000 desafió la anomalía ahistórica de Oslo, que se parecía más a una gran divergencia dentro del curso de la resistencia defendida por cada generación palestina desde 1936.
Aunque las intifadas afectan al curso de la política, apenas se entienden como declaraciones políticas en sí. Se desentienden del menosprecio que reflejan la mayoría de los análisis de los periodistas y los políticos. Se trata más bien de un proceso integral, notable y sin concesiones que, independientemente de su impacto en los discursos políticos, pretende «sacudir», y desafiar a todos los elementos que contribuyen a la opresión de una nación. No se trata de «violencia focalizada en los israelíes» o en los colaboracionistas palestinos. Es el despertar de toda una sociedad, unida por un intento concienzudo de retomar todas las prioridades como un paso adelante en el camino de la liberación, tanto en el sentido menta como real.
Y teniendo en cuenta las numerosas variables en juego, sólo el pueblo palestino puede decidir cuando está listo para una Intifada, porque esencialmente le pertenece, sólo a él.
Ramzy Baroud es un columnista internacionalmente reconocido, un consultor de medios, autor y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, London).
Fuente: http://www.counterpunch.org/2014/11/20/talk-of-a-third-intifada/