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Entrevista a Marcos Ruiz Pérez, escultor, ebanista, dibujante, fotógrafo, escritor y músico puertorriqueño

«Hablo de un país que no existe, de gente que no existe más que en sus construcciones mentales»

Fuentes: Rebelión

Marcos Ruiz Pérez (Puerto Rico, 1979) escribe con sensibilidad de poeta. Tiene un poemario publicado, pero debería tener más de uno. Es, por educación formal, escultor. Estudió su Bachillerato en Artes con concentración en Escultura en la Escuela de Artes Plásticas que ubica en el Viejo San Juan, Puerto Rico. Marcos es poeta, pero además […]

Marcos Ruiz Pérez (Puerto Rico, 1979) escribe con sensibilidad de poeta. Tiene un poemario publicado, pero debería tener más de uno. Es, por educación formal, escultor. Estudió su Bachillerato en Artes con concentración en Escultura en la Escuela de Artes Plásticas que ubica en el Viejo San Juan, Puerto Rico. Marcos es poeta, pero además de escultor, es un músico que trabaja como ebanista, un artista que arregla música y guitarras, que trabaja de y con la madera, y la hace otra cosa. Ruiz Pérez es también dibujante y fotógrafo. A Marcos le agrada provocar en/ con su trabajo creativo. Marcos, mezcla en su trabajo creativo esos talentos que tiene y que desarrolla de forma armoniosa, melódica. Marcos se nos quiere casar, y se nos casa dentro de poco, pero antes compartió estas palabras que son para compartirlas contigo.

– Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Eres un artista que a su vez hace música y escribe poemas. También trabajas la madera, y formalmente, eres escultor. En el 2015, publicasteis Refugio de culpas (Puerto Rico: Casa de los Poetas 2015). ¿De qué trata o tratas en este poemario?

– Marcos Ruiz Pérez (MRP, en adelante) – Refugio de Culpas era un proyecto mucho más ambicioso en sus comienzos. Lleno de mini cuentos, ilustraciones, irreverente, crudo y directo. Como cualquier otro proyecto de mi autoría lo traté como una obra de arte dentro de mi agenda de obras por realizar. El mismo compilaba poemas y cuentos escritos desde el 1997 hasta el 2015 y se dividía en tres partes. Pero hablar de lo que pudo ser el proyecto es perder el tiempo, lo importante es lo que finalmente terminó siendo Refugio de Culpas.

El título final del libro fue una sugerencia de la editorial, la cual tomé con cierta resistencia en un principio. Luego de recibir el trabajo editorial para mi revisión, me di cuenta que el título era el más adecuado para la selección de poemas. El poemario trata sobre la multiplicidad del ego, sus manifestaciones positivas y negativas. Trata sobre la gente que existe a mi alrededor, pero en realidad no están porque cada cual habita en su mente y encima de esto hay una alta posibilidad que nuestras existencias sean solo una fracción tan ínfima en la existencia del universo, que estadísticamente (al igual que la luz visible de las estrellas ya extintas) solo existimos por el rastro que dejamos y no por nuestra naturaleza física. En otras palabras, todos dejamos de existir ya, estamos muertos pero la onda expansiva de nuestra no existencia aún no ha llegado a nosotros. Vivimos un holograma, una fantasía totalmente manipulable y moldeable. La vida al igual que el arte, la música y las letras definen nuestros simulacros existenciales.

Escribo sobre la guerra, la muerte y la añoranza de éstas como agente catalizador para la transformación de la isla donde vivo. Critico la indiferencia hacia uno mismo, el deseo inconsciente de autodestruirnos, las múltiples expresiones de esa autodestrucción dado al vacío y la insignificancia de ser humanos. Le pinto pesadillas al amor y le hago gracias al odio. Sobre todo, escribo sobre no tener identidad, la forma incorpórea de existir entre tanta gente que dentro de su ignorancia quieren habitar tu cuerpo con sus ideas, llenando tu existencia de mentiras y ansiedad. Hablo de un país que no existe, de gente que no existen más que en sus construcciones mentales. Soy sincero con el pobre, el rico y el que cree ser rico. Trato de ofender al espejo para que éste refleje con sinceridad y, finalmente, quien me lea, no lea a un poeta sino se lea a sí mismo.

– WRS – Hace algún tiempo estudiasteis en la Escuela de Artes Plásticas, donde tocasteis fondo con Miguel Ángel Torres Aponte, quien también es poeta y formó contigo su propia banda de música. ¿Qué relación tiene la poesía de Miguel con tu trabajo creativo?

– MRP – Miguel y yo somos hermanos en arte, literatura y música.

Recuerdo que cuando aún estaba en pañales, fui atacado por tres perros negros. No recuerdo el dolor físico ni el miedo a morir, sino la impotencia de no poder morderlos de vuelta para que me soltaran.

Cuando Miguel me conoció y dicho por él, yo era un anciano ya. A mis 18 años había visto tanta muerte como un veterano de guerra y había sufrido tantos atropellos emocionales que no le tenía respeto a nada. Sin embargo, me restringía como artista dado a mi formación académica clásica. Además, «el área metro» para mí era una cosa sin pies y sin cabeza. Los tapones subiendo de Toa Baja al Viejo San Juan por las mañanas fueron traumáticos. Muchos poemas de finales de los noventa los escribí con la libreta encima del guía en medio del tapón de la mañana o de la tarde.

Cuando conocí a Miguel en las primeras semanas de agosto de 1997, inmediatamente admiré el carisma y el sarcasmo de su poesía. Como su juego de palabras a veces casi infantiles se defecaban en todo lo que consideraba sagrado desde un punto de vista clásico. Yo no podía hacer eso y era muy estricto al escribir, fue él quien me dio el valor a jugar con las palabras como pintor que mezcla colores en una paleta. Todo comenzó el día que él se robó mi libreta de poemas para escribir sus versos. Luego al yo leerlos se los contestaba. Siguió haciéndolo por un tiempo y al él leer mis contestaciones añadía otros versos o comenzaba otro poema.

Yo le llamaba a esa etapa creativa la «poesía clandestina» porque él siempre escribía en mi libreta cuando yo la descuidaba. Con el tiempo el proceso creativo se convirtió en lo que Miguel nombró «poesía a cuatro manos». En palabras de Miguel, como artistas, las ideas más ambiciosas las tenía yo, él las más radicales. Así fuimos maestros el uno del otro y nos adoptamos mutuamente como hermanastros. En mis poemas yo le llamaba mi amigo sanitario porque rima con sanatorio y por el obvio significado de la palabra. Miguel me decía simplemente, marco. Porque toda buena obra luce mejor con un marco, un buen marco hace la diferencia. Hicimos, hacemos y continuaremos haciendo poesía y música juntos por muchos años más. Cada cual escribe lo suyo, pero cuando nos sentamos a escribir juntos, hay una dinámica de trabajo donde el respeto por el verso ajeno, su interpretación o apreciación, crea obras de plasticidad y múltiple interpretación. Lo nuestro es un método con estructura e improvisación similar a la dinámica de la música jazz. Desde finales de los noventa fue así, nos salió así. Creo que en el fondo ambos estábamos cansados de la misma mierda y juntos decidimos morder de vuelta a los perros que nos atacaban.

– WRS – Si comparas tu crecimiento y madurez como persona, artista y poeta entre la época que te gradúas de la Escuela de Artes Plásticas con tu época actual, ¿qué diferencias observas en tu trabajo creativo?

– MRP – Mi proceso creativo no ha cambiado en diecinueve años. Yo entré a la Escuela de Artes Plásticas llamándome artista y salí de ella con un diploma que reafirmaba mi argumento. Lo que sí cambió en el transcurso de estos diecinueve años ha sido el ángulo de ataque a los problemas que quiero solucionar como ser humano. Cuando fui estudiante hice esculturas que creaban conflictos con los espectadores. Estas eran dinámicas, agresivas, siempre con un elemento que reflejara una personalidad. Fuese que expulsara fuego o hedor a carne quemada, fuera que se golpeara así misma contra la pared hasta autodestruirse o que fuera estática en su forma, mas no en su contenido. Los títulos de las mismas les daban múltiples interpretaciones. Luego de salir de la escuela y ver los problemas económicos del país, lo difícil de conseguir un empleo con un título en arte, decidí cambiar mi línea de trabajo. Ya no tenía dinero para hacer esculturas de gran tamaño ni siquiera dinero para comprar materiales para hacer obra. Así que con materiales reciclados empecé a crear mi nueva línea de trabajo de arte, a fotografiar las obras en potencia y a manipular las imágenes fotográficas para crear mundos utópicos carentes de los defectos de la raza humana. Mientras esto pasaba retomé la escritura y diseñé mundos de aparente perfección con seres completamente ajenos a la condición humana.

Ahora trato de crear una conversación con el espectador o el lector, donde el mismo vea sus defectos como persona, al incluir en mi obra un elemento conflictivo que hace que ese mundo utópico se detenga y analice sus actos.

Considero que la labor del artista es ser voz de quienes no pueden hablar por desconocimiento y de los que callan por miedo. Sin embargo, es esa misma sociedad a la que trato de ayudar quien reprocha y minimiza la profesión que decidí estudiar.

Ahora hago menos obras de arte que cuando era estudiante, escribo cuentos, poemas y los ilustro. Tengo responsabilidades como adulto que no puedo cumplir haciendo arte. He trabajado docenas de trabajos sobre cualificado, mientras mis obras las hago en un tipo de reclusión y secretismo. Un exilio obligado como protesta a lo establecido. Me comparo a Marcel Duchamp y su tiempo de retiro «jugando ajedrez» con la abismal diferencia del genio de Duchamp, el ambiente del arte y la época. Para él tal vez funcionó por el tiempo y el espacio, pero para mí creo que no tanto. En Puerto Rico un artista que no exhibe su obra en los espacios designados para ello y no entra en contacto con la «socialité» de las artes, es un fantasma o no existe en el «mundo del arte».

Hay espacios de exhibición alternativa, auto gestionados por artistas mismos. Estos lugares son las minas de conocimiento del «arte vigente». Es por estos lugares que existen fuera de los «espacios designados» que continúo haciendo obra. Nunca he dejado de hacer arte, tengo cajas plásticas llenas de esculturas de pequeño formato, planos para esculturas, guitarras, muebles artísticos, dibujos como los que aparecen en mi poemario y proyectos más ambiciosos de los que postulaba a finales de los noventa.

Mis prioridades cambiaron de acuerdo a los cambios en mi entorno y situación como individuo. Antes tenía esperanzas en la buena voluntad de las personas, el arte era lo más preciado del mundo. Luego hice mi taller de ebanistería para subsistir y el arte era para los ratos libres. Hoy solo busco la manera de incitar a una revolución social por medio de mi obra literaria y plástica. En su defecto, hacer reír a alguien mientras lee sentado en el baño o en una pronta exhibición de arte; tal vez enojar a quienes tienen los medios para hacer algo.

No sé, ambiciones y sueños. Hacerme viejo de cuerpo para balancear mi geriátrica personalidad. Entretenerme a mí mismo haciendo arte como «hobbie» hasta que reúna dinero de mi trabajo de 8 horas en la fábrica y pueda publicar otra vez, hacer otra escultura o una instalación. Vivir algo similar a lo que hicieron Charles Bukowski o Harvey Pekar con sus carreras. Yo trabajo para hacer arte. Cada centavo y momento que me sobra lo pongo en mi obra.

– WRS – Combinas la palabra con imágenes. Marcos, ¿cómo visualizas tu trabajo creativo con el de tu núcleo generacional de artistas y escritores con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico y el extranjero? ¿Cómo has integrado tu música y arte plástico a tu trabajo literario?

– MRP – He compartido con grandes mentes, talentos en las artes plásticas y la música, pero con pocos escritores. ¿Debería tal vez suscribirme a una revista o integrarme a un grupo de literatos para enterarme que pasa en el mundo de las letras? Cosas que tal vez debo poner en agenda, supongo.

Mi trabajo creativo es metódico y peculiar. Yo trabajo las letras de igual manera que trabajo cualquiera de mis obras de arte. Lo que no puedo decir con palabras lo digo con imágenes visuales, una combinación de ambas o música. Es un defecto para mí y para otros un don que tengo. Dicho por el curador Ángel Rafael Vázquez Concepción: «Marcos es un tipo de renacentista en el siglo veintiuno». Eso suena chévere pero no presto mucha atención a eso ni al noventa por ciento de las cosas que opinan sobre mi obra. Las opiniones son subjetivas y desvían la atención del propósito. Pero suena bonito, ¿verdad?

Mi trabajo literario tiene un ritmo, siempre hay música debajo de las palabras incluso cuando escribo cuentos. Cuando declamo lo hago sin fondo musical ya que esto interrumpe el fluir de las palabras. La poesía es agua de río, la pintura y el dibujo, piedra que crea sonido, la escultura un mar que recibe. Todo es música y fluido de ideas. Un día hay una tormenta y el río está crecido, otro día se pueden ver los peces sobre el agua.

Mi guitarra me dice cosas que debo esculpir, pero si no hubiese sido por la palabra carente de ritmo e imagen pictórica, no hubiese agarrado la guitarra. Si el poema es bueno, tiene su estructura única y peculiar. Las palabras muchas veces tienen significados y significantes pluralizados. Algunos poemas fueron canciones primero, ya que la música de las palabras sobrevino el proceso de solo escribir. Pero ambos, la canción y el poema son experiencias individuales que luego entrelazo. Mis compañeros artistas, a quienes aprecio mucho, me preguntan que estoy haciendo con mi obra plástica. Hay veces que me dan ganas de abrazarlos y susurrarles al oído: Lo mismo que tú, pero en casa, date una vuelta y nos hacemos compañía. Pero cada cual en lo suyo, ¿no?

Algo sí tengo claro, hay muchas personas mejores que yo y un mar de mediocridad también. Por la crítica, los comentarios de mis allegados y terceros, sé que lo que hago es necesario y eso me tranquiliza.

– WRS – ¿Cómo concibes la recepción a tu trabajo creativo dentro de Puerto Rico y fuera, y la de tus pares, bien sean artistas o escritores de poesía u otro género?

– MRP – Hay quienes son apáticos y hay quienes admiran. Ambos tipos de persona andan siempre juntos. Yo admiro a mucha gente y sé que en la mayoría de los casos la admiración es recíproca. Yo no sé qué piensa la gente de mí a menos que me lo digan. ¿Los aplausos en un recital son solo el ruido de la aprobación a lo escuchado, o la respuesta automática de la sociedad al evento de pararse frente a un auditorio?

Se me han acercado compañeros artistas y poetas, han dicho lo propio, me dan buena retroalimentación o me dan que pensar. En lo general no sé cómo es recibido mi trabajo creativo ya que la recepción es subjetiva al tiempo y el espacio. Refugio de Culpas es mi primer poemario y si la recepción positiva se mide con ventas pues se podría decir que no es lo que yo esperaba. Hay muchas copias por vender disponibles en la página web de la editorial que me publicó. Mi poemario fue una auto gestión muy costosa para mi carrera como artista. Me gustaría que quienes se interesen en nueva poesía y quienes ya me conocen como artista plástico me ayuden a saldar mi «deuda» y poder continuar publicando otros tratados.

Como le dije una vez a un coleccionista de Puerto Rico en una exhibición de mis obras en Miami: «Para que veas más obras mías tienes que comprar las que ya hice y que te gustaron. Ese dinero lo vuelvo a invertir en obra y el ciclo creativo no se interrumpe. Pero si tengo que trabajar ocho horas semanales en una fábrica y dedicarle cuatro a seis horas diarias, más fines de semana al arte, no esperes una exhibición nueva todos los años.»

No es agradable escuchar o en este caso leer algo así, pero es la realidad de muchos artistas que auto gestionan su carrera. ¿Invertir la mitad de mi sueldo anual para llenar un espacio es sinónimo de tener una carrera artística positiva, o lo son las ventas de las obras independientemente del evento de exhibir? ¿El «valor» de una obra está regido por su precio en el mercado o por las ideas que se plasman hacia el público?

¿Cómo se mide la recepción de una obra de arte, sea plástica, musical o literaria?

– WRS – Sé que vos es de Aguada, Puerto Rico. ¿Te consideras un artista puertorriqueño o no? O, más bien, un artista, sea este puertorriqueño o no. ¿Por qué?

– MRP – Aguada es un pueblo pequeño con mucha gente talentosa y como todo pueblo pequeño se suele elaborar méritos sobre las personas que lo habitan.

Una vez salí de mi pueblo me desligué de él para no caer preso de la ficción. Aun así, en cierto momento me incluyeron en un libro compilado de personas ilustres de mi pueblo. Desde su publicación hasta el día de hoy ese libro me causa mucha risa y lo usé a manera de chiste en alguna que otra reunión con amistades.

Hay gente que genuinamente quieren que se reconozca el talento puertorriqueño y dentro de sus medios hacen cosas como ese libro y se les agradece el gesto. Salí de Aguada y me concentré en crear méritos, fuera para mi gesta autodidáctica en la privacidad, o en colectivas con compañeros artistas a quienes aprecio y admiro. He recibido títulos que me etiquetan de peculiares maneras. Para el propósito de esta entrevista, decir que soy artista podría resumirlo todo. Sin embargo, vivo en una isla con un nombre y una ciudadanía diferente al nombre de la misma. Esto por causa de asuntos políticos inconclusos entre la isla y el gobierno de los Estados Unidos. Publiqué por primera vez bajo una editorial local para ser inscrito y asociado al sello de «autor puertorriqueño». El propósito de esto es para poder participar en actividades culturales locales, ser aceptado por la élite que exige dichos sellos de sus colegas isleños para desenvolverse en la disciplina literaria. En resumen, soy de donde salí, soy lo que he estudiado, aprendido y ejecutado. Es mi obra la que habla por mí no los papeles que me certifican ciudadano, ente pensante, habitante, artista, humano.

– WRS – ¿Cómo integras tu identidad étnica y tu ideología política con o en tu trabajo creativo y tu formación en Artes Plásticas?

– MRP – Mis raíces, (difiriendo de la teoría de Ricardo Alegría) son judías. Porque judío me suena a jodío, católico a alcohólico y prefiero estar jodío y sobrio que vivir alucinando. -SOS Profeta, inédito 2001.

Fuera del chiste, mi identidad étnica es un majado de papas, yautías y yuca que utilizo a conveniencia. La familia por parte de mi padre está dividida por nuestras raíces, religión y afinidades políticas. Españoles e indígenas, protestantes de múltiples denominaciones, católicos, republicanos, demócratas y todos los colores de los partidos políticos locales. Uno de mis difuntos tíos tenía el pelo ensortijado, la piel oscura, pero decía ser descendiente de españoles al punto de hablar con acento andaluz. Por otro lado, más de una de mis tías me contó que mi tatarabuela era india taína y me mostraban fotos de su hija criolla con su pelo lacio largo y negro como todo un personaje de cine de horror japonés.

Mis tíos cuentan que su esposo español era capataz de una hacienda de caña y mató con su revolver a varios hombres, fuera por deudas de dinero o mujeres. Se especula que también mató a uno que otro socialista de los que buscaban hacer huelgas contra las haciendas y lograr mejores salarios. Amigo de abogados y jueces corruptos nunca tuvo que cumplir cárcel. Tanta macharranería homicida de su parte y por irónico que se lea, su hermano era homosexual y transformista. Se ganaba la vida tocando guitarra y bailando sevillanas vestido de mujer en barras y cabarets. Este hermano de mi bisabuelo se suicidó ahorcándose cuando un hombre adinerado le negó su amor luego de muchos años de romance. Dentro de su guitarra dejó su carta suicida, una canción que explicaba su secreto conocido a voces, hombre de día, mujer de noche. Carta que su hermano quemó para que nadie leyera, la guitarra la destrozó en un arranque de ira y frustración. Pero es información sin corroborar, chismes de familia. De todas formas, se puede decir que mi vena musical y «sensible» pareciera venir de parte de la familia de mi padre ya que tengo varios primos músicos y artistas de diferentes disciplinas.

Mi padre dice ser americano y es estadista; mi madre fue independentista por influencia de sus tíos y primos quienes fueron miembros del Partido Independentista Puertorriqueño. Actualmente, ella está en el aire por todo el trasunto del status de la isla, la P.R.O.M.E.S.A. y los desmadres de su Partido Popular. Mi hermano menor es estadista como mi padre y católico como mi madre. Mi padre, veterano de la guerra de Viet Nam 68-69, un día es espiritista y el otro católico. Depende si se tomó sus pastillas o no. Yo soy ateo desde los 15 años. Agnóstico por las mañanas, (por el tapón) y ateo por las tardes según esté de fuerte el sol. Tuve un hermano mayor que nació con Síndrome de Patau causado por el agente naranja al que mi padre fue expuesto en Viet Nam. Mi madre cuidó de mi hermano toda su vida, hasta que este falleció en el 2008 a sus 34 años por complicaciones de su enfermedad. A mi hermano le debo todo el arte y literatura que he hecho a lo largo de todos estos años. En mi poema «Maestro Merced de Mi» le dedico mi vida por la suya.

Se especula que los ancestros por parte de mi madre eran judíos conversos al catolicismo que adoptaron a un niño criollo. Mi abuela era de ideas nacionalistas. Ella me contó en más de una ocasión las cosas que le contaron sus padres. Lo mal que se vivía bajo el régimen español y lo terrible de la invasión de 1898. Como la pobreza y la hambruna hacía que las mujeres se prostituyeran con los marinos americanos para que éstos le pagaran con una lata de raciones de comida. Ella pudo ser independentista pero nunca ejerció su derecho al voto.

Benjamín Pérez, hermano de mi abuelo, fue independentista. A Benjamín lo arrestaron junto a Rubén Berríos y otros once en las manifestaciones de Culebra contra la Marina de Estados Unidos. Los periódicos los nombraron «Los Trece» y Willie Padín les dedicó un disco bajo la firma Producciones P.I.C.A. Los hijos de Benjamín, a quienes yo llamaba primos, en su mayoría eran independentistas también y fue escuchándoles discutir de política que aprendí desde muy temprana edad una historia de la isla de Puerto Rico que no mencionaban en la escuela.

Por parte de mi abuelo, sus padres fueron criollos. Según cuenta mi tío Dimas, estudioso de la genealogía de la familia, mi bisabuelo Evangelista Pérez Morales, a quien le faltaba una pierna, trabajó en la caña usando muletas, fue agricultor y tejía sombreros de paja. Mi abuelo Dimas también trabajó en la caña al igual que su hijo Vidal. Abuelo me contó de las huelgas de la caña, los tiroteos en el cañaveral, en las haciendas y lo difícil de esos tiempos. Paralelismo maravilloso la vida de mis ancestros, uno cortaba caña y el otro mataba a los obreros insurgentes.

Al igual que mi tío abuelo Benjamín, yo creo en la independencia para la isla, pero no cuajo con la repetición y el culto a los próceres. Por ejemplo, nunca he ido a una recordación del Grito de Lares, ni a una de la Masacre en Ponce. Lo que aprendí del nacionalismo y el independentismo lo hice por mi familia por parte de madre y algunos maestros de historia en escuela intermedia y superior. Estos maestros eran independentistas por herencia de igual manera que mis familiares.

En mi opinión, Puerto Rico debió haber estado en una guerra civil por lo menos de tres a siete años para sacar a los americanos que nos invadían. Pero los americanos nos persiguieron, como los españoles a los taínos. A sus seguidores en las urbes le adoctrinaron el miedo a la persecución política y, eventualmente al carpeteo. Así fue que mi madre terminó votando popular y sus padres se desligaron de todo lo asociado al movimiento revolucionario y, eventualmente al movimiento independentista.

En parte, mi obra literaria, plástica y musical sí habla de estas cosas, de mis raíces políticas y culturales. En algunas formas subliminalmente y en otras sin tapujos. También trabajo el conflicto interno de saber y no poder hacer algo con lo que se sabe. En Refugio de Culpas, poemas como «Las intenciones no siempre son lo que cuenta», «Ojos que no ven es el mismo gran sabor», «Bajo el Brazo», «Un dibujo Bonito», «Cuatro y el último por su sangre», son algunos de los poemas que hablan de mis raíces étnicas, religiosas e ideas políticas. Pero trato otros temas aparte de la política o identidad cultural. Por el momento se hace lo que se puede con lo que se tiene. «El arao mal enyuntao hace mal el surco y da mala siembra.» Eso dicen, pero al momento todo se ve bien. ¿Qué más puedo añadir? ¿Qué un borracho con un buen caballo llega siempre a su casa?

– WRS – Tu trabajo creativo se inicia a la temprana edad de cuatro años cuando aprendes a escribir. ¿Cómo se integra tu trabajo creativo a tu experiencia de vida como estudiante antes y después de tu paso por la Escuela de Artes Plásticas? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en tu propio quehacer de artista hoy?

– MRP – Aclaro que aprendí a hablar casi a los tres años, a leer a los cuatro, gracias a una tía quien fue maestra y a los cinco a escribir. Comencé a dibujar cuentos al mismo tiempo que escribía. Al principio la línea conceptual era de un lagarto gigante que salía del mar a buscar amigos del otro lado del continente. A su paso destruía ciudades porque era muy torpe y no se fijaba por donde pisaba. Obviamente, el ejército trataba de matarle, pero solo lograban ponerlo triste ya que no era su intención ser un homicida. Él se disculpaba gritando en su tristeza, pero esto se interpretaba como rugidos amenazantes. Finalmente, llega al otro lado y se sienta en la playa a tratar de recordar qué continente había cruzado y con qué propósito. Memoria corta de lagarto y se regresa volviendo a hacer el mismo desastre. Cuentos basados en lo que yo entendía por el personaje de Godzilla y una de mis primeras proyecciones subconscientes de mi persona y el ambiente en el que me criaba. Tal vez una proyección de lo que yo entendía era mi padre. De todos modos, a mis compañeros de clase les hacía reír mucho mis narraciones. Mi primer cuento formal fue uno de guerra y lo hice cursando cuarto grado de escuela elemental. Me dieron una mención de honor en un certamen de cuentos a nivel local. No volví a escribir hasta mi adolescencia cuando mi trastorno de ansiedad y depresión se manifestó de lleno creando en mí una disociación con mi cuerpo, sumergiéndome en mis personajes al punto de alucinar en vez de escribir.

Durante mis años de universitario llené más de 10 libretas de apuntes sobre una guerra de 7 años, la post-guerra y la persecución política de los sobrevivientes a la misma. Traté de organizar el escrito de manera cronológica fallando abismalmente. Traté de usar narradores en diferentes maneras sin lograr nada concreto que enganchara a quienes leyeron lo poco que organicé. Finalmente, a los 27 años de edad mientras trabajaba de cajero en un restaurant de un hotel de Isla Verde, retomé mis libretas y conseguí en el formato del cuento una solución. He transcrito y reescrito más de 12 cuentos, escrito una docena más de temas y personajes relacionados a esa guerra, a razón de 10 páginas a espacio sencillo cada uno. La mayoría de los cuentos son de experiencias personales antes de darme cuenta que sufría de trastorno obsesivo compulsivo. Proyecciones subconscientes de mi ansiedad mientras dormía.

Desde niño tengo la habilidad de tener sueños lucidos y poder sentarme a transcribirlos luego de despertar. Casi todos son sueños de guerras o de viajeros multidimensionales que visitan mundos que carecen de los problemas de la raza humana. Posteriormente, creo líneas de dialogo para crear una trama, así enhebro los cuentos y sus personajes. Otros cuentos son adaptaciones de mis interacciones con los campos de concentración de artistas y sus trabajos. Meseros, ayudantes de herreros, carpinteros, ebanistas, delineantes, obreros de fábricas, imprentas… La narrativa es diferente de cuento en cuento y no hay una cronología lineal, lo que le da una buena plasticidad al tratado que estoy compilando. Como me dijo David Caleb al leer algunos de mis cuentos: Lo tuyo es una «novela cuentada». Y así va a ser, conforme siga escribiendo y me sienta satisfecho del tratado. Las ilustraciones de estos cuentos son mis obras de arte. A veces tomo una frase de algún dialogo o el título de algún cuento y trabajo una ilustración que funcione tanto en el contexto del libro como independiente de este. Otras formas son extractos de los cuentos como leyenda para la obra. El extracto no explica la obra en sí, sino el contexto de la misma. Yo espero que al terminar mi próximo libro la gente se identifique y puedan ver todas las guerras que un ser humano puede tener dentro y fuera del campo de batalla, dentro y fuera de sus cuerpos. Al igual que en mi poemario, puedan identificar los diferentes refugios que fabricamos para poder existir y coexistir incluso en las situaciones más extremas.

– WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a tu trabajo creativo y a la temática poética del mismo? ¿Cómo ha variado?

– MRP – Simple, al principio hay mucha pompa, fanfarria, aplausos, usted y tenga. Luego soy el tipo que hace discursos con poemas, otra vez en el micrófono. Mis poemas son más para leerlos que para recitarlos. Me gusta recitarlos por lo del ritmo de las palabras, pero la gente como que se encajonan en estilos de declamación y me hacen sentir incómodo con aplausos sosos.

En las artes plásticas cada una de mis obras era un enigma nuevo por resolver para mí y luego para el espectador. Cada obra una nueva sorpresa, en eso me esmero mucho, en llenar los ojos con imágenes y títulos poéticos. Obras para meditar más que para agradar a una estética preciosista. Siempre cambiando de caparazón, pero el mismo viejo encojonao. Figurativo, semi-abstracto, surreal, mundos paralelos que señalan nuestros defectos como especie o una protesta política directa. Mi trabajo creativo ha variado por mi abandono de la academia y mi constante búsqueda de innovación y disciplina autodidacta. Ahora puedo decir que puedo hacer arte con cualquier cosa y eso en lo personal es un logro.

– WRS – ¿Qué otros proyectos creativos tienes pendientes?

10.2 MRP – Hacer más guitarras. Me encanta toda la teoría de la acústica y la dinámica física del sonido. Eventualmente, hacer instrumentos de cuerda que sean obras de arte en sí mismas. Continuar con la línea de arte escultórico-fotográfico que no he expuesto desde el 2008-2009. Publicar mi poemario nuevamente bajo otra editorial e incluir todo lo editado incluyendo más obras de arte. Publicar mi primer libro de cuentos. Terminar una instalación escultórica que comencé hace casi cuatro años y dólar a dólar he ido construyendo. Al paso que voy me tomará otro año más terminarla. Hacer por lo menos una exhibición de arte al año una vez finalice esa instalación y me integre nuevamente al circuito de las artes plásticas usando espacios de exhibición alternativos e independientes. Casarme con la mujer a quien dediqué mi poemario y seguir viviendo cada día como si fuera el último; O sea, lleno de terror a no terminar mi obra de arte pendiente o el escrito que comencé, o este simulacro de entrevista.

Wilkins Román Samot, Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.