Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Campo de personas desplazadas en el distrito norteño de Abys, provincia de Hajjah, 16 de abril de 2018 (AFP)
Cuando nos aproximamos a la entrada del colegio, un grupo entusiasta de niños acude en masa hacia nosotros, excitados por la visita de unos extranjeros que les hará disfrutar de una distracción en su habitual rutina. Podríamos estar visitando una escuela en cualquier país, pero estamos aquí, en el Yemen, un país desgarrado por tres años de conflicto.
Estoy visitando escuelas en Aden, al sur del Yemen, que ahora está relativamente en paz pero que soportó duros combates hace tres años cuando los hutíes capturaron la ciudad, siendo después expulsados de allí por la coalición liderada por los saudíes. En cambio, Sanaa, la capital del norte, hace tan sólo una semana que estaba siendo sometida a ataques aéreos. Mis colegas describieron determinadas zonas del gobernorado norteño de Saada como «arrasadas hasta los cimientos».
Robando el futuro de los niños
Incluso así, en Aden, la devastación puede apreciarse por todas partes. Edificio tras edificio, todo ha quedado reducido a una mera carcasa tras los bombardeos, incluidas dos de nuestras oficinas. Pero el daño no es sólo físico: la economía está destrozada y muchas familias luchan para poder llegar a fin de mes. Están entrando algunos suministros y productos básicos, pero el rial yemení ha caído en picado de tal forma que la mayor parte de las personas apenas pueden permitirse comprar algo. La afluencia de personas desplazadas desde las líneas del frente ha añadido más presión a la situación.
El impacto del conflicto en las vidas de los niños ha sido devastador. Han sido asesinados, mutilados, se ha arrebatado la vida a sus familiares y amigos, muchos de ellos padecen inanición y no cuentan con atención sanitaria alguna. Están también robándoles su futuro.
Las escuelas han sufrido ataques por todo el país, que han destruido las estructuras y las vidas de los que se encontraban allí atrapados. Más de 1.800 colegios se han visto directamente afectados por el conflicto, entre ellos hay más de 1.500 que han quedado dañados y destruidos y 21 ocupados por grupos armados. Pero eso es sólo el principio.
Todo el sistema educativo ha quedado diezmado. Hay una grave escasez de profesores; no se ha contratado a ninguno desde antes de la guerra, haciendo que muchos colegios dependan de los voluntarios. La escasez de profesoras es de especial preocupación porque hace que muchos padres saquen a las niñas del colegio. La terrible falta de materiales, como libros de textos, ha dejado las estanterías de las bibliotecas escolares prácticamente vacías.
Escuelas diezmadas
En algunos lugares ni siquiera hay edificios donde enseñar, por eso las lecciones tienen lugar al aire libre, a menudo en condiciones climatológicas intolerables. Una de las «escuelas» que visitamos estaba constituida por un grupo de sofocantes carpas blancas montadas junto a los restos arrasados de lo que una vez fue el edificio de un colegio. La coalición liderada por los saudíes bombardeó el colegio original, que había sido ocupado por fuerzas armadas hutíes.
Yemen era ya antes de la guerra un país gravemente empobrecido, y el conflicto no sólo ha detenido cualquier desarrollo sino que ha revertido algún logro valioso. Muchos niños deben pasar ahora parte del día trabajando para ayudar a sus familias, lo que les deja demasiado cansados para poder aprender. Las aulas están inmensamente atestadas, por eso los niños estudian en varios turnos.
Niñas desplazadas en un campo situado en la ciudad costera yemení de Hodeidad, 17 febrero 2018 (AFP)
En uno de los colegios que visité, en cada aula se apretujaban más de 100 estudiantes y hasta cuatro niñas llegaban a compartir un pupitre. Estas niñas forman parte del grupo de las afortunadas, cerca de dos millones no disponen de colegio al que acudir.
El colegio de las niñas había resultado alcanzado por armamento explosivo a primeros de mes, cuando un combate en las proximidades acabó invadiendo el patio escolar. Cuando fui a visitarlas, las niñas estaban animadas y llenas de esperanza pero el director nos dijo que ese día habían pasado una jornada espantosa, que habían tenido que escapar muertas de pánico por puertas y ventanas, y que ahora había mucha tensión y preocupación en el colegio.
Las estudiantes con las que hablé se mostraban llenas de alegre energía y sonreían cuando me contaban sus sueños de crecer para convertirse en doctoras, profesoras y trabajadoras sociales.
Pero, según un Panel de Expertos de la ONU sobre el Yemen, resulta muy alarmante que los grupos armados estén reclutando a muchachos para que combatan junto a ellos, lo cual detiene en seco su educación y reduce su capacidad futura para reconstruir su país cuando finalmente se alcance la paz. Las condiciones de aprendizaje para los que aún permanecen en el colegio son abyectas, y me resulta muy difícil confiar en que las esperanzas de estos niños puedan hacerse realidad algún día.
El vacío de financiación
Organizaciones como Save the Children han puesto en marcha diversos programas, como por ejemplo clases de actualización para intentar que los estudiantes no se queden demasiado atrasados, pero la financiación es completamente necesaria para poder apoyar la cantidad que hay de niños en situación de necesidad.
Al final de mi visita, estaba muy claro que el mundo ha olvidado a estos niños desde hace mucho tiempo. La comunidad internacional tiene que hacer mucho más para proteger a los niños del Yemen.
Hay que presionar a todas las partes en el conflicto para que permitan que los suministros vitales lleguen a quienes los necesitan, para que respeten las obligaciones que el derecho internacional estipula y, lo más importante, para que encuentren una solución pacífica a la guerra. En última instancia, la crisis sólo podrá acabar mediante una solución política pacífica y permanente.
Mientras tanto, los gobiernos y otros donantes deben también esforzarse. Veintidós millones de personas -las tres cuartas partes de la población- necesitan de algún tipo de asistencia humanitaria. La mitad son niños. Es muy preocupante que este año sólo se haya recaudado el 12% de los fondos necesarios para apoyar las actividades educativas; es hora ya de que los donantes reconozcan la naturaleza urgente de esta parte de la respuesta.
Esta guerra acabará algún día. Y debemos asegurar que los niños del Yemen -los futuros doctores, profesores e ingenieros- tengan las habilidades básicas para poder tomar el control de su futuro ayudando a reconstruir su país.
George Graham es director de conflictos y política humanitaria en Save the Children.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/children-yemen-deserve-better-1988641947
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