No es ninguna novedad que estamos insertos en un momento histórico clave para la reproducción de la vida y la supervivencia distintas especies existentes en el planeta, marcado por un nuevo periodo geológico llamado Antropoceno, en donde la separación ontológica entre cultura y naturaleza a lo largo de los siglos, llevado al extremo con la […]
No es ninguna novedad que estamos insertos en un momento histórico clave para la reproducción de la vida y la supervivencia distintas especies existentes en el planeta, marcado por un nuevo periodo geológico llamado Antropoceno, en donde la separación ontológica entre cultura y naturaleza a lo largo de los siglos, llevado al extremo con la modernidad y el capitalismo histórico, nos tiene en un momento de completa incertidumbre frente a la amenaza del cambio climático, profundizado por los distintos ecocidios existentes en los territorios.
Es así como ante esta crisis civilizatoria, se busquen salidas, más allá del negacionismo ambiental de cierta ultra derecha neofascista actual, a través de los mismos marcos de la modernidad tanto de sectores de izquierda (ecosocialismo) como de derecha (economía verde), ya que no han sido capaces de cuestionar una ontología dualista que se ha fortalecido gracias a un racionalismo cartesiano, el cual si bien tienen sus raíces en el pensamiento griego, se ha radicalizado y mundializado en los últimos siglos.
Cuando nos referimos a racionalismo cartesiano, nos referimos a la idea de separación entre cuerpo y mente, que supone la autonomía total de la razón y de la existencia de una realidad objetiva independiente del observador, en donde lo emocional queda relegado a lo natural y por ende a lo irracional e inferior. En consecuencia, lo emocional se ha inferiorizado y puesto como marca identitaria en ciertos grupos particulares llamados como diferentes (negros, indígenas, mujeres, enfermos mentales, homosexuales, discapacitados, animales, niños, pobres) en subordinación a una razón humana, normal, masculina, adulta, blanca, heterosexual, la cual busca someter a la Tierra a ciertos fines económicos
De ahí que tanto la derecha como buena parte de la izquierda sigan concibiendo a la Tierra de manera objetiva y como un ente a dominar. Es decir, desde las bases modernas impuestas desde el racionalismo de Rene Descartes, la física mecanicista de Isaak Newton y la Filosofía natural de Francis Bacon, quienes hasta el día hoy sigue siendo el soporte de las políticas de los estados coloniales conservadores y progresistas, como si no existiera otra forma de relacionarse con lo que han llamado antropocéntricamente como Naturaleza.
No obstante, aquel racionalismo, mecanicismo y naturalismo moderno ha sido fuertemente cuestionado tanto por corrientes filosóficas y científicas, como lo son las ciencias de la complejidad, el constructivismo, la física cuántica, etc., las ciencias de la vida, como también por investigadores como Humberto Maturana, Francisco Varela, Eduardo Viveiros de Castro, Marisol de la Cadena, Mario Blasser, Fritjof Capra, Bruno Latour, Philippe Descola, Donna Haraway, Tim Ingold, Isabellle Stengers, etc, los cuales han servido de importante influencia dentro de diversas disciplinas de las Ciencias, yendo más allá de la dicotomía moderna Ciencia Social/Ciencia Natural.
Asimismo, se pueden destacar también múltiples organizaciones ecologistas, indígenas, ciudadanas y en defensa del territorio en Abya Yala, que desde esa misma crítica a la ontología dualista pero desde la misma praxis, están enfrentando la injerencia de empresas petroleras, agroexportadoras, forestales, mineras, hidroeléctricas, inmobiliarias, etc., las cuales en complicidad con los estados, no respetan nada con tal de seguir expandiéndose y profundizándose la crisis climática actual, llegando al extremo de proponer la geoingeniería como solución.
En ambos, casos, tanto investigadores como organizaciones socioambientales, están pensando y viviendo otro tipo de relación con la Tierra, la cual es considerado como un ser viviente que sufre, sea este llamado Gaia, Pachamama o Madre Tierra, por lo que su relación con ella no es de control, dominio y explotación, sino que hay vinculo fuerte y un apego territorial, y que el racionalismo moderno nos ha arrebatado con su dualismo entre cuerpo y mente, el cual no hace más que reforzar la lógica antropocéntrica.
Una lógica lineal del progreso que está planeando incluso en el futuro próximo colonizar Marte, ante un eminente colapso civilizatorio moderno, resultado del calentamiento global, por lo que se podría generar un nuevo extractivismo espacial, desde una elite, en donde la negación de lo indígena (de la Tierra) se profundizaría mucho más aún, construyendo una especie de posthumanismo tecnocrático alienígena (fuera de la Tierra) que ya no tiene ningún tipo de vínculo, y apego con su origen terrícola.
Por tanto, la idea de posracionalismo nos puede ayudar a vincularnos de manera diferente a los territorios, ya que nos hace reconectarnos con el entorno de manera situada y dentro de ellos. En consecuencia, se debiera desracionalizar a los territorios de la lógica racionalista, mecanicista y naturalista a partir de una relación sentipensante con la tierra, que deje atrás nociones antropocéntricas y coloniales como recurso naturales, commodities, materias primas e incluso medioambiente, la cual supone que lo socioambiental fuera una mera dimensión más a estudiar por la ciencia y a explotar por la economía política, tanto por las izquierdas como las derechas en el mundo.
Andrés Kogan Valderrama, sociólogo y editor del Observatorio Plurinacional de Aguas.
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