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Haifa y el inicio del urbicidio de la Palestina árabe

Fuentes: Rebelión

Amo todos los mares que amaré. Amo los campos que amaré. Pero una gota de agua sobre las plumas de una alondra que anida en las piedras de Haifa vale más que todos los mares del mundo. Mahmud Darwish, El descenso del Karmil     En 1948, Haifa era una ciudad rica y dinámica. Constituía […]

Amo todos los mares que amaré.

Amo los campos que amaré.

Pero una gota de agua sobre las plumas de una alondra

que anida en las piedras de Haifa

vale más que todos los mares del mundo.

Mahmud Darwish, El descenso del Karmil

 

 

En 1948, Haifa era una ciudad rica y dinámica. Constituía el principal centro industrial, ferroviario y portuario de Palestina, además de contar con el muelle más importante del Mediterráneo oriental. Como resultado del crecimiento e inmigración interna palestina y la llegada de decenas de miles de judíos europeos, su población se había triplicado desde los inicios de la década de 1930, pasando de tener unos cincuenta mil habitantes a ciento cincuenta mil después del final de la Segunda Guerra Mundial.

Los palestinos de Haifa solían vivir en la parte baja de la ciudad, en torno al puerto, mientras que los judíos residían en las zonas más altas, en las laderas del Monte Carmelo. En tiempos anteriores, los palestinos y las minorías judías habían convivido de manera pacífica, como en otros lugares de Palestina. En Haifa, de manera similar a lo ocurrido en algunos ámbitos de Jaffa o Jerusalén, la convivencia pacífica se convirtió incluso en cohabitación cordial y cooperación en distintas situaciones [1]. Sin embargo, las prácticas sionistas de colonización, exclusividad étnica y desplazamiento fueron las predominantes y las que acabaron triunfando en Haifa y en otros lugares de Palestina.

Durante el mandato británico, el conflicto entre los palestinos y la comunidad judía (Yishuv) había adquirido una virulencia cada vez mayor con el avance de la praxis colonialista y segregacionista que impulsaban los dirigentes sionistas. La corriente «socialista» hegemónica, liderada por David Ben Gurion, Moshe Shertok (Sharett) o Golda Meyerson (Meir), había adoptado la solución de la partición de Palestina como una estrategia del primer paso para conseguir establecer un Estado mayoritaria o exclusivamente judío en el mayor territorio posible. Cuando la partición fue aprobada por la Asamblea General de la ONU, el sionismo obtuvo una victoria histórica que le permitiría implementar sus aspiraciones etnocráticas y de expansión territorial. De este modo, el plan de partición del 29 de noviembre de 1947 provocó el júbilo en el Yishuv. Aquella misma noche, desde el balcón de la Casa de Instituciones Nacionales de Jerusalén, Golda Meyerson se dirigió a una multitud entusiasmada aclamando: «durante dos mil años hemos esperado nuestra liberación. Ahora que la tenemos ante nosotros es algo tan maravilloso que ninguna palabra humana puede describirla. Judíos, mazel tov! [¡buena suerte!]» [2].

Al día siguiente, estalló la guerra civil entre judíos y palestinos. Este contexto facilitó la resolución del problema que Ben Gurion expuso a principios de diciembre de 1947:

«Hay un cuarenta por ciento de no judíos en las áreas asignada al Estado judío. Esta composición no es una base sólida para un Estado judío. […] Un equilibrio demográfico semejante cuestiona nuestra capacidad para mantener una soberanía judía. […] Únicamente un Estado con al menos un ochenta por ciento de población judía puede ser viable y estable» [3].

Ante ello, el líder del movimiento sionista ya había defendido que: «podemos arrestarlos o expulsarlos; pero lo mejor es expulsarlos» [4]. A partir de diciembre, a los palestinos de Haifa se les redujo drásticamente el suministro de alimentos (especialmente de productos de primera necesidad como pan o harina), al tiempo que fueron el objetivo de bombardeos, de disparos de francotiradores, de barriles explosivos o de regueros de combustible ardiendo que bajaban desde las zonas altas de la ciudad [5]. La limpieza étnica de Palestina había comenzado.  

A pesar de la presencia de tropas británicas, teóricamente responsables del orden y la seguridad hasta el fin del mandato el 15 de mayo de 1948, la población civil palestina estaba indefensa. El plan de partición tampoco estableció mecanismos para protegerla. En abril, la puesta en marcha del Plan Dalet intensificó los ataques sionistas sobre los habitantes palestinos de Haifa. Este plan era una campaña militar de unas seis semanas de duración que conjugaba las principales pretensiones sionistas de expansión territorial y homogeneización demográfica. Los dirigentes sionistas esperaban una declaración de guerra de los países árabes vecinos cuando finalizase el mandato británico y proclamasen el Estado de Israel. Así, se intentó establecer unos hechos consumados que no eran otros que la conquista de vastas zonas de Palestina al mismo tiempo que se expulsaba sistemáticamente a su población no judía. De esta forma, el Plan Dalet también supuso el comienzo del urbicidio de la Palestina árabe.

Las noticias de lo acaecido en Deir Yassin estaban recorriendo todo el país generando el pánico entre la población. Sólo dos semanas después de esta masacre, le llegó el turno a Haifa. Hacia la tercera semana de abril de 1948, los británicos estaban al tanto de que las zonas árabes de la ciudad iban a ser objeto de un ataque a gran escala, tal y como informó el comandante del Sector Norte con sede en Haifa, Hugh C. Stockwell. El 20 de abril, Stockwell convocó a las autoridades judías para informarles de que iba a retirar a sus fuerzas, que en teoría actuaban de contención entre las dos comunidades enfrentadas. La connivencia entre Stockwell y los mandos de la brigada Carmeli (una de las unidades de la organización paramilitar del sionismo «socialista», la Haganah, que estaba encargada de la zona) contó con numerosos detalles [6]. Fue entonces cuando la brigada Carmeli, compuesta por dos mil soldados, puso en marcha su ofensiva para desarabizar Haifa, cuyas partes palestinas contaban únicamente con unos quinientos voluntarios escasamente armados.

El 21 de abril, Stockwell sugirió a los palestinos que se marcharan de Haifa. Consternados, comprendieron que no podían defender su comunidad y solicitaron a Stockwell que, al menos, se les permitiera marcharse sin sobresaltos. No obstante, Maklef (oficial de operaciones de la brigada Carmeli y posteriormente jefe del Estado Mayor del Ejército israelí) ya había ordenado lo siguiente: «Matad a cualquier árabe que os encontréis […] prended fuego a todos los objetos inflamables […] y forzad la apertura de las puertas con explosivos» [7]. Cuando estas disposiciones se pusieron en práctica, los palestinos de Haifa abandonaron en masa sus hogares. Muchos de ellos fueron al puerto, donde se encontraban soldados y autoridades británicas. Entonces, los mandos de la brigada Carmeli dispusieron colocar obuses para bombardear a la multitud aterrorizada. Los palestinos intentaron escapar hacia el mar, donde había algunos botes anclados. En aquel momento se empezó a vivir otra situación terrible: «los hombres pisaron a sus amigos y las mujeres a sus propios hijos». Los botes se atestaron de palestinos presos del pánico. Hacinados, muchos volcaron y se hundieron con todas las personas que llevaban. Un gran número de palestinos murió y, al final del urbicidio de Haifa, aproximadamente cincuenta mil personas fueron expulsadas de sus casas, convirtiéndose en refugiadas [8]. Haifa se convertiría en una ciudad israelí con una inmensa mayoría de población judía.

La desarabización de Haifa fue precedida por la de Tiberíades y sería inmediatamente anterior a la de la zona oeste de Jerusalén o el municipio de Safed, junto a otras ciudades. En Safed, al norte del país, fueron forzados al exilio más de diez mil palestinos. Solo se salvaron unos cien ancianos, que fueron expulsados unos meses más tarde [9]. Durante la limpieza étnica de Safed también se produjo la masacre de una aldea vecina, Ein al-Zeitun. La matanza de este pueblo inspiró una de las pocas novelas épicas sobre la Nakba : Bab al-Shams , de Elias Khoury [10]. Bab al-Shams no solo fue llevada más tarde al cine, sino que en enero de 2013 dio nombre a una iniciativa palestina de levantar un campamento en una zona al Este de Jerusalén (E1) para impedir la construcción de asentamientos ilegales judíos. Los activistas intentaron paralizar el proyecto de edificación de unas colonias cuya unión con otros asentamientos dividiría Cisjordania (ya enormemente fragmentada) en dos grandes partes discontinuas. Unas cien personas fueron detenidas por las fuerzas israelíes y Bab al-Shams fue desmantelada y devuelta a las páginas de la novela de Khoury.

Por su parte, como con la inmensa mayoría de los episodios de la limpieza étnica de Palestina (la Nakba ), los sionistas/israelíes sostuvieron y aún mantienen que el origen de los refugiados palestinos de Haifa, Safed y otros lugares vino motivado porque «obedecieron las órdenes de los líderes árabes» o «huyeron por voluntad propia». Se trataba de un relato en el que los «árabes» intentaron «tirar al mar» a unos judíos que solo trataban de defenderse. Según esta narrativa, el Goliat árabe pretendió perpetrar un «segundo holocausto» contra el David judío, que constituía una comunidad perseguida en Europa que había llegado a Palestina para redimir una «tierra abandonada» en la que los «árabes» [palestinos] no tenían ningún derecho ni apego respecto a ella. Esta negación de la Nakba y de cualquier tipo de responsabilidad israelí en lo ocurrido en 1948 continúa 65 años después. Un sofisticado proceso de memoricidio lo envuelve. En la actualidad, la memoria de la Nakba se retuerce y despierta cada día, imbricándose con la vivencia cotidiana y con un urbicidio que continúa con la destrucción urbana y la demodernización deliberada en lugares como Gaza; con las demoliciones de casas en Jerusalén Este; con la asfixia socio-económica, el estrangulamiento y el aislamiento de localidades palestinas y de sus habitantes o con la negación del derecho al retorno de los más de cinco millones de refugiados palestinos. Un urbicidio, que en el caso de lo sucedido en Haifa en abril de 1948, es definido como una «liberación» según la página sobre la ciudad de la edición en castellano de la Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Haifa#Guerra_de_la_Independencia_de_Israel).

Jorge Ramos Tolosa es investigador del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de València y especialista en Palestina e Israel.

 

Notas:

[1] Deborah BERNSTEIN: Constructing Boundaries: Jewish and Arab Workers in Mandatory Palestine, Albany, State University of New York Press, 2000; Zachary LOCKMAN: Comrades and Enemies: Arab and Jewish Workers in Palestine, 1906-1948, Berkeley, University of California Press, 1996.

[2] Benny MORRIS: 1948. A History of the First Arab-Israeli War, New Haven & London, Yale University Press, 2008, p. 75.

[3] Citado por Ilan PAPPÉ: La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Crítica, 2008, p. 79.

[4] Citado por Ibid.

[5] Ilan PAPPÉ: La limpieza étnica de Palestina, op. cit., p. 137; Benny MORRIS: The Birth of the Palestinian Refugee Problem Revisited, Cambridge , Cambridge University Press, 2004 , p. 360.

[6] Walid KHALIDI: «The Fall of Haifa Revisited», Journal of Palestine Studies, vol. 37, nº 3 (2008), pp. 31-36.

[7] Walid KHALIDI: «Selected Documents on the 1948 Palestine War», Journal of Palestine Studies, vol. 27, nº 3 (1998), p. 89.

[8] Walid KHALIDI: «The Fall of Haifa Revisited», op. cit., p. 36.

[9] Mustafa ABBASI: «The Battle for Safad in the War of 1948: A Revised Study», International Journal of Middle East Studies, vol. 36, nº 1 (2004), pp. 21-47.

[10] Una de las ediciones más recientes es: Gate of the Sun, London, Vintage, 2006.

[11] Stephen GRAHAM: «Clean territory: urbicide in the West Bank», http://www.opendemocracy.net/ecology-politicsverticality/article_241.jsp


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