Nuestro Gobierno, como la mayoría europea, no practican una ‘neutralidad activa’. Ahora, en esta coyuntura, se propone una reedición de una Conferencia Internacional de Paz que, para que sea posible y obtenga algún resultado, depende de la presión política y económica que se ejercite con el causante de la ocupación, Israel
Hasta la próxima guerra. Ese es el futuro que aguarda a la población de toda la zona que abarca cada vez un territorio más extenso, desde el Mediterráneo a la frontera de China, incluyendo a todos los países árabes. El Nuevo Gran Oriente Medio está en plena destrucción. Son los dolores del parto que diría la Secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice. Si ahora es El Líbano, las probabilidades de que el ‘nuevo’ estallido de violencia televisiva esté en Siria, Irán o en cualquier país de la península arábiga son altas.
El puzzle de vectores que afrontan cada uno de los países y gobiernos, en revisión constante, lo conforman su grado de estabilidad social y su legitimidad institucional, emparejada con su sumisión o su negativa a los designios estadounidenses e israelíes de ‘normalización’ de este último y el grado de prioridad que tengan en la agenda de la estrategia del Nuevo Orden, ya sea por su debilidad o las riquezas que alberguen su subsuelo.
Estados Unidos, después de destrozar Iraq, para varias generaciones, imposibilitando su rol estatal de fortalecer un frente opositor político, económico y estratégico, no olvidemos que el régimen iraquí, a pesar de su debilidad, reclamó hacer las transacciones petrolíferas en euros; mantuvo las subvenciones de petróleo a Siria o Jordania, con el consiguiente traslado de una política clientelar; hizo virtud ante el mafioso contrabando de petróleo con Turquía; y seguía compitiendo ideológicamente con Irán o con la propia Arabia Saudí; considera que la siguiente ficha de dominó (haciendo una lectura inversa de lo sucedido en la península Indochina, con Vietnam, Laos, Camboya,…) sería Siria. Y el método, además de repetir el esquema organizativo que el realizado con Iraq, apoyo grupos de exiliados a los que se les da un planteamiento de partidos organizados y apoyo presupuestario, apoyo a deserciones, y financiación específica para operaciones con los media, sería la de afectar su poder, interno y su proyección exterior. De ahí, la Resolución de las Naciones Unidas, 1559, promovida por Francia, tras el asesinato no esclarecido de Hariri, que obliga a la retirada del Ejército sirio de El Líbano y al desarme de las milicias (Hezbullah, otros, y la de los refugiados palestinos). Esta resolución es de largo alcance interno. Choca con un planteamiento directriz de la política (ideología) nacionalista siria (Baas), que reclama la construcción de la Gran Siria, que hunde sus raíces en el periodo otomano, previa a la colonización franco-británica de la zona. También desde el punto de vista sociológico, al tener que albergar a toda una panoplia de ociosos militares en su propio suelo, afectando nuevamente, tras el precio del petróleo, el margen económico. Por lo tanto, primero hay que desligar las políticas de Líbano y Siria, intentando que el primero tenga una política autónoma de la de Siria y ‘más neutra’, buscando que su fragmentación partidaria interna auto bloquee cualquier política anti israelí y, a medio plazo, se transforme en un aliado para el bloque Occidental (Estados Unidos y sus aliados), como Jordania. Pero la pieza estratégica para conseguir la plena ‘normalización’ de Israel en la primera frontera es Siria. A Líbano se le golpea y se mandan aviones de combate a sobrevolar Damasco.
Pero estos análisis compartidos por los Estados Unidos e Israel y aceptados de facto por la Unión Europea no incluyen el sentimiento de los pueblos y su acepción de justicia. Con la rebeldía que eso supone. Opuesta a que sus vidas sean trazadas.
Y no cabe duda alguna, que el trazado del Nuevo Oriente Medio, que bajo la propaganda de querer fomentar la democracia, el librecambio económico y la desestatización de los recursos petrolíferos y su gestión, para apoderarse de ellos, subyace orillar, entre otros, el nudo gordiano, central, que es la colonización de Palestina. Admitir lo que está ocurriendo en Palestina. La colonización sionista continua.
Bendecido por unas Naciones Unidas de los ganadores de la II Guerra Mundial, el sionismo gana, con la creación del Estado de Israel en la Palestina histórica, una batalla. Pero a su ideología expansionista y racista no le satisfacen las fronteras del 48, ni las de 1967. Con el laborista Perez, ahora en el partido Kadima, se crean las colonias en Cisjordania. Con Olmert, antiguo alcalde de Jerusalén, se avanza en la judeización de dicha ciudad. Con todos, se recrean las leyes coloniales y racistas. Sin poder volver los refugiados palestinos se sigue estimulando la ‘israelización’ de cualquier persona que se considere judío de otra parte del mundo y que se instale en esa locura de desposeer a los gentiles. Como el primer muerto israelí, el día 19 de agosto, tras el alto el fuego de la invasión de El Líbano, el comandante israelí Emanuel Moreno.
La focalización de los media en El Líbano ha eclipsado las acciones de la violencia estructural israelí, la potencia ocupante, que ha llevado a cabo sólo en julio el asesinato de 188 palestinos y heridas a 506 personas; secuestros -del poder legislativo, ejecutivo, militantes-; cierres de territorios y ciudades, más Muro…. Y el olvido de Occidente.
Frente ‘al cansancio’ de los media occidental sobre la colonización cotidiana que ocurre en Palestina, sólo asaltada cuando el palestino ‘muerde’ al israelí, como por ejemplo el secuestro de un soldado y la reclamación de libertad de menores y mujeres palestinos encarcelados, y el agostamiento de todos los planes de ruta occidentalistas dada su complicidad con los ‘bantustanes’ y ciudades-presidio palestinas, la calle árabe sigue asaltada en su conciencia por el doble rasero occidentalista y la discrepancia de las palabras y políticas de los regímenes árabes.
Por todo esto, la irrupción de Hizbolá y su consolidación en el mapa libanés ha trastocado la inercia de la política planificada en los institutos académicos por los estrategas del poder. Su resistencia previa a la ocupación israelí, su persistencia en recordar los agravios de doble rasero, ocupación de tierras libanesas y de la existencia de presos libaneses y árabes y el atrevimiento a rechazar que la historia ya está escrita, conociendo las consecuencias de una lucha desigual contra la maquinaria militar israelí, engrasada por Estados Unidos y tristemente ejercitada por los países de la OTAN, entre ellos España, un mes antes en aguas del Mediterráneo y Mar Negro, posibilita plantear nuevamente si es correcta la política de sumisión que ejerce la Unión Europea ante la estrategia estadounidense e israelí.
Desgraciadamente, la Resolución unánime 1701, sacada tras la destrucción impune israelí de la infraestructura civil libanesa, propulsada por Francia, al margen de una política colegiada europea pero admitida como válida por la UE a través de Solana, y Estados Unidos va en ese camino. La política estratégica israelí de desplazar a la resistencia puede vencer, a pesar de que en el terreno haya recibido un golpe moral (y de soldados desproporcionada a sus previsiones). Desplazar a la resistencia palestina fue el objetivo de la invasión de El Líbano en 1982 por Sharon. Interponerse sólo en la frontera sur de El Líbano sin que las fuerzas de las Naciones Unidas estén en el territorio ocupado de las Granjas de Shebba o que en el alto el fuego no se incluya el intercambio de presos no augura una simetría internacional y consecuentemente, de una paz estable sólo para Líbano. Y lo que no avanza contra la ocupación, la consolida.
En estas fechas, estos dos aspectos tendrían que estar despejados en el Informe de Kofi Annan1 y se sobreentiende que si no se resuelven, las tropas de interposición serán vistas como aliadas estratégicas de la ocupación israelí en la zona. No sería la primera vez, que fuerzas ‘neutrales’ con misiones asimétricas fueran vistas como cómplices del ‘otro lado’ y, por lo tanto, atacadas.
Por eso, si no hay una política activa de modificación de la ocupación israelí seguirá habiendo resistencia. Aunque desigual.
Y para esta modificación de la inercia pro israelí que de facto invade la política comercial, militar, cultural, televisiva, europea y occidental puede que el drama de la muerte en El Líbano, ante la indiferencia, el agotamiento y cansancio que ya provoca el drama palestino, pueda servir. Puede servir a replantear la política sumisa. Puede hacerlo o por el contrario reforzar la deriva atlantista y ese Nuevo Oriente Medio a la medida de sus patrocinadores.
Nuestro Gobierno, como la mayoría europea, no practican una ‘neutralidad activa’. Ahora, en esta coyuntura, se propone una reedición de una Conferencia Internacional de Paz que, para que sea posible y obtenga algún resultado, depende de la presión política y económica que se ejercite con el causante de la ocupación, Israel. Mal se compadece esa supuesta ‘neutralidad activa’ cuando sus proponentes, como España, tienen comercio con armas con Israel; hacen maniobras militares, dentro de la OTAN, con Israel; no se ha reclamado nada ante los destrozos israelíes de bienes donados, como el aeropuerto de Gaza; no se tiene voluntad de suspender el Acuerdo de Asociación UE con Israel a pesar de su determinante artículo 2 ante la vulneración de los derechos humanos y el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de la Haya sobre la ilegalidad del Muro. Parece que sólo se pretende mandar tropas al Sur de El Líbano, pagar una parte de la nueva factura y, dado que no hay pasos concretos como los indicados, mirar para otro lado, si la calle de nuestro país no lo remedia.