Leyendo la web por estos días vuelvo a recordar a John Kerry, cuando en la inauguración de la embajada estadounidense en La Habana, nos puso de ejemplo a Vietnam, «un país dinámico, con una economía creciente», pero no nos dijo que en esa tierra hermana, con la fortaleza cultural que suponen miles de años como […]
Leyendo la web por estos días vuelvo a recordar a John Kerry, cuando en la inauguración de la embajada estadounidense en La Habana, nos puso de ejemplo a Vietnam, «un país dinámico, con una economía creciente», pero no nos dijo que en esa tierra hermana, con la fortaleza cultural que suponen miles de años como nación antes de que existiera EEUU y una lengua propia, con ocho veces la población de Cuba y a miles de kilómetros del territorio estadounidense, todos los medios de comunicación son de propiedad pública, y las regulaciones sobre la difusión de información por privados a través Internet son mucho más restrictivas que aquí. Es muy interesante cuando precisamente desde fuentes que en Vietnam nunca existirían se coincide en decir y callar lo mismo que Kerry sobre Vietnam.
Reitero que para nada estoy diciendo que debemos copiar ninguna regulación de Vietnam pero sí es bueno saber qué nos ocultan los mismos que destinan cincuenta millones de dólares anuales -varias veces el presupuesto de todos los medios de comunicación cubanos juntos- a comunicarnos cómo debemos organizarnos en esta Isla. En el «país dinámico» la gestión eficiente de la economía y la amplia participación del sector privado en el socialismo no suponen propiedad privada sobre los medios de comunicación.
Admiro como el que más al pueblo vietnamita pero tampoco estaría de más incluir en esas opiniones coincidentes qué pasaría aquí si, como en Vietnam, que quedó arrasado por la guerra pero que a diferencia de Cuba tiene petróleo hasta para exportar por más 7000 millones de dólares al año (cifras de 2014) después de satisfacer sus necesidades internas y está ubicado en la región del mundo donde más crecieron las inversiones y el comercio en las últimas décadas, el 25% de los cubanos no tuviera asegurada la atención médica, el 10% no supiera leer y escribir, murieran cuatro veces más niños menores de un año de los que fallecen hoy en esta Isla y la esperanza de vida promedio fuera seis años menor ¿Guardaría eso relación con los recursos que el estado cubano destina a presupuestos de salud, educación y seguridad social? Si se recortaran esos recursos, con indiscutible repercusión negativa en los indicadores antes citados, tal vez se podrían alcanzar los niveles de crecimiento económico del 7% anual que se señalan como necesarios para la economía cubana pero… de ser así, ¿percibirían los cubanos como socialismo y prosperidad vivir menos años y que sus familiares enfermen y mueran más aunque una parte de ellos tenga mayor acceso a bienes de consumo?¿Un gobierno que hiciera eso se sostendría en el poder en Cuba?
Hay mucho por cambiar en Cuba, las respuestas no son sencillas y aunque hasta en The Guardian nos sugieren «buscar desde dentro soluciones para el desarrollo», no está mal aprender de otros referentes y de las cosas que allí se hacen bien o muy bien pero siempre mirando todos los datos, no vaya a ser que pase como con la elecciones en Estados Unidos, que por seguir solo lo que la prensa aliada a Kerry quiso que supiéramos, nos enteramos de todos los exabruptos de Donald Trump pero no de que fue el Citibank quien nombró el gobierno con el que llevamos negociando públicamente hace dos años y luego nos creamos las explicaciones de los mismos medios que no dijeron la verdad: «fueron el activismo sin intermediarios de las personas en las redes sociales y las mentiras en esos espacios frente a la información responsable de los grandes medios los que determinaron el resultado»; como si los grandes medios no mintieran y no se hubieran invertido millones y millones en operadores en las redes sociales y medios digitales por el candidato vencedor. Tiene razón José Stenisleger cuando parafrasea a Groucho Marx: «el tupé de tergiversar los hechos con enfoques presuntamente objetivos que se cambian por otros cuando la realidad los desmiente».
Fuente: Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.