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Entrevista con Alejandro Mazorra, secretario general del sindicato agrario UGAM-COAG en Cantabria

«Hay que utilizar nuestro suelo para alimentar a las personas que viven en él»

Fuentes: Diagonal

Tras dos decenios en declive, la actividad agraria de Cantabria afronta el porvenir con la incertidumbre habitual. La agricultura ecológica podría constituir un revulsivo económico y social, pero apenas tiene arraigo y existen intereses enfrentados para su implantación. En DIAGONAL CANTABRIA hablamos de estos asuntos con Alejandro Mazorra, secretario general del sindicato agrario UGAM-COAG (Unión […]

Tras dos decenios en declive, la actividad agraria de Cantabria afronta el porvenir con la incertidumbre habitual. La agricultura ecológica podría constituir un revulsivo económico y social, pero apenas tiene arraigo y existen intereses enfrentados para su implantación. En DIAGONAL CANTABRIA hablamos de estos asuntos con Alejandro Mazorra, secretario general del sindicato agrario UGAM-COAG (Unión de Ganaderos y Agricultores Montañeses) y presidente del CRAE (Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica) en Cantabria.

DIAGONAL CANTABRIA: ¿Cuál es para ti la situación del campo en Cantabria?

ALEJANDRO MAZORRA: Cantabria es una comunidad eminentemente ganadera. Hemos perdido 18.000 ganaderos en estos 20 años de reconversión y ahora parece que se respiran mejores vientos. En una parte del sector se está viviendo una situación muy buena. Una subida de la leche al productor de casi el 50% y una subida de las novillas que puede superar ese 50%. Con lo que los ingresos de los ganaderos de leche, lo mismo criadores que productores, son muy importantes después de dos decenios de precios estabilizados. No obstante los ganaderos no creen que estas medidas vayan a ser duraderas. Estamos dentro de un sistema liberal que nos va a dar unos precios altísimos en caso de falta de producto y unos precios bajísimos en caso de aumento de la producción. Además de la leche hay ganaderos de carne de vacuno, unos pocos cunicultores, unos pocos de porcino y varios avícolas, pero estos últimos con muy pequeñas producciones. Están muy afectados por la gran subida del precio de los cereales, que ahora se emplean para biocarburantes más que para piensos.

D.C.: ¿Qué soluciones se plantean desde vuestro sindicato?

A.M.: Desde UGAM-COAG estamos planteándonos un mercado distinto al existente, llegando a acuerdos con los propios consumidores si pudiera ser. Creemos que la clave de esta situación está en el intermediario. Que el productor no tiene que cobrar ni mucho ni poco, sino lo necesario para vivir y producir alimentos, y no productos comerciales. En UGAM tenemos el planteamiento político, social o económico de que es necesario utilizar nuestro suelo para producir la comida que alimente a las personas que viven en él. Si esto se globaliza de una manera tremenda y se va hacia una producción única no sería correcto. Tendrían que ser unas explotaciones tremendamente competitivas que dejarían muy poca gente en los pueblos y que irían en contra de las decisiones marco medioambientales.

D.C.: La agricultura y ganadería ecológica contempla un modelo agrario ligado al territorio y apto para pequeñas producciones. ¿Podría ser una solución al abandono de la actividad rural?

A.M.: La agricultura ecológica no depende tanto de los piensos ni de las compras a larga distancia, sino que se plantea una ganadería con un equilibrio entre el animal y el suelo (o entorno). Por tanto, estas subidas de los cereales y del combustible le afecta en un porcentaje mucho menor que a la ganadería convencional. Creemos que la única manera de que el ganadero y el agricultor se dediquen a producir alimentos para la población es hacer una ganadería y agricultura ‘vigilada’ que no utilice productos que logren crecimientos espectaculares en los animales o en la producción pero que perjudican al consumidor final. Esto supondría un coste ligeramente mayor pero estaría premiado con una calidad muy superior del producto final. Además eso crearía una situación más favorable para el medio ambiente y la problemática existente en estos momentos. También fijaría una población rural, ya que aumentaría la mano de obra directa de las explotaciones, que tienen que trabajar tanto con los animales como con el terreno.

La agricultura ecológica

D.C.: ¿Cuál es la situación de la agricultura ecológica en Cantabria?

A.M.: Yo la veo muy pobre, tanto en cantidad de producción como en cantidad de consumo. No hay cultura de producción ecológica. Parece que la ecología va aparte del territorio, de la gestión del suelo, del agua y del aire; y no es así, no hay ningún ‘aparte’. En estos 20 años de reconversión hemos pasado de ser unos productores naturales ‘a pelo’ a ser unos productores semi o totalmente industriales. Esto, unido a las prácticas de la industria de transformación, reduce notablemente la calidad de los productos. En este contexto la gente se cree que la agricultura ecológica supone volver atrás, cuando en realidad es la más moderna y la más innovadora que pueda haber en estos momentos. Nuestro criterio es desarrollar una agricultura con normalidad como una opción más. De momento es una opción difícil porque al haber pequeñas cantidades se encarecen los costes.

D.C.: La exportación se plantea como una solución a los problemas de comercialización de productos ecológicos, pero esto va en contra de los principios de la normativa de la agricultura ecológica. ¿Cómo se vive esta disyuntiva?

A.M.: En el CRAE (Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica) de Cantabria yo soy el presidente, pero soy el presidente de nada. Hay un conflicto de intereses entre lo que se cree desde la Consejería (que es quien pone el presupuesto y quien manda) y lo que creemos que deberíamos hacer los productores (incluso junto a los consumidores). Nosotros no pensamos que las cosas tengan que llevarse fuera. Es una agricultura orientada hacia distancias cortas, tanto en lo que se consume como en lo que se produce. Ésta es una regla para ahorrar energía, razonable y natural. Únicamente en aquellos productos que no se pueden consumir en la región porque haya una sobreproducción (que sí podría haberla en la carne de vacuno y la leche) debería plantearse la exportación. Pero el resto de cosas buenas que tenemos deberíamos plantearnos que se consumieran directamente aquí.

RED DE SEMILLAS: RECUPERAR, CATALOGAR Y REPRODUCIR BIODIVERSIDAD

Actualmente la mayor parte de los agricultores ya no producen ni guardan sus propias semillas. De este modo se hacen dependientes de multinacionales que monopolizan los primeros eslabones del mercado agroalimentario. La base de la alimentación mundial está sujeta a los intereses económicos de unas pocas empresas. Su política es la de los monocultivos, las semillas híbridas, las variedades sintéticas y los organismos modificados genéticamente (transgénicos). Así se va incrementando el círculo vicioso que contamina el planeta y pone en entredicho la soberanía alimentaria. La biodiversidad es un elemento fundamental para conseguir un sistema agrícola estable y equilibrado, donde se minimicen los problemas de plagas, enfermedades o calidad de los alimentos. Las variedades locales de productos hortofrutícolas han sido mantenidas y seleccionadas, año tras año, por los agricultores de cada región durante siglos. Estas variedades presentan unas ventajas incuestionables:

– Tienen un alto grado de adaptación a las condiciones ambientales, mucha resistencia a las enfermedades y gran eficiencia en el aprovechamiento de los recursos.

– No es necesario modificar las condiciones del suelo o del clima con fertilizantes químicos, fungicidas, plaguicidas o invernaderos para optimizar la cosecha.

– Es más sensato, barato y saludable adaptarnos al medio, en vez de intentar modificarlo a nuestro antojo.
– Tienen una gran variabilidad genética y capacidad para perpetuarse y mantenerse en el tiempo. 􀀛 Se van adaptando a las condiciones ambientales a medida que éstas van cambiando y son capaces de garantizar la soberanía alimentaria al no depender de casas comerciales.

– Dan productos de alta calidad nutricional y hacen pervivir la cultura rural recuperando la tradición agraria. Agricultores ecológicos de todo el mundo van generando una forma de actuación en respuesta a los planteamientos devastadores de la agricultura convencional. La Red de Semillas de Cantabria (integrada en la Red Estatal «Resembrando-Intercambiando») recupera, cataloga y reproduce variedades vegetales de su zona de influencia. Agrupa a personas interesadas en mantener la biodiversidad agrícola, intentando salir de un entramado comercial que presiona a las instituciones para dificultar la libre circulación y propagación de variedades locales. Junto a los productores agrícolas, es imprescindible el papel de los consumidores. Consumiendo variedades locales, se conserva la biodiversidad.