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Una franja de tierra sitiada desde hace 14 años…

Hechos que mortifican a unos y resbalan a otros

Fuentes: Rebelión

Cada vez que me baño tengo la misma desazón, la misma impotencia: hay prójimos que están impedidos de hacerlo. Y no sólo impedidos, sino creciente y progresivamente impedidos de hacerlo: los palestinos que habitan Franja de Gaza. Gazatíes o gacianos más refugiados palestinos de otras regiones que allí han ido a parar.

Y no sólo impedidos de bañarse. De tomar agua, incluso, la que necesitamos, y de lavar los alimentos. Impedidos hasta de recoger el agua de lluvia para proveerse mínimamente en un clima como el palestino tirando a desértico…

Ni siquiera pueden disponer de tanques de reserva, porque también se los perforan…

Israel cierra esta política vendiéndoles agua…

Y eso está sucediendo, desde 2006, desde que el Estado de Israel se ha apropiado y ocupado prácticamente todo el resto de la Palestina del “Mandato británico” (se discute si hay regiones palestinas en Jordania o Siria…). Dadas las dificultades que ha tenido para asentarse en la Franja de Gaza, haciendo seguramente un cálculo de “costo y beneficio” ha optado por sitiarla. Leyó bien, desde hace 14 años.

Con un plan de aislamiento y reducción cerebralmente cumplido; con no más de 2500 cal. por habitante para alimentos, con apenas materiales de construcción porque alegan que se los puede usar para hacer túneles para conectar la Franja con “el exterior” (Egipto e Israel: con sendos gobiernos hostiles); y por eso el paisaje “urbano” de la franja son cascotes, restos y estructuras bombardeadas y desvencijadas; Israel ha bombardeado sistemáticamente puerto y aeropuerto, todas las usinas de cualquier tipo; térmicas, potabilizadoras, de tratamiento de residuos, por lo cual todo lo que toca, come, respira quien vive en la Franja de Gaza está con cotas altísimas de contaminación; el tan democrático gobierno israelí −todos ellos desde 2006 (Sharon, Olmert, Netanyahu)− cuentan con acortar sensiblemente la expectativa de vida de los habitantes de la Franja y más aún todavía su crecimiento vegetativo.

Decía el inolvidable Mahatma Gandhi, un pacifista violentamente asesinado: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.”

No asusta tanto entonces la inmisericordia ideológicamente cargada de los judíos israelíes (apoyados por una mayoría de las colectividades judías del mundo, pero afortunadamente con marcadas excepciones que repudian la política de exterminio a fuego lento sionista) como la complicidad pasiva, callada, quietecita de la ONU, por ejemplo, de Europa Occidental, la Liga Árabe…

Ningún libro de historia me ha dicho que la Franja de Gaza es palestina. Tengo de mi niñez una impronta indeleble. La revista Billiken, conservadora, institucional como pocas, me brindó una imagen, en 1948, seguramente cuando Palestina ya había sido ocupada por tropas sionistas y se había instaurado el Estado de Israel, de unos árabes en la Franja de Gaza. Llamativamente, a mis ojos infantiles, cubiertos de pies a cabeza con túnicas talares y turbantes todo en blanco… Hasta Billiken concedía que eso era suelo árabe, palestino.

Ese año la población de la Franja de Gaza se duplicó o algo así, porque a la población oriunda, desde tanto tiempo establecida, se sumó buena parte de los palestinos aterrorizados, expulsados de otras regiones palestinas, como la Galilea, el valle del Jordán, etcétera. Desde entonces la Franja de Gaza cuenta con una recarga poblacional para tan estrecha superficie (unos 50 km a lo largo de la costa por unos 6 km. de ancho) que el sitio feroz no ha hecho sino agravar hasta límites no por silenciados menos extraordinariamente atroces.