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Entrevista a Javier Gallego Crudo y Juan Gallego, autores de ‘Como si nunca hubieran sido’, que refleja el drama que se vive en el Mediterráneo

«Hemos asumido que un mar nos haga el trabajo sucio»

Fuentes: La Marea

Los hermanos Javier Gallego Crudo y Juan Gallego vuelven a colaborar juntos en Como si nunca hubieran sido, un cómic que refleja el naufragio de una balsa de inmigrantes en el mar mediterráneo. Una imagen pocas veces captada por las cámaras, que los trazos de Juan Gallego se encargan de recrear para hacer real una […]

Los hermanos Javier Gallego Crudo y Juan Gallego vuelven a colaborar juntos en Como si nunca hubieran sido, un cómic que refleja el naufragio de una balsa de inmigrantes en el mar mediterráneo. Una imagen pocas veces captada por las cámaras, que los trazos de Juan Gallego se encargan de recrear para hacer real una situación que se repite con demasiada normalidad en nuestras aguas. El cómic ilustra el poema homónimo de Javier Gallego Crudo, publicado en 2016 dentro del poemario El grito en el cielo.

El objetivo de las pinceladas en blanco y negro de Juan Gallego es claro: eliminar de nuestras mentes el color de los cuerpos que fallecen buscando un futuro mejor, que huyen de la guerra y la desesperación. Y la limpieza de unas aguas que esconden el problema, haciéndolo desaparecer de la manera más silenciosa posible. «Ya quisiera Trump tener un mar», comenta Juan Gallego.

Las palabras de Javier Gallego Crudo encuentran así un nuevo cauce para llegar a las conciencias adormecidas de una población siempre en peligro de caer en las redes del monstruo del fascismo, fáciles de abrazar y perversas a la hora de criminalizar a las víctimas de la desgracia.

Hablamos con ellos acerca de esta conjunción de caracteres, de lenguajes y de conciencias críticas.

El cómic recoge un poema que se escribió en 2016. Ahora estamos en 2018. ¿No ha habido ningún avance en este tema, seguimos igual que estábamos?

Javier Gallego Crudo: De hecho, te diría que ha habido un retroceso. Que antes esto se hablaba de una manera más humanitaria, solidaria, «hay que recogerlos, hay que ayudarlos, hay que refugiar». Y ahora, como decía ayer en la presentación David Noguera, el presidente de Médicos Sin Fronteras, el mensaje que ellos reciben como organización de ayuda y salvamento es el contrario. Reciben insultos en las redes sin parar. Les llaman «negreros», «traficantes de personas», «pijo progres», «si tanto los queréis, metedlos en vuestra casa», «estáis colaborando con las mafias que trafican con gente»… ese es el mensaje. Que tiene que ver con los mensajes de odio, racismo y xenofobia que se están extendiendo por todo el mundo.

Una vez que pasó la ola (nunca mejor dicho) del escándalo por la fotografía de Aylan, que creo que fue el último momento de pico de interés por parte de la sociedad, entró todo en una especie de silencio, y lo que hay ahora son mensajes como: «Aquí no puede venir nadie más», «hay una invasión», «‘cuidao’ con el efecto llamada»… De hecho, los partidos de la derecha española están trabajando mucho en ese sentido: la palabra «invasión», la fotografía de diez africanos en una valla, como si fueran hordas que están viniendo a nuestro país. Los partidos de derechas están jugando mucho a ir a la frontera sur, a decir que aquí no puede venir más gente, que esto es un efecto llamada, que hay que ponerse duros, etc, etc. Creo que hemos retrocedido. Quizá sea más necesario este cómic y este poema que cuando se escribió. Es necesario porque hay una crisis migratoria y un genocidio. Se están muriendo miles de personas, aquí en la fosa común del Mediterráneo.

De hecho, las imágenes del cómic son bastante explícitas en ese sentido. Se ve en una de las viñetas un mar que es, en realidad, un cementerio.

Juan Gallego: Es que es demencial. Es demencial, en ese sentido, cómo hemos asumido que un mar nos haga el trabajo sucio. Tenemos un problema, y ese problema se lo traga el mar como si nunca hubiera sido.

Ahora mismo, las cámaras de los telediarios se encuentran en la frontera de México con EE.UU. Allí los soldados portan armas para acabar a tiro limpio el problema, pero aquí tenemos un mar que te permite limpiar tu conciencia.

J.G.C. Es verdad que te hace el trabajo sucio, pero de una manera muy limpia.

J.G. Ya le gustaría a Trump tener un mar.

J.G.C. De hecho, este cómic, si puede tener un cierto interés, es porque pone imagen a aquello que no hemos visto. Ese momento en el que naufragan, en el que se hunden y desaparecen y no queda nada más que restos, no hay imágenes. De hecho, los datos de salvamento llegan después, cuando alguien ha visto una barca que va a la deriva, o cuando quedan algunos cuerpos flotando en la superficie… y no tenemos imágenes de esos naufragios, que son constantes. Entonces, creo que Juan ha hecho un gran ejercicio de imaginación y documentación para poder poner imagen a aquello que no hemos visto.

Por ejemplo, hay una viñeta en concreto que a mí me ha sobrecogido: en la que los pescadores se encuentran un cuerpo en la red de arrastre.

J.G. Yo no encontré ninguna imagen de ese momento en concreto, por lo que la hice de cabeza. Pero lo que sí salió fue la noticia. Y no suena nada improbable. Esas redes son inmensas y van arrastrando todo lo que se encuentre en el fondo.

J.G.C. Todo lo que se encuentra en el poema está basado en noticias que han aparecido. Dice un verso: «También en las redes de los pescadores» porque yo había oído la noticia de que se había encontrado un cuerpo en ese estado. Igual que el cuerpo que se encontró en los arrecifes, entre rocas, que está plasmado también. Todo lo que se encuentra en el poema está basado en noticias, tanto como aquel primer titular que dio origen al poema, «podrían haber muerto mil personas en el Mediterráneo». ¿Cómo que «podrían»? O han muerto, o no han muerto. Pero claro, es que no sabemos nada. De ahí proviene el poema y el libro, de la incertidumbre total de las vidas y las muertes de estas personas. Ni siquiera sabemos si existen, si murieron, como se llamaban, quiénes eran…

Y en realidad, te da igual, porque es un problema que viene de África y con tal de que no te afecte a ti… De hecho, hay otra imagen bastante perturbadora, que es la de los cuerpos muertos en la playa.

J.G. De esas hay varias. La que yo he hecho es una composición. Al final es gente relajada, tomando el sol… y viendo esto ahí. Que yo no me explico cómo te puede apetecer seguir tomando el sol viendo eso.

J.G.C. Yo creo, además, que estas fotografías de los bañistas tienen que ver con esta deshumanización. Es como ver un pescado. No los ves como seres humanos, sino como pescado. Por eso no reaccionas. Esas personas no existen para ti. No te han hablado de ellas como personas, te han hablado de ellos como víctimas, como personas que vienen a invadirte, como ‘el otro’, como el desconocido.

También tiene mucho que ver el racismo, porque no estás viendo una personas, estás viendo un ‘negro’.

J.G. Exacto.

J.G.C. De hecho, en el cómic hay un aspecto muy interesante, que es que el cómic se cierra con las caras de aquellos que «podrían haber desaparecido». Y algunas de las caras que ha dibujado Juan son de personas conocidas.

J.G. Sí, son conocidos. He mezclado caras de gente que he visto en fotos, en pateras, pero también cogí conscientemente fotografías de allegados míos. Amigos, familia… las entremezclé. Me parecía como una metáfora o un juego interno mío, que no son los otros, somos nosotros mismos. Porque las circunstancias que te llevan a hacer esa travesía son demenciales. Y yo hay veces que, buscando material, veía fotos de padres con niñas y niños de la edad de mis hijas y yo pensaba, ¿cómo de mal tiene que estar mi vida para que yo decida que me voy con mis hijas a jugármela de esta manera? Que es una tirada de dados donde las posibilidades de perder son máximas. De perder dramáticamente. Me resultaba inconcebible. Entonces, que no seamos ni mínimamente capaces de empatizar con esa gente… no podemos hacer la vista gorda a eso.

No solo que no te importe, sino que también saques provecho de esa gente, como en la viñeta con el hombre que está contando los billetes.

J.G.C. De la miseria humana siempre va a haber tiburones aprovechándose. Esto es así. Y del más débil es de quien es más fácil sacar provecho. No solo habría que salvar a estas personas de morir, sino que habría que salvar a estas personas de ser tratados como esclavos o trozos de carne… que están en países donde se pueden controlar.

J.G. Es algo que está ocurriendo ya a escala de industria.

En ese sentido, los políticos también se convierten en asesinos en cierta forma, aprovechándose de la inmigración para ganar votos.

J.G.C. La utilización que se hace de las víctimas de cualquier tipo, desde el terrorismo a esto, que es otra forma de terror, me parece indigna, pero es que es algo que ocurre con constancia. La derecha y ultraderecha se aprovechan de ese discurso, se aprovechan de muertos. Se levantan encima de una pila de muertos.

Incluso podemos encontrar noticias que dicen, como ya explicaba Crudo antes, que las ayudas de Salvamento lo que provocan es que las mafias echen menos gasolina a las barcas.

J.G. Eso a mí me suena a «no se lo doy porque luego se lo gasta en vino» (risas). O sea, ya sabes tú lo que va a hacer con el dinero. Qué máquina. Mira, tú ayuda, y se intentará que esa ayuda se aproveche de la mejor manera posible. Es muy cómodo decir «no, yo no ayudo porque va a pasar esto, esto y esto». Porque ya lo has decidido tú.

J.G.C. Es que, si tanto problema tienes con que las mafias se aprovechen de las personas, pues no votes a partidos que dejan que eso ocurra. Movilízate y ayuda a las organizaciones que están luchando contra esto día tras día. Que son los que están ayudando precisamente a que esta gente no muera. Tu discursito para aliviarte y aliviar tu conciencia está muy bien, pero para aliviarte ya está el retrete. La sociedad está para participar. Y al final, lo que se está haciendo es demonizar al que ayuda a la víctima y demonizar a la víctima.

J.G. Al final se trata de encontrar una excusa para poder minimizar esto y seguir.

J.G.C. Hay un discurso para tratar de criminalizar a las organizaciones humanitarias que están tratando de solucionar el problema. Porque ellos son los que están haciendo el trabajo que no está haciendo el gobierno, y eso en cierta manera les pone en evidencia. Si esas organizaciones desaparecen, ya ni siquiera hay crítica. Entonces, el discurso racista y xenófobo ha ganado. Habría vencido completamente, Ya nadie te diría «oiga, usted debería estar haciendo algo».

No entiendo por qué es tan complicado dejarles pasar. Van a pasar de todos modos. ¿Tan difícil sería prescindir de las fronteras?

J.G.C. Es un problema muy complejo. Hay una cosa que está estudiadísima, y yo que he leído sobre estas cuestiones, y es que no van a dejar de venir. Aunque estén muriendo, no van a dejar de venir. No existe eso del ‘efecto llamada’. Vienen porque les están azuzando por detrás, vienen porque están huyendo. El problema es que detrás no pueden vivir. Entonces se juegan la propia vida por intentar vivir mejor. A pesar de todas las políticas de cerrar fronteras, poner muros más altos… han seguido viniendo. A pesar de que siguen muriendo, siguen viniendo.

Los países en los que vivimos se han construido todos en base a la inmigración. De hecho somos países de migrantes. Aquí ha habido hambruna, ha habido guerras, y la gente ha emigrado. Evidentemente, hay que saber gestionar esos flujos y buscar la manera de ordenarlo para que vayan donde haya más trabajo, donde se les pueda atender mejor, donde puedan servir mejor. Contribuir más a esa sociedad a la que llega. Porque en muchos casos son personas que vienen muy bien formados. Que parece que son un grupo de analfabetos que han venido aquí sin saber hacer nada. Son gente muy dispuesta. Además, me acuerdo de un artículo muy interesante que leí sobre inmigración que dice que, quien emigra, lo hace para mejorar. Lo hace para prosperar. Y quien quiere prosperar, hace prosperar un país. Porque vas a esforzarte, y vas a ayudar a que el país también mejore. De hecho, todos los estudios indican que la inmigración que se produce en flujos controlados, mejora la economía de los países. EE. UU. es un país que está hecho completamente de inmigración. Aquel que viene de la nada y lo quiere todo va a trabajar el doble que el que ya lo tiene todo.

J.G. La historia de la humanidad es la historia de la inmigración. Y ahora parece que «ya estamos todos colocados, donde te haya tocado, allí te quedas». Y luego es una pena, porque incluso alcaldes de pueblos despoblados de Castilla y León han dicho «que aquí tenemos sitio, que vengan aquí». Y no se hace nada.

J.G.C. En Italia hay un pueblo que se llama Riace, cuyo alcalde es un personaje espectacular, ahora mismo perseguido por Salvini y acusado de tráfico de personas. Pero él tenía un pueblo que estaba deprimido. Y él dijo, pues toda esta gente que está viniendo, que vengan para acá. Ahora es un pueblo que tiene paro cero, que ha subido la renta per cápita y ha solucionado todos los problemas que tenían, tanto de infraestructuras (colegios, hospitales…) Y este hombre lo ha recuperado todo con inmigración. Es el ejemplo de que se puede hacer.

¿Y por qué no se hace?

J.G.C. Pues porque no interesa. Porque, como antes comentábamos, da votos agitar el miedo al otro, al que viene de fuera.

J.G. El miedo siempre ha dado votos. Decir «yo voy a ser el que viene a protegerte de los millones de peligros que te acechan». Y este es muy vendible.

J.G.C. Y es que el otro no da votos. Hubo un tiempo, justo antes de la crisis, que hubo una fuerte inmigración latinoamericana, porque aquí había gente que no quería hacer ciertos trabajos. Y aun así eso no daba votos. Y había un cierto discurso xenófobo. Decir «vamos a abrir los brazos…» eso no da votos.

¿Entonces es todo una cuestión de poder?

J.G.C. Yo creo que sí, básicamente.

¿Dónde ha quedado la humanidad, entonces?

J.G.C. Pues la humanidad ha estado muy malita desde siempre. Hay veces que rectifica y da coletazos y avanzamos. Ahora se defienden los derechos humanos mucho más que hace décadas o hace siglos. Pero todavía tenemos que avanzar mucho más. También nosotros, como sociedad, tenemos que darnos cuenta de que tenemos poder. El poder no está solo arriba, también está abajo. Es una tarea colectiva. Uno de los impulsos de este cómic fue decir «sí que puedes colaborar, sí que puedes levantarte, sí que puedes hacer cosas, sí que puedes pensar y votar en consecuencia, sí que puedes ir en contra de esos discursos anti humanitarios». Porque es verdad que la tendencia natural es dejarse ir. Por eso creo que está bien expresar esto desde el cómic, desde el cine, desde la literatura, la música… son distintas formas de que la gente tenga una conciencia.

Dicen que esto supone el fin de la Unión Europea. Que no ha demostrado estar a la altura de los ideales por los que se construyó.

J.G.C. La Unión Europea, de hecho, surge como respuesta a la desintegración de Europa que supuso la Segunda Guerra Mundial. Era un volver a los valores que nos construyeron como civilización. Y es verdad que esos valores se están volviendo a desintegrar. Que no ha habido la respuesta que debiera haber habido y que estamos en un momento crucial de encrucijada entre volver al fascismo o conseguir mantenernos en un proceso civilizatorio y de progreso. Y si no reaccionamos como sociedad, nos va a tragar. E igual en unos años estamos nosotros como los sirios.

¿Ustedes cómo veis el futuro?

J.G. Yo tengo dos niñas pequeñas. Quiero creer que al final reaccionaremos. Me parecería tristísimo que tipos como Pablo Casado, que son además unos ignorantes, destruyan esto.

J.G.C. Yo soy bastante pesimista. Hemos ido como asombrándonos hasta el punto de que ya ni nos asombre el discurso más fascista, reaccionario, racista, xenófobo… al que ha llegado a convertirse en presidente del gobierno de las grandes potencias. Trump, que era un personaje de la televisión, de millonario excéntrico y matón, sea presidente de la primera potencia mundial. Bolsonaro, que era un político marginal en Brasil, que decía tales barbaridades que la gente no pensaba que fuera a llegar a ningún lado… se ha convertido en el presidente de la primera potencia de Latinoamérica. Pues yo estoy muy preocupado porque pienso que hemos ido aceptando que estas cosas pasen. Pero es que ha sucedido. Y se ha convertido en una amenaza real que está ahí. Y si no reaccionamos y si no dejamos de hablar de ellos como «estos locos que han perdido la cabeza», vamos a perder todos la cabeza. Porque no sería la primera vez que la civilización pierde la cabeza.

Fuente: http://www.lamarea.com/2018/11/27/hemos-asumido-que-un-mar-nos-haga-el-trabajo-sucio/