No es tan verde, ni tan económico ni eficiente como nos venden.
En los últimos meses, estamos presenciando un goteo incesante de promesas y anuncios relacionados con el hidrógeno verde que lo ha situado en el debate político y mediático como una especie de panacea ante los problemas y desafíos que plantea la descarbonización de nuestro modelo productivo y energético.
Desde Ecologistas en Acción (EeA) y el Observatori del Deute en la Globalització (ODG) queremos sumarnos a las voces críticas que desde muchos frentes el mundo académico, científico, social y ambiental están alertando de los riesgos e incertidumbres que plantean las propuestas lanzadas por administraciones y empresas.
Lo primero que es importante remarcar es que el hidrógeno no es una fuente de energía primaria, sino un vector energético que cuenta con la particularidad de ser capaz de almacenar energía para ser utilizada posteriormente pero que necesita de un aporte inicial de energía primaria para su obtención en estado puro ya que normalmente se encuentra combinado con otros elementos químicos como el oxígeno, el carbono o el nitrógeno. La fuente de energía utilizada será la que marque el tipo de hidrógeno que obtenemos, siendo hoy en día menos del 1% de la producción mundial de H2 de origen renovable o verde.
Sus propiedades fisicoquímicas van a ser determinantes para establecer valoraciones sobre el papel que puede jugar ya que dificultan su transporte y almacenamiento. A día de hoy la eficiencia en el proceso de obtención del hidrógeno varía entre el 20% y el 40% según sector y tecnología de aplicación, lo cual supone unas pérdidas muy importantes.
En el caso del Estado español, el consumo de hidrógeno se sitúa en torno a las 500.000 t/año. Se trata mayoritariamente de hidrógeno gris, utilizado como materia prima principalmente en refinerías (en torno al 70%) y en fabricantes de productos químicos (25%), correspondiendo el consumo residual restante a sectores como el metalúrgico.
El elevado coste de la producción de este gas, así como otros problemas técnicos como la necesidad de comprimirlo a altas presiones en alguna de sus aplicaciones, han estado detrás de su falta de desarrollo. Las bondades y posibilidades del hidrógeno han sido sobreestimadas en numerosas ocasiones y, a día de hoy, siguen sin cumplirse las cacareadas promesas y las aplicaciones rentables continúan retrasándose.
Abordar el papel del hidrógeno verde en la transición energética no puede desligarse del adecuado diseño de un mix energético en consonancia con los límites planetarios. Este modelo deberá considerar como pilares básicos la eficiencia energética, el ahorro y la bajada de consumo, reduciendo las necesidades energéticas y adaptándolas a la futura disponibilidad que será notablemente más baja que la actual, con una potencia disponible cuantitativa y cualitativamente menor.
Nuestro modelo deberá estar basado en energías limpias reduciendo al máximo su impacto en la extracción de recursos materiales, en la ocupación del territorio, el impacto sobre los ecosistemas y en la generación de residuos.
Fuente: https://suelosolar.com/newsolares/newsol.asp?id=13723&lct=28458&ejm=816