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Historia de dos extradiciones

Fuentes: Progreso Semanal

El gobierno de EE.UU. demandó que el Primer Ministro de Jamaica Bruce Golding extraditara a un narcotraficante. Cuando Venezuela hizo demandas similares a Washington, por posiblemente el más notorio terrorista en el hemisferio occidental, el Departamento de Justicia hizo caso omiso la petición. Compare el reciente arresto en Jamaica de «Dudus» (Christopher Coke), para someterlo […]

El gobierno de EE.UU. demandó que el Primer Ministro de Jamaica Bruce Golding extraditara a un narcotraficante. Cuando Venezuela hizo demandas similares a Washington, por posiblemente el más notorio terrorista en el hemisferio occidental, el Departamento de Justicia hizo caso omiso la petición.

Compare el reciente arresto en Jamaica de «Dudus» (Christopher Coke), para someterlo a juicio en Nueva York por tráfico de drogas y armas, con la respuesta de Washington a la petición de extradición hecha por Venezuela de Luis Posada Carriles, conocido como el Osama bin Laden del hemisferio occidental, por organizar el atentado a un avión comercial cubano en Barbados el 6 de octubre de 1976. Los 73 pasajeros y tripulantes murieron todos.

Abunda la evidencia sobre su responsabilidad, incluyendo cables desclasificados de la CIA. Un cable de la CIA desde Caracas el 12 de Octubre de 1976 dice que «a Posada se le oyó decir: ‘Ahora vamos a atacar un avión cubano’.»

Veintidós años después, Posada dijo a los reporteros Ann Bardach y Larry Rohter, de The New York Times (13 de julio de 1998), que él había orquestado una serie de bombas en hoteles en Cuba para desalentar el turismo. Un italiano murió en una de las explosiones.

Los subordinados de Posada –arrestados por la policía después de la explosión de las bombas– lo nombraron como el autor intelectual. Un gran jurado federal de Nueva Jersey recientemente reunió evidencias que mostraban que Posada usó dinero y personal de Miami para realizar los atentados.

Sin embargo, en vez de acusarlo de terrorismo y conspiración para cometer asesinato, el Departamento de Justicia inventó una nimiedad legal y lo acusó de fraude de inmigración: mentir a funcionarios norteamericanos cuando entró a EE.UU. en 2004. Desde entonces el Departamento ha creado pretextos para dilatar el proceso, quizás, como sugiere José Pertierra, en espera de que muera antes de ir a juicio. (http://machetera.wordpress.com/2010/06/22/waiting-for-posada-carriles-to-die/)

Compárese esta pérdida de tiempo con un terrorista comprobad, con la posición de «extradite a Dudus o aténgase a las consecuencias» hecha al gobierno de Jamaica. Las fuerzas de seguridad jamaicanas mataron a unas 70 personas en el operativo de captura de Dudus en su vecindario de Kingston. Pero Washington se niega a extraditar al asesino múltiple Posada Carriles.

Mientras Washington intimidaba al gobierno de Jamaica en el caso de Dudus, el traficante de armas y drogas, ignoraba el hecho de que millones de ciudadanos de EE.UU. consumen drogas importadas de Jamaica, y los bancos norteamericanos lavan dinero de la droga.

Pero un hecho aún más siniestro subyace en los casos de Dudus y Posada. Ambos criminales le deben su carrera a la guerra de 50 años de Washington contra Cuba.

En 1976, durante la filmación de la película de su campaña, el Primer Ministro Michael Manley me contó de una inusual invitación. En enero de 1976, el Secretario de Estado Henry Kissinger, de vacaciones en la propiedad de los Rockefeller en Jamaica, invitó a Manley a visitarlo para convencerlo de que retirara su apoyo a las tropas cubanas en Angola. (Castro había enviado tropas en octubre de 1975 a Angola a petición del gobierno angolano para detener la invasión de la CIA y Sudáfrica a la recién inaugurada república.) Kissinger hizo una mueca de disgusto cuando Manley le reiteró su apoyo a la política de Castro en África.

«Entonces me aseguró», rió Manley, «que no me preocupara de las actividades de la CIA en Jamaica». Pero, me dijo, algunas «coincidencias» interesantes sucedieron poco después de la visita.

Norman Descoteaux llegó como jefe de la estación de la CIA en Kingston, un experto en campañas de desestabilización en Sudamérica. Mientras llegaban los periodistas para cubrir las reuniones del Banco Mundial y el FMI, explotó la violencia en los arrabales del oeste de Kingston. Los turistas expuestos a la información de los medios hubieran tenido buenas razones para cambiar sus planes de vacaciones en Jamaica. Poco después las fuerzas de seguridad arrestaron a jóvenes armados que admitieron que los estaban entrenando para atacar al gobierno. Otros hombres armados mataron a dos policías.

Manley aplicó «mano dura». Revivió un mandamiento judicial especial que permitía el arresto sin fianza de personas con tenencia ilegal de armas, y formó grupos comunitarios de autodefensa que no portaban armas. Sin embargo, la CIA aprendió de sus «errores».

En la campaña de Manley por la reelección en 1980, la violencia excedió con mucho la carnicería de 1976. Yo oí el estruendo nocturno de los disparos en las calles de Kingston y filmé a gente llorando por sus familiares muertos frente a casas recién incendiadas en un proyecto del distrito pro-Manley. Las bandas compradas por el opositor de Manley, Edward Seaga, y la CIA, desestabilizaron exitosamente al gobierno.

Manley perdió; Seaga se convirtió en Primer Ministro y fue el primer visitante extranjero de Reagan en la Casa Blanca.

Lester, el padre de Dudus, emergió de las campañas de violencia como jefe de la «Tropa de la Ducha» (rociaban a sus víctimas con armas automáticas) en el oeste de Kingston. habiendo asegurado una alianza política con el vencedor y en posesión de armas de la CIA, comenzó a traficar con drogas y armas.

Tan poderoso se volvió el grupo –ahora bajo el mando de Dudus, el hijo– que el jefe del Partido Laborista y ahora Primer Ministro Bruce Golding trató de evadir durante nueve meses la petición de extradición de EE.UU. El Departamento de Estado le señaló que esa resistencia continuada pondría en peligro las relaciones EE.UU.-Jamaica (léase ayuda económica) y su carrera política.

Pero Washington desdeña las presiones de Venezuela, así como en 1990 George H. W. Bush, desestimó la firme recomendación de su propio Departamento de Justicia de no perdonar a Orlando Bosch, conspirador junto con Posada del atentado al avión. Y los jueces le siguen el juego a la farsa. Un magistrado, sin evidencias ni testimonios, dictaminó en contra de la extradición de Posada a Venezuela porque el abogado de Posada declaró que en Venezuela lo torturarían «mientras estuviera detenido».

Los estados del Caribe (Caricom) calificaron al atentado al avión de 1976 de «terrorismo en el espacio aéreo del Caribe». Ricky Siingh, en un artículo en The Jamaica Observer, dijo que «no se debiera permitir una doble moral en la implementación de los tratados de extradición bilateral entre Jamaica y EE.UU. en el caso de Christopher Coke; o en lo concerniente a Venezuela y EE.UU. para la extradición de Posada.» Acusar a EE.UU. de doble moral es como acusar a una prostituta de tener sexo. Es más, el comportamiento de EE.UU. en el caso de Posada le da mala fama a la hipocresía.

¡Arrogancia con Jamaica por un narcotraficante! ¡Juego de evasivas con Venezuela por un terrorista! ¿No sería agradable vivir en un país de leyes?

Saul Landau dirigió los filmes de la campaña de Michael Manley en 1976 y 1980.

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