El presente libro, que para fortuna y dicha de los lectores cubanos acaba de publicar la Editorial de Ciencias Sociales, con un magnífico prólogo de Julio César Guanche, es en sí mismo la prueba de la antiquísima idea de que al ser humano, criatura perecedera, lo sobreviven sus obras, que lo acercan a la inmortalidad. […]
El presente libro, que para fortuna y dicha de los lectores cubanos acaba de publicar la Editorial de Ciencias Sociales, con un magnífico prólogo de Julio César Guanche, es en sí mismo la prueba de la antiquísima idea de que al ser humano, criatura perecedera, lo sobreviven sus obras, que lo acercan a la inmortalidad. Pues su autor, Antoni Domènech, sin disputa uno de los más importantes filósofos políticos de nuestra lengua en el último medio siglo, falleció el 17 de septiembre del pasado año, sin tiempo para ver publicada, en su primera edición mundial, esta obra de lectura absolutamente imprescindible, que desde ahora mismo puede considerarse una contribución de enorme calado al debate político contemporáneo. Y ello no sólo por la descomunal vastedad y profundidad del conocimiento de la historia y de los nudos conceptuales del pensamiento republicano y sus muchos meandros, derivaciones y afluentes, desde la Antigüedad clásica hasta estos mismos momentos, sino por su inestimable contribución a la praxis política de todos los que no nos resignamos a aceptar mansamente la cada vez más insoportable deriva oligárquica y autoritaria del capitalismo neoliberal. Y todo ello (lo que acrecienta aún más su valor entre nosotros) en momentos en que la sociedad cubana se apresta a definir, democráticamente y mediante una consulta popular seguida de un referéndum, los marcos constitucionales del proyecto de socialismo cubano para el futuro.
Éste es un libro, como afirma Guanche, difícil de leer. Y es cierto, requiere del lector interesado ejercer sus capacidades cognitivas para seguir los complejos (y enormemente fundamentados) ejes argumentativos del autor, un filósofo e historiador que no hace concesiones a la charlatanería ni a los lugares comunes (como tampoco los hicieron sus admirados Marx y Gramsci). Y ello es de todo punto necesario, porque en este mundo, el mundo de la llamada posverdad, de las fake news y de falacias que se difunden urbi et orbi por cualquier parroquiano ignorante o mal intencionado (como ya lamentó Umberto Eco), se requiere un decidido esfuerzo intelectual para no ser arrastrado por el torrente de propaganda del consenso manufacturado por bien pagados sacerdotes al servicio de élites, en la feliz expresión de Noam Chomsky.
El libro, integrado por una selección de textos (trabajos, entrevistas y conferencias que abarcan casi dos décadas de la destacada trayectoria intelectual de su autor), está organizado en torno a cuatro ejes temáticos sobre cuya importancia creo innecesario insistir y cuyos títulos son suficientemente elocuentes: Apuntes histórico-filosóficos sobre la libertad republicana; El legado de la democracia revolucionaria fraternal; Universidad, filosofía y ciencias sociales, y por último, Marx, marxismo, democracia republicana.
En el primero, Domènech se (nos) adentra en los orígenes históricos y conceptuales de la libertad republicana, generada a partir de la vibrante praxis política del demos (los pobres libres) en las polis mediterráneas, señaladamente Atenas y más tarde la civitas romana, su eclipsamiento durante siglos por la dominación imperial y luego por la teología paulina, verdadero eje de sustentación del pensamiento cristiano medieval, y su recuperación a partir del siglo XII, con la reaparición de las ciudades y la vida urbana en el Norte de Italia y los Países Bajos, con su punto más alto en las revoluciones holandesa, inglesa, norteamericana y francesa, revoluciones populares derrotadas y no revoluciones burguesas. Al mismo tiempo, y haciendo gala de una descomunal erudición histórica junto a una demoledora capacidad analítica, Domènech desmonta uno tras otro diversos lugares comunes (estratos de ganga anacrónicos, los llama) que se han acumulado sobre conceptos como democracia, república, libertad, fraternidad, y que han llevado a una radical incomprensión de la tradición republicana, y a la usurpación de muchos de sus conceptos, transfigurados hasta hacerlos irreconocibles, por el liberalismo decimonónico, que se ha arrogado ex post el mérito de las luchas populares contra el feudalismo y el incipiente capitalismo. Todo ello, como nos muestra el autor, ha tenido consecuencias devastadoras para el pensamiento y la práctica política de la izquierda, completamente desnortada frente a la contrarrevolución neoliberal que comenzó a fines de los 70 y que, cada vez más crecida, amenaza hoy con devolver el mundo, política y socialmente hablando, a la Belle Epoque del último cuarto del siglo XIX.
El segundo bloque temático, organizado en torno a la fraternidad republicana democrático-revolucionaria y su legado normativo al socialismo, nos ilumina sobre las razones del eclipse de un valor central de la tradición republicana como es la fraternidad, metáfora conceptual que remite a la condición de igualdad antropológica de los seres humanos, que por ello deben constituirse en comunidades políticas libres de toda dominación e iguales como hermanos, según la famosa expresión de Aspasia. En relación con ello, Domènech nos muestra la evolución histórica de la dicotomía público-privado, tan cara al liberalismo, que sobre ella ha construido prácticamente la justificación de la intangibilidad del ámbito privado frente a lo público, cuya máxima expresión (las leyes que resultan de la voluntad popular) resultan un mal y una infracción de la libertad (Bentham dixit), en una perversa inversión de la tradición republicana que ha conducido a innumerables y persistentes confusiones. Esta parte concluye con una magistral síntesis del programa republicano de un socialismo futuro, que salde sus cuentas con las distorsiones liberales y con las perversiones estalinistas, y que consiga mantener, como heredero y continuador del programa de la democracia revolucionaria fraternal, los cinco frentes de la vieja lucha de los pobres libres: contra el despotismo de un Estado no sometido al control ciudadano; contra el despotismo de unos patronos incontrolables por trabajadores, consumidores y, finalmente, por los ciudadanos; contra el despotismo doméstico del paterfamilias; contra el despotismo de los grandes poderes privados, oligarquías cada vez más y más capaces de disputar el terreno político al interés público definido democráticamente; y por último, contra el nacionalismo xenófobo y el imperialismo, y por la República cosmopolita, ideal republicano defendido por Robespierre y Kant.
El tercero, Universidad, Filosofía y Ciencias Sociales, comienza con una muy interesante entrevista realizada a Domènech, que profundiza en el tema de las relaciones entre la izquierda académica y la Ilustración, sobre el cual existía hasta hace pocas décadas casi universal consenso (nadie discutía que la izquierda política era la heredera de los ideales de la Ilustración del XVIII), pero que se ha visto enturbiado por la aparición de una sedicente izquierda académica hostil a los valores éticos y epistémicos de la Ilustración, con el necio resultado de regalar la Ilustración y la ciencia moderna al capitalismo o a Occidente, con todas las trágicas consecuencias que eso ha supuesto para el pensamiento de izquierda y la lucha por la emancipación humana en todos los terrenos. Incluye además dos textos sobre la autonomía universitaria y sus enemigos (ayer los nazis y estalinistas y hoy los neoliberales), y la importancia creciente de su defensa frente a la crisis de la Universidad (cuya expresión más cruda es el llamado Plan Bolonia y la conversión de las Universidades en fábricas de capital humano para satisfacer las exigencias del mercado), la crisis de las ciencias sociales y, en un contexto más amplio, el retroceso del espacio público en las últimas décadas, caracterizado por el descarado saqueo del patrimonio público y del patrimonio natural en beneficio de las élites económicas del mundo.
Por último, el cuarto bloque se organiza en torno a Marx, el marxismo y la tradición política de la democracia republicana. Aquí, Domènech emplea todo su arsenal histórico y filosófico para desmontar las falsificaciones, distorsiones y simplificaciones de que ha sido objeto el pensamiento de Marx, y en consecuencia, restaurar la verdad histórica sobre la pertenencia de la obra de Marx (y de Engels) a la milenaria tradición política del republicanismo democrático-revolucionario, lo que permite recuperar su monumental legado científico y político para pensar el presente. Además, nos regala un formidable y enormemente esclarecedor balance sobre los aciertos y desaciertos de la filosofía política post-utilitarista, en la estela de John Rawls, y del marxismo analítico, en especial de Gerald Cohen.
Por todo lo dicho, la publicación de esta obra es, además de importante, oportuna y necesaria, una suerte de homenaje póstumo al gran filósofo, historiador y luchador político que fue Toni Domènech. Que su primer libro publicado en Cuba lo sea con carácter póstumo no es algo de lo que pueda enorgullecerse nuestra industria editorial. Sin embargo, como célebremente afirmó Sócrates, más vale tarde que nunca. Porque el ahora de Cuba, ése en el que los cubanos leeremos este libro, y pensaremos, como su autor hubiera querido, en el socialismo con gorro frigio, es un momento en el que los ciudadanos cubanos, que integramos esta comunidad política que desde 1901 decidió llamarse República de Cuba, y que en 1959 inició su camino al socialismo, necesitaremos, quizás con mayor intensidad y urgencia que nunca antes, preguntarnos -y tratar de respondernos- por las urdimbres republicanas y democráticas de nuestra historia y nuestro pensar, y plasmarlas en una Constitución en cuyo Preámbulo se volverá a evocar al mayor pensador republicano que ha dado este país, José Martí, y su ardiente deseo: «Yo quiero que la ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre». Para que la futura Constitución y las posteriores leyes se hagan dignas de ese apotegma martiano, tendremos a partir de ahora, como inestimable brújula, el luminoso pensamiento republicano, democrático y socialista de Toni Domènech.
José Walter Mondelo García. Profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente, donde imparte Derecho y Literatura, Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho. Miembro de la Unión de Juristas de Cuba, la Sociedad Cubana de Derecho Constitucional y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional.