La imagen del grupo islamista chií libanés se encuentra en un proceso de importante decadencia que se ha acelerado en el último medio año y amenaza sus posibilidades políticas. Las decisiones de Hizbulá en los últimos meses, contrarias a los intereses de Líbano y de la propia organización, están poniendo en tela de juicio su […]
La imagen del grupo islamista chií libanés se encuentra en un proceso de importante decadencia que se ha acelerado en el último medio año y amenaza sus posibilidades políticas. Las decisiones de Hizbulá en los últimos meses, contrarias a los intereses de Líbano y de la propia organización, están poniendo en tela de juicio su retórica de la resistencia, su legitimidad política y su situación internacional.
La simpatía de Hizbulá por Al Assad ha sido de sobra conocida desde siempre y el levantamiento de los rebeldes sirios en 2011 no movió un ápice su posición al respecto; de hecho, Hizbulá siempre ha defendido la teoría de una conspiración internacional para desestabilizar Siria como origen del actual conflicto. Pero su apoyo a Damasco va mucho más allá y cada vez es más perceptible. El ataque con aviones militares de Israel contra una reserva de armas químicas que iba a recibir Hizbulá -un centro de investigación científica según Damasco- en la frontera entre Líbano y Siria ha puesto de relieve la presencia de Hizbulá en Siria y el intercambio de armas que mantienen.
La defensa a ultranza del régimen de Al Assad plantea complejidades importantes. Al Assad tarde o temprano perderá el poder, y quien lo ocupe -probablemente un sunní- no tendría unos lazos tan estrechos con Hizbulá como los del actual presidente, pero una actitud tan comprometida con Damasco, les deparará consecuencias muy negativas con el (prácticamente inevitable) cambio de régimen, pues el aislamiento será mayor.
Hizbulá y Al Assad conforman con Irán el triunvirato chií de la región, aunque en una relación desigual. Siria es, ante todo, un paso aliado para que Irán haga llegar armamento, entre otras cosas, hasta territorio libanés, y con ello hasta la frontera norte de Israel. La relación de Hizbulá con Irán es mucho más compleja: es cierto que los líderes de la organización profesan una obediencia religiosa a los Guardianes de la Revolución en su jerarquizada estructura chií, aparte del soporte económico que Irán le proporciona, pero ambas fuerzas se están preparando conjuntamente para mantener su influencia ante la previsible caída de Al Assad. Por ello, Irán ha introducido 50000 militares en Siria, según la Administración estadounidense, y apoya a milicias chiíes alauítas como Jaysh al-Shabi. Con ello, la República Islámica busca mantener una base militar afín en Siria, equivalente a Hizbulá, si el próximo gobierno es sunní y se complican sus relaciones bilaterales. David Cohen, Secretario del Tesoro de los EEUU, ha definido Jaysh al-Shabi como «la empresa conjunta de Irán y Hizbulá».
La intervención de Hizbulá en el conflicto sirio ya se ha demostrado varias veces peligrosa para la estabilidad en Líbano, como ocurrió con el atentado que mató a Wisam al-Hasán. Esta suma de actuaciones contrarias a los intereses de Líbano mina la credibilidad de Hizbulá entre sus ciudadanos y también sus posibilidades de formar parte del Gobierno; pero además su legitimidad internacional está más cuestionada que nunca tras los resultados de la investigación encargada por el Gobierno de Bulgaria para esclarecer la muerte de cinco turistas israelíes en julio. Los resultados de la investigación han señalado directamente a Hizbulá como culpable. No es la primera vez que Hizbulá aparece como autor o sospechoso de un atentado fuera de Líbano y de Israel, pero Europa ha sentido ahora el peligro más cerca que nunca antes.
El estatus de Hizbulá en la Comunidad Internacional es desigual. Algunos países como EEUU e Israel (firmes aliados en sus políticas sobre Oriente Próximo), Canadá, Argentina y Holanda consideran a toda la organización (es decir, tanto su brazo militar como su brazo político) un grupo terrorista; Reino Unido sólo considera terrorista su brazo militar y la UE ha hecho una declaración no vinculante sobre el asunto. La resolución de la investigación sobre el atentado en Bulgaria ha dado fuerza a la petición antigua, pero hasta ahora más o menos discreta, por parte de EEUU y de Israel para que Europa se una a ellos en su punto de vista. Esta cuestión es mucho más que un acto simbólico, pues si Europa considera a Hizbulá un grupo terrorista, los Estados podrían abrir investigaciones judiciales contra él, además de emprender sanciones que dificulten sus finanzas y le condene al aislamiento.
El apego a su compromiso de tintes sectarios con al Assad y, sobre todo, con Irán emergen como una prioridad absoluta y a cualquier precio para Hizbulá, que a cambio puede perder su imagen de grupo de resistencia con preocupaciones sociales, que le ha granjeado la simpatía y el apoyo de muchos libaneses al margen de confesiones religiosas. Cada vez más, Hizbulá orienta sus decisiones más de acuerdo con su integrismo religioso chií que con su nacionalismo social libanés.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/component/content/article/226-claveslibano/4135-libano-132013-hizbula-en-su-laberinto